29 junio 2014

Dentelladas

Era solo cuestión de tiempo. Quienes seguíamos de cerca los controvertidos métodos que utilizaba el formidable atacante uruguayo Luis Suárez, sabíamos que tarde o temprano sus cuestionables recursos volverían a ganar los titulares de los rotativos. Y uno se pregunta: por qué un jugador tan hábil, poseedor de un espíritu aguerrido y favorecido por un sentido de ubicación y oportunidad tan envidiable habría de caer nuevamente en la tentación de dichas majaderías? ¿Realmente le hacía falta? ¿Qué es lo que le motiva para que transija a tan pérfidas tendencias?

Y es que Suárez, notable y prolífico delantero como es, parece que siempre quiere distinguirse por jugadas en las que mezcla su habilidad con la astucia. Es uno de esos jugadores que parecerían no favorecer el publicitado "fair play" que pregona la FIFA, entidad que gobierna el popular deporte del balompié. Suárez ha desarrollado, por otra parte, una cierta propensión para esa forma impúdica de arte dramático que es la simulación de haber sido agredido. Hay en su actitud una tendencia permanente a dar la impresión de que ha sido lastimado.

Súmese a eso las ya múltiples mordeduras que ha propiciado y el suyo es verdaderamente, si no un caso patológico, un tema para un urgente estudio clínico. Por eso, frente a un nuevo ataque en el que ha satisfecho su instinto con una tercera mordedura a un adversario deportivo, la FIFA no ha tenido más recurso que castigarle con una muy severa sanción de oficio. Frente al ingrato episodio y a sus secuelas no hay como quedarse callado. Todos los medios insisten en poner de relieve el acontecimiento; así como la sanción y las reacciones que ello ha merecido.

Pero lo que más llama la atención es la furibunda reacción de quienes sostienen que la sanción es exagerada e incluso inmerecida. En este sentido, resulta increíble tan empedernida solidaridad cuando aquí se trata de una actitud ajena a lo puramente deportivo. Una dentellada no puede equipararse con una patada o con un codazo mal intencionado, por la sencilla razón de que estas otras incidencias -que tampoco deben ni pueden tolerarse-, suceden como resultado del inevitable contacto físico.

Nadie parece advertir que en el caso de Suárez se trata de una sórdida reincidencia; y no porque ya ha sido juzgado y sancionado por sus anteriores dentelladas, esto le da derecho a que se juzgue su acción como si fuese un hecho aislado y de menor importancia. El suyo es un comportamiento inexcusable que revela una tendencia disfuncional. Cualquier jugador profesional -no de diga uno que es famoso- debe tener mucho cuidado con lo que hace. Un deportista que se destaca en su disciplina se convierte en un referente colectivo.

No es que condone las otras agresiones. Lo he venido reclamando: si la FIFA tiene la posibilidad de utilizar las ayudas de la tecnología, es inexplicable que no lo haga, no sólo para lo relativo a las faltas flagrantes y demás agresiones, sino para todo lo que pudiera incidir en la alteración de los resultados, como sucede con las simulaciones. Es tan grave este asunto que se ha convertido ya en un asunto controversial del día a día.

Lo que viene sucediendo con el delantero uruguayo es realmente vergonzoso. Suárez necesita urgente ayuda psicológica. Es probable que haya venido arrastrando un trauma desde su niñez y que haya estado utilizando este infame recurso desde hace mucho tiempo. A esto pudiera contribuir -y lo digo sin ánimo de ironizar- su disposición anatómica: sus mandíbulas parecen tener una condición conocida como "dentadura prognática", lo que pudiera favorecer esta anormal tendencia a lastimar a sus adversarios con esas inesperadas mordeduras.

La sanción creo que está bien aplicada. Si bien se medita, solo se lo castiga con su participación en los siguientes nueve partidos oficiales como parte del combinado de su país -potencialmente por este mundial y la siguiente Copa América- y por alrededor de un mes en las presentaciones de su club, pues no hay que olvidar que luego del mundial se viene un período de receso futbolístico que ha de durar casi tres meses. La sanción no parece, por lo mismo, nada exagerada; sobre todo, deja un saludable precedente para un hecho que espeluzna por lo absurdo y bochornoso.

Quito

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27 junio 2014

Contraste de dos ciudades

Sentencia el conocido aforismo aquello de que "a quien madruga Dios le ayuda"... Todo parecería indicar que al que no, a más de resistirse a asistirle, habría también de cobrarle un peaje. "Pedagio" como dicen en Brasil, en un idioma que, por la falta de exposición auditiva, nos parece más similar al nuestro en la escritura que en lo que se escucha coloquialmente. Esto, a pesar de que el portugués que allí se habla, comparado con el ibérico, resulta no solo más entendible, sino también más gracioso y melodioso. Daría la impresión que los locales tienen una mayor facilidad para entender el castellano que la que nosotros poseemos para comprender su idioma. Me temo que esto se relaciona con la costumbre que tienen de tratar con gente de habla hispana, debido a esa fuente inagotable de ingresos que les resulta el turismo.

Pero volvamos al hilo de la primera frase. Y es que esta vez nos ha tocado en suerte -a mí y al grupo que me acompaña- un hotel que está situado en un sector (realmente una barriada) que está ubicado muy lejos del sector tradicional de Río de Janeiro. Estamos a unos buenos treinta kilómetros, y ese aforo que antes comenté no radica solo en la distancia sino, sobre todo, en esa sensación que producen la incuria y la ausencia de preocupación del propio habitante local, del de este otro Río de Janeiro, por el desorden y precaria imagen que ofrece este desastrado sector de la urbe.

Porque quien llega a Río desde el interior del Brasil, se lleva una impresión que no solo es diferente sino decepcionante. Esta es una zona donde reina la ubicuidad de esa fea lacra llamada "graffiti", la misma que el visitante no consigue entender cómo pudo haberse tolerado en tan alto grado. Confluyen -en tan travieso como perjudicial esfuerzo- el ocio, la negligencia administrativa y la ausencia de un sentido estético de una clase que está asociada con el espíritu invasivo e informal de la humilde "favela" carioca, estamento que se caracteriza, más que por sus carencias, por esa abusiva y agresiva altanería que define a su menesterosa condición.

Empero, tan pronto como el transporte de turismo cruza al otro lado de un lóbrego y prolongado túnel, la luz -literalmente- se hace… De golpe, asoma ese otro Río de Janeiro que uno ya conoce, el que mis acompañantes esperan, ese del que uno ha ponderado y que quienes no conocían esperaban con ansiedad. De súbito aparece otra ciudad, ordenada y afluente, hermosa y bien construida. Es así como, de golpe, se hace más apreciable el majestuoso encanto de los mágicos contrastes naturales.

Entonces se inicia el esperado disfrute de hermosas avenidas, jardines y parques. Asoma la calma de la laguna de Rodrigo de Freitas, las playas de Ipanema y Leblón, las más populares de Copacabana y Leme. Aparecen los sorprendentes riscos del Pan de Azúcar, Mesa de Gavia o del dominante Corcovado; y el visitante absorto y ensimismado no cesa de ponderar y de preguntarse cómo es que la naturaleza buriló aquí un trabajo tan alucinante y extraordinario... Uno no puede sino dejar volar la imaginación y remitirse a las gestas náuticas de los primeros exploradores europeos que se apostaron boquiabiertos una luminosa mañana de enero ante el fortuito descubrimiento de la privilegiada e irrepetible Bahía de Guanabara.

Subo al farallón vertiginoso que conduce al famoso monumento al Cristo Redentor cuando el sol se va ya difuminando en el ocaso. El cimbreante camino hace un recorrido demencial al borde mismo de un precipicio que se mimetiza con la selva del parque de Tijuca. Arriba, una asistencia vocinglera se hermana gracias a esa extraña embriaguez colectiva que provocan los paisajes excepcionales. Nadie escapa a esa sensación exultante que produce el admirar, al filo de la noche, cómo la mítica "ciudad maravillosa" se extiende luminosa, coqueta y sonora a sus pies. Entonces todos dan gracias a la vida y olvidan la impronta de esa otra ciudad, la que quedó envuelta en el desorden grosero de la “favela” y del garabato insolente del graffiti.

Río de Janeiro

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22 junio 2014

Autogoles y lamentos

Todo sucedió en menos de un segundo, y no era la primera vez que me pasaba... Realmente fue como un autogol horrible (¿qué autogol no lo es?), uno que pudo haberme costado el partido. Pero, como digo, sucedió en menos de un segundo y me salvaron solamente los imponderables, como dicen los locutores deportivos. Era ya tarde, había sido un día cansado, teníamos a cuestas un viaje por tierra de seis horas, luego hubo la espera en el estadio para el partido con Honduras, amén de la intensidad e incertidumbre del mismo...

Era ya un poco tarde. Habíamos ido a comer algo al salir del estadio, luego del juego, y yo venía manejando. De pronto, cuando ya solo faltaban unos seis kilómetros para llegar a nuestro destino, empecé a sentir las primeras señales de sueño, que solo interpreté como un leve cansancio. De pronto escuché unos gritos perentorios de los que venían atrás, pues mi acompañante en la parte delantera del vehículo también había transigido al deseo de dormitar y no venía atendiendo mi conducción del auto.

Cuando caí en cuenta, la pequeña "van" se había apartado ya un metro del carril exterior y se encontraba invadiendo el respaldo de la avenida. La alarma y el susto sirvieron de efectivo estimulante y todo lo demás del trayecto se produjo sin posterior inconveniente. Una extraña sensación me invadió, sin embargo. Es que, no es la primera vez que esto me sucedía. Ya en otra ocasión, subiendo desde Santo Domingo de los Colorados (hoy, "de los Tsáchilas"), me quedé dormido por un solo segundo mientras subía con mi familia la sinuosa cuesta de Tatatambo.

Cuando yo mismo me desperté, luego de ese segundo fatídico, había ya invadido la vía por donde raudo bajaba un bus de transporte interprovincial que supo activar su estentórea corneta y hacerme un oportuno cambio de luces... Todos dormían en el vehículo familiar; mis hijos y mi mujer. Era tarde asimismo, nos habíamos quedado a merendar en la hacienda de un buen amigo, habíamos comido un tanto pesado y habíamos cometido el error de salir un poco tarde... Paré entonces a descansar por unos breves minutos y sintiéndome ya un poco más fresco, decidimos continuar con el casi trágico viaje.

Esos son los autogoles que uno mismo se hace en la vida. Ellos, como sucede con los de carácter deportivo, no siempre nos pasan factura. No siempre producen consecuencias que puedan terminar en tragedias lamentables. Estos autogoles en la vida, no obstante, a veces suelen dejarnos una secuela ominosa y siniestra. Y lo más grave, hay ocasiones que pueden llegar a determinar el fin del partido… Y entonces, no va más! El árbitro de la Providencia nos dice de golpe que ya no se puede seguir jugando, aunque hasta entonces nos hubiese parecido que íbamos triunfando en ese ilusorio y tan contradictorio partido. Sin ni siquiera un pitazo… No va más!

En cuanto al partido con Honduras... el fútbol nos va enseñando que ya no hay equipos grandes ni equipos chicos. España y Suiza han sido goleadas. Un equipo discreto, como se suponía que sería el de México, detuvo el vendaval de los cinco veces campeones mundiales, que hoy cuentan con la ventaja del localismo. Costa Rica ha dado inesperada cuenta de dos ex-campeones mundiales: Italia y Uruguay... Honduras jugó un buen partido, nos complicó, aprovechó nuestras fallas, se adelantó con un primer gol y quiso estropearnos la fiesta hasta el final del partido.

Ecuador sigue sin convencer. No tiene funcionamiento en el medio campo y no ha advertido todavía las ventajas de mantener la posesión del balón. Hubo muchas imprecisiones por parte de los jugadores más importantes y el funcionamiento general del equipo denuncia algo insoslayable: nos hace falta, a más de un conductor, la presencia de un entrenador que se caracterice por una mentalidad triunfadora. Nuestras barras también deben revisarse. Ese "Sí se puede" es un alarido acomplejado, no un impulso que anime, que sea ganador. El otro, aquel del "Vamos ecuatorianos, que esta noche...", no es tampoco un grito estimulante, es un yaraví melancólico y llorón! Quizá, en otros cuatro años, podamos hacerlo mejor!

Curitiba

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19 junio 2014

De aficiones y otras pasiones

Ella dice que soy su "cuñado-ecuatoriano-piloto-favorito"... Es linda gente y hermana del famoso chef peruano que es autor de la anterior entrada de esta columna. Siguiendo las tradicionales normas de reciprocidad, debería referirme a ella como lo que es, como: "mi cuñada-peruana-empresaria-favorita"... Esto, a pesar de que sea la única peruana, y creo que también la única empresaria, entre mis "hermanas políticas" (¡qué horrible eufemismo!). Ella es, definitivamente, una de mis favoritas.

Me comenta que este Itinerario Náutico, más parece ya un “Itinerario Futbolístico”. Y claro, que tiene razón! Absorto cómo anda el mundo con la fiebre del mundial, casi no me había dado cuenta que habría derivado hacia idéntico descuido. Basta leer los títulos de las más recientes entradas para corroborar tan acertada apreciación. Aun así, y aunque todo va en estos días detrás de una pelota, el mundo sigue gira que gira. Y en ese mundo siguen pasando miles, millones, de cosas más trascendentales que un gol de contragolpe, por espectacular que este sea, o que la eliminación de un equipo importante, por muy increíble o insólito que nos parezca.

La vida, sin embargo, no está sólo hecha de lo importante y enjundioso. A veces lo efímero y baladí también son parte de lo que cuenta. Y no solo que lo que es intrascendente para unos es importante para otros, sino que nadie podría vivir sin dar atención a todas esas zarandajas que parecen no ser indispensables. De ellas está lleno el calendario, tanto que de todo aquello, provisorio y superficial, también está llena la agenda de los grandes hombres y de las más serias instituciones.

Finalmente, me es imposible no "futbolizarme" en estos días que transcurre el mundial; esto, por la más explicativa de las razones: me encuentro en estos días en el corazón del mismísimo Brasil. Soy parte de un grupo que ha decidido parar su reloj y no hace otra cosa que estar atento a los partidos que se disputan y que está, ante todo, pendiente de los próximos encuentros de nuestra selección. Ustedes, mis lectores, pensarán en lo oneroso que ha de resultar la satisfacción de esta irrepetible experiencia... Pero, en esta oportunidad, confluyen dos asuntos: estoy invitado por uno de mis queridos hermanos y no tengo nada más que hacer, pues me encuentro "en goce" de una obligatoria licencia médica...

Como ocurre con frecuencia en la vida, aun lo frívolo nos lleva a reflexionar en lo esencial y en lo que es verdaderamente importante, aun lo adjetivo nos conduce a lo sustantivo, incluso lo que nos parece secundario nos induce y provoca a meditar en lo que no es circunstancial. Brasil es un país privilegiado, por ejemplo; su gente es alegre, bondadosa, servicial y amigable; sus encantos  naturales son variados y fascinantes; dispone de una rica infraestructura vial, probablemente la más sorprendente de Sudamérica, pero también se destaca por sus costos excesivos...

Los precios aquí son absurdos e imponderables. Uno no puede entender cómo hace la gente para tener acceso a lo que tiene que comprar. Uno intuye que si todo cuesta el doble que en los mismos países desarrollados, también los ingresos han de ir en proporcional relación. Sorprende, por lo mismo, que los demás países vecinos no nos hayamos llenado ya de inmigrantes brasileños. Me pregunto si este éxodo no se ha producido debido a la poca capacidad de ahorro o a la profunda querencia por su lugar natal que parece exhibir el habitante de esta tierra alegre, colorida y tropical.

De vuelta a los partidos... en ellos sucede algo curioso. Hay ahí una extraña mezcla de patriotismo y afición deportiva. Basta escuchar los abreviados himnos nacionales y poner atención a sus letras y a la correspondiente traducción. Hay ahí un claro contenido bélico, uno que en nuestros días contemporáneos, de intercambios e integración, suena a anacrónico y a una irreconciliable contradicción. Todos hablan de armarse para el combate, de sangre, de ira, de venganza, de lucha y de fragor. La gente canta con pasión esos himnos y promete hacer retumbar los cañones hasta el centro mismo de la tierra... Es como si se asociara la cruel y horrísona guerra con lo que sus equipos persiguen cuando intentan marcar un nuevo gol...

Guarujá, Sao Paulo

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17 junio 2014

El disfraz de los bandidos *

* Escrito sin título por mi amigo, el chef peruano Gastón Acurio.
   Reeditado para satisfacer la estructura de este blog.

Mi abuelo era un gran hombre. Solo un gran hombre deja las tierras de la familia para perseguir sus dos grandes sueños: ser abogado de indefensos y convertirse en presidente del Cienciano FC. Y es que un hombre recordado con respeto será siempre un gran hombre… Mi padre es también otro gran hombre. Solo un gran hombre puede desde muy niño soñar con servir a su país a través de la política y perseguir ese sueño. Fue jefe del partido de gobierno a los 30 años, ministro de fomento a esa misma edad, pasó penurias durante la dictadura, fue elegido senador tres veces consecutivas y con todos esos años cerca del poder y los dineros públicos, nos dejó a sus hijos como único -pero inmenso- patrimonio lo más importante: un buen nombre, un apellido digno, la frente en alto!

Eso es lo que más valoro de lo recibido a lo largo de mi vida. El recordar como, siendo niño, podía caminar con mi padre por las calles con la seguridad de saber que nadie lo insultaría o lo señalaría por ser político, sino por ser una persona querida y respetada. Ese era el ejemplo de la política como él la soñó, como tenía que ser. La dictadura golpeó la economía familiar duramente. Recuerdo como si fuera ayer cuando íbamos a comer un pollito, o al estadio a comer anticuchos, o íbamos a comer un cabrito con ensalada de berros. En aquellos momentos, las voces no se hacían esperar: Felicitaciones señor ministro! Qué honor senador! En la calle, en el mercado, todo eran muestras de respeto. Poder crecer así, con la frente en alto, es el patrimonio más grande que uno pueda recibir en la vida!

Por ello, cuando veo las noticias recientes me quedo como ido, ensimismado… pensando en quienes hoy nos decepcionan con sus actos, en por qué no se dan cuenta del daño que les hacen a sus hijos. Manchar su apellido por un puñado de billetes? Para qué? Si el dinero se va como viene; en cambio el honor, el respeto, no solo que quedan para siempre, sino que abren puertas para siempre. Me pregunto: de qué les sirve? De qué les sirve a los políticos robar? De qué les sirve a esos empresarios ganar un concurso con trampa? Dónde quedó la gloria? Durante años me invadía esa pregunta. Hasta que un día lo comprendí todo! 


¡Pero claro! Ni los unos eran políticos ni los otros eran empresarios. Ambos eran unos bandidos, unos malhechores que se habían disfrazado. Qué tonto había sido durante tanto tiempo creyendo aquello que leía o escuchaba cuando les llamaban políticos corruptos o empresarios tramposos! Si yo sabía perfectamente lo que era ser un político, porque lo había vivido. Sabía que era ser alguien que ama a su país, que busca la verdad, la justicia, el desarrollo para todos, y que llega al final de sus días sin patrimonio, pero con un gran reconocimiento.

Y los empresarios? Si yo sabía lo que era ser empresario de verdad, porque los veía a mi alrededor: aquellos que crean riqueza, que se arriesgan en buena lid, que sueñan y ponen en marcha lo imposible, que sacan a sus familias adelante con su esfuerzo y que gozan como nadie cuando lo hacen realidad dignamente, que aman a su país y por ello se preocupan por todo lo que está a su alrededor. Ser empresario es ser un pionero, un valiente, un creador. ¡Nunca un tramposo!

Todo se me hace más claro. Las noticias que parecen querer derrumbar nuestra moral no son el reflejo de lo que somos. De ninguna manera! Puedo respirar en paz, porque miro a mi alrededor y solo veo miles y miles de mujeres y hombres buenos, justos, trabajadores, honorables, dignos. Veo a mi alrededor y veo miles de empresarios de verdad enfrentando sus días con pasión, respeto y honor. Y, sobre todo, veo que son los que de verdad hacen crecer a su país con su esfuerzo.

Respiro en paz porque al fin -hoy que todo se sabe- veo que los pillos, los malhechores, los bandidos disfrazados de políticos y empresarios, empiezan a caer como moscas. Todo era cuestión de tiempo… Y no! No eran ni políticos, ni empresarios! Eran unos bandidos disfrazados que al final no podrán vencer a todo un país. A todo un país que trabaja y avanza hacia adelante. Por todo ello, creo que al final venceremos! Venceremos, como hoy vence nuestro cebiche y nuestro tiradito por el mundo. Con humildad, con orgullo, con generosidad…

Guarujá, Sao Paulo

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16 junio 2014

El ogro del descuido

De niño aprendí que el descuido era como un ogro que arrancaba los ojos a los niños. Hoy que ya voy para viejo, si no lo soy todavía, medito con frecuencia en esa circunstancia y me confirmo en una persuasión: aquella de... ¡qué distinta sería la vida si sabríamos darle importancia a eso de mantener la concentración y aprendiéramos a ser precavidos!

Y hoy el ogro estuvo otra vez ahí, esperando nuestro primer descuido, ilusionándonos por un segundo en que seríamos el equipo ganador hasta que ocurrió ese contragolpe fatídico... Y no había sido la primera vez! Ya, en el primer minuto del segundo tiempo, cuando todavía nos sonreía la ventaja obtenida en la primera parte, caímos por primera vez en esos minutos de falta de concentración donde se producen los errores que nos toman desprevenidos...

Ya nos habían empatado, luego de ese primer descuido. Si alguien, como en los viejos tiempos, hubiese estado allí para marcarnos el tiempo, para recordarnos de las acechanzas de ese escondido enemigo, hubiera podido advertirnos que debíamos ser un poco más cuidadosos, nos habría alertado que por tratar de aprovechar una incierta probabilidad, podíamos correr el riesgo de perder todo lo conseguido. Pero nadie se levantó, nadie fue a decirnos que el 1 a 1 era un buen resultado y que no hacía falta arriesgar lo que estuvimos a tan solo un minuto de obtener. Faltaba un sólo minuto para que concluyera el partido!

Pero hay algo más. No solo se trata de un juego de precauciones y de advertencias. Se trata todavía de un asunto de mentalidad. No podemos seguir jugando un deporte en el que se gana haciendo goles, sin construir, sin atacar, poniéndonos a la defensiva, como si por el hecho de hacerlo por largos períodos y por todo el trámite del encuentro se pudiera lograr y mantener una mínima ventaja. Además, es imposible satisfacer una estrategia defensiva sin mantener un ingrediente fundamental: la irrenunciable posesión del balón. Ese control no se lo consolida pateando la pelota a cualquier lado. Solo con su posesión puede conseguirse el dominio territorial.

Y esa es la parte que todavía nos pasa factura, porque cuando el rival no observa nuestra articulación, cuando ve que el equipo no demuestra estructura -por medio de la posesión de la pelota-, reacciona, nos arrincona y se viene encima. El fútbol se convierte entonces en un tránsito de una sola vía, en donde cada ataque rival se transmuta en una nueva incertidumbre, donde nuestros seleccionados renuncian a esa misma posesión, donde todo lo que quieren es despojarle al adversario el balón para nuevamente botarlo lo más lejos posible, olvidándose que los resultados no se consiguen con casualidades, sino con la permanente búsqueda de acciones que nos permitan aprovechar una nueva ocasión.

No se trata de buscar culpables. Tampoco podemos contentarnos con aquello de que "asimismo es el fútbol"... Pero en instancias como éstas, cuando es tan preponderante eso de tratar de conseguir resultados para clasificar a una segunda ronda, los muchachos del combinado deben saber cuál es el precio irreparable que tiene eso de perder un partido. Era importante que, antes de salir a enfrentar ese confuso segundo tiempo, hubieran analizado en los camerinos las diferentes alternativas que podían ofrecer los distintos resultados. Aun con un magro empate nos bastaba. Si nos animábamos a atacar debíamos estar seguros de que no podíamos descuidar la retaguardia.

El ogro del tiempo nos arrancó los ojos. Pero... no todo está perdido. Igual que cuando nos dejábamos amedrentar por las pesadillas cuando éramos niños, tenemos que descubrir que los ogros no existen, que ellos ni arrancan los ojos, y que ni siquiera se aparecen… Todo es cuestión de que nos volvamos a despertar!

Sao Paulo

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13 junio 2014

Polémica? O solo un asalto más…

Después del estentóreo abucheo, se suponía que quien tenía que salir del estadio muerta de la vergüenza era la señora Dilma Rousseff. En la práctica no fue así. Fue tan parcializada y descarada la actuación del árbitro Yuichi Nishimura, que lejos de ser él quien dejara la cancha envuelto en una neblina de ignominia, fueran todos los "torcedores" que estimulaban a su selección los que salieron del estadio abrumados por una extraña sensación, una en que se juntaban una tibia alegría y la vergüenza...

No puede haber polémica con el penal concedido al seleccionado brasileño. En lo único que podemos estar de acuerdo es en que: tanto la simulación del delantero Fred, que se dejó caer histriónicamente en el área, cuanto la reacción del colegiado japonés han de ser parte, por mucho tiempo, de la antología de la vergüenza. Similar embarazo al que nos despiertan muchos medios que, lejos de reconocer el injusto regalo del árbitro, tratan de disimular la pobre presentación del cuadro local con la supuesta formidable (?) actuación del delantero Neymar. Pero… ni lo uno ni lo otro!

Para empezar, a esas alturas del partido, el habilidoso artillero ni siquiera debía estar en la cancha. Fue tan flagrante su falta en contra del mediocampista Modric, que lo que deberíamos estar discutiendo sería si fue justo que este inepto árbitro no le hubiera sacado una merecida tarjeta roja. Pesaron en contra del combinado de Croacia, en este caso, tres factores que coincidieron en un mismo momento: era el juego inaugural, se trataba del primer partido del equipo local y el infractor era uno de esos niños mimados que se convierten en “referentes” deportivos.

Tampoco el fanatismo permite reconocer algo evidente: la verdadera estrella -léase el salvador brasileño- fue el desgarbado mediocampista Oscar, quien jamás dio una pelota por perdida, luchó por toda la cancha y nunca dejó de abastecer a sus desubicados compañeros. Muy distinto hubiese sido el resultado sin la presencia del hábil y aguerrido "media punta". Esto, a pesar de su frágil y escuálida contextura.

Pero volvamos al señor del pito (que a estas horas ya ha de estar de vuelta a casa), individuo que después de su bochornosa actuación no se entiende cómo pudieron haberlo designado para que oficiase un partido de esa importancia. Nishimura no solo que se tragó el pito en ese anterior e innecesario codazo de Neymar, no sólo que se dejó impresionar por el clavado de Fred (el mismo que provocó aquel penal que sólo puede hacer honor al realismo mágico), sino que no contento con su absurda decisión, sacó también tarjeta amarilla al defensa croata, cuando -si la falta realmente hubiese existido- lo que hubiese ameritado era su coherente expulsión.

Sin embargo, eso no sería todo. Consciente el árbitro de la reacción que había desatado, pues Croacia se volcó al ataque, interpretó una jugada decisiva en el área brasileña como si se hubiese tratado de una carga sobre el arquero. El descarado resultado de su pérfida intervención otra vez incidió en el resultado, pues invalidó un gol legítimo. Más tarde, y no contento con su poco disimulada actuación, volvió a atorársele el pito en una jugada de contragolpe brasileño en la que existió una clara falta en contra de Croacia. De resultas, se produjo el gol de Oscar, con la complicidad -otra vez- del poco atento arquero croata, de nombre casi impronunciable.

Y así, tras piedras palos. El guardameta también tuvo que ver con el inmerecido resultado. En ambos goles de campo no tuvo una adecuada reacción (en las dos oportunidades se lanzó hacia el balón sin dar primero un paso de impulso) y en la ejecución del tiro penal, por parte del mismo Neymar, no supo neutralizar el débil lanzamiento, aunque había acertado en intuir la dirección del disparo. En resumen: un resultado injusto. El mayor protagonismo se lo llevó el mismo árbitro. El partido nos deja una incómoda preocupación: el equipo que ganó no luce preparado para llegar a campeón del mundo… No, ni con la ayuda de un nuevo Nishimura!

Quito

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12 junio 2014

Solo un juego...

Desde hoy se disputa el mundial de fútbol. Empieza un mes en el que nos veremos inundados por asfixiante información futbolística, la vida civil se ha de transformar por completo. Por todo un mes no habrá días de semana ni días festivos, todo se convertirá en una suerte de prolongado feriado... Parecerá como si la gente hubiese olvidado sus problemas y dará la impresión de que no existe otro tema para poder comentar... El mundo pasará a vivir embelesado por lo que ha acontecido, por lo que suceda y por lo que pueda ocurrir en esto tan lúdico y seductor... el mundial de fútbol!

Quisiera recordar la atención que pude haber dado a los mundiales mientras fui todavía un niño. No recuerdo haber seguido el mundial de Suecia, el del 1958, en parte porque era todavía muy tierno -habría estado recién en segundo grado de escuela- y pienso que ni la cobertura fue entonces tan amplia ni teníamos tampoco la facilidad para usar la radio y dedicarnos al seguimiento de un menester que se lo apreciaba en casa como trivial, superficial y frívolo. La radio solo se usaba en casa para escuchar programas religiosos o políticos, y tal vez una que otra noticia...

El mundial de 1962, cuya sede le correspondió a Chile, fue realmente el primero que seguí un poco más de cerca y que creo que lo disfruté con intensidad. Coincidió con mis vacaciones de verano y lo pude seguir en sus incidencias más importantes. Fue esa una etapa de mi vida en la que empecé a interesarme un poco más por lo que ocurría en el fútbol mundial; ya me había interesado en los campeonatos locales de AFNA, en esos partidos que todavía se jugaban en el estadio del Arbolito, y seguía desde lejos aquello que pasaba a los dos equipos que despertaron mi interés en los primeros años de mi adolescencia: el Juventus de Turín y el Real Madrid español.

Tampoco recuerdo el mundial celebrado en 1966 en Inglaterra, tal vez por similares motivos -enmarcados por las limitaciones que todavía sufrían las transmisiones-. Es probable que este no haya tenido una cobertura y difusión dignas de subrayarse. Y fue recién el mundial de México, el de 1970, ya con el desarrollo de la transmisión televisiva y el advenimiento del televisor a color, el que habría de desatar un dinámico proceso de difusión que no ha cesado hasta nuestro días. Hoy se producen transmisiones simultáneas y la nitidez de la imagen estimula un disfrute que se ha favorecido por la tecnología, especialmente por la sorprendente Alta Definición.

El interés local también ha crecido en forma exponencial. La razón para ello es el intempestivo desarrollo futbolístico que ha experimentado nuestro país en las dos últimas décadas. Esto se ha manifestado con la inesperada clasificación de la selección a nada menos que tres torneos mundialistas en tan solo doce años. Y, aunque la participación del seleccionado solo ha cumplido no muy ambiciosas expectativas, el equipo tricolor es ya considerado como uno de los más importantes y destacados que existen en Sudamérica.

Hoy ha empezado el mundial... Muy temprano, la pasión que genera ha de dejar en el olvido -por unas pocas semanas- las reclamaciones sociales de los brasileños y ese su rezagado ánimo contestatario. También es de esperar que la FIFA, el organismo rector del deporte, pronto ceda a un resucitado clamor general: la designación de nuevos rostros que provoquen una renovación en sus cuadros directivos. El deporte debe quedar al margen de los manoseos de la política y servir para que las naciones aprovechen de estos eventos a fin de que los hombres puedan comunicarse de mejor manera. No debemos olvidar que el certamen solo se trata de un evento deportivo.

Sólo queda por desear que el mundo viva una cláusula de alegría y de distensión, alejado de cualquier impensada tragedia y de cualquier trasnochado chauvinismo. Al final, el fútbol es solo un juego. Esta vez, se trata de un torneo donde solo un equipo habrá de coronarse campeón, entre los treinta y dos que ya se encuentran escogidos...

Quito

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10 junio 2014

Un guagua horroroso

Reviso en la Wikipedia acerca del origen y sentido del calificativo que han empezado a endilgarle. La inesperada postura del concejal "más votado", y las explicaciones que ha proporcionado, le han ubicado al edil Antonio Ricaurte -ya antes conocido como "el guagua alcalde"- en el incómodo predicamento de "enfant terrible" o de chico malcriado…

Menciona la enciclopedia virtual que esa expresión -la de "enfant terrible"- es de origen francés y que se la utiliza para referirse a esos muchachos horriblemente cándidos que, debido a las cosas disparatadas que hacen o dicen, provocan la vergüenza ajena, y desatan el embarazo de sus mayores. Sin embargo, y por extensión, es un término que también se aplica a aquellos "genios" de las diferentes expresiones sociales que actúan en forma desconcertante, inesperada, rebelde e incluso ofensiva. Son quienes "le meten los dedos a la nariz" del "stablishment" o que incluso lo retan.

¿Cuáles han sido los antecedentes políticos de ese joven dirigente? Creo y propongo que básicamente han sido dos: el reemplazo temporal del alcalde Moncayo y, segundo, su conato de participación como candidato a burgomaestre, que luego diera paso a un acuerdo con la agrupación SUMA a efecto de proponer un candidato único de oposición para la alcaldía de Quito.

¿Tenía Ricaurte reales posibilidades de triunfar como candidato a primer personero de la ciudad? Estoy convencido que muy escasas. Se había ya identificado como un joven entusiasta y capaz; pero los electores coincidían en que no tenía todavía ni el respaldo ni la estatura para enfrentar esa empresa con una cierta posibilidad de éxito. Por ello, cuando se empezó a propiciar el lanzamiento de un candidato único, la ciudadanía vio con buenos ojos el escogimiento de Mauricio Rodas y la designación de Ricaurte para que encabezase la lista de candidatos para concejal del distrito.

Era tan alta la aparente popularidad del alcalde Barrera, y tan vigoroso su soporte financiero y político, que nadie habría imaginado que el desenfadado apoyo del gobierno central -léase aquí del propio presidente- habría desembocado en una impensada ola de inconformidad y rechazo que dio margen a un resultado electoral que nadie habría pronosticado. De esta guisa, y sin que el mismo candidato "supiera leer ni escribir", fue escogido Rodas, más que por sus méritos (que sí los tiene), por esas curiosas y extrañas circunstancias que se dan en el extravagante terreno de esa psicología reversa que suele darse en política.

Hay quienes sostienen que para el mismo Rodas su triunfo fue inesperado y que, por lo mismo, no habría tenido tiempo para preparar en forma adecuada sus cuadros y proyectos administrativos. Fuere lo que fuere, una cosa es cierta: la circunstancia de que las elecciones sólo producían una renovación parcial del Concejo Municipal, abrió las puertas para que el partido de gobierno mantuviese una relativa mayoría a la hora de tomar decisiones en el seno de la municipalidad. Al alcalde sólo le habría quedado el consuelo del voto dirimente.

En días pasados el edil Ricaurte ha optado por una postura díscola. A cuento de "sus principios" y de que "siempre ha sido un hombre de izquierda" ha resuelto apartarse de los acuerdos de la tendencia que llevaron a la elección del alcalde Rodas y hoy trata -un poco a destiempo- de explicar su súbita e inesperada actitud con el argumento de que con lo que realmente ha estado en desacuerdo es con que se haya querido resolver la forma de integración de las comisiones con el concurso de la Comisión de Mesa y no con la participación del Consejo.

El pueblo quiteño no le perdonaría al "guagua alcalde" si, como consecuencia de su poco meditada travesura se termina propiciando, de hoy en adelante, una suerte de boicot o se estimula una forma anarquizante de desgobierno. Ricaurte no puede olvidar que, más allá de esa mayoría que se ejerce democráticamente en los cuerpos colegiados, la elección del nuevo alcalde obedeció sobre todo a un deseo de cambio de dirección. Actuar de otro modo solo puede significarle un precio político altamente oneroso. Realmente un innecesario riesgo...

Quito

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07 junio 2014

De cucos y restauraciones

Permítaseme primero comentar algo anecdótico. Estoy casado, como muchos de mis lectores saben, con una hija de quien fuera un destacado dirigente del Partido Conservador. No sólo eso, mi suegro fue por repetidas ocasiones director general de ese partido. A algunos podrá no haberles gustado su estilo, pero si de algo puedo dar fe es que -mucho más allá de esas habilidades para los acuerdos que siempre demostró- lo conocí como a un individuo generoso y leal y, sobre todo, como a un ser humano con un alto sentido de lo que deben ser el honor, la dignidad y la decencia.

Y aquí viene justamente lo anecdótico. Hoy, que se ha empezado a hablar de una supuesta y -según ciertos charlatanes de feria- nada deseable "restauración conservadora", me ha preguntado mi propia mujer, la otra madrugada, que en qué mismo consistía esa tan reiterada rehabilitación de algo que se suponía desaparecido. Por un momento me he dejado llevar por la suspicacia y he querido intuir que, perteneciente como ella es a una familia de profunda raigambre política, habría pensado que eso de oponerse a la mentada restauración llevaba implícito el ánimo de volver a juzgar algo que ya mereció el dictamen o la sanción del tiempo…

Pero asimismo sucede en la política cuando se quiere, con oscura intención, confundir con el lenguaje. Lo perverso sucede cuando ese lenguaje, que debería servir para que los hombres puedan expresar y comunicar en mejor forma sus pensamientos, sirve para exactamente lo contrario: para ocultar con circunloquios y para esconder con frases de impacto lo que verdaderamente pensamos y sentimos. ¡Cómo sorprendernos que esto sea así, si quien más habla de esta supuesta forma de rehabilitación doctrinaria, habría expresado que en filosofía siempre ha de decirse la verdad, pero que sería algo así como una ingenuidad en tratándose de política!... Es claro que un elemental silogismo pudiera desbaratar tan disparatado aserto.

Vayamos por partes. ¿Qué significa eso de restaurar? Me temo que nada de malo hay en ello. Restaurar, como lo entiendo, no es sino recuperar, "poner en valor" como dicen ahora, volver a darle un estado parecido al original a algo que se cree valioso, a algo caracterizado por su condición emblemática, a algo bello. Pregunto, por lo mismo: si de eso se trata restaurar, ¿qué de malo hay en ello? Me quedo, aquí, con la segunda acepción de la Academia que, a más de la acción de recuperar o recobrar, incluye la de "renovar" algo para propiciar el estado de estimación que antes tuvo. Renovar: volver a convertir a algo en nuevo... ¿Qué de malo hay en ello?

Sin embargo, como queda expresado, si algo identifica a los prestidigitadores de esquina es esa habilidad para confundir y embaucar con sus trucos y con lo que dicen. Caso contrario, sería muy difícil que nos engañasen con sus cacatúas, culebras, pociones, linimentos y -vaya usted a saber qué- otros adefesios. Ventajosamente la época de cucos y fantasmas ya pasó, la sociedad ha madurado ya bastante –cosa curiosa, justamente debido a tanta estafa y a tanta "restaurada" frustración-, y ya no cree tanto a esos farsantes, ni traga con facilidad sus cacareadas ruedas de molino!

Resulta ridículo que hoy se quiera culpar a una iniciativa política de algo íntimo e intuitivo como lo expresado en febrero por la convicción de la gente. Aquel resultado electoral -si se sabe darle una lectura adecuada e interpretarlo con sensibilidad e inteligencia- fue un rechazo a una forma de hacer política; más que eso: fue una manifestación de renuencia a una forma intolerante y abusiva de gobernar. Quien no ha sabido apreciar ese evidente malestar es que no está listo para rectificar, no va simplemente a enmendar nunca. No merece, por lo mismo, insinuar que interpreta o expresa los sentires, temores y aspiraciones de la gente.

En ese sentido, quien subestima ese rechazo, esa insatisfacción y malestar, y se contenta con menospreciarlo como si fuese una execrable forma de "restauración" -cualquiera que esta sea-, lo único que consigue es insistir en su excluyente tendencia a descalificar a todos los que quieren algo distinto, a todos quienes aspiran a algo nuevo, a algo fresco, a algo diferente...

Quito

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05 junio 2014

Un tal Epicteto

En la introducción editorial de "Aurora", una de las más tempranas obras de Federico Nietzsche, uno se encuentra con un breve aforismo; pertenece a un filósofo poco conocido. Por su nombre, y por el estilo con que la máxima está escrita, se intuye que podría tratarse de un filósofo oriental, uno de aquellos que buscan en la conformidad el secreto de la felicidad y de la armonía. El aforismo dice así: “Culpar a otros de nuestras desdichas es una muestra de ignorancia; culpamos a nosotros mismos constituye el principio del saber; abstenerse de atribuir la culpa a otros o a nosotros mismos es muestra de perfecta sabiduría”.

La sentencia corresponde realmente a Epicteto, un filósofo griego de la escuela estoica nacido en la actual Turquía y que había vivido durante los dos primeros siglos de nuestra era. Más que un filósofo, se pudiera decir que Epicteto fue más bien un moralista. Había nacido como esclavo; lo anecdótico es que había sido esclavo de un liberto romano. Vale decir que había sido esclavo de otro hombre que también lo había sido, a su vez. Nuestro filósofo, al más puro estilo de Sócrates, no habría dejado ningún escrito; la posteridad ha venido a conocer de su pensamiento gracias a la recolección parcial de sus conceptos que había efectuado uno de sus discípulos, un historiador conocido con el nombre de Fabio Arriano.

Los principios de la filosofía de Epicteto son bastante simples. Se habrían inspirado, a su vez, en el pensamiento de otros dos filósofos: Sócrates y Diógenes. Cree Epicteto que uno de los conceptos fundamentales de la felicidad humana consiste en saber discernir cuáles son los aspectos de nuestra vida que podemos cambiar; en resumen, cuáles dependen y cuáles no de nuestro libre albedrío. Para ello, hace falta identificar cuáles son los verdaderos valores y cuáles los que no tienen sino un valor aparente (como la salud, la riqueza, la posición social). Expone este pensador que el camino de la realización es la virtud, a la misma que se llega por medio de la razón, vale decir que lo realmente importante son nuestras ideas.

Los cimientos del pensamiento de Epicteto se relacionan con los medios para alcanzar la felicidad: la imperturbabilidad, una forma de profunda paz interior; la apatía, es decir el desapego o carencia de apasionamiento por cualquier forma de ambición; y una actitud de bondad permanente. Cree el filósofo que es esencial saber aceptar el destino, cualquiera que este sea, pues es algo que no se puede cambiar o alterar. El pensamiento de Epicteto no tiene, sin embargo, un fundamento conformista; cree que en base a la razón y la virtud el hombre debe procurar, ante todo, ser siempre responsable de sus actos y saber asumir sus consecuencias.

La parte medular de la filosofía propuesta por Epicteto consiste en la búsqueda de la propia felicidad personal por medio de hacer cada vez lo correcto. Lo importante, por lo mismo, es saber diferenciar y discernir lo qué es correcto de lo que no lo es. Para proceder de ese modo sugiere que es indispensable reconocer qué es lo que puede cambiarse, o qué es lo que es digno y factible de ser mejorado. Los hombres podemos controlar nuestras ideas y ambiciones, los impulsos y deseos que nos lleven a decidir sobre las opciones que puedan ser controladas por nuestro libre albedrío. Todo lo demás se relacionaría con asuntos que tendrían un valor aparente, frente a ellos nada hay que podamos hacer. Enfrentarnos a ello sería como nadar contra corriente, una segura manera de vivir en la insatisfacción e infelicidad.

Al contrario de lo que ocurre con la filosofía oriental, no es frecuente hallar en el pensamiento occidental, y particularmente entre los filósofos modernos, un tipo de idea existencial que busque una alternativa para satisfacer la realización personal. Existe en la filosofía de Oriente una opción ante la incapacidad de satisfacer todas nuestras aspiraciones: se trata de la simple estrategia de saber reducir nuestras expectativas, la capacidad de moderar o morigerar nuestra ambición. Conocido es aquel otro proverbio chino: "Yo me puse a lamentar en la puerta de mi casa porque no tenía zapatos, hasta que pasó un hombre que no tenía pies"...

Quito

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03 junio 2014

Extravíos *

* Por Jorge Alvear Macías - El Universo, 30 de mayo

"Parece que el debate sobre la reelección indefinida terminará en el seno de AP, no en la Asamblea. Se obviaría el referéndum y no se conocerá la decisión auténtica del pueblo, sea ratificando o levantando la prohibición de reelegirse al presidente en funciones.

Con argumentos flojos y de poca imaginación se pretende darle el valor de un referéndum, al debate limitado, circunscrito al movimiento oficial, sobre una enmienda que no constituye un asunto menor. No se busca mejorar el entendimiento o aplicación de la Constitución; se trata de eliminarle un elemento esencial de la democracia: la alternancia del poder, que en consulta popular fue aprobada por más del 81% de ecuatorianos, y que solo puede ser reconsiderada con igual mecanismo de legitimidad.

La Constitución es un contrato entre todos los ecuatorianos, que nos obliga a cumplirla de buena fe, sin usar artilugios o “vivezas” para evadirla. Fuimos conscientes al debatirla y sabemos lo que aprobamos. Hay constancia en las actas del regocijo de los asambleístas de AP en Montecristi, cuando introdujeron la prohibición –para siempre– de la reelección por más de una vez... como doña Betty Tola.

Ahora se sostiene, según ciertos dichos de los asambleístas Hernández, Alvarado, Pabón, Buendía y Aguinaga, que la alternancia la define el pueblo en las urnas, lo que justificaría que la Asamblea modifique la Constitución sin referéndum. Pero olvidan que la Asamblea si bien puede enmendar la Constitución, no tiene facultades para modificar sus preceptos básicos, como la no reelección por más de una vez. Algo que, de concretarse, torcería grotescamente la voluntad popular expresada en el 2008.

“La esencia de la Carta Política es intocable. No proceden reformas que desconozcan los principios estructurantes o elementos definitorios de ella. Una segunda reelección viola principios como la separación de poderes, la igualdad, la alternancia democrática y el sistema de pesos y contrapesos establecido por la Constitución”. Dijo la Corte Constitucional colombiana, ante la pretensión de reelección del expresidente Uribe.

La enmienda constitucional atropellaría principios jurídicos constitucionales, éticos y democráticos. La ciudadanía no participaría directamente en el proceso, cuando lo jurídico, sensato y decente imponen consultarla en algo tan esencial.

Estimo que eliminar la alternabilidad del poder equivale a negar la igualdad entre hombre y mujer. Si el presidente se reeligiera por segunda vez (tercera en la práctica) negaría el derecho a las mujeres de su movimiento a encabezar el Poder Ejecutivo. Por ejemplo, a las “diosas del Olimpo”, para no sugerir ninguna. Concentraría más el poder e impediría a una nueva generación acceder a la Presidencia. Además, defender la necesidad de la reelección del presidente, en pro de la perdurabilidad del proyecto político, carece de sustento constitucional. La Constitución es plural, no excluye a los demás proyectos ideológicos.

Siendo intocable la Constitución en lo esencial, aplicar el procedimiento de enmienda constitucional para reelegir al presidente, supondría una gruesa infracción. ¿Se busca repetir los vicios de la partidocracia y sus resortes: la componenda, el cinismo, el desprecio a la honestidad, el discurso que ofende hasta la inteligencia menos ilustrada, destruyendo la esperanza y la confianza en la política? Sin elecciones libres y sin fraude, sin tribunal electoral fiable y sin posibilidad clara de alternabilidad, no hay democracia. No nos extraviemos."

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01 junio 2014

Glosas y apostillas

“Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen”.

Así comienza el célebre discurso de Gabriel García Márquez en aquella velada en que, vestido con un típico traje del Caribe colombiano, haría su aceptación ante la Academia sueca del premio Nobel de literatura. Quienes hemos tenido acceso a la maravillosa relación escrita por Antonio de Pigafetta, referente a la primera circunnavegación del globo -capitaneada por Fernando de Magallanes-, sabemos que el florentino fue uno de los únicos dieciocho marineros que regresaron a Sevilla, casi tres años después, luego de que aquella expedición había partido desde Sanlúcar de Barrameda, con cinco navíos y doscientos setenta hombres.

Para el lector minucioso o para quien, como yo, es amigo de comprobar lo que le dicen y, sobre todo, de cotejar lo que otros declaran cuando los lee, resulta un ejercicio de forzosa auditoría eso de cotejar lo que otros manifiestan que habrían leído con lo que ciertos textos y otros documentos -de difícil acceso- realmente contienen. En este sentido, creo que puedo ostentar -sin caer en la pedante vanagloria- que me identifico como uno de los pocos lectores que conozco que disponen de una copia del famoso como apasionante documento.

Y aunque lo expresado por el escritor colombiano, en cuanto a las descripciones fabulosas que realizara el joven navegante italiano, parece más bien en línea con sus cuentos y novelas míticas y alucinantes, cada una de las expresiones de aquel quimérico párrafo puede ser comprobada  y corroborada con la relectura de los primeros capítulos del testimonio narrativo de aquel insuperable periplo. Creo que no pocos escapan a la tentación de encontrar en la poesía de García Márquez esa tendencia a desbordar con su lenguaje la realidad descriptiva, incurriendo en la propensión de dejarse llevar por la portentosa corriente de su imaginación.

Pero, como queda señalado, la descripción de cada uno de esos nunca antes vistos animales se produjo realmente en la crónica de Pigafetta. Es más, ella no fue objeto ni resultado de la ilusión, el frenesí o el desvarío. Los especímenes que fueron relatados por el ávido y curioso marinero corresponden a ejemplares que realmente existen. De modo que lo expresado por el escritor latinoamericano no hace sino evidenciar y enardecer el sentido maravilloso de lo nuestro.

Bastaría con revisar pocos capítulos y las notas de traducción de la narrativa en referencia, para verificar que los fabulosos animales descritos por el florentino realmente existen. Se trata, a su turno, de un saíno conocido como pecarí; de aves de insólitas costumbres de incubación; de otra conocida como “espátula rosada”; y del guanaco, una forma de llama, que en la versión francesa de la obra se dice que se caracteriza por un equino relincho (o con cola de caballo en el original).

Tengo la íntima satisfacción de poseer la formidable relación del viaje. Es un texto que lo había venido buscando por mucho tiempo; siempre comenté que la descripción de la primera travesía de circunvalación era uno de los documentos náuticos más formidables que jamás se hayan escrito. Un buen día me pusieron una nota desde una librería de Manhattan, me tenían reservado un ejemplar; solo tenía que pasarlo a retirar. Este es un tesoro por el que solo pagué algo menos de diez dólares! Está a mi cuidado desde el dos de abril de 1995…

Quito

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