13 junio 2015

Indignados, pero contentos…

He dejado de escribir para este blog; por lo menos con la frecuencia con que antes lo venía haciendo. Frente a ello, no puedo proporcionar una satisfactoria explicación. Es probable que así mismo les suceda a quienes escriben; porque, no es una de mis confesadas debilidades aquella de la inconstancia, ni tampoco uno de mis vicios aquel de ceder al impulso de otros arrestos. Es probable también que, frente a la actividad que he pasado a desempeñar, sea mi subversivo inconsciente el que me sugiere una suerte de discreto alejamiento en mi vocación de expresar mis variadas inquietudes, en el ánimo delicado talvez de no incomodar ciertas posturas intransigentes en los ambientes que frecuento.

Hay, sin embargo, un motivo que no está exento de sustento: llego a casa muy cansado luego de mis labores, sin ánimo para otra cosa que prepararme un refrescante trago, comentar en forma breve las incidencias del día, acariciar a mis inquietos mastines y refugiarme en un rincón de mi estudio para revisar algún programa culinario o deportivo. Tampoco debo ocultar una circunstancia ocasional: la de que siento que es tal mi deseo de descanso, que a veces me dejo llevar por la traviesa seducción de Morfeo y cedo a la tentación de una abreviada siesta, aunque esta surja inoportuna y a destiempo…

Más tarde, concluida la prematura pitanza, vuelvo al estudio para contemplar algún programa de televisión o, si es posible, algún cotejo o evento. No siempre consigo mantener un estado de vigilia y entonces, y ante mi personal despecho, decido incorporarme, cancelar las innecesarias luces que se fueron prendiendo y acudo a mi recámara, donde busco ropa fresca de cama y me cambio de vestido. Esa es ya la hora en que no transijo ante el sueño postergado y cedo a la costumbre de una breve lectura antes de capitular ante la implacable porfía del señor de los sueños.

Sin embargo, y del mismo modo tempranero que me resigno al hechizo de los sueños, siento también los prematuros impulsos de la aurora que me incitan a incorporarme y tomar mi artilugio electrónico para adentrarme en nuevos y renovados escarceos. Casi siempre es el siguiente capítulo de un ensayo o de un postergado texto; continúo entonces con una somera revisión de las más importantes noticias y de la crónica de los principales diarios acontecimientos. No puedo dejar a un lado, en esta apurada revista, a los principales artículos de opinión que publican los más importantes periódicos nacionales y extranjeros.

Es en uno de esos medios escritos que encuentro algo que con frecuencia  me enreda en la confusión, pues en él se emiten criterios cuya temática me sorprende e indigna; pero cuyo tratamiento y comentario me hace sentir complacido y contento. El diario consulta nuestro escrutinio, pero omite comentar si es la situación la que se comenta y juzga, o si es el criterio del articulista el que nos indaga si nos pone indignados o contentos. Barrunto que esto debería revisarse, no vaya a ser que en el cómputo general asomen como indignados los que realmente han gozado de la lectura y han decidido confesarse como alagados o contentos…

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