26 noviembre 2016

El sonido del silencio

La eventual pérdida del oído, como sucede con los demás deterioros fisiológicos, acaece casi siempre en forma gradual, pero su aparecimiento inicial se presenta de un modo tenue y sutil; así, esos síntomas se van presentando casi inadvertidamente. Esto acontece del mismo modo que se presentan otras condiciones y achaques; así se exhiben los síntomas iniciales de las deformaciones de las articulaciones, por ejemplo, o de las deficiencias del músculo óptico, o esto sucede con el deterioro de la visión. Siempre existe un primer día, lo que pasa es que ese primer síntoma casi siempre es subestimado como si fuese algo temporal y pasajero.

Mas, existe un umbral cronológico, cruzado el cual ya existe la presunción, casi el secreto convencimiento, de que cualquier nueva molestia no va a desaparecer en pocos días, sino que ya se constituye en el pregón, en el ominoso heraldo, en el anticipo y vaticinio, de que habría empezado a incordiarnos una nueva molestia, una nueva enfermedad. Aquella incómoda y frecuente sensación de que algún corpúsculo se nos ha introducido en el ojo, o aquella otra molestia bajo el omóplato que insiste en querernos fastidiar... ellas nos hacen saber que ya nos ha visitado un nuevo achaque, que un nuevo inquilino ha aparecido con la insana intención de quererse quedar. Es el carácter inequívoco que suelen tener estos callados mensajes.

¿Será que se trata de un asunto de diseño? Cuando yo aún no cumplía la veintena, los médicos decidieron extirparme las amígdalas, glándula que nunca supieron explicarme cuál mismo era, no sólo su beneficio, sino ante todo su objeto y utilidad. Algo parecido sucede con el apéndice, adminículo que, por lo que he escuchado, es necesario extirparlo a quienes ofician actividades en ultramar -sí, sin importar que el mismo se encuentre o no en buen estado-, por la sola remota posibilidad de que se infecte o inflame y pueda ser imposible el que sea extirpado con la correspondiente oportunidad.

Más preocupante que tener una nueva enfermedad, es el caso de quienes "nos auto-convencemos" que quizá hemos sido afectados por una nueva dolencia. La mente humana, como es sabido, tiene sus caprichos; y la creencia de que "algo pueda estarnos pasando" nos afecta aun en el caso de que la hipocondría no sea nuestra más característica debilidad y estemos preocupados en forma constante por el buen estado de nuestra salud.

Hago todo este largo preámbulo para comentar que de pronto, sin que medie ningún otro antecedente, el otro día empecé a preocuparme con la idea de que -tal vez, quizá, parece que, probablemente- había empezado a quedarme sordo... Sí, todo parecía indicar que el síntoma que se me había presentado era un claro preludio de que había empezado a perder la audición.

Sucede que iba manejando, subiendo por la autopista, y de golpe empecé a percibir un muy leve ruidito; el mismo era similar al que se escucha cuando una estación de radio ha perdido su señal y sólo recibimos aquel leve rumor, metálico e impreciso. Pero, sucede que la radio no estaba encendida... Procuré asegurarme, entonces, de que todas las ventanas estaban debidamente cerradas; mas, el ruido continuaba. El sonido tampoco provenía del sistema de aire acondicionado. Como he indicado, era un sonido metálico, parecido al de un neumático cuando se desinfla o al de una línea expuesta con flujo de agua. Así que, nada...

A pesar de no percibir ninguna reacción anormal, paré el vehículo, inspeccioné los neumáticos y comprobé que no existía fuga de aire en las llantas. A estas alturas el ruido se había hecho más claro y continuo y la fastidiosa bulla continuaba. Por demás está comentar que inclusive opté por apagar el motor, pero igual el ruido no amainaba. Decidí taparme ambos oídos, pero así y todo, el maldito ruido persistía, como si nada!

He ido a consultar al otorrinonaringólogo (creo que es la palabra más larga que se pueda escribir en español, después de súpercalifragilisticoespialidoso) y el médico dice que no se trata de “tinnitus” ni de ninguna de esas enfermedades medio aristocráticas. Que mi audición es buena para mi edad (sólo una leve deficiencia propia de mi condición de "adulto mayor"); que lo que sucede es que tengo la mala costumbre de utilizar palillos con algodón -los llamados "cotonetes"-. Me ha explicado que al hurgarse los oídos con esos artilugios, el cerumen se va depositando en el fondo del pabellón y produce un efecto de caja de resonancia. Nada más. Eso era todo.

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24 noviembre 2016

Un panorama familiar? *

Indonesia ha perdido su candidatura para convertirse en miembro del Concejo de la OACI para el período 2016-2019. Algunos expertos lo relacionan con su pobre récord de seguridad aérea. Pero, ¿va el estado islámico a estar listo para la próxima elección para formar parte del reducido círculo de estados confiables, considerando que su promedio de accidentes mortales es veinticinco veces más alto que el de Estados Unidos?

Indonesia es el país insular más grande del mundo, con aproximadamente diecisiete mil islas. Con el boom de aerolíneas de bajo costo y el desarrollo económico general, muchos viajeros domésticos han dejado de viajar por barco y han preferido un medio más rápido y confortable. Como resultado, sumado al crecimiento del turismo internacional, el tráfico aéreo ha dado un salto de 27 millones en 2009 a 89 millones en el 2015. Y sigue creciendo...

Un portavoz de IATA ha pronosticado que "se estima que Indonesia se convierta en el quinto mercado más grande en el 2035 (en lugar de décimo en el 2015) con un mercado global de 242 millones de pasajeros". También se espera que la industria de aviación sustente casi nueve millones de puestos de trabajo y 99 billones de dólares en Producto Interno Bruto. Por otra parte, Indonesia contribuirá con 30 a 40 billones a la economía mundial en base a sus órdenes de nuevos aviones. Las compañías locales tienen hoy un "backlog" de 650 aviones; y, aunque las órdenes del país van muy por detrás de las de China -que ordenó 800 aviones sólo en el 2015- los fabricantes ven un tremendo crecimiento en el mercado aeroespacial.

De acuerdo con otro experto, Indonesia carece de una visión debidamente orientada en el sector de la aviación civil. Sostiene que el gobierno necesita proveer más fondos y demostrar una voluntad política más vigorosa en áreas como la mejora de aeropuertos, entrenamiento de profesionales aeronáuticos y en ser más exigente en temas de seguridad. El portavoz de IATA, antes mencionado, añade que tanto "el crecimiento como los beneficios colaterales no están garantizados”. La infraestructura, tanto de aeropuertos como de control de tráfico aéreo, requiere tener la capacidad para atender el crecimiento esperado; por lo tanto, disponer del personal entrenado para abastecer la demanda de viajeros prevista es igualmente importante.

Con respecto al personal, el déficit de pilotos experimentados y de ingenieros no es, de largo, ni el único ni el más grave problema de la aviación de Indonesia. El poco personal adiestrado de la Autoridad Aeronáutica enfrenta un muy serio peligro: simplemente carece de recursos para supervisar a las aerolíneas, los institutos de entrenamiento, las bases de servicios de mantenimiento y otras organizaciones a las que concede y controla sus licencias. Muchos años de deficiente supervisión, junto a otros factores, han llevado a situaciones peligrosas en que algunos participantes estuvieron operando con reglamentos y estándares inapropiados.

En agosto, la Federal Aviation Administration anunció que había decidido restaurar a Indonesia su habilitación de Categoría 1 que la perdió en 2007. De acuerdo con la FAA, y por casi diez años, Indonesia careció de las normativas necesarias para supervisar a los operadores de acuerdo con los estándares mínimos internacionales, o su Autoridad Aeronáutica Civil fue deficiente en una o más áreas, como especialidad técnica, entrenamiento de personal, récord de documentos o procedimientos de inspección. Pero, luego de una auditoría, la Aeronáutica Civil habría efectuado mejoras sustanciales en términos de control de seguridad.

EASA (Agencia de Seguridad Europea) ha removido a varias aerolíneas de su lista negra. Como resultado, siete transportadoras están operando de acuerdo con estándares internacionales de seguridad. Esta reversión de la aviación insular, orientada a más seguras y confiables operaciones, no hubiese sido posible sin la exigencia y, al mismo tiempo, sin el apoyo de la comunidad internacional, incluyendo a IATA, OACI, FAA y EASA.

Pero el más importante factor constituye la voluntad política manifestada por el gobierno luego de cada nuevo accidente aeronáutico. La aviación civil local enfrenta varios problemas y desafíos causados por la insuficiencia de infraestructura y de personal adecuadamente calificado. Las estadísticas demuestran que en los últimos quince años el país habría soportado casi 40 accidentes fatales y sobre 100 incidentes. En comparación, su vecino Malasia ha tenido sólo un par de accidentes y menos de una docena de incidentes...

*  Tomado de la revista aeronáutica Aerotime, con mi traducción y edición.

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19 noviembre 2016

El cuento de Alí Babá

"Érase una vez un hermoso lugar de Persia donde vivía un próspero mercader de cuyo nombre no quiero acordarme. El hombre tenía dos hijos; el primogénito, bastante sedentario, ladino y ambicioso, respondía al nombre de Kasim y había decidido continuar con el oficio de su padre; el menor era esforzado, industrioso y soñador, prefería disfrutar del paisaje del bosque donde talaba troncos para venderlos más tarde como leña, obedecía al nombre de Alí Babá..."

Podemos inferir que esto del Babá era parte de un nombre compuesto ya que el hermano mayor nunca fue conocido como Kasim Babá. Dicho de otro modo, no sabemos, a ciencia cierta, cuál era el distintivo que los hermanos empleaban como apellido. Tampoco conocemos si esto de la segunda parte del nombre del menor tenía alguna relación con el término padre (papá en árabe se pronuncia babá) o si quizá hacía referencia  a una deliciosa pasta de berenjena que forma parte de la mesa en Oriente Medio y se conoce como "baba ganush".

El legendario cuento del menor de los hermanos se habría hecho famoso, desde hace unos tres siglos, cuando a alguien se le ocurrió incluirlo en una antología de historias breves que se tradujo y que respondían al sugestivo título de "Las mil y una noches". Desde entonces Alí Babá se convirtió en un personaje conocido por chicos de todas las edades en todo el mundo y ya nadie podía sostener que jamás había escuchado aquel "¡ábrete sésamo!" con que el cabecilla de una banda de ladrones hacía posible el ingreso a una disimulada caverna que guardaba el fabuloso tesoro de los malhechores.

Con el cuento de "Alí Babá y los 40 ladrones" sucede que el personaje que da nombre al cuento no es ni su héroe ni un villano. Alí Babá no es el líder de los rufianes y la verdadera heroína es una leal y suspicaz esclava identificada como Morgana. En pocas palabras, y aunque a muchos sorprenda, Alí Babá no es quien dirige a los malandrines y, por el contrario, es quien descubre la existencia de su escondite y advierte la existencia de aquel código sonoro que activa el mecanismo de apertura que permite la entrada al subrepticio escondrijo.

He recordado el fin de semana esta popular historia al escuchar lo que en los últimos días se ha comentado en referencia al escándalo que ha generado el conocimiento de probables casos de corrupción que involucrarían a funcionarios del actual régimen. Tal como están las cosas, y si se conoce que el actual gobierno disfrutó, en su administración, de ingresos equivalentes a la nada despreciable cantidad de trescientos mil millones de dólares, y si se calcula que entre sobornos, comisiones y sobreprecios pudieron repartirse valores cercanos a una referencia porcentual de alrededor de un trece por ciento, es inevitable inferir que el valor total del "lleve" (la cantidad aproximadamente distribuida) alcanzaría a la impúdica y poco imaginable suma de cuarenta mil millones de dólares (cuarenta billones en el sistema de conteo estadounidense)!

Esto equivaldría a reconocer que cuarenta individuos (sí, solo cuarenta) habrían acomodado en sus faltriqueras la obscena suma de un mil millones de dólares, cada uno; o, si optamos por un cálculo más moderado, que cuatrocientos "sólo" se llevaron la más modesta cantidad de cien millones de dólares. O, quién sabe, que tan solo cuatro mil desaprensivos maleantes decidieron "sacrificarse" con la minucia de diez millones...

Pensar que cuarenta mil millones se dice rápido, y que estos ladrones ni siquiera estuvieron obligados a decir ¡ábrete sésamo!... (medito en que el "baba ganoush" se elabora añadiendo pasta de "tahina" que no es sino otro ingrediente que se prepara con ajonjolí o, precisamente, sésamo). Cuarenta mil millones de dólares! Y pensar que pudieron haber sido tan solo cuarenta ladrones!

Es triste tener que conjeturar que la honestidad de los auto proclamados funcionarios "de las manos limpias" no ha pasado de ser sino un cuento. La corrupción, por el contrario, seguirá siendo el inefable "cuento de nunca acabar". El bienestar de los desposeídos, mientras tanto, solo habrá de quedar en espejismo y desilusión, en frustrante propuesta digna de ser enterrada con el consabido "colorín, colorado, esta historia ha terminado!"

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14 noviembre 2016

Resiliencia y adversidad

No digo que antes no existían, pero creo que hay términos que antes no se usaban o que, si se lo hacía, antes se utilizaban con menor intensidad. Es el caso de voces como empatía, sinergia, resiliencia o ralentizar. El caso de las dos últimas puede resultar paradigmático pues inclusive ciertos correctores ortográficos parecería que algunas veces no los quieren aceptar...

Con palabras como resiliencia resulta curioso que no nos habrían llegado directamente del latín sino a través de una lengua diferente, un idioma sustituto, en forma indirecta. En efecto, si se consulta el diccionario, se colige que su etimología es latina y que el significado implicaría saltar hacia atrás, rebotar y replegarse. Cuando escucho resiliencia pienso enseguida en una reacción humana que implica perseverancia, resistencia, recuperación, valor, empecinamiento, fe. En suma, valores con los que algunos individuos reaccionan ante la adversidad. Es que eso es la resiliencia, la capacidad para reaccionar ante a un elemento perturbador o adverso.

Porque no puede haber resiliencia, o manera de medirla, si no existe adversidad. Un individuo no se prueba, no puede hacerlo, si el infortunio no lo enfrenta al fracaso comercial, la quiebra financiera, el ostracismo político, las tragedias familiares o esos inesperados vericuetos y meandros con que a veces suelen obstinarse la enfermedad o las desgracias naturales. Ni se diga de los acontecimientos súbitos e inesperados que por algo llamamos accidentes.

Chapeau! Me saco el sombrero frente a la resiliencia de los que sufren, de los que enfrentan la mala fortuna financiera, los quebrantos de salud o la persecución política. En ellos, todos los valores que apreciamos y admiramos se hacen presentes. Ellos luchan contra la incomprensión y el rechazo social, enfrentan con paciencia la maledicencia y la interpretación antojadiza de su situación; saben que su vida es muchas veces, tiene que ser, un heroico acto de renovación de propósitos y de constancia, una forma de renovar su fe, de insistir en su colosal esfuerzo.

Me inspira en lo personal, y me incita a la emulación, el caso de amigos que han enfrentado el infortunio, que han enfrentado fracasos financieros suficientes para sumirlos en el desánimo y la depresión, pero que han sabido dar la cara a su precaria situación, manejar con resistencia las secuelas de su fracaso y empeñarse nuevamente en insistir con un una nueva iniciativa o un revisado esfuerzo. Ellos han sufrido el reclamo y la desconfianza ajenas, han sentido el recelo y el abandono de sus amigos y conocidos, pero han sabido respaldarse en su familias y en su capacidad y han sabido salir adelante con imaginación, perseverancia y sacrificado empeño.

¿Qué hace a estos individuos "rebotar" de sus predicamentos? ¿Qué los hace resilientes, a más de poseer un especial temple y temperamento? Es probable que sea el convencimiento del futuro éxito de su insistente obsesión, la firme persuasión de que su intención será favorecida por la fuerza de su verdad, la confianza de que si mantienen el esfuerzo para procurar su ansiada recuperación han de conseguir el resultado que recompensará su empecinamiento.

La vida es para muchos, quizá para la mayoría, el desarrollo previsto de una repetida rutina; pero hay unos pocos individuos metódicos, disciplinados y valientes que deciden hacerse del timón o de las riendas y se proponen ser los conductores de su propio destino. No les arredra el fracaso, la enfermedad o la fortuna adversa, creen en su propia capacidad, confían en su formidable imaginación, saben que la vida es una empresa en la que no siempre debe esperarse dicha y felicidad, están convencidos de que hay mayor satisfacción en saberse levantar, en intentar una vez más y en hallar realización en la renuente insistencia de su porfiado intento.

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12 noviembre 2016

Accidentes en el Cayambe

Siento un incómodo escrúpulo (voz latina que pudiera significar "tener piedrecillas en el zapato") a la hora de publicar determinados comentarios que ocasionalmente recibo, en relación con lo que aquí he escrito. Se refieren a solicitudes, respecto a temas acerca de los cuales se quisiera que exprese mi punto de vista. Confieso que a veces no lo hago, para evitar inconvenientes discriminaciones. Esto pudiera tener una lamentable, y nada recíproca, desventaja: que no me permite continuar el intercambio epistolar que pudo haber sido iniciado por uno de mis propios lectores; quienes -por lo general- utilizan seudónimos, lo cual no permite responder debidamente a sus inquietudes o atender a tales solicitudes particulares.

Una de mis lectoras me ha comentado en forma reciente, que yo debería tener conocimiento de lo que sucedió en un accidente aéreo acaecido en el volcán Cayambe y me he visto en la obligación moral de responder a su postergada inquietud, no sólo por tratarse de alguien que me ha dispensado la generosidad de su atención, sino porque con harta probabilidad ella forma también parte de ese confundido y desgraciado colectivo -la verdad que constituye un inaudito y populoso gremio- de los nunca bien informados deudos de todos aquellos pasajeros que han desaparecido, o perecido, en los accidentes de aviación.

Tengo que agradecer a mi lectora por su confianza, pero con probabilidad no soy un experto en relación con la información adecuada, ni con las eventuales causas de ciertos accidentes. Para empezar, cabe la reflexión de que algo de oscuro y misterioso parece caracterizar siempre a lo que sucedió o pudo haber ocurrido con estas fatídicas tragedias. No puedo dejar de mencionar tampoco que por motivos circunstanciales estuve ausente del país por veinte años.

Quisiera comentar, aunque sea brevemente, que a pesar de que acumulé una experiencia que pudiera calificarse de importante, y de que me diplomé como especialista en seguridad aérea, este entrenamiento tuvo como núcleo la organización de entidades de seguridad en las aerolíneas y la prevención de accidentes. El curso que alguna vez efectué en Estocolmo se refirió solo de forma tangencial a la temática de investigación de accidentes aéreos.

Además, habría que consultar: ¿de cuál de los accidentes ocurridos en esa montaña estaríamos hablando? ¿A cuál de los que involucraron a la compañía Ecuavía, uno de los cuales intuyo que jamás apareció? Porque, según recuerdo, por lo menos otros dos accidentes acaecieron al intentar superar el paso norte de la montaña, pero no sucedieron por una colisión contra el cerro; uno de ellos fue el de un mono-motor que perdió estabilidad en una zona de mal tiempo.

Sospecho que la inquietud de mi lectora tienen que ver con uno de los accidentes que afectaron a los pequeños bi-motores conocidos como Piper Navajo. Recuerdo que uno de ellos acaeció en julio del año 1978, mientras yo efectuaba mi transición para comandante del Boeing 707. En esos mismos días Ecuatoriana había contratado a un nuevo grupo -toda una promoción- de diez nuevos primeros oficiales. Uno de esos copilotos, que como recuerdo tenía origen colombiano, había sido requerido por Ecuavía para que se desempeñara ese día como copiloto del avión que terminaría siniestrado en la montaña.

Si conjeturo correctamente, creo que conocí en forma personal al comandante. Había sido designado por la autoridad aeronáutica para que efectuara el chequeo para mi habilitación por instrumentos. En esos días no se hacía hincapié en la navegación con las facilidades aéreas, para orientación y aproximación en mal tiempo, sino más bien en el uso de unas secuencias de ascensos, descensos y virajes coordinados (los patrones A y B) cuya pro-eficiencia determinaba el grado de pericia en vuelo en condiciones no visuales.

Irónicamente, esto de utilizar en forma inadecuada los instrumentos del avión para orientarse pudo haber sido el motivo principal para que sucediera el accidente. La causa más probable es que se hubiera "instrumentado" en forma poco prolija, sin utilizar las referencias correctas para confirmar la ubicación exacta de la aeronave. Esto, sin considerar otra probabilidad: una inesperada falla mecánica que no les permitió a los pilotos mantener una altura mínima de seguridad y quizá, ni siquiera, el control del aparato. En ese accidente perdió la vida, como pasajero, un apreciado amigo. Qué casualidad tan lamentable!

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09 noviembre 2016

Se nos adelantó el invierno...

El triunfo electoral de Donald Trump en los Estados Unidos no solo es una victoria política sin precedentes en la historia americana, sino que muy pocos se lo esperaban. Es más, creo que muy pocos atinan a dar una satisfactoria lectura para una situación tan inexplicable como contundente. Para muchos ha constituido un balde de agua fría, realmente una tormenta de invierno ocurrida fuera de estación, una tormenta que se adelantó a la temporada.

A primera vista, la ganancia de Trump se explica como una respuesta poco meditada y visceral, es la respuesta del prejuicio y del resentimiento. Esto no tiene nada de extraño; al fin y al cabo a eso apuntaba la campaña del líder republicano. Su mérito, hay que reconocerlo, fue que supo canalizar la ira y frustración de quienes no se sintieron sintonizados -y menos identificados- con las élites políticas, con el llamado "establishment". Trump supo identificar a Washington con la hipocresía y la corrupción; mucha gente creyó en su mensaje y -esto es lo importante- votó por él muy a pesar de que estaba convencida de que el magnate pudiera no estar debidamente calificado para desempeñarse como presidente. Inclusive, muy a pesar de creer que no terminaría haciendo lo que había amenazado que se proponía cumplir.

Lo que los "expertos" no tomaron en cuenta fue la reacción de lo que podría reconocerse como la América "profunda", los estratos subyacentes, los sectores rurales y más conservadores de la sociedad americana. Desde este punto de vista, resulta significativo que justamente hayan sido los Estados del centro, del interior de los Estados Unidos, los que se hayan pronunciado mayoritariamente en favor del candidato republicano. Particularmente ha sido importante el apoyo que ha recibido en los estados del llamado Midwest, preocupados por las políticas proteccionistas que pudieron haber debilitado la supremacía americana a lo largo de los últimos veinte años. Reflejan, además, la respuesta de la gente a la decadencia industrial americana.

El impensado resultado hace meditar en un tipo de rechazo concentrado principalmente en las áreas suburbanas; es la respuesta de toda esa gente que quiso rechazar el orden establecido, que veía a los Clinton como una suerte de pareja real; que no había encontrado una explicación a la pérdida de liderazgo comercial y económico que percibía que había venido afectando en forma paulatina a los Estados Unidos. Este es el núcleo del voto conservador y rural que ya se había expresado en las primarias demócratas en apoyo a Sanders, asunto que no fue debidamente interpretado y atendido por los directores de la campaña de Hillary Clinton.

Todo esto debe llevarnos a reflexionar en si las huestes de la candidata demócrata no se dejaron confundir por un exceso de confianza. Si esto sucedió, no sería ocioso averiguar qué fue lo que pasó. ¿Por qué los blancos que votaron por un afro-americano no quisieron hacerlo ahora por una mujer?

Para empezar, el apoyo racial que obtuvo Obama, en su momento, parece no haberse hecho presente. Tampoco el respaldo latino hacia Clinton tuvo la fuerza esperada; al contrario, existe la sospecha de que hubo un sector entre los hispano-hablantes que disimularon su preferencia electoral, y esto tuvo el efecto de un voto vergonzante. Da la impresión que los estrategas de Clinton no cayeron en cuenta de la formidable columna vertebral que reforzaba la campaña republicana: el respaldo para los aspirantes al Senado y al Congreso que iba a acarrear consigo un inusitado apoyo para su candidato.

Parte del motivo para la derrota tuvo que ver con haber subestimado el sistema electoral pues no bastaba con conseguir el voto popular; los estrategas de la campaña de Clinton no dieron suficiente importancia a reforzar el respaldo de ciertos Estados que, al final del día, habrían de convertirse en cuotas de respaldo en el Colegio Electoral. A estas alturas pudiera hablarse de un "empate técnico" en el voto popular (consuelo de tontos) lo cual denuncia el error estratégico de los demócratas basado en su exceso de confianza. Claramente, una vez más, no se dio la debida importancia al sistema electoral, en particular en aquellos Estados clave.

La impresión final es la de que los demócratas no refrescaron ni supieron vender su producto, se contentaron con decir que Trump no era suficientemente bueno, que no estaba preparado. No reconocieron a tiempo que Trump era un buen candidato. Ahora falta ver si el empresario será y se comportará como un buen Presidente.

Mientras tanto, nos ha quedado la fría sensación de que el invierno se había adelantado...

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07 noviembre 2016

Oficialmente, de amarillas

Creo haber comentado que estuve leyendo a Haruki Murakami. Me ha pasado lo que había previsto: no he podido ceder a la tentación de buscar otro libro del mismo autor y he iniciado su lectura. Antes fue "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" y hoy estoy embebido en la lectura de "La caza del carnero salvaje". Muchas veces se me convierte en una obsesión aquello de descubrir la razón o motivo que tiene un escritor para dar un título a sus obras, aunque no siempre consigo ese elusivo objetivo.

Todavía no estoy seguro que Murakami ha satisfecho mi expectativa. He leído por ahí que su manera de escribir es una forma de realismo mágico a la japonesa. Me había encantado el primer tercio de la "Crónica”; pero siento que luego la trama como que perdió su enfoque, o es posible que el ritmo de la narración haya cambiado. Tuve esa rara sensación de que en alguna parte me salté alguna página o, quién sabe, quizá sucedió que en algún episodio me venció la duermevela y no me percaté de que estaba pasando por alto algo esencial y sobremanera importante. A veces nos sucede...

En cuanto a "La cacería del carnero", también voy ya por la tercera parte. Admito que me he dejado influenciar por una advertencia contenida en el prólogo. Este culmina con un equívoco comentario relacionado con un mítico animal: “Un carnero que —dice la leyenda— se apoderó de Gengis Khan y que tal vez no sea más que la encarnación del poder absoluto". Así transijo ante la curiosidad e inicio una búsqueda en la enciclopedia de la relación entre aquel poder absoluto y dicho carnero; no obstante, esa investigación no tuvo éxito ni me llevó a ninguna parte.

Mi búsqueda coincidió, sin embargo, con mi primera semana como flamante portador del poco estimulante membretillo de "adulto mayor" o "ciudadano de la tercera edad", solo para caer en cuenta que el caudillo tártaro tenía conmigo algo en común, tal vez más importante que haber merodeado en forma renuente las áridas planicies de Mongolia. Gengis había suspendido sus incesantes correrías a la misma edad que hoy me identifica: 65 años, la edad que, según cuenta la Historia, el Gran Khan habría fallecido. Lo que sigue obtuve de mi inexperta y poco sistemática indagación:

Su nombre era Temujín, pero le decían Gengis Khan. Debería pronunciarse sin hacer sonar la K; así, como quien absorbe la jota: Han. Tenía cuarenta y cuatro años cuando asumió el trono de los mongoles. Khan querría decir rey o, mejor todavía y más propiamente, rey de reyes. Nació en la segunda mitad del siglo XII. Supo mantenerse en el poder por largos veintiún años, hasta la interesante edad de sesenta y cinco, cuando por fin dejaron de aplicarle el pico y placa, no debía pagar tarifa en los estacionamientos municipales, pasó a hacer uso de la fila especial en los bancos reservada para gente conocida con ese feo eufemismo que distingue a los "adultos mayores" y pudo incluso hacerse acreedor a un descuento especial en los pasajes aéreos...

Habría nacido cerca de Ulaan Bataar, la actual capital de Mongolia, aunque es probable que la ciudad más importante de su imperio haya sido la mítica Samarkanda, ubicada a su vez en las cercanías de un lugar famoso por la fabricación de “kilims” y de alfombras multicolores, una ciudad intensa y misteriosa, fascinante e inescrutable, la industriosa Bukhara. Gengis Khan había creado un régimen caracterizado por la masacre indiscriminada de los pueblos sojuzgados, el saqueo violento y el genocidio, aunque la historia de la civilización le debe haber comunicado al Asia con el mundo árabe y conectado a Oriente con Europa a través del impulso de la ruta de la seda.

Esto es lo que pude averiguar de este guerrero formidable. Sus sanguinarias e impredecibles correrías habrían impulsado a los chinos a reanudar la construcción de la Gran Muralla. Gran aparte de lo que sabemos de Gengis Khan lo debemos a un viajero veneciano: el enigmático Marco Polo. No puedo olvidar que uno de mis amigos tuvo alguna vez la poco frecuente oportunidad de recorrer la ruta de la seda. Él cuenta en la relación de su viajera experiencia que en un lugar muy apartado, en la mitad de ninguna parte, pudo observar una extraña competencia: tratábase de algo similar al polo moderno, pero que en lugar de utilizar una pelota como herramienta para esa contienda, usaba la cabeza de una oveja...

En cuanto al caprichoso guarismo que hoy me ocupa (65), y en lo que a mí corresponde, solo quisiera comentar que este ha pasado a otorgarme un caprichoso privilegio: puedo, a partir de esta semana, jugar al golf realizando mis lanzamientos utilizando bochas doradas o amarillas. Sí, soy desde ahora un golfista "senior". Se me hace inevitable recordar que en nuestro deporte no nos referimos a las bolas usadas como que fueran viejas. Nos referimos a ellas como "bolas con experiencia". Bienvenido a la edad de los eufemismos!

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