29 noviembre 2017

Cien años del Chavito

Eulalia, esa mujer noble y buena que fuera mi madrastra, lo llamaba Chavalillo. Los demás, con la sola excepción de sus hijos, preferían llamarlo como Chavo o Chavito. El sábado anterior, 25 de noviembre, mi padre hubiese cumplido cien años; había nacido en 1917. La verdad es que tal vez no hubiera llegado a tan longeva condición; pues, a pesar de su buen estado de salud, papá vivía convencido que tan solo setenta y cinco años, tres cuartos de siglo, era todo lo que nos tenía reservado el destino. Sabiendo las limitaciones que en salud nos impone el tiempo, no creo que él mismo hubiera querido llegar a cumplir una centuria.

Tampoco llegó a los setenta y cinco. Murió de pronto, una tarde de sábado, consciente de que le había llegado su adiós definitivo. Dios quiso que no tuviera que sufrir una larga agonía. Tan sólo cinco minutos tortuosos y fatídicos fueron necesarios para suspender para siempre esa alegría que había sido su rasgo más característico. Había venido al mundo como Víctor Julio Gustavo. Ese sábado, un callado e insidioso aneurisma cegó su vida una semana antes de que pudiéramos festejar su onomástico quincuagésimo quinto.

Así, cuarenta y cinco años después de su prematuro fallecimiento (se fue un 18 de noviembre), sus hijos (los nueve que quedábamos) habíamos decidido conmemorar ese imposible guarismo, con una fraternal reunión que él la hubiese disfrutado y agradecido. La única dificultad que se presentaba era más bien de carácter logístico: de los ocho hermanos que nos encontrábamos en el país, tres estaban en Cuenca -su lugar de residencia- y los otros cinco nos encontrábamos en Quito. Optamos, así, por una solución digna del espíritu práctico que identificó a mi padre: coincidimos en reunirnos en un lugar que resultase equidistante. Riobamba, ubicada en medio camino, se convirtió así en el punto escogido.

Papá había sido el cuarto de trece hermanos, aunque contaba como el primero de los Vizcaíno Andrade que conocí. Poco, o más bien nada, supe de dos de los tres primeros hijos de mi bondadoso, y ya anciano, abuelo. Este se llamaba, al igual que yo -y como otro de mis hermanos-, con ese mismo nombre que, por coincidencia, había sido también el de mi piadoso abuelo materno. El abuelo había quedado viudo de la mamá de mi padre y un par de años más tarde (y ya con cuatro nuevos hijos), quizá siguiendo el consejo bíblico, había tomado por esposa a quien había sido hermana de su segunda cónyuge. Fue así que, para los cálculos de parentesco de mi padre y de sus hermanos, la tía se había convertido en madrastra; y sus hijos (los de ella) pasaron a convertirse, a la vez, en sus directos primos...

Mi padre también tuvo que atravesar similar circunstancia: habría de enviudar por dos ocasiones seguidas y, a la muerte de mi madre -ya con ocho hijos- tuvo que enfrentar los caprichosos embelecos del destino. Conoció entonces a una mujer azuaya que le dio mis últimos hermanos, sus tres postreros hijos. Su porte habría resultado tan seductor, tan espontánea había sido su natural simpatía, que según comentaban sus flamantes parientes, habían tenido que bajar a la sala de la casa para pellizcarlo, en el secreto propósito de comprobar "si era de a de veras". Y, claro, se toparon con que no les habían mentido!

Ese sábado, el de nuestra propuesta reunión, amaneció totalmente despejado. La vista del nítido perfil de las montañas, enmarcadas en medio de un límpido cielo, era pregón y augurio de un día privilegiado por el buen tiempo. El viaje transcurrió sin contratiempos y la llegada de todos se produjo en forma casi simultánea. Riobamba ya no es ni la ciudad polvorienta, ni la urbe pequeña y recoleta que conocí en mi infancia (es la tierra donde nació mi madre). Existe, en ese día de la semana, una muy activa afluencia rural que acude a realizar una actividad comercial importante. Fue muy grato encontrar su carácter arquitectónico bien atendido y sus monumentos bien preservados. Riobamba es reconocida como "la Sultana de los Andes", y tiene el mérito histórico de haber albergado a la primera constituyente.

La reunión se produjo con la manifestación afectiva que era de esperarse; la misma que hacía homenaje y daba solemnidad a lo que hubiese sido el más íntimo deseo de mi padre, en el día dedicado a su memoria. Al despedirnos al atardecer, en medio de aquella cláusula crepuscular, fue el propio Chimborazo el que nos miraba desde el fondo de un cielo enardecido. El cerro se convirtió entonces en improvisado símbolo tutelar de la memoria de un hombre cuya postergada bendición había reunido a sus reverentes y agradecidos hijos.

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26 noviembre 2017

Yo, el "circunspecto"...

Me han dicho muchas cosas, me han endilgado múltiples adjetivos, pero nunca -hasta ayer- me habían dicho eso, que doy la impresión de ser un caballero "circunspecto". Yo mismo no sé cuándo fue la primera vez que escuché la altisonante palabreja, pero creo que desde siempre creí que tildar a alguien con ese calificativo, implicaba identificarlo como alguien caracterizado por un porte adusto y severo; o quizá como alguien poseedor de un talante desabrido y serio.

Sí: me han tratado de puntilloso, de prolijo y de quisquilloso. O, de meticuloso (que soy un "idiático" solía decir mi suegra). Y hay quien cree que soy "un poco fulero" o presuntuoso, lo que en tiempos de escuela se reconocía con esa voz que implicaba afectación, la muy ambigua y confusa de "detalloso". Algo de cierto hay en ello, pues debo reconocer que mucho de mis remilgos viene de aquella propensión obsesivo compulsiva que la fortuna quiso que viniera inscrita en mi herencia genética. Nunca me ha importado que me tilden de meticuloso, si por ello se ha de entender lo que equivale a escrupuloso, a quien sabe cuidar el detalle, y no lo que define la última acepción del diccionario, aquella de "temeroso, pusilánime o medroso".

Algo debe de haber en mi manera de hablar y de actuar (y quién sabe si también en mi forma de caminar) que hace que mucha gente crea que soy un tanto pagado de mí mismo. Me lo han dicho en inglés ("conceited"), con una palabra que quiere decir engreído, fatuo o pretencioso, para que ese presumido no suene como un denuesto. Pretencioso es palabra que viene del francés y que calza a quien pretende ser (o aparentar) más de lo que realmente es. Yo añadiría que también viene como anillo al dedo para quienes no aceptan que se les considere en menos de lo que son.

Creo que fue mi profesor de quinto grado de primaria el primer hombre "circunspecto" que conocí. A él debo aquello de haber estimulado en mí la pasión por escribir. Cierto que algo de ello ya llevaba en la sangre, pero fue él, con sus ejercicios de redacción, con su pequeña colección de obras famosas en tamaño diminuto, con sus relatos al final de la tarde acerca de los entretenidos episodios de una supuesta novela que lo habría subyugado (que en realidad no eran otra cosa que relatos acerca de su propia vida), quien supo acicatear en mí, desde muy temprano, ese impulso por querer contar, y me ayudó a desarrollar esa forma de confesión que es la de relatar lo que se vive y se recuerda. La vida misma es ya una forma de escritura…

Una tarde descubrí que había arrendado la habitación que estaba desocupada en la casa de mi abuela. Mis tías, que pronto habrían advertido el carácter algo reservado de aquel callado representante del magisterio, pronto encontraron un remoquete para caracterizar su huraña apostura. No sé porqué, pero lo empezaron a tildar de "Perfecto". Lo que nunca se hubieran imaginado es que él, mi maestro de escuela, se había enamorado en secreto de una de ellas. El suyo, aquel solitario romance que algo tarde yo había descubierto, habría sido un trámite proceloso, uno que estuvo obligado a disimular, y que acentuaba su carácter circunspecto.

Busco en el diccionario aquello de "circunspecto"; y lo que encuentro, de ninguna manera me preocupa o avergüenza, pero me dice de soslayo porqué la gente puede identificarme con ese inusual adjetivo. Siempre es probable que mi tendencia a respetar las normas y ese sentido de cuidado por la etiqueta social, que aprendí de mis padres y abuelos, sea parte de la razón para que la gente me identifique como alguien a quien se juzga como muy formal o circunspecto.

"Que se conduce con circunspección" es cómo define el diccionario a "circunspecto", voz que es explicada como "prudencia ante las circunstancias o para comportarse comedidamente", y también como "seriedad, decoro y gravedad en las acciones y palabras". Sí, eso es lo que era aquel olvidado profesor de mis días de final de infancia, un ser taciturno y grave, un hombre de provincia prudente y comedido, capaz de disfrutar de la soledad o de enamorarse locamente y de esconder su callado secreto. Nunca supe nada más de él, hubiese querido agradecerle por el aporte que supo dar a mi formación. Lo distinguía aquella gravedad que hizo pensar a mis recatadas tías que era un vecino "medio raro", que nunca dejó que lo vieran apresurado; y que, a pesar de su caminar parsimonioso, todavía dejaba la impresión de ser un tipo "casi perfecto".

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22 noviembre 2017

Solo cuatro cositas…

Se viene el fin de año y con él las festividades navideñas. Con esta celebración, se vienen también los ajetreos, las inevitables compras y una serie de ineludibles festejos. Todo ello contribuye (si a eso podemos llamar "contribución") a grandes aglomeraciones, inauditos "trancones" de tránsito y más situaciones que se exacerban en las llamadas horas pico. Es, en estas circunstancias, cuando se evalúa lo actuado en materia de soluciones al tránsito y al transporte público (ambas situaciones están íntimamente relacionadas) y se renueva el afán por insistir en nuevas iniciativas que pudieran ayudar a paliar los problemas detectados.

Quisiera, a continuación, registrar algunas inquietudes, observaciones y probables soluciones. Nótese que, más de las veces, mis sugerencias tienen que ver con aspectos relacionados con lo cultural (nuestras costumbres o, mejor dicho, malas costumbres) en el convencimiento de que, más que soluciones físicas o estructurales, el verdadero beneficio se ha de conseguir cuando cambiemos nuestra contradictoria idiosincrasia.

Tengo un subalterno que cuando entra a mi oficina, probablemente en la intención de justificar su interrupción a mis labores o, quizá, para anticipar que su presencia solo ha de tomar unos pocos minutos, menciona -casi como si fuese un saludo- algo que lo he ido relacionando con su forma intempestiva de querer participar lo que le ha ocurrido o le preocupa. "Capi -me dice- sólo dos cositas"; y, de inmediato, se pone a parlotear. Y esto es justamente lo que voy a hacer hoy. Les diré "solo unas cuatro cositas" y me pondré a comentar:

La primera observación que desearía hacer está relacionada con la costumbre que hemos adquirido, tanto dentro como fuera de la ciudad; es decir, tanto en las calles como en las carreteras, de proceder a cambiar inesperadamente de carril sin anticipar nuestro deseo o súbita maniobra, por medio de la utilización de las luces destinadas a advertir de nuestro propuesto cambio de dirección. Mucho me temo que no se las utiliza justamente a propósito, es decir: no se las usa precisamente porque lo que se intenta es cambiar de carril, en previsión -digo yo- de que si se las utiliza correctamente, a alguien se le ocurra obstaculizarnos el paso...

Una situación que se está presentando, sobre todo en las vías de alta velocidad, es la cada vez más frecuente costumbre de que utilicen el carril de la izquierda los buses y otros vehículos de carga y de transporte (conocidos como pesados). Tengo, respecto a esto, la secreta sospecha de que algunos, que así proceden, lo hacen porque en esa ocasión no llevan pasajeros o algún tipo de cargamento. Es decir que deciden así hacerlo, porque en esa precisa ocasión no llevan carga y "ya no se consideran pesados, porque ahora van livianos" ¡Vaya, antojadizo criterio! Lo que sí es claro, a este respecto, es la total ausencia de control policial, particularmente en las carreteras, frente a esta abusiva y riesgosa costumbre de "los profesionales del volante". No cabe duda que esto pudiera enmendarse con una mínima cuota de control y vigilancia.

Otro tema que merece una intensa campaña de promoción (de socialización, como se empeñan en decir ahora) es el inadecuado uso (o, la interferencia intencional) de las intersecciones cuando el tránsito que precede no ha logrado avanzar hacia adelante del área inmediatamente posterior a la correspondiente intersección o encrucijada. En este sentido, falta conocimiento y concienciación por parte de la ciudadanía de que para avanzar a lo largo de una intersección, hacen falta dos elementos o requisitos: tener la señal de tránsito favorable (la del semáforo en verde, por ejemplo), y, además, contar con la existencia de espacio suficiente (ausencia de vehículos) en la zona posterior a la intersección que se quiere cruzar, antes de proseguir.

Finalmente, existe un punto que tiene que ver con una política pública adecuada. Resulta insólito que la gente, en el ánimo quizá de no comprometer una ínfima parte de su presupuesto personal, no alcance a comprender el beneficio de pagar el "tele-peaje", elemento que, si fuera de uso general, eximiría de innecesarias e inconvenientes filas de vehículos en los sectores donde se encuentran las estaciones de cobro. Es hora de que las autoridades atiendan este asunto y decidan el cobro obligatorio del valor correspondiente, junto con el valor de la matrícula anual, con el objeto de que todos tengan que utilizar el sistema de tele-peaje automático.

Lo importante es que estemos conscientes que la más efectiva solución no es otra que nuestra propia gestión respecto al tiempo. En efecto, es cuando más retrasados estamos cuando más apresurados respondemos; y cuando más angustiados nos ponemos… Si tan solo estaríamos conscientes de esta realidad, procuraríamos salir un poco más temprano y no reaccionaríamos con apresuramiento ni agresividad; y apreciaríamos mejor la inobjetable ventaja de saber que podemos continuar tranquilos, porque todavía nos queda tiempo. No se trata, por lo mismo, de llegar más rápido, se trata solo de salir más temprano y de ganarle al tiempo.

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19 noviembre 2017

Los sonidos del silencio

Existen frases emblemáticas, frases que por sí solas definen el carácter y que anuncian la fuerza avasalladora de una novela. Hay frases, también, que compendian ese mismo carácter y el mensaje que quiso dejar, cual impronta, aquella obra de arte. Ellas son como cuadros pictóricos que, con solo mirarlos un segundo, nos basta para identificar a la obra o a su autor.

Léase por ejemplo: "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", para que sepamos de qué obra se trata y reconozcamos a su autor. O, si no, aquella otra: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, para saber que se trata de "Cien años de soledad". Y, ¿qué tal la frase final de la misma obra?: “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”, para reconocer el estilo y la prosa inconfundible de Gabriel García Márquez.

Pero, ninguna frase como la inicial de Franz Kafka en su cuento "La metamorfosis" (o, si se prefiere, "La transformación"), para reflejar lo que a mí mismo me sucedió, cuando el pasado miércoles, de pronto me percaté que había perdido la audición por completo: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. Es que uno asume que, por lo general, los males no se presentan en forma repentina, que su aparición no es súbita sino paulatina, que ellos suelen tener la magnánima bondad de irse presentando sin sorpresa, y poco a poco...

Y fue eso es lo que me pasó,  a la hora de abrir la llave del lavabo para cepillarme los dientes, o a la de tirar la cadena, para hacer desaparecer el contenido de mis escarceos escatológicos… Fue ahí cuando advertí que no podía percibir ningún ruido ni rumor: que me había quedado completamente sordo! Hasta entonces lo que había sentido era alguna forma de congestión; pero, no fue hasta entonces que descubrí que lo que ahora sentía era algo no sólo inédito, sino además insólito. Entonces, incumplí una renovada promesa y acudí a los proscritos "Q-Tips", para procurar un ansiado, aunque nunca satisfecho, modo de alivio. Como era de esperar, esto sólo me produjo una sensación de mayor sordera, frustración y desencanto.

Solo más tarde, cuando no cedía aquella fastidiosa forma de oclusión, es que decidí ir a una clínica local y solicitar la atención de un facultativo. Es probable que el tipo de especialista que allí buscaba, tenga uno de los nombres más largos y difíciles de pronunciar en nuestro idioma (con la sola excepción de "supercalifragilistico-espialidoso"), me refiero al que identifica a los "otorrinolaringólogos". Mas, el médico que decidí consultar, era por lástima un hombre de aquellos que siempre están ocupados, uno de esos de mucho prestigio y superior demanda. Para colmo, su secretaria no supo debidamente anticipar su retraso. De modo que, molesto y cansado de esperar, me retiré enojado y renuncié a la posibilidad de hacerme auscultar.

Fue, asimismo, al día siguiente, que, molesto como estaba porque no recuperaba la audición, decidí acudir a una clínica de la vecindad, con el objeto de que me hicieran un lavado en los oídos. ¡Craso error!, me tocó en suerte un médico extranjero y joven, muy amable y poseedor de una gran predisposición; pero intuyo, por los resultados, que el caballero nada tenía de médico, pero sí mucho de apurado fogonero o de burdo e inhábil carpintero… Eso es lo que me dijo más tarde, el profesional que consulté tres días después, luego de que no advertía mejoría: “¡Qué pena, querido amigo, pero a usted le han destrozado los oídos!”. Es que, no hay derecho que la gente se meta a hacer cosas para las que no está preparada. ¡Zapatero a tus zapatos!

Lo que vino después fue como conocer el departamento modelo del mismo paraíso. Luego de reconocer los "daños y perjuicios", el facultativo procedió a explicarme el protocolo a seguir, anestesió mis dos lastimados ("lacerados" es el término que utilizó) oídos, y pasados unos minutos, introdujo hasta el fondo de los conductos auditivos lo que parecía ser una diminuta manguera accionada por una formidable maquinilla aspiradora. Enseguida se hizo la luz. Mejor dicho, de pronto se restauró el sonido. De golpe, dejé de sentirme como el sorprendido Gregorio Samsa y pasé a comprender, de súbito, que no era "sordera repentina" lo que había padecido, y que, por fortuna, todavía "hay estirpes que sí tienen una segunda oportunidad sobre la tierra"...

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15 noviembre 2017

¿Escogiendo un derrotero? *

* Tomado de AeroTime. Con mi traducción y edición.

Comenzar una carrera puede ser difícil, no importa la profesión. Todo se reduce a escoger las opciones: primer empleo, primer país (entre el de origen o salir al exterior) y así, por ese orden. Esta vez conversamos con Kirsty Ferguson, una guía para entrevistas de empleo con 18 años de experiencia. Ella comparte sus consejos para pilotos recién calificados:

¿Qué dirección tomar? Las opciones son: dar instrucción; entrar en aviación general, en aviación regional o en las principales aerolíneas. No se trata de acertar o errar. Cada una tiene ventajas y desventajas. En gran parte depende de cada uno, de las motivaciones o de lo que se desea para el día a día y las experiencias que se desea probar. Kirsty aconseja meditar con calma, anotar las metas y principales objetivos, eso ayuda a decidir qué camino tomar. No todos los pilotos quieren llegar a comandar un jet, sea o no de cabina ancha. Veamos pues las distintas alternativas:

Instructor: Muchas escuelas ofrecen a sus graduados roles de instructor cuando terminan su entrenamiento. Es pájaro en mano. Para qué esperar un llamado de las aerolíneas si se puede tener enseguida esa opción y empezar a acumular horas sin tener que participar en un arduo proceso de reclutamiento. A menudo, conseguir la primera oferta es dificultoso, con cientos de pilotos compitiendo por entrar en la aviación general o en las aerolíneas. Existe un proceso progresivo en la carrera de instructor hasta que se obtienen los más altos niveles.

¿Qué desventajas hay? Uno se constriñe a una sola región o espacio aéreo, lo que quizá limita la diversidad de la experiencia. El alumno va a hacer la mayor parte del manejo de los controles y esto puede limitar la velocidad a la que se acumule experiencia. Los aviones utilizados son mono-motores o bimotores ligeros sin progresión hacia los aviones grandes. La experiencia enseña que tener sólo estas bases puede ser dificultoso a la hora de aplicar para las grandes aerolíneas, aunque ello ayude a cumplir con los requisitos mínimos.

Aviación General: Aquí hay bastante competencia, con cientos de pilotos tratando de empezar. Muy competitivo, pero no imposible. En este sector hay operadores pequeños que manejan vuelos charter o turísticos, vuelos de prospección, ambulancia aérea, vuelos ejecutivos o de rescate, para nombrar unos pocos. Los aviones son pequeños mono-motores o bimotores, y quizá unos pocos jets corporativos. La mayoría son operaciones de un solo piloto; algunas incluyen tripulaciones múltiples, pero todas ayudan a acumular las horas que se requieren para volar otros aviones de tripulación múltiple.

La aviación general ofrece una gran variedad de tipos de vuelo y representa, por lo general, una práctica más beneficiosa. El piloto trabaja directamente con sus pasajeros y tiene que gestionar un sinnúmero de situaciones diferentes. Muchos operadores pequeños tienen varios tipos de avión, aunque hace falta que se animen a adquirir aviones más grandes. Por lo general los pilotos de AG prueban de tres a seis operadores distintos en su aventura de completar sus horas, con el objetivo de alcanzar los requisitos que imponen las aerolíneas.

Operadoras regionales y aerolíneas: la mayoría sueña con volar un jet y afianzarse en una aerolínea que les ofrezca progreso y estabilidad. Esto se puede alcanzar con las regionales, que vuelan turboprops grandes o jets de mediano tamaño; o por medio de las aerolíneas que ofrecen vuelos domésticos o destinos internacionales en diversos tipos de jet comercial. Estas empresas ofrecen dos tipos de plan: formar cadetes o encargarse del entrenamiento. El uno, se conoce como "ab initio", para candidatos con cero experiencia; el otro, es un programa avanzado destinado para cadetes, el mismo que exige licencia comercial y un mínimo de horas.

Algunas empresas asumen el costo del entrenamiento, otras tienen esquemas de recuperación de costos. Algunas proveen una posición de primero o segundo oficial, a la conclusión del entrenamiento. Lo importante es estar preparado para aplicar para las aerolíneas, que tienen procesos rigurosos de evaluación y reclutamiento, que incluyen una gama compleja de pruebas de selección. Si uno cree que este es el sendero adecuado para empezar, debe prepararse a conciencia para tener éxito en las pruebas. Ya ingresado en la aerolínea, uno debe planear unos años de preparación (alrededor de diez en el Ecuador) antes de llegar a comandante.

A veces las aerolíneas tienen más de un tipo de avión, ahí existe la posibilidad de moverse entre las distintas flotas de acuerdo con la antigüedad, la estructura de flota o de rutas y la frecuencia de las oportunidades. ¿Desventajas? Realmente no hay muchas. El proceso de ingreso es duro; se puede empezar como segundo oficial en un jet de cabina ancha, sin oportunidad de tocar los controles; no hay chance de "volar" por unos pocos años. No todos pueden estar felices con ello. Pero, si se empieza como primer oficial, se vuela un turbo prop o en un jet de cabina angosta; ello implica "poder volar el avión" desde el principio.

Los principales elementos a considerar, a la hora de escoger lo más conveniente, son los siguientes:
- Estabilidad y progreso profesional dentro de la empresa;
- Una flota joven y con nueva tecnología;
- Un progreso regular y una cultura de apoyo en equipo;
- Altos estándares de entrenamiento;
- Un récord ejemplar de seguridad aérea.

Cualquier rol fuera del de las aerolíneas es, también, un escalón hacia una posición en los jets de transporte, a menos que se prefiera seguir en los vuelos regionales o corporativos, o quizá en el trabajo de instructor. Sin embargo, la experiencia que se adquiere fuera de las aerolíneas, es uno de los más interesantes tipos de vuelo que uno puede enfrentar. Así que... ¿Qué ha decidido? En realidad, se puede probar de todo un poco. ¡Se vienen tiempos excitantes, y también importantes decisiones que se tienen que tomar!

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12 noviembre 2017

Derecho al pataleo

¿Alguien entiende la intención del vicepresidente Glas de "tomar vacaciones" mientras se encuentra encarcelado (o, como prefieren decir ahora, privado de su libertad) e imposibilitado de ejercer unas funciones que le han sido retiradas? ¿Qué es lo que Glas pretende?, o ¿hacia dónde va la intención de su oscura estrategia? De paso, el hoy vacacionista, trata de acudir a los oficios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que interceda en su favor en relación a su situación jurídica que, según él, no ha seguido el debido proceso. ¡Qué ironía!, nada menos que uno de los más conspicuos representantes de un gobierno que desconoció en forma sistemática a esa entidad internacional, acudiendo hoy a ella para que lo defienda.

O, de otra parte, ¿alguien entiende la decisión de la secretaria nacional de Alianza País -esa señora enamorada del "teleprompter", y amiga de hacer apología de las utopías y recomendar escatológicas recetas para nunca solicitadas dietas ajenas- en conjunto con un vicepresidente de ese movimiento político (el mismo que, cuál comodín, ejerció ministerios distintos), empeñados en el propósito de "suspender" al titular de ese movimiento político, nada menos que el actual presidente de la República, con la excusa, o pretexto, de que no ha asistido a las reuniones de su desafecta directiva? Desconociendo además que tal resolución desbordaba la capacidad de ese organismo, potestad que estaba estatutariamente reservada para su Asamblea General?

O, ¿alguien puede explicar en forma coherente, qué es lo que intenta el presidente venezolano, aduciendo interferencia foránea en la soberanía de su país, cuando no quiere responder ante sus opositores y ante los organismos internacionales por sus atropellos; pero, mientras tanto y en cambio, reclamando al presidente del gobierno español respecto a lo que él mismo llama "la situación de los presos políticos" en la península? ¿Es realmente entendible tal desparpajo y contradicción?, ¿no es eso, actuar con la hipocresía consignada a un "sepulcro blanqueado"?

Todo ello tiene una sola explicación: aquellas son formas de expresarse dignas de una infantil rabieta. Esos distintos funcionarios no están sino haciendo uso de una forma de impotencia. Esas actitudes representan formas distintas de una misma medida desesperada. No hay duda, lo que ellos hacen es solo ejercitar su constitucional -y ahora consuetudinario- "derecho al pataleo".

Un caso similar parece ser el del anterior presidente de la Generalitat, el Gobierno Autónomo Catalán, el señor Carles Puigdemont (se pronuncia Puchdemón), hasta hace poco prófugo en la capital belga, y acusado de rebelión, sedición, malversación de fondos, desobediencia a la autoridad y prevaricación, por haber efectuado una declaración ilegal de independencia (digo "hasta hace poco" pues él mismo se ha entregado en una comisaría de Bruselas, debido a que enfrentaba una orden europea de arresto; él lo ha hecho en unión de algunos ex consejeros de la entidad que antes dirigía). Este político catalán se ha quejado de la carencia de adecuados procesos que supuestamente existe en España para juzgar su controvertido predicamento.

(Como comentario: todos estos casos, analizados en los párrafos precedentes, se enmarcan en el mismo tipo de reacción, que se trasunta en la incongruente actitud de no querer mirar la viga en el ojo propio, y señalar, al mismo tiempo, la insignificante aguja observada en el ojo ajeno).

A todos ellos, hay que dejarlos que "sufran por la herida", permitir que se desahoguen. "Áhi que se estesen", como con "guasa", no exenta de picardía, repetía con alguna frecuencia un recordado colega y compañero que alguna vez compartió mis inquietudes...

Ellos están en su derecho. No hacen sino ejercer eso: su legítimo "derecho al irascible pataleo".

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08 noviembre 2017

Hurgando en la memoria

No siempre los itinerarios se mantienen. Con frecuencia la singladura cambia, y con ella varía la derrota. Este blog nació como respuesta a la necesidad de crear una suerte de registro, un libro de bitácora (de ahí su nombre); y lo que quiso al inicio -transmitir la vivencia de lugares y países, de experiencias y viajes-, pronto se convirtió ya no en una agenda de destinos sino en una de recuerdos, reflexiones y aprendizajes. A menudo basta con escuchar una palabra, o advertir una condición o circunstancia. Así surge una nueva entrada.

Ella es chaparrita, su manera de caminar denuncia la claridad de sus ideas, la definición de su propósito; accedió a importantes posiciones académicas en su país de origen, e incluso mucho dio que hablar en sus incursiones políticas, pasión que heredó del ambiente familiar en el que destacó su recordado padre. Herencia que, empero, jamás incluyó la vocación para el acuerdo, porque su lectura de las cosas de los hombres y de la vida no siempre le invitó a la transigencia.

Hoy vive lejos de su país y de su familia; en el "extranjero" (una voz que cada vez escucho con menos frecuencia). Su profesión y actividad, su importante rol con un organismo internacional (nadie es profeta en su tierra), le trae de aquí para allá. Por lo mismo, sus viajes y destinos nada tienen que envidiar a los obligados periplos de cualquier comandante de aerolínea. A menudo nos envía breves notas desde remotos e ignotos destinos. Desde aquellos recónditos lugares prepara y envía informes de la situación económica de esos impensados y recoletos países, cuya situación a veces depende de un favorable informe para acceder a una línea de crédito fiscal, y cuyos proyectos de desarrollo se amparan en la bondad de una esperada asistencia.

Me ha puesto una sucinta nota. Me cuenta que está en la isla de Comoros, realmente en la mayor de las que conforman este archipiélago, ubicado entre Mozambique y Madagascar, en el África oriental. Más precisamente en el Océano Índico Occidental, en medio de un amplio canal que existe entre ese continente y aquella enorme isla. Un día sobrevolé Comoros, en uno de esos viajes improbables y repentinos que debemos hacer los pilotos. Había volado desde Bruselas a Johanesburgo y, mientras hacía uso de mi descanso, recibí instrucciones de alterar el plan de viaje, cambiar el próximo destino y regresar a Shanghai, entonces mi base ocasional.

Comoros tiene alrededor de un millón de habitantes y su capital es Moroni. Conviven en estas islas diferentes razas que comparten la cultura swahili. Ellos son en su mayoría musulmanes. El nombre de Comoros viene del árabe Qamar que quiere decir "luna" (pues fue así como las llamaban los portugueses, "Islas de la luna"). Comoros se ha hecho famosa en el mundo de la aviación (por motivos equivocados, lastimosamente) debido a distintos accidentes aéreos que han ocurrido en sus costas. Especialmente dos: uno en 1996 y otro en 2009.

El primero fue de Ethiopian Airlines, vuelo 961, un B767 que se estrelló cerca de la costa mientras intentaba un amarizaje cuando se había quedado sin combustible. El aparato había sido previamente secuestrado y los pilotos habían luchado por casi cuatro horas con sus captores. Este había sido el tercer secuestro que enfrentaba su valeroso comandante. El avión se partió en dos luego del impacto. Allí murieron 125 de los 175 ocupantes; la mayoría de las fatalidades se produjo por ahogamiento dentro del avión, ya que los desesperados pasajeros cometieron el error de inflar los chalecos salvavidas antes del esperado impacto con el agua.

El segundo percance fue el de la empresa Yemenia, vuelo 626, un Airbus A310 que intentaba aterrizar en mal tiempo. Se menciona que los pilotos se habrían desorientado, descuidaron la navegación (no lograron estabilizar la aproximación) y no hicieron caso de las repetidas alarmas de "stall" que habrían escuchado. Hubo gran controversia con las autoridades aeronáuticas francesas, pues supuestamente el avión había incumplido previamente una serie de chequeos de certificación. Murieron en el océano 152 de sus 153 ocupantes. La única sobreviviente fue una niña de doce años, Bahía Bakari, quien fue encontrada en el mar, casi doce horas después, aferrada a una de las piezas del aparato, entre los escombros de la desafortunada aeronave.

Resulta interesante la historia de estos "únicos supervivientes"; existen alrededor de 60 casos similares, al menos seis han ocurrido en aviones con más de cien pasajeros. Uno de estos fantásticos episodios ocurrió en las selvas del Perú la noche de Navidad de 1971. Era el vuelo # 508 de LANSA (habría creído que era de Faucett), un Lockheed Electra que se precipitó desde 10.000 pies y que tuvo un solo sobreviviente entre sus 91 ocupantes. Fue el caso de una chica de 17 años, Julianne Köepke, cuyo asiento actuó milagrosamente como un paracaídas, lo cual amainó el impacto y permitió que sobreviviese al desastre. Su odisea en la selva duró algo más de una semana. Tres años después se hizo una película italiana, "Il miracoli accadono ancora" (Los milagros todavía existen) que narra la increíble como admirable historia. ¡Sorprendente!

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05 noviembre 2017

De periplos y conductas

No hace mucho, comentando acerca del accidente ocurrido en Colombia con el equipo brasileño Chapecoense, mencionábamos la inconveniencia de que los equipos profesionales -y aun algunas selecciones deportivas sudamericanas- prefieran contratar los servicios de ciertas operadoras (ni siquiera aerolíneas) que no cuentan con la experiencia, de hecho ni siquiera con el equipo de vuelo, ni tampoco con los recursos técnicos para realizar vuelos para los que no se encuentran preparados, y para los que no están debidamente autorizados.

El contratiempo experimentado por la delegación del equipo Barcelona ecuatoriano, mientras realizaba una escala técnica en Bolivia, refleja una vez más esta realidad. En esta oportunidad se ha tratado de un semifinalista de la Copa Libertadores, cuyos directivos -persuadidos de que habían contratado una opción conveniente para el desplazamiento del equipo "Ídolo del Astillero"- han tenido esta vez que enfrentar inconvenientes, debido a que el vuelo no había estado debidamente planificado por la operadora; y, sobre todo, porque dicha organización no contaba con la autorización de tránsito aéreo que era requerida. Como diría uno de mis hijos, el sí hincha ferviente del equipo amarillo: "es que, lo barato sale caro"...

Como ha informado el diario El Universo, el equipo "canario" se ha quedado "varado" (esto es, detenido en un lugar por circunstancias imprevistas), en Santa Cruz de la Sierra debido a temas relacionados con su documentación. En este sentido, es comprensible el escrúpulo de los dirigentes deportivos de contratar un medio de transportación en las condiciones financieras más favorables que puedan ser posibles. Lo que no es entendible, y mucho menos recomendable, es no dejarse asesorar adecuadamente, con el objeto de analizar los eventuales inconvenientes que estos irregulares (por no muy frecuentes) desplazamientos pudieran presentar. Inconvenientes o contratiempos que, a la postre, pudieran costar más de lo que se pretende ahorrar y que resultan, por lo mismo, en factores contraproducentes.

Lo que sucede a menudo con estas contrataciones "especiales" es que los aviones no están debidamente equipados para realizar estas movilizaciones. Por lo general el equipo de vuelo no tiene ni la autonomía ni las características necesarias para efectuar un vuelo sin novedades o inconvenientes. Al parecer, todo lo que averiguan los dirigentes, encargados de la contratación respectiva, es si el aparato tiene la capacidad de asientos que se requiere para el viaje. Claro, bien es sabido que es la operadora la que debe efectuar este tipo de advertencia, pero, en su deseo de asegurar el arrendamiento, omite proporcionar esta esencial información a la entidad contratante, subestimando de esta manera las contingencias que se pudieran presentar.

Pero ha sido la forma en que ha estado redactada la nota periodística la que también ha llamado la atención. Ha dicho el rotativo que el equipo ha enfrentado un "periplo", cuando lo que ha querido expresar era quizá que lo que ha experimentado la delegación había sido algo inesperado, en suma un contratiempo o inconveniente. Pero lo lamentable es que ha usado un término que quiere decir viaje y no lo que aparentemente se intentaba: alguna peripecia...

En estos mismos días he debido efectuar un viaje al litoral con el objeto de realizar una gestión en una institución pública. Me sorprendió, al ingresar a ese recinto, que pedían a uno de sus visitantes que se retirara la gorra que llevaba puesto. Ningún comentario me hicieron, sin embargo, ante mi propia condición, pues estaba vestido con pantalones cortos o bermudas, en lugar de pantalones largos. Al inquirir al guardia encargado, si la exigencia relativa a no usar gorra se trataba de un asunto de seguridad o de un entendible código de vestimenta, me dio por respuesta que se trataba de un tema relacionado con la primera condición.

Le comenté entonces que había creído que se trataba de un asunto de respeto al recinto judicial, esto sin embargo del tipo de pantalones que yo mismo portaba. Entonces me explicó que aquello había estado restringido hasta hace poco, pero que la costumbre (lugar cálido de playa y vacaciones) había tornado dicha exigencia en innecesaria. Al hacer la observación, yo mismo caí en cuenta que -en la práctica- los bermudas representan para los hombres lo mismo que el vestido corto para las mujeres; y que, si se exigía a los hombres que se cubriesen las rodillas, también habría hecho falta exigir similar condición para el caso de las damas. Un caso similar al que reclama el feminismo, aunque esta vez con la discriminación al revés...

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01 noviembre 2017

Ausencia de escrúpulos

Al cuestionar el supuesto espíritu apolítico de Jorge Luis Borges, en su artículo de opinión del viernes 27 de octubre (diario El Universo), Fernando Balseca argumenta su postura recordando la participación del argentino en distintas controversias, frente al nazismo, el antisemitismo y el peronismo. Balseca, sin embargo, menciona una referencia que a mi juicio pudiera adolecer de inexactitud. Se refiere a "Historia universal de la infamia", uno de los primeros libros de cuentos del escritor, como si se tratase de "una crítica a la sustancia crapulosa del peronismo"; "teñido -según cita el columnista- por la bajeza moral, la corrupción y la bárbara estupidez".

Efectivamente, no logro encontrar la referencia indicada, la relacionada con aquella "sustancia crapulosa del peronismo" (?)... Y no es que refute la postura borgeana respecto a esa singular forma de populismo, sino que la encuentro -en el mejor de los casos- ajena al contenido de aquel erudito e interesante libro escrito hacia 1935. La "Historia" del escritor ciego consiste más bien en una serie de relatos cuyos protagonistas son personajes insólitos; se trata de historias que dibujan criminales reales. El libro es, como ya lo advierte su prólogo, una suerte de colección de “biografías y anécdotas de diversas realidades culturales y geográficas”.

Pero de crítica a esa variante argentina del populismo latinoamericano, nada. Nadita de nada. Tampoco consigo encontrar la frase subrayada hacia el final de mi primer párrafo, aquella relacionada con el bajo nivel moral, la degradación de la integridad o el auge de la estolidez. Es probable que nada defina mejor a un clima político de corrupción -y que supere incluso a un régimen de indolencia, abuso e impunidad- que el que es creado por la persistencia de una condición donde campean el espíritu díscolo y la arbitrariedad. Allí, el respeto a los valores y a las instituciones no entra en juego; el funcionario importante desborda los diques de la cordura y de la delicadeza con su fatua y arrogante actitud. Nada limita el capricho de su voluntad.

Estas reflexiones coinciden con el recurrente cuestionamiento que se hace la sociedad ecuatoriana con respecto a qué es lo que sucedió con los valores cívicos y morales en el país en los últimos años. Esa forma de indagación interior busca esforzadamente respuestas que ayuden a, por lo menos, entender -si no a descifrar- qué es lo que permitió que llegue a proliferar en nuestro medio tanta corrupción e impunidad. Porque resulta realmente insólito e inaceptable que un reducido grupo de maleantes y vulgares delincuentes (con el prestado membrete de "funcionarios públicos") hayan sido capaces de esquilmar las arcas del estado. En resumen, de apropiarse en forma inmoral, con premeditación y alevosía, del erario de la Nación.

Lo que resulta sorprendente, respecto al porqué de tanta corrupción, es no sólo la excesiva discrecionalidad que en su gestión demostraban los responsables de las más importantes funciones públicas; sino, por sobre todo, aquella inaudita y ya consuetudinaria propensión a ejercer sus funciones en base al desaprensivo abuso y a la nunca sancionada arbitrariedad. En este sentido, esos funcionarios actuaban prevalidos de su poder e influencia, como que no tuvieran que responder de sus actos y decisiones ante nadie; convencidos de que no habrían de enfrentar ningún tipo de auditoría, ninguna forma de fiscalización o de responsabilidad.

Al echar la vista atrás y hacer un balance del régimen precedente, aquel que supo identificarse por una reconocida cuota de autoritarismo y arbitrariedad, es bueno recorrer las últimas líneas del artículo de Fernando Balseca, las mismas que -ahí sí- hacen referencia al pensamiento de Borges respecto al oprobioso influjo que en los pueblos ejercen los gobiernos caracterizados por la impronta del despotismo: “Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo y la crueldad; pero más abominable es el hecho de que además fomentan la idiotez”...

No cabe duda, aquí Borges hunde su fino escalpelo en el purulento caldo de cultivo del abuso de unos pocos: la estupidez de la masa, que es la que permite la corrupción y la arbitrariedad!

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