24 enero 2017

Falsos orígenes del golf

Existe la creencia de que el golf es un juego que fue inventado y practicado inicialmente en Escocia. Esta afirmación la encuentro en el libro Golf -jugadores, torneos y récords- escrito por Carlo de Vito. Lo curioso no es lo infundado de la declaración sino, ante todo, la forma en cómo se la documenta y se la respalda; efectivamente, el argumento que se utiliza es una resolución que habría sido emitida por el Parlamento escocés, que data de 1457. Según ésta, el rey James II habría prohibido la práctica del juego en razón de que el pueblo distraía sus prácticas de arquería, descuidando el criterio de defensa de su patria.

Según de Vito, la restricción no fue exitosa, no dio resultado; los escoceses continuaron, a pesar del veto, practicando su juego favorito. Lo que sí reconoce el autor es que los antecedentes del juego son todavía "un misterio". Los juegos más antiguos que usaron tanto un palo curvo como una pelota -afirma de Vito- incluyeron al juego romano de la "paganica", al francés del "jeu de mail" y al holandés del "kloven"; pero, claro, ninguno de estos predecesores del golf involucraron un hoyo como elemento. Baste decir que esta última afirmación, por si sola, los emparentaría con el hockey, pero nunca con el juego que nos ocupa.

He tenido, por lo tanto, que acudir a una voz neutral e independiente; a una que, además, esté autorizada por su reconocida seriedad y prestigio, como sucede con la Enciclopedia Británica, para desmentir este infundado aserto, convencido -como siempre he estado- de que el juego del golf se habría practicado, mucho antes que en Escocia, en la Europa continental y que dicha práctica antecedía a la escocesa en algunos siglos o, por lo menos, en unas cuantas décadas:

El origen del golf es difícil de confirmar; la evidencia sugiere que primero se jugó en los Países Bajos y que luego se lo practicó en Escocia. Nada se sabe cómo eran los sitios dónde se jugaba en Europa; en Escocia se jugaba en planicies costeras llamadas "links" que se caracterizaban por pastos regulares, así como por trampas y otros obstáculos naturales. Sólo más tarde, cuando evolucionó el juego, se utilizaron campos diseñados exclusivamente para el efecto.

Hay quienes mencionan otros juegos como  el "cambuca" inglés, palabra de origen celta, conocido en Francia como "chambot", o incluso el "pall-mall" inglés, como los más probables ancestros del golf. Se ha sugerido que el golf sería un desarrollo del polo persa o "chaugán"; o del "chuiwan", pasatiempo chino de tiempos de la dinastía Ming (1368-1644), que pudo haber sido introducido en Europa por los comerciantes, durante la Edad Media. Pero ni estas distintas posibilidades, ni la "chicana" francesa, que mucho se parecía al "kolf" holandés, satisfacen como alternativas convincentes.

Basado en las evidencias, se deduce que la práctica del golf se habría iniciado algo antes del Siglo XV, cuando se "domesticaron" ciertos juegos medievales y la violencia fue dando paso a la habilidad. Fue parte de ese proceso humano que llamamos civilización. Sea lo que fuere, se estima que es una falacia aquello de que el juego se habría inventado en Escocia, ya que esto no tiene ningún fundamento.

En tiempos recientes se ha encontrado evidencia pictórica que apunta a que los orígenes del juego se remontan a Europa continental. El más categórico es el de los devocionarios con láminas, conocidos como "libros de las horas", que eran utilizados para realizar las plegarias en las llamadas horas canónicas. En ellos aparecen figuras de personajes realizando el ademán de golpear utilizando un palo de golf, haciendo el "swing" o utilizando el "putter". Se especula, además, que no hay seguridad de qué mismo significaba en el Siglo XV, la palabra "golf" en Escocia, y si esta no estaba relacionada con un juego diferente: el cricket.

Tan temprano como en 1360, un magistrado de Bruselas habría expedido una orden judicial, con la que imponía una multa de veinte chelines a todo aquel que fuera sorprendido jugando al "palo y bola" y ordenaba confiscar su "prenda superior" (met coluen)... Tal parece que este "met coluen" responde más bien al plural dativo de "kolve", del cual "kolf" es una variante. Este no era otra cosa que aquellos palos que se utilizaron desde el principio para practicar el juego del golf.

Share/Bookmark

20 enero 2017

Entre la enfermedad y el absurdo

Franz Kafka tenía treinta y tres años cuando en 1917 fue diagnosticado de tuberculosis, entonces una enfermedad incurable. Sus biólogos, a menudo hacen referencia a sus probables síntomas hipocondríacos, e incluso a su eventual anorexia y a un posible desorden de personalidad esquizoide, que se manifiesta como una falta de interés por las interacciones sociales; sin embargo, muchas veces fallan en reconocer, si no en advertir, la serie de trastornos que se presentan en quienes padecen de esa enfermedad que es transmitida por el bacilo de Koch: fatiga, pérdida de peso, temblores, sudores nocturnos, carencia de apetito.

No es difícil imaginar cómo se habría sentido un joven atribulado por la dolencia, en la plenitud de su edad, angustiado porque no podía crear ni poner en orden su trabajo literario, una ilusión que le había acompañado por toda su vida. Para entonces, Kafka, a duras penas había visto publicado parte de su trabajo, especialmente su obra más famosa, La metamorfosis, que sus traductores ahora prefieren llamarla como La transformación. No sorprende que quienes lo han estudiado tiendan a relacionar su pensamiento con la ansiedad existencial, la inconformidad producida por la conciencia del absurdo o el sentido de culpa.

Parte de su obra literaria no debía ser nunca publicada, de acuerdo con sus instrucciones, y en base a sus íntimos deseos. Es comprensible que ese haya sido el designio de su obcecada intención, decisión que había confiado a Max Brod, un íntimo allegado suyo, pues era consciente de que tenía demasiados proyectos inacabados o inconclusos, a los que nunca pudo dar el retoque final, debido a los síntomas que en forma cotidiana sufría. Fueron siete años de lucha permanente con la tuberculosis hasta que acaeció su muerte. Hacia el final fue tal la afección en su garganta que simplemente le era imposible pasar bocado.

Por ello es que cuando se llega a la parte final de El proceso, el lector no puede sino preguntarse cuál fue la real motivación para que alguien se hubiera decidido a publicar una obra que no se encontraba terminada. ¿Hubo sólo un interés literario, basado en la idea de la importancia que la obra de Kafka tenía para la literatura de la primera mitad del siglo XX? ¿O es que además existió un afán de explotar financieramente el inusitado éxito literario del escritor checo fallecido?

Cuando se llega a las líneas finales de El proceso, el lector es consciente de que Josef K, el principal protagonista, nunca estuvo informado de cuál había sido su delito, de qué mismo se le acusaba, y de cuál había sido la sentencia de su final condena. Quien lee El proceso se lleva la impresión de que el capítulo llamado El final sucede en forma anticipada e intempestiva, tiene la incómoda sospecha de que había sido escrito de antemano, con la intención de dejar para más tarde la elaboración de otros indispensables fragmentos.

El proceso explora la sensación que experimenta el ser humano de sentirse rechazado, la perturbadora idea que tenemos de ser malinterpretados o de no ser comprendidos. Tal parece que para los hombres esa se convierte en una obsesión que llega a menospreciar el valor mismo de la vida, en un concepto tan primordial que olvidamos la razón misma de nuestra existencia, las nociones que apreciamos, los códigos y valores que nos hacen más fuertes y más dignos.

En ese final inesperado Josef K transige ante el absurdo, no ofrece resistencia. Un poco tarde el lector cae en cuenta que K ha sido conducido a un terreno apartado para que sus verdugos ejecuten la jamás anticipada sentencia. Resulta inevitable pensar, cuando se llega al penúltimo párrafo de aquel capítulo, que hay alguna inexactitud en la traducción, que cuando se dice que los dos verdugos "observaban la decisión", lo que realmente se quiere escribir es que "ejercitaban la penalidad" o que "cumplían con la resolución de la condena".

"Como un perro", es la reflexión final de K respecto a su condena. Ella impulsa a la meditación de cómo la vergüenza por lo que digan los otros puede pesar más, cómo puede angustiarnos la preocupación por lo que los demás piensen y no el valor de la propia existencia.

Share/Bookmark

18 enero 2017

Profeta en tierra ajena

* Por Musa Okwonga, blogero del Manchester United. Con mi traducción.

Sería difícil imaginarse cómo hubiera reaccionado Antonio Valencia, cuando firmó para el Manchester United, en el 2009, si le hubieran dicho que terminaría siendo uno de los más confiables defensores del equipo. Por lo menos pudo haberse desilusionado. No obstante, nada de su actual desempeño sugiere que se arrepienta de haber efectuado esa transición; sus esfuerzos han sido compensados en forma reciente con una merecida extensión en su contrato.

Lo increíble es que Valencia llegó a Old Trafford como remplazo de Cristiano Ronaldo. El internacional ecuatoriano era un alero convencional mucho más funcional que lo que había sido el ídolo saliente. Valencia justificó la fe que le había otorgado Sir Alex Ferguson durante una serie de exitosas temporadas, durante las cuales fue parte de dos títulos en la Premier League y fue incluso designado por sus propios compañeros como jugador del año en el 2012.

Pero su declive, que empezó en el último año de Ferguson, tomó cuerpo muy sutilmente y hasta parecía que sería empujado hacia su salida. Antonio, uno de los mejores lanzadores de centros en la división, estaba teniendo problemas para superar al primer hombre con sus pelotazos y, aunque nunca fue uno de los más prolíficos jugadores del equipo, ya no aparecía ni de lejos como una amenaza de gol. Qué había cambiado? En un sentido, todo; y tal vez, nada. A pesar de sus dificultades, como fue su pérdida de confianza, prefirió devolver la famosa camiseta número 7 y tomar de nuevo la 25. Pero mantuvo su excepcional ética de trabajo.

Es importante reconocer la dimensión de sus realizaciones en United. Había superado a Rafael da Silva, Nani y Anderson, tres jugadores considerados parte del futuro del club cuando llegó, ya que ellos eran vistos como más talentosos. A pesar de ello, se fue adaptando, despacio pero en forma decisiva, a su nuevo rol, el mismo que hoy lo ubica, junto con Kyle Walker, como el mejor marcador de punta derecho que existe en la Liga.

Su éxito se ha basado en lo que sólo parecen elementos básicos: un alto nivel de concentración cuando defiende, un impresionante cambio de ritmo cuando se va al ataque, y su ansia de proveer una salida para la ofensiva. Completa un altísimo porcentaje de sus pases, alrededor de 90 por ciento, lo que explica porqué era uno de los preferidos de Louis van Gaal, el sumo sacerdote del fútbol de posesión. Lo que resulta crucial es su posicionamiento en el tercio final, a menudo pegándose a la banda, lo que permite a Mata o Mkhitaryan, que son los designados para juntársele, el permanecer hacia adentro y más cerca de los atacantes, un punto de ventaja que los permite lucir como más efectivos.

Últimamente, los centros de Valencia han mejorado en calidad y ahora supera a sus contrarios con regularidad. De hecho, ha añadido sus cualidades como alero a las recién descubiertas como marcador de punta. Por eso, su lamentable error frente al Arsenal en la FA Cup, es uno de los pocos que se recuerda que haya cometido en los últimos tiempos. Valencia se disculpó por su traspié luego del partido, otro ejemplo de su deseo de asumir responsabilidades; y es su mérito que haya superado a Matteo Darmian, el italiano que debía reemplazarlo.

Todavía se sospecha que United, a objeto de mejorar su ataque, tenga que contratar a un marcador de punta con mejores capacidades ofensivas, uno que tenga la habilidad de hacer cosas un poquito fuera de lo esperado. Sin embargo, Antonio hace pensar que su equipo ha de recorrer todavía un largo trecho antes de que encuentre alguien con mejores condiciones. A sus 31 años está todavía en un estado atlético excepcional que no da síntomas de decaer en el futuro cercano.

Si United contrata en el futuro, José Mourinho debe analizar si es conveniente sacrificar a un jugador que ha rechazado en forma regular a los mejores atacantes de la Liga, incluso cuando aprendía su nueva posición. Cualquier cosa que Mourinho decida, es poco probable que Valencia se deteriore mucho; más bien, es posible que redoble sus esfuerzos y que incluso añada un gol ocasional a su juego. Podría ser su temporada testimonial, sería uno de los jugadores más populares en haberlo conseguido. Es un futbolista que no ha sido debidamente reconocido, a pesar de la dedicación que le dio a su oficio. Valencia llevó su talento hasta tan lejos como pudo haberse esperado, e incluso algo más allá.

Share/Bookmark

15 enero 2017

Zigzagueos

“Los hijos de puta no saben que son hijos de puta. Mejor dicho: se creen que no. Que son buena gente”. Eduardo Sacheri, “La noche de la Usina”.

La vida es un incesante trajinar por impensados vericuetos. Al final del día, uno reflexiona y comprueba que lo previsto siempre es superado por lo que jamás estuvo programado. Lo propio parece acontecer con nuestras lecturas y exploraciones, con aquellas búsquedas cuya culminación parece dar satisfacción al apetito voraz del intelecto; esos caminos no son lineales, siempre prefiguran el esbozo contradictorio de un incesante zigzagueo.

Lector asiduo como he sido de Borges, Bioy Casares, Sábato y Cortázar, por un tiempo me pregunté qué es lo que había pasado con la literatura argentina después de ellos. Así fue como un día cayó en mis manos la primera novela de un escritor que no ha sido debidamente divulgado en nuestro medio. Me refiero a Roberto Arlt (El juguete rabioso, Los lanzallamas, Los siete locos); mas, aun así y a pesar de ello, no me había encontrado después con autores de parecida estatura o de similar talento. Me resistí por un tiempo a aceptar que esa impresión estuviese apoyada en un válido sustento. Hasta que escuché de la historia de una revancha, se trataba de una novela titulada "La noche de la Usina", escrita por un tal Eduardo Sacheri.

El relato no es lo que algunos querrán considerar como auténtica literatura, pero no se puede negar que es una historia muy bien escrita, que ha puesto enorme prolijidad tanto en el aspecto psicológico como en el desarrollo del ritmo y de la trama. "La noche de la Usina" es ante todo una historia que despierta y mantiene el interés, que a las pocas páginas nos hace descubrir que estamos frente a una historia bien contada.

Fue entonces que sucedió lo que no presentía. Fue al revisar la página cultural de un periódico madrileño que me enteré, por medio de su obituario, que había fallecido un conocido (tuve que aceptarlo después) escritor argentino que obedecía al nombre de Ricardo Piglia. Me preocupé entonces de indagar por sus referencias, sólo para advertir que Piglia venía siendo reconocido como uno de los más destacados representantes de la contemporánea literatura argentina. De inmediato bajé del internet tres de sus obras y enseguida di cuenta de la primera: "Respiración artificial". He dejado pendiente "Los diarios de Emilio Renzi" y "La ciudad ausente".

"Respiración artificial" es una propuesta muy bien estructurada. El autor hace alarde, al estilo de los mejores relatores argentinos, de una enjundiosa formación así como de un rico como erudito bagaje de conocimientos. Hacia el final de la novela me detengo a reflexionar en una frase de ese gigante intelectual que fuera Immanuel Kant: "El hombre moral sabe que el más alto de los bienes no es la vida, sino la conservación de la propia dignidad". Resulta paradójico que un genio del pensamiento occidental, un hombre que fue para la filosofía lo mismo que fuera para la cosmología Nicolás Copérnico, sólo midiera algo más de un metro y medio!

Kant se había basado en las ideas de Rousseau, Leibnitz y Hume, buscando una comprometida simbiosis entre el racionalismo y el escepticismo. Su intención, rigurosa y ordenada, buscaba dar atención a tres preguntas fundamentales: ¿qué podemos conocer?, ¿qué debemos hacer?, y ¿qué podemos esperar? Sus "Críticas" o Tratados trataban de dar respuesta al conocimiento, la ética y la teología. En suma, atendían a la inquietud de ¿qué mismo somos?, de ¿qué es el hombre?

Al terminar mi primera novela de Ricardo Piglia, me detengo un minuto a contemplar el retrato de un hombre que trasunta sabiduría y paz interior. Hay en su apacible mirada la impronta de un mensaje que invita a la investigación, que provoca y estimula a las tareas del conocimiento; se me hace ineluctable recordar a un viejo amigo a quien no he visitado por algo más de veinte años, a quien ayudaba a buscar los cuentos que él me encargaba cuando iba a Buenos Aires, a veces en los centros editoriales, a veces también en otros sitios recoletos, en las llamadas "librerías de viejo".

Share/Bookmark

13 enero 2017

De fístulas y abscesos

Lo mío me viene de mucho antes y, por lo que advierto, mucho tiene que ver con lo genético. Tiene que ser hereditario, pues de la dolencia siempre se hablaba en casa, como un rumor, cual si fuera una vergonzante condición. Ahí siempre estaba la palabra, un poco fea y pesada para pronunciar, alguien siempre había que padecía del malestar. Dada su naturaleza y, quién sabe, también de su ubicación, de ella nadie quería comentar, cuál si se tratase de algo nefando o secreto, de un estigma o de una maldición: almorranas!

Y claro, pudoroso como creo que siempre fui, no siempre pude hablar con espontaneidad de mis -un poco esporádicas y siempre fastidiosas- hemorroides; a las que, por algún atávico influjo idiomático, antes optaban por llamar con aquel nombre árabe que, digámoslo de una vez, más parece que suena a abracadabra. Y es que, aunque la molestia es algo vieja, tengo la sospecha de que tal vez, el diagnóstico nunca estuvo confirmado.

Primero, los síntomas siempre se presentaron como consecuencia de mis excesos, es decir cuando, por gula o por descuido, abusé de comidas demasiado condimentadas (cuándo no?); a eso había que añadir los efectos del calor y la humedad, los llamados estragos del clima. Por ello fue que en algún lugar alejado y tropical (del planeta, no de mi anatomía), descubrieron que padecía de una especie de reacción alérgica que en las mencionadas antípodas conocen con el peregrino nombre de Prostalgia Fugax.

Mas, sucede que no sólo me caracteriza aquello del pudor, soy además un contumaz introvertido; incluso para esto de las hemorroides: las mías están escondidas y son por ventaja incruentas, son internas. Quizá esto fue influjo de frecuentar otras civilizaciones, digo yo, porque tanto los ingleses como los orientales, con quienes traté en mi estadía en Asia, preferían no referirse a la maldición como hemorroides o almorranas, las conocían con un nombre un tanto cándido y eufemístico: "Piles". En este punto es oportuna una curiosa digresión: piles viene del inglés medieval “pilez”, tomado a su vez del latín medieval “pili”, que quizá ha dado origen a “pala” que quiere decir bola o pelota. Nótese que en italiano se traduce “palla” y en español bola...

Y a ellas me fui acostumbrando, a las hemorroides, una vez que ya fueron definitivamente diagnosticadas. Eran feítas pero mías, como un hijo desagraciado a quien no se quiere dar el apellido, pero que al final uno termina por aceptar que, aunque feo, es sangre de la propia sangre, feíto pero de uno mismo. Una pomadita aplicada en forma cotidiana solventaba el ocasional ardor, el resultado circunstancial de los desmanes del paladar, devoto como este suele ser de esa cofradía que vive convencida de que "lo lindo de la vida son los excesos".

Lo anterior sirve de testimonio y argumento para desbaratar aquella insidiosa teoría de que "por donde se peca se paga", pues no hay lugar más recóndito (no en distancia, cuanto sí en localización) que la región posterior para insinuar que esa zona ha de ser la que tenga que pagar los platos rotos, cargando con la culpa de lo que gozan distantes órganos ubicados en la cavidad bucal: como labios, glándulas gustativas, lengua, paladar y cualquier otro cercano o vecino orgánico implemento. Pues, como dicen en forma coloquial, "no es por ahí".

Así que aquí estoy, hospitalizado por culpa de las ya mentadas hemorroides, soportando las secuelas de una infección conocida como absceso o fístula anal (con perdón de la nota escatológica), a sabiendas de que la cirugía habrá de equivaler, para los mal pensados, a una pérdida irreversible del "invicto", consciente de que su impúdica difusión (hoy llaman socialización) ha de ser efectuada con lujo de detalles y, sobre todo, comentada con malsana picardía e indiscreta intención en las reputadas redes sociales...

Que digan lo que digan, y que pase lo que tenga que pasar. Sólo aspiro a que el alivio, el “postrero” y definitivo, no se haga esperar. Que el efecto de la cirugía no sea solo un efímero y fugaz paliativo, que el resultado cumpla con las expectativas del adolorido paciente. Sí, y que de una buena vez y para siempre, terminen mis problemas de "allá donde usted sabe", de "más abajo de la trifulca y el pupo", o de dónde otros llaman "la tierra de fuego" (nunca mejor dicho) o "el sur del continente".

Share/Bookmark

04 enero 2017

2016, año seguro para la aviación?

* Tomado de la revista aeronáutica AeroTime
   Con mi traducción y edición.

La Red de Seguridad de Aviación, ASN por sus siglas en inglés (Aviation Safety Network), ha emitido, el 4 de enero pasado, un reporte preliminar de las estadísticas de los accidentes en las aerolíneas, mostrando un total muy reducido de tan solo 19 accidentes fatales en el año 2016, resultando en un total de 325 fallecidos. A pesar de que existieron varios accidentes de alto perfil, el 2016 constituyó un año muy seguro para la aviación comercial, dicen los datos. Esto convertiría a 2016 en el segundo año más seguro que ha habido en la historia, tanto en cuanto al número total de accidentes fatales, así como también en términos de fatalidades. En el 2015 ASN registró tan solo 16 accidentes, mientras que en el 2013 sólo se perdieron 265 vidas.

Los accidentes que más llamaron la atención el año pasado, y que merecieron los principales titulares en los medios noticiosos internacionales, sucedieron hacia la parte final del año. En el primero, la aerolínea LaMia fue hecha responsable del avión accidentado en Colombia; las autoridades bolivianas culparon a la aerolínea de su jurisdicción de dicho accidente. El otro siniestro fue el de un avión TU-154 (Tupolev), matrícula RA 85572, del Ministerio Ruso de Defensa que se estrelló en aguas del Mar Negro, con un total de 92 pasajeros fallecidos.

La mayoría de accidentes involucró a vuelos de pasajeros. Dado el tráfico mundial de un total de treinta y cinco millones de vuelos, el promedio de accidentes resultó en un accidente aéreo con pasajeros por cada tres millones doscientos mil vuelos. El accidente que más llamó la atención en el mundo fue justamente el ocurrido el 28 de noviembre cuando un Avro RJ85 de la línea boliviana LaMia se estrelló cerca de Medellín, Colombia, como resultado de la pérdida total, o agotamiento, de combustible, que segó la vida de 71 de sus ocupantes.

El bajo número de accidentes no representa una sorpresa. El presidente de ASN ha comentado que "Desde 1997 el número promedio de accidentes de aerolínea ha mostrado una disminución estable y persistente, gracias en gran parte a los esfuerzos encaminados a la seguridad aérea, propiciados por las organizaciones internacionales de aviación, tales como OACI, IATA, la Flight Safety Foundation (Fundación de Seguridad Aérea) y, en general, por la industria aeronáutica".

El reporte del número de accidentes incluye dos probables casos de terrorismo. Mientras siguen las investigaciones, las autoridades egipcias han declarado que encontraron indicios de explosivos luego del accidente de un Airbus A320 de EgyptAir que se estrelló en mayo en el Mediterráneo. Un poco antes, en febrero, un pasajero perdió la vida cuando una bomba detonó en la cabina de un Airbus A321 que recién había despegado de Mogadishu, en Somalia.

La tendencia en los promedios quinquenales (registrados por lustros o etapas de cinco años) muestran un importante decrecimiento en aquellos accidentes que ocurren en las fases de aproximación y aterrizaje. El promedio por lustros de tales accidentes se encuentra en su punto más bajo en los últimos cuarenta y cinco años. En los últimos cinco años, uno de cada tres accidentes ocurrió en las fases de aproximación y aterrizaje.

Como contrapartida, la tendencia en las fases de crucero y descenso muestra un marcado aumento de cuarenta y cinco por ciento en el número total de accidentes acaecidos en los últimos cinco años. Esto representa el número más alto registrado en los últimos cincuenta años. La ASN añadió que dos de cada diecinueve accidentes estuvieron operados por aerolíneas ubicadas en la llamada "lista negra" de la Unidad Europea.

Share/Bookmark

01 enero 2017

Up, up and away

La canción se puso de moda poco tiempo antes de que viajara a Estados Unidos con el propósito de "aprender a volar". Aprender a conducir un avión, se entiende, porque lo otro, eso que quiso intentar un cándido y temerario personaje que hubo en la antigüedad y que respondía al nombre de Ícaro, aquello nunca aprendí; y, la verdad, ni siquiera lo quise intentar. La canción se llamaba "Up, up and away" e insinuaba lo hermoso de volar cada vez más alto, y más lejos, en un hermoso dirigible. Aprendí a volar, pero nunca, ni entonces ni en los años que siguieron, jamás tuve oportunidad de volar en globo aerostático.

Un día, veinte años más tarde, y mientras comandaba un vuelo entre México y Los Ángeles, la supervisora de la cabina de pasajeros, vino a comentarme que se encontraban a bordo los integrantes de un grupo que se había hecho famoso en los años sesenta, con canciones como Aquarius, Deja brillar el sol y, desde luego, Up, up and away, aquella la del "beautiful balloon". El líder del grupo no tardó en identificarse, vino al puente de mando y me consultó si sería posible que le autorizara a permanecer en nuestra cabina para poder presenciar la aproximación y el aterrizaje al aeropuerto californiano. Era afro-americano, como dicen ahora, se dedicaba a la fotografía y se llamaba Lamonte McLamore.

Terminado el vuelo me entregó su tarjeta de negocios y, en probable gesto de reciprocidad, invitó a la tripulación para que lo visitáramos en su casa -era una verdadera mansión- el día siguiente. Fuimos allá, efectivamente, Lamonte había preparado una pequeña recepción y nos atendía en forma amigable mientras hermosas modelos atendían a sus indicaciones para que él captara múltiples instantáneas con el capricho de su ávido lente. En su casa se exhibían los cinco discos de platino que había conseguido "La Quinta Dimensión".

He recordado la letra de la canción, que más tarde escuché en las voces de Diana Ross, Andy Williams y Nancy Sinatra, porque me he puesto a meditar en los vuelos de largas distancias que ahora toman casi veinte horas. De paso he de comentar que ese Up, up and away, no tiene en el castellano una exacta y literal traducción. Quizás podría interpretarse como Alto, más alto y más lejos, pero como digo no hay una idéntica significación.

Los viajes de mis primeros años de vuelo duraron por lo general sólo treinta minutos. Cuando estuve basado en Pastaza los vuelos típicos tenían esa duración, con destinos que se repetían frecuentemente: Macas, Sucúa, Curaray. Cuando, por algún inesperado motivo, "salía" un vuelo especial, la inopinada circunstancia tenía una duración que a duras penas excedía una hora. Vuelos a Tiputini, Putumayo o Puerto Asís dieron pábulo a la incierta ilusión y, quién sabe, acaso también para esa extraña sensación que alimenta la novelería.

Más tarde, ya en mis primeros vuelos internacionales, los vuelos de más larga duración no excedían las seis horas; acaso, y solo ocasionalmente, un vuelo de Guayaquil directo a Los Ángeles podía tomar siete horas de vuelo. Pero, por esos años realizábamos también vuelos de mantenimiento a Israel. Eran vuelos ocasionales, con escalas intermedias, que sólo en forma esporádica duraban más de ese tiempo de vuelo.

Años más tarde, cuando estuve basado en Asia, tuve oportunidad de efectuar muchos vuelos que llegaban a, y aun excedían, las doce horas de duración. Muchos de ellos fueron vuelos nocturnos, que los realizábamos con doble tripulación. En Korean Air se prefería que una primera tripulación efectuará el despegue y la primera parte, en tanto que una segunda tripulación tomaba la posta, efectuaba el segundo segmento y se encargaba del aterrizaje. En Singapore Airlines se aplicaba un método diferente: la tripulación "al mando" escogía una de las mitades, pero hacía tanto el despegue como el aterrizaje.

Mientras estuve en Singapore Airlines tuve oportunidad de escoger el Airbus 340-500, pero opté por el venerable Boeing 747-400, el popular Jumbo. Los vuelos que realizaban mis colegas, a Newark o a Los Ángeles, dependiendo del factor viento, tomaban hasta dieciocho horas de duración. En estos días, diferentes aerolíneas alrededor del mundo satisfacen rutas similares, como Delhi-San Francisco, Londres-Perth (Australia), Dubai- Auckland (Nueva Zelanda) o Dallas-Sidney, con servicios que rodean las diecisiete horas de vuelo.

Share/Bookmark