“…somos más descendientes de los que llegaron que de los que estaban. Hablamos español de entrada, no náhuatl o maya. Pensamos en español, entendemos el mundo en español, amamos en español. Y si crees en Dios, crees en español. Si odias la lengua en la que te expresas, te odias completamente a ti mismo”. Entrevista a Juan Miguel Zunzunegui. El País, marzo de 2023.
Hay veces que fabricamos mitos o pretextos para justificar la realidad, pero si el pretexto es solo eso, nada más que pretexto, la narrativa resultará falsa y enemistada con la realidad; solo conseguiremos una realidad incompleta, si no distorsionada. Esa es la naturaleza del mito, un instrumento que solo sirve para disimular la verdad. Si acaso no para esconderla o alterarla.
Si bien lo pensamos, no existe decisión importante de nuestras vidas que, en el afán de no reconocer nuestros errores, inventemos una forzada narrativa (nada más que un cuento) para justificar el pasado o nuestras probables equivocaciones. El resultado inevitable será que tanto la habremos repetido, que terminaremos convencidos de la vigencia de esa espuria condición. Así, el mito, lo que hubiéramos preferido que suceda, se transformará en la “nueva realidad”. La historia de la humanidad no está exenta de similares circunstancias.
Medito en ello mientras reviso un par de videos en YouTube y resuelvo que eso pudiera estar pasando con la Historia. Me refiero tanto a una conferencia presentada por el historiador y académico mexicano Juan Miguel Zunzunegui (1975), como a la presentación del libro La conquista de América contada para escépticos, del autor español Juan Eslava Galán (1948); ambos procuran responder a reproches relacionados con la Conquista, y no puedo sino advertir la tendencia de ciertos sectores a distorsionar la realidad a pretexto de las reivindicaciones o la ideología, y con qué facilidad se altera el sentido de voces como invasión o descubrimiento.
A veces el sentido de las palabras pareciera responder a una conducta propia, autónoma y traviesa, si no caprichosa; pero somos nosotros quienes les asignamos nuevos sentidos y significados distintos. Ayer nomás decidí realizar un sencillo experimento: pedí a un grupo de personas un sinónimo para la voz “panóptico”; todos respondieron que presidio, cárcel o reclusorio… Nadie pareció reconocer su sentido natural o su probable etimología. Se trata en realidad de un neologismo ideado por un jurisconsulto y filósofo inglés, Jeremías Bentham, que se basó en raíces griegas para designar un sitio destinado a controlar un establecimiento. Bentham fue un adelantado para su tiempo. A caballo entre los siglos XVIII y XIX abogó por el sufragio universal y la despenalización de la homosexualidad.
De vuelta a lo que queremos comentar: es grato comprobar que existe gente con la lucidez y la preparación, para dar respuesta a esa desnortada postura de quienes juzgan como negativa la pasada presencia española en América, y que condenan con la mentalidad del presente lo ocurrido hace 500 años, cuando una infinidad de circunstancias determinaron un intercambio cultural sin precedentes en la historia de la humanidad; proceso traumático (e imprevisible por lo inédito), pero de verdadera asimilación, integración, sincretismo y claro mestizaje.
Resulta revelador escuchar la argumentación de estos historiadores: los principales episodios bélicos no confrontaron a aborígenes con españoles, fueron confederaciones de pueblos indígenas (lideradas por reducidos contingentes europeos) las que derrotaron a quienes imponían su hegemonía en esos días (aztecas e incas, respectivamente). Estos habían sido pueblos invasores –odiados por los pueblos sojuzgados– de hegemonía reciente, que habían impuesto su dominación y vasallaje. No se debe olvidar que, como fue el caso de los aztecas, estos ejercitaban prácticas religiosas sanguinarias (con presencia significativa de víctimas propiciatorias), con ritos espantosos, de los que no estaban exentos ni la cruenta extracción de órganos (en vivo) ni tampoco la abominable antropofagia.
Los europeos trajeron una religión bondadosa pero jamás impusieron su idioma. Tan pronto como aprendieron las lenguas vernáculas y enseñaron la propia, crearon una gramática para las principales lenguas que encontraron. La reina dispuso el casamiento de los castellanos con las mujeres nativas, mientras los religiosos se dedicaban a evangelizar a los aborígenes. Nadie educa u organiza un pueblo, ni trata de asimilar la cultura que pretende aniquilar…

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