11 marzo 2025

Recetando un sacramento...

“En los tiempos que corren, un jurista debe ser muy honrado, pero además es indispensable que tenga sentido común. Claro que mucho ayudaría que también sepa de Derecho”… (Escuchado en el Metro: dos personas refiriéndose a los asesores jurídicos del Presidente).

Todo el mundo (es un decir) ha estado estos últimos días haciendo diversos análisis de qué pudo haber sucedido en las votaciones pasadas, en las cuales una gran mayoría de gente esperaba un triunfo más holgado del candidato-presidente. Algunos, efectivamente, tal vez pecaron de excesivamente optimistas; otros quizá subestimaron ciertos asuntos que pasaron probable factura al joven mandatario; otros pudieron haber desdeñado el desgaste natural que produce la gestión política a quien ejerce la 'majestad' del poder y enfrenta el desengaño social.

 

Procuremos pues actuar con objetividad ya que es casi imposible ser de veras neutrales… No sería adecuado hablar de “errores” aunque sí de varias situaciones, episodios o circunstancias que se presentaron durante el año anterior. Vamos pues cronológicamente: Quizá el hecho menos esperado, y que produjo más críticas e innecesario desgaste a Noboa fue el conflicto generado por su mal manejo de la relación con su Vicepresidente. En ese tema, por lástima, se actuó en caliente, no se utilizó el desfogue de la conciliación ni se meditó a futuro en las consecuencias de tal desencuentro. Sí, pienso que se dejó innecesariamente agravar esa situación. Por lástima, las artimañas jurídicas empleadas solo dejaron entrever triquiñuelas: el gobierno se enfangó sin necesidad en un feo guirigay.

 

Mientras este culebrón pasaba, el Presidente perdió valioso tiempo que pudo ser utilizado para asegurar el siempre elusivo apoyo legislativo y conseguir un mínimo, pero necesario, apoyo de parte de las élites políticas de su región de origen. Al hacerlo pudo encontrar el sustento y compromiso indispensables para reactivar la economía, cumplir con sus ofertas de gobierno y solventar la evidente crisis general de empleo. Sería iluso no reconocer tanto el estancamiento de la economía, así como la flagrante crisis de varios sectores de la industria. Todo aquello hizo evidente que el Presidente no gozaba del asesoramiento y posicionamiento adecuados.

 

En lo internacional, tampoco fue debidamente meditado el affaire de la Embajada Mexicana. Bien visto, nunca fue indispensable asaltar ese recinto; hubiera bastado con acordonar esa sede y asegurarse de que el funcionario allí asilado no tuviera posibilidad de escape. No había para qué convertir en víctima a un convicto. De similar manera, la crisis de energía no fue oportunamente controlada y, a pesar de la eficiente labor de la ministra encargada, el Presidente perdió importantes y continuas oportunidades de ejercitar su exiguo liderazgo. Noboa pudo hacerse asesorar mejor, aparecer como mejor enterado e infundir tranquilidad.

 

Hacia el final, sus insólitas gambetas con el tema de su sucesión, su cada vez más manifiesto autoritarismo, su desdoblamiento como gobernante y candidato y el nombramiento de otra funcionaria para aparentar el encargo de la presidencia (desdeñando lo establecido en la Constitución), fueron generando el rechazo de importantes personalidades y consiguieron crear la impresión de que existía un rígido entorno jurídico junto al Presidente. Para colmo, su imagen fue cobrando paulatinamente una contraproducente aura de triunfalismo, convirtiendo la victoria en primera vuelta en un grito de guerra, asunto que solo impulsó la ceguera de sus propios partidarios Todo ello dio como resultado el descuido proselitista, además de una  torpe polarización.

 

No debe desecharse, tampoco, que el fervoroso rechazo que tuvo en su momento el correísmo se ha ido poco a poco desmitificando y diluyendo, esto porque el grueso del electorado juvenil nunca lo vivió. Asimismo, los partidarios de Noboa no ejercieron un adecuado control del voto; aquí me parecería conveniente volver a encargar a las FF AA un acta adicional, para garantía electoral de todos los ciudadanos.

 

Frente a lo que hoy nos ocupa, no queda sino sugerirle al “penitente” que proceda conforme a lo dispuesto por la estrategia católica de los cinco elementos del sacramento de la confesión, fórmula de evangelización que –mediante la “recuperación de la gracia perdida” por causa de los pecados cometidos (que deben narrarse al confesor) y para lograr un mejor control de los fieles– desarrolló la Iglesia Católica durante la Contrarreforma (Concilio de Trento, 1545-1563), a saber: examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de la enmienda, confesión de boca y “cumplir la penitencia impuesta por el confesor”. Para esto último, no estaría por demás pedirle al confesante-candidato que rece un padrenuestro y tres avemarías, y que cumpla con lo que ya dispone la Constitución…


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