29 octubre 2024

Manual para migrantes (2)

Diñar: viene del caló, por dar o entregar; pero diñarla puede significar “entregar las armas”, morir, llegar al término de la vida. Y ‘diñársela a alguien’: engañarlo o burlarlo.

 

Canguelo: también viene del caló. Significa miedo o temor, sentir pavor o cobardía.

 

Hostia: es otro vocablo ‘multipropósito’. Se usa como interjección con un sentido irreverente y profano. Viene del latín, idioma en el que significa 'víctima de un sacrificio'. Pero puede significar también golpe, chirlazo o bofetada. Golpearse con otro es ‘darse de hostias’.

 

Mala hostia: esta locución significa, en cambio, mal genio, mal humor y hasta mala intención: ¡Qué mala hostia!, está de mala hostia. Sin embargo, ‘a toda hostia’ quiere decir a toda velocidad y ‘de la hostia’ es algo magnífico, admirable o extraordinario: ‘se ha comprado un coche de la hostia’. Equivale a veces a ser o estar ‘la leche’.

 

Bocadillo: es el diminutivo de bocado y se refiere al sándwich o emparedado, o al refrigerio que usan empleados y estudiantes como tentempié o alimento.

 

Dar por saco: locución que quiere decir ignorar o despreciar. Es una fórmula que se usa para expresar desprecio o indiferencia hacia la persona o cosa aludida. La expresión "a tomar por saco" se usa en España para decirle a una persona que es igual que un costal o para referirse a un objeto que no se desea que esté en un sitio pues molesta. Es similar a decir "fuck off". También se dice "a tomar por culo" (más ofensivo) pero el significado es el mismo.

 

Pijo: es coloquial aunque ofensivo, viene de pija que significa 'miembro viril', y este de la onomatopeya pish, que es imitación del ruido de la micción (orinar). Dicho de una persona: Que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta en forma afectada gustos propios de una clase adinerada. También se usa como sustantivo por pituco o bacán.

Sinónimos: pituco, cheto, bacán.

 

Guasa: es de uso coloquial. Quiere decir chanza, broma, burla, chacota o que algo es dicho ‘de chiste’. Pero también es usado como falta de gracia, viveza, sosería o pesadez.

 

Rollo: esta puede ser una palabra confusa; de acuerdo al contexto, puede tener sentidos no solo diferentes sino contradictorios. La expresión estar de buen o mal rollo se utiliza para hablar de un estado de ánimo. Cuando alguien está de mal rollo, está de mal humor, está enfadado. Cuando alguien está de buen rollo significa que está alegre, contento y feliz. Ahora bien, si se dice que alguien toma algo como ‘buen rollito’ puede implicar que no se lo toma en serio o con la responsabilidad requerida. Un rollo puede también implicar una tarea fastidiosa o exasperante: ‘¡que rollo!’

 

Guaperas: adjetivo despectivo utilizado para significar que alguien es un presumido. Se usa también como sustantivo masculino. Es un guaperas.

 

Hortera: tiene el sentido de vulgar, ordinario, basto, de mal gusto o chabacano. En tanto que la palabra horterada implica la calidad de hortera, algo exento de buen gusto.

 

Chollo: también coloquial, como todos los vocablos anteriores. Significa precio bajo, ganga, bicoca. Cosa valiosa o apreciable que se adquiere a precio bajo o con poco esfuerzo.

 

Muchas de las referencias que he utilizado, provienen de diferentes fuentes; principalmente, del propio diccionario de la RAE. Caveat emptor (advertencia al comprador): un buen número de estas palabras son utilizadas con intención o significados diversos. Obviamente cada voz tendrá un diferente sentido de acuerdo con la intención de quien las utiliza, la circunstancia de su propósito, el medio en el que se la emite y, entre otras cosas, el grado de familiaridad o de confianza, y hasta la presencia –o ausencia– de respeto, entre los interlocutores.

 

Como decía uno de mis queridos hermanos, muchas veces “hablar malas palabras” no siempre es decir agravios, insultos, injurias, denuestos, ultrajes, invectivas o improperios… decir ‘malas palabras’ es solamente “decir mal las palabras”… y no sé si es una oportunidad para expresar esa mala hostia, o mala leche, de la que hablábamos más arriba; asunto que puede o no llevar mala intención, mala índole o, como dicen por allá: algo de “mala baba”…

27 octubre 2024

Manual para migrantes (1)

“‘Ganga’ y ‘Jauja’, cada vez se oyen menos esas palabras. Parecen de chiste”. Javier Marías. Mala índole.

He ido a España, incluidos sus territorios insulares, en algunas ocasiones; muchas en virtud de mi oficio; otras pocas, en razón de mis conexiones de viaje (todas fugaces). Más reducidas aún fueron las que efectué por goce de vacaciones o por visitas familiares; fue en estas que tuve la oportunidad de descubrir ciertos vocablos o giros con los que me apercibí que allá, en Europa, se usan palabras que no utilizamos en América. Debido a varios factores (las redes, el influjo juvenil, etc.), tengo la impresión de que eso se fue haciendo cada vez más frecuente.

 

Hay algo de críptico y enigmático en todo aquello. Uno va por los caminos de España y, sobre todo en el habla coloquial, encuentra que hay que averiguar por el sentido de muchas voces y expresiones. Como escuché alguna vez, “nada es lo que parece”. Esta vez voy a dedicar un par de entradas para referirme a esos vocablos y locuciones, espero les sirva de utilidad:

 

Guay: tiene uso coloquial, es un adjetivo que indica que alguien es genial, muy chulo o estupendo; o que algo es estupendo, muy bueno o que está muy bien.

 

Cutre: se refiere a alguien tacaño, miserable, mezquino, cicatero; pero sirve también para indicar que algo es pobre, descuidado, sucio. Un bar, una calle, una ropa cutre. O también guarro, sucio, mugriento, cochambroso o de mala calidad. Cutredad es la calidad de cutre.

 

Guarro: sucio, desaseado, descuidado, desaliñado, mugriento, de mala calidad. Puede también significar persona grosera, promiscua, lasciva; algo pornográfico o sicalíptico.

 

Guiri: viene del vasco; término coloquial utilizado para designar a los turistas extranjeros.

 

Molar: verbo que viene del caló. Significa gustar, resultar agradable o estupendo.

 

Flipar: es estar o quedar maravillado o admirado. También agradar o gustar mucho a alguien. O 'perder el control bajo los efectos de las drogas', 'volverse loco' (de “to flip out”).

 

Gilipollas: adjetivo malsonante que significa necio o estúpido. Equivale a nuestro ‘pendejo”. Se usa también como sustantivo.

 

Mogollón: tiene múltiples usos. Puede significar propina o también holgazán, vago, manganzón, parásito o vividor, que vive a costa ajena. También lío, jaleo, alboroto o barullo; y, a veces, multitud, gran cantidad o montón: me gusta mogollón, tiene mogollón de problemas.

 

Borde: proviene del catalán bord, y este del latín tardío  burdus (burdo, bastardo) por tosco, basto, grosero. Dicho de una persona: Impertinente, antipática, mal intencionada. Se usa también como sustantivo.

 

Puñeta: es una palabra ‘multipropósito’. Significa dificultad o molestia. Pero también se usa para desechar algo, o para despedir a alguien despectivamente o sin miramientos. Mandar a hacer puñetas. Vete, anda a hacer puñetas. Se utiliza también para expresar que algo se ha estropeado o fracasado: el auto se fue a hacer puñetas, mi contratación se fue a hacer puñetas. Puede ser también malsonante y significa masturbarse: hacerse la puñeta. O, si no, joder la vida, fastidiar o molestar: hacer la puñeta.

 

Cachondear: verbo que significa embromar, burlarse, guasearse. Cachondeo a su vez, implica falta de seriedad o rigor; es sinónimo de juerga, jolgorio, jarana o relajo.

 

Capullo: tiene también un uso muy amplio, puede significar cosas opuestas, como novato o inexperto, o ingenuo y torpe. Puede ser malsonante porque significa prepucio o persona estúpida y molesta. Como insulto equivale a canalla, sinvergüenza o cabrón.

 

Panoli: vendría del valenciano, es contracción de “pa en oli” (pan con aceite), dicho de una persona simple, bobalicón, pánfilo, fácil de engañar. Se usa también como sustantivo (continuará).

25 octubre 2024

Hablando del subjuntivo

No soy gramático profesional; no, ni siquiera soy un gramático amateur o aficionado. Soy simplemente un apasionado (un enamorado) de la gramática muy a pesar de que, cuando esa materia –la Gramática– pasó a llamarse “Castellano”, en segundo curso de colegio, tuve la mala suerte de que la asignatura fuera impartida a la primera hora de la tarde (había entonces doble jornada) –la cláusula de la insidiosa duermevela– y por un docente (era un hermano cristiano) que la hacía todo menos interesante. La forma de su frente siempre se me hizo inolvidable.

Eran tiempos en los que me atraían más los números que las letras. La paradoja es que, quizá debido a mis lecturas y escarceos con la escritura, hoy la ecuación ha cambiado. Hago esta necesaria digresión porque sin ser un especialista en la gramática, hago lo posible por aplicar sus reglas cuando trato de ejercitar este apasionante oficio (aunque lo haga como aficionado)…

 

Así, encuentro que aquello que se supone es el lema o consigna de la Academia de la Lengua (“Limpia, fija, y da esplendor”), parece a veces que ha dejado de ser su tarea sustantiva. Mucho me temo que con el pretexto de que la lengua no es algo inerte ni fijo, se van incluyendo en su diccionario vocablos por el solo mérito de que la gente los ha ido (mal) utilizando. Pero, además, existen asuntos esenciales que no han recibido la atención correspondiente. Tómese como ejemplo el término “subjuntivo”, palabra que se utiliza para nombrar uno de los modos del verbo y que la misma Academia utiliza para las conjugación de los mismos. Curiosamente, la voz no se encuentra definida. Por lo tanto, no se señala tampoco el sinónimo pertinente.

 

Es en el diccionario de María Moliner que encuentro la explicación que nos interesa: “(del lat. subiunctivus) adj. y n. m. Gram. Se aplica al modo *verbal que se emplea para expresar la acción como dudosa, posible, deseada o necesaria”. Por ello, como lo interpreto, es el modo que se usa para referirse a aquello que es subordinado, potencial e, incluso, contingente. Acudo, por lo mismo, a una de mis herramientas para consultar su etimología y resuelvo que es el modo del verbo que nos sirve para expresar nuestros deseos, hipótesis o dudas. Ese modo se utiliza, por ejemplo, cuando se ha dicho “espero” o se han usado las locuciones “a lo mejor” o “quizás”; y que utilizamos para formar las oraciones “subordinadas”, que eso es lo que significa subjuntivo, con matices de eventualidad, potencialidad o irrealidad.

 

“La palabra latina iunctus (junto, pegado) es el participio del verbo iungere (uncir). Este verbo nos dio yugo, cónyuge, coyuntura, conjuntiva, cuadriga y jumento. Se asocia con la raíz indoeuropea *yeug”, de acuerdo con lo que menciona Etimologías de Chile. Esta misma entidad hace referencia a una voz relacionada: “conjuntiva”. Dice que “es un término que se usaba en el latín clásico sobre todo en gramática (coniunctiva particula es sinónimo de conjunción), pero que ya se lo encuentra en el latín medieval con un sentido anatómico: se trata de la membrana fina que tapiza el interior de los párpados de los vertebrados y que se extiende a la parte anterior del globo ocular… Debe el nombre a su función de enlazar, unir y ligar el sistema del ojo y el párpado”. Quizá estemos más familiarizados con “conjuntivitis”.

 

Hoy nomás he leído un interesante artículo del académico español Alex Grijelmo en el que hace referencia a una nueva muletilla que se habría puesto de moda en España; se trata de la locución “ya estaría” que, al parecer, la emplea medio mundo (“Todo Cristo”, como dicen allá) luego de una frase sobreentendida (y, por tanto, silente), frase que equivaldría a “si no me equivoco” o “si estamos de acuerdo”, o “si no hay discrepancia”… pues “ya estaría”. Ha de notarse que si bien las frases sobreentendidas están en indicativo, bien merecerían estarlo en subjuntivo (por su carácter potencial o contingente): equivocara, estuviera, hubiera. Por ello, y a pesar de la cantaleta o estribillo, es correcto utilizar ese “ya estaría” como condicional; es decir, como parte del indicativo.

 

Sin ánimo de confundir, se me antoja que el modo subjuntivo lleva ese nombre por estar condicionado por la conjunción que ha sido utilizada. En línea con lo consultado, este no solo echaría mano de conjunciones; sino, además, de otros nexos, como de las llamadas “proposiciones subordinadas adverbiales lógicas”, que pueden indicar causa, consecuencia, concesión, finalidad o condición. Unas muestras: porque, ya que, por tanto, así, pues, de manera que, de modo, de suerte, aunque, por más que, a pesar de que, con todo, pese a que, a fin de que, con el propósito de, con tal de que, puesto el caso que, supuesto que, a menos que, siempre y cuando… En fin, no les canso más; no intento recordarles a mi viejo maestro, ese mismo de mis colegiales, e ineluctables, duermevelas…

22 octubre 2024

Una realidad amputada

“…somos más descendientes de los que llegaron que de los que estaban. Hablamos español de entrada, no náhuatl o maya. Pensamos en español, entendemos el mundo en español, amamos en español. Y si crees en Dios, crees en español. Si odias la lengua en la que te expresas, te odias completamente a ti mismo”. Entrevista a Juan Miguel Zunzunegui. El País, marzo de 2023.

Hay veces que fabricamos mitos o pretextos para justificar la realidad, pero si el pretexto es solo eso, nada más que pretexto, la narrativa resultará falsa y enemistada con la realidad; solo conseguiremos una realidad incompleta, si no distorsionada. Esa es la naturaleza del mito, un instrumento que solo sirve para disimular la verdad. Si acaso no para esconderla o alterarla.

 

Si bien lo pensamos, no existe decisión importante de nuestras vidas que, en el afán de no reconocer nuestros errores, inventemos una forzada narrativa (nada más que un cuento) para justificar el pasado o nuestras probables equivocaciones. El resultado inevitable será que tanto la habremos repetido, que terminaremos convencidos de la vigencia de esa espuria condición. Así, el mito, lo que hubiéramos preferido que suceda, se transformará en la “nueva realidad”. La historia de la humanidad no está exenta de similares circunstancias.

 

Medito en ello mientras reviso un par de videos en YouTube y resuelvo que eso pudiera estar pasando con la Historia. Me refiero tanto a una conferencia presentada por el historiador y académico mexicano Juan Miguel Zunzunegui (1975), como a la presentación del libro La conquista de América contada para escépticos, del autor español Juan Eslava Galán (1948); ambos procuran responder a reproches relacionados con la Conquista, y no puedo sino advertir la tendencia de ciertos sectores a distorsionar la realidad a pretexto de las reivindicaciones o la ideología, y con qué facilidad  se altera el sentido de voces como invasión o descubrimiento.

 

A veces el sentido de las palabras pareciera responder a una conducta propia, autónoma y traviesa, si no caprichosa; pero somos nosotros quienes les asignamos nuevos sentidos y significados distintos. Ayer nomás decidí realizar un sencillo experimento: pedí a un grupo de personas un sinónimo para la voz “panóptico”; todos respondieron que presidio, cárcel o reclusorio… Nadie pareció reconocer su sentido natural o su probable etimología. Se trata en realidad de un neologismo ideado por un jurisconsulto y filósofo inglés, Jeremías Bentham, que se basó en raíces griegas para designar un sitio destinado a controlar un establecimiento. Bentham fue un adelantado para su tiempo. A caballo entre los siglos XVIII y XIX abogó por el sufragio universal y la despenalización de la homosexualidad.

 

De vuelta a lo que queremos comentar: es grato comprobar que existe gente con la lucidez y la preparación, para dar respuesta a esa desnortada postura de quienes juzgan como negativa la pasada presencia española en América, y que condenan con la mentalidad del presente lo ocurrido hace 500 años, cuando una infinidad de circunstancias determinaron un intercambio cultural sin precedentes en la historia de la humanidad; proceso traumático (e imprevisible por lo inédito), pero de verdadera asimilación, integración, sincretismo y claro mestizaje. 

 

Resulta revelador escuchar la argumentación de estos historiadores: los principales episodios bélicos no confrontaron a aborígenes con españoles, fueron confederaciones de pueblos indígenas (lideradas por reducidos contingentes europeos) las que derrotaron a quienes imponían su hegemonía en esos días (aztecas e incas, respectivamente). Estos habían sido pueblos invasores –odiados por los pueblos sojuzgados– de hegemonía reciente, que habían impuesto su dominación y vasallaje. No se debe olvidar que, como fue el caso de los aztecas, estos ejercitaban prácticas religiosas sanguinarias (con presencia significativa de víctimas propiciatorias), con ritos espantosos, de los que no estaban exentos ni la cruenta extracción de órganos (en vivo) ni tampoco la abominable antropofagia.

 

Los europeos trajeron una religión bondadosa pero jamás impusieron su idioma. Tan pronto como aprendieron las lenguas vernáculas y enseñaron la propia, crearon una gramática para las principales lenguas que encontraron. La reina dispuso el casamiento de los castellanos con las mujeres nativas, mientras los religiosos se dedicaban a evangelizar a los aborígenes. Nadie educa u organiza un pueblo, ni trata de asimilar la cultura que pretende aniquilar…

18 octubre 2024

Cosas que voy aprendiendo… (2)

Continuando con lo explicado en la anterior entrada, he de referirme a otras incorrecciones que considero más frecuentes en nuestra habla del día a día; mi propósito no es el de criticar –y menos, “enseñar” cómo se debe decir o escribir–, mi intención es resaltar las fallas que se me antojan como más comunes a objeto de propiciar una provechosa reflexión:

     Conjugación incorrecta del verbo “haber”

 

A este respecto, la Academia y sus textos prescriben lo siguiente: «Aunque el sentido común nos lleva a hacer concordar el verbo con la cantidad (las personas hicieron), el verbo “haber” es una excepción. En este sentido, cuando el verbo “haber” denota personas o cosas se vuelve impersonal (no indica tiempo, persona, ni género). Debe conjugarse en la tercera persona del singular, aun cuando vaya acompañado de cosas o personas en plural. Ejemplo: “no hubo problemas para entrar al recital”, “hubo disturbios”, “hubo muchas personas”». Existe, a este respecto, una regla fácil de recordar y aplicar: cuando haber significa existir, no tiene plural.

 

     Concordancia de género y número cuando usamos “el cual”, “la cual”

 

Acabo de leer un interesante artículo de Jaime Durán Barba que me ha llegado; lleva por título Qué es la estrategia. Durán es muy cuidadoso a la hora de redactar, por lo que estoy seguro que solo se trata de un error de edición, un simple gazapo, pero creo –sin que él se hubiese propuesto, ni yo intente criticarlo– que un poco refleja algo que, por una razón misteriosa, se fue haciendo excesivamente común a la hora de usar especialmente la expresión “por la cual”. Alguien está hablando de un inconveniente o de un problema (nótese el masculino), y hasta expresa que se ha(n) elevado “el”(los) reclamo(s), para luego continuar: “por ‘la cual’, deseo solicitar…” Similar construcción incorrecta es la que encuentro en el artículo de marras: «Quedan para mis cursos materiales como el debate con Sergio Massa, en la que Milei jugó de víctima». Debía decirse “como el debate… en el que”.

 

     Dequeísmos

 

Me limito, a este respecto, a citar los comentarios y recomendaciones de las instituciones relacionadas con la perceptiva correspondiente. Espero que les sean de utilidad:

 

1.- El error más frecuente es lo que se conoce como dequeísmo. Consiste en colocar delante del nexo “que” indebidamente la preposición “de” cuando esta sigue a un verbo que suele ser de significado sensorial (oír, ver, etc.), de pensamiento (considerar, convencer, creer, opinar, pensar, recordar, etc.), o de comunicación (comentar, decir, etc.)… Para estar seguros de si se puede o no se puede poner la preposición “de” podemos hacer la siguiente prueba.

 

1.1.- Sustituir el sector que empieza con “que” por el pronombre “eso”. En la oración «Sus hijos les dijeron que regresaran», si hacemos la prueba de sustituir el sector «que regresaran» por el pronombre demostrativo “eso”, observamos que tiene sentido sin la preposición de: «Sus hijos le dijeron eso»; en ese caso no hay que poner tal preposición.

 

1.2.- Por el contrario, si al sector que comienza por el nexo “que” lo sustituyéramos por el pronombre eso y no tuviera sentido, entonces habría que poner la preposición “de”: si en la oración «Estoy seguro de que fueron ellos» eliminamos la preposición “de” y sustituimos «que fueron ellos» por la palabra “eso”, constataremos que no tiene sentido decir *«Estoy seguro eso», por lo que hay que colocar la preposición “de” delante de “que”.

 

2.- Las formas del verbo “deber” nunca van seguidas de la preposición “de” cuando tienen sentido de “obligación”: «Debemos estudiar»; pero cuando tienen sentido de “duda”, lo mejor es que vayan seguidas de la preposición “de” («Deben de ser las diez»), aunque algunas veces se la omite («Deben ser las diez»).

 

3.- Verbos como dudar, informar, avisar, cuidar, advertir…, pueden ir seguidos o no de la preposición de, según el contexto.

15 octubre 2024

Cosas que voy aprendiendo… (1)

Nadie nace sabiendo, ni nadie aprende de golpe. Lo bueno es que, con un poco de empeño, todos podemos ir aprendiendo poco a poco, y, lo mejor de todo, es que tenemos toda la vida para aprender. Claro que no todos aprenden al mismo ritmo, pero la buena noticia es que muchos de los que aprenden despacio, los lentos, muchas veces son los que aprenden mejor.

Así es como, cuando hablo o escribo, me he ido dando cuenta de mis propios errores; y, cada vez que ha surgido una duda, he procurado consultar si lo dicho estaba bien o si lo escrito contenía un probable error. Los errores que cometemos no serían tan comunes si no nos dejaríamos llevar por la costumbre, pues muchas veces insistimos en cometerlos por simple contagio. Piénsese en unos pocos ejemplos: ¿’lluvió’ o llovió?, ¿ayer vinimos o ‘venimos’?, ¿hubiera venido o ‘habría venido’? Parte del problema es que conjugar es algo en apariencia tan simple (lo aprendemos hacia el final de la escuela) que nunca nos tomamos la molestia de identificar los tiempos del verbo y esto contribuiría, quizás, a hacernos tan desprolijos…

 

Empecemos por el último ejemplo. Si visitamos la página del DLE y nos ayudamos para la correcta conjugación de un verbo cualquiera (amar, por ejemplo), vamos a redescubrir que hay cuatro formas básicas: las no personales (infinitivo, gerundio, participio); el indicativo; el subjuntivo; y el imperativo. Nuestras dudas y problemas se encuentran principalmente en las dos intermedias: indicativo y subjuntivo. El primero está relacionado con lo expresado por el predicado con el carácter de información “real”. Por ello se diferencia del subjuntivo, que está relacionado con lo imaginario, lo aparente, lo supuesto, “lo irreal”. Parte del problema quizá está en que, en muchas de las veces, ‘hubiera’ (o hubiese) puede ser intercambiado con ‘habría’, y esto quizá se deba a que confundimos lo condicional (habría) con lo contingente (lo que puede como no puede suceder), que es justamente lo ‘subjuntivo’, es decir lo que pudimos haber hecho o lo que creemos que podíamos haber escogido: lo irreal (hubiera).

 

Ayer escuchaba a un par de cuñados conversar respecto al motivo para que uno hubiese llegado tarde. “Si sabía que estaba congestionado El Trebol, no ‘habría’ venido por ahí”, el menor se justificaba. Esto dio lugar a un reproche por parte del mayor, quien realmente le propinó una filípica: “No se dice ‘habría’ sino ‘hubiera’, porque el pretérito es ‘hubiera’ y no ‘habría’, que es condicional”, le espetó. La verdad es que no me quise meter en el problema; para el caso, me pareció que eran válidas ambas formas, la una bien podía reemplazar a la otra; y, por otra parte, juzgué que no era exacta la explicación que dio el hermano mayor: No debería haberse usado ‘habría’ no porque el pretérito fuera ‘hubiera’ (en realidad los dos pretéritos de indicativo son hube y había) sino porque el verbo debía conjugarse con la forma del subjuntivo (lo contingente o circunstancial, lo que pudo o no ocurrir, lo irreal, lo que pudo haber escogido, pero que no escogió): es decir, con el pretérito de subjuntivo (hubiere).

 

Advierto que en estos casos hay una tendencia a confundir lo contingente con lo condicional, pero lo contingente, por definición, es justamente lo subjuntivo. Es más, creo que en el habla coloquial hay una manera de hablar que está saturada de sobreentendidos o, por lo menos, que utiliza frases que se resumen o se cortan. Y esto precisamente parece que sucede cuando debemos decir: “Si ‘hubiera’ salido más temprano, no me ‘habría’ atrasado al almuerzo”.

 

Veamos cómo lo aclara la Academia: «Habría es una conjugación en modo indicativo. El indicativo expresa una realidad. Hubiera es una conjugación del subjuntivo, (forma que) expresa algo hipotético, irreal (generalmente deseos) …hay que ser muy cuidadoso al momento de escoger cual de las dos palabras usar (o usar cualquiera de las dos, si la construcción así lo permite): «si hubiera madrugado, habría llegado a tiempo».

 

Continúa la Academia: «¿Cuándo usar hubiera / hubiese o habría? Hay una regla muy sencilla: parafraseamos la oración por «Si hubiera hecho A, habría pasado B». Ojo (mucho cuidado): no significa «primero hubiera y después, habría», porque la oración puede estar invertida, y en ese caso sería: «Habría pasado B si hubiera hecho A». Es importante esta distinción, porque lo que hay que reconocer es qué tendría que haber pasado primero, la condición: «Hubiera hecho A», para que ocurriera lo segundo, el posible resultado: «habría pasado B». Es posible también, aunque menos frecuente, utilizar en ambos casos el subjuntivo: «Hubiera sido bueno que no nos hubiésemos ido».

11 octubre 2024

Misterioso origen del euskera *

 * Escrito por María Santos Viña de Infobae. Tomado de la página de el castellano.com

 Una lengua sin vínculos con ningún otro idioma

 

El euskera se despliega a lo largo de las áreas fronterizas de España y Francia, justo en el extremo occidental de los Pirineos, se erige como un bastión de singularidad cultural y lingüística en Europa. Este idioma, que encuentra su hogar tanto en el País Vasco como en Navarra en España, y en partes de Francia, como la Comunidad de Aglomeración del País Vasco, lleva consigo el legado de un pueblo y una cultura profundamente arraigados en la historia.

 

El reconocimiento oficial del euskera varía considerablemente entre España y Francia. En territorio español, el euskera goza de un estatus de oficialidad, siendo parte integral de la administración pública y del sistema educativo. Casi 900.000 personas —datos de 2018— en la región son capaces de comunicarse en euskera, representando un testimonio vivo de la pervivencia de la lengua. A pesar de la cifra, el uso cotidiano sigue siendo un reto, con solo un 20,5% de los vascoparlantes en el País Vasco y un porcentaje aún menor en Navarra y en la Vasconia francesa, donde el euskera carece de cualquier reconocimiento administrativo.

 

Una tradición literaria histórica

 

Conforme explica Iván Igartua y Xabier Zabaltza en el informe que realizaron para el Etxepare Euskal Institutuak (Instituto Cultural Vasco), la historia literaria del euskera es rica y variada, remontándose a los primeros textos significativos en el siglo XVI. La publicación en 1545 de Linguae Vasconum Primitiae por Bernart Dechepare marcó el nacimiento de la literatura en lengua vasca.

 

Este hito, junto con las subsiguientes contribuciones literarias, como la traducción del Nuevo Testamento al euskera por Joannes Leiçarraga en 1571, estableció una tradición literaria que ha continuado sin interrupción hasta nuestros días. Este legado literario no solo ha servido como un medio de expresión cultural, sino también como un vehículo crucial para la transmisión y evolución del idioma.

 

El siglo XX y, en particular, la unificación lingüística impulsada por la creación del euskara batua en 1968, proporcionaron un nuevo impulso a esta lengua milenaria. La estandarización del euskera, promovida por Euskaltzaindia (la Academia de la Lengua Vasca), ha sido fundamental para su integración en la administración, la educación, los medios de comunicación y, en general, la vida pública. Este esfuerzo coordinado ha culminado en un renacimiento cultural y lingüístico, evidenciado por el aumento exponencial en la publicación de libros en euskera y su uso en diversos ámbitos de la sociedad.

 

Sin conexión con el resto de lenguas

 

La singularidad del euskera como lengua genéticamente aislada, es decir, no relacionada con ninguna otra familia lingüística conocida, añade una capa de intrigante misterio y valor incalculable a su estudio y conservación. En este contexto, el euskera se relaciona con otras pocas lenguas aisladas en el mundo, compartiendo el enigma de su origen y desarrollo independiente.

 

No obstante, a pesar de estos avances significativos, el desafío de aumentar la prevalencia del uso activo del euskera entre los hablantes persiste. La casi inexistencia de vascoparlantes monolingües resalta la realidad de una comunidad lingüística que, si bien valora profundamente su idioma, vive inmersa en un mundo donde el bilingüismo o incluso el multilingüismo se ha convertido en la norma.

 

Todas las lenguas europeas pertenecen al tronco indoeuropeo, excepto el euskera, el húngaro, el estonio y el finés, pero las tres últimas pertenecen a la familia ugriofinesa, de cuyos orígenes se sabe muy poco, aunque hay un cierto consenso en ubicarlas hace unos 5.000 años en las heladas estepas de Eurasia.

08 octubre 2024

Un día más en otro “País”

“Nunca he dicho que fuera fácil. La vida es compleja, contradictoria, burlona. Es, sobre todo, indomable e irreductible. Intentar simplificarla y encerrarla dentro de una cómoda cajita es caer en el dogma y el error”. Rosa Montero.

Antes no hacía falta suscribirse pero cierto día tuve que hacerlo o, no sé, simplemente lo hice. Probablemente eché mano de alguna promoción; pero lo cierto es que un buen día (solo es un decir) me cambiaron la cotización y subieron el costo; así, de pronto y sin consultarme. Lo importante es que disfruto de su lectura “y punto” (como diría mi mujer). Estoy persuadido de que tanto su formato como su temática me permiten entretenerme y buscar puntos de coincidencia e inspiración. La lectura muchas veces constituye una posibilidad alternativa, nos hace sumergirnos –sin que siquiera nos demos cuenta– en otra realidad. Nos hace vivir otra vida más: una vida paralela.

 

Lo que cuenta es que estoy suscrito, ya por unos tres años, a El País de España y, aunque siento que ya no escriben para ese medio ciertos autores; o que algunos que todavía lo hacen se han ido tornando predecibles; o que no siempre encuentro información respecto a lo que estoy interesado, me gusta el periódico y sigo creyendo que es una de las buenas alternativas que tuve para escoger y que sigo teniendo. Todo ello a pesar de que encuentro muy sesgados muchos de sus artículos relacionados con contenidos que se refieren a la política de “mi país”, los mismos que, en su inmensa mayoría, no representan ni el criterio mayoritario de mis conciudadanos ni, tampoco, la realidad de lo que se expone. En fin, todo el mundo tiene derecho a pensar lo que le parezca; nadie está obligado a ser neutral (la pura neutralidad no existe), solo aspiro a que todos tratemos de ser, cada vez, un poco más objetivos.

 

Leo ese periódico digital en forma cotidiana; disfruto revisando los distintos temas que me interesan y estoy, día a día, pendiente de lo que escriben –o se les ocurre a– mis columnistas preferidos (¿hay alguna diferencia entre preferido y favorito; o, qué tal entre preferido y predilecto?). Y, a propósito de favoritos, hoy nomás revisaba una mini columna que mantiene ese genial escritor que es Juan José Millás; en ella, él analiza el escondido (o, imaginado) sentido de una determinada fotografía y trata de dar una interpretación alterativa de una toma. Esta vez la imagen hacía referencia al comedor de uno de esos mastodónticos transatlánticos o buques de turismo que, según los ecologistas, van hoy por los mares del Planeta contaminándolo todo…

 

Al hacer la descripción de ese cerrado como opíparo ambiente, Millás lo compara con una jaula de oro, similar a la que usamos para mantener en cautiverio a uno de esos desgraciados ratoncitos, a los que nuestra inutilidad lingüística insiste en llamarlos “hámsters”, y creo que conjetura que ¿qué sucedería si en la realidad seríamos nosotros los cautivos y los roedores nuestros dadivosos alimentadores?… Mi lectura  nunca termina con el texto; salto, como es mi costumbre, a los comentarios de los lectores y encuentro que alguien compara esos refectorios (ahora exacerbados por la novelería y el esnobismo) con lo que han pasado a convertirse las modernas redes sociales que nos mantienen cautivos. Y sugiere, quien comenta, que en lugar de “encerrarnos” y dejarnos enajenar por esos sitios de cautiverio, deberíamos dejarnos acompañar por la lectura de un interesante libro…

 

Pero entonces, decido ser justo y medito, a la vez, en si esa sugerida lectura no terminaría, también, en otro lugar de aislamiento (uno escogido libremente, pero a la final eso mismo: otro medio de aislamiento); y si, a la hora de ejercitar nuestro libre albedrío, lo que realmente importa no es hacer lo que de verdad nos entretiene y lo que más disfrutamos… Es cuando salto a la columna de Rosa Montero (favor releer el epígrafe inicial) y me topo con esa frase tan humana como sugestiva: “Intentar simplificarla (se refiere a la complejidad de la vida) y encerrarla dentro de una cómoda cajita es caer en el dogma y el error”… y resuelvo que: qué llevadero (o más fácil) sería el mundo si tendríamos la sabiduría (¿la valentía?) de mirar la vida con ojos nuevos, si optáramos por respetar las opciones ajenas y diéramos paso a la tolerancia... si supiésemos optar por una sincera aceptación de la mundana diversidad…

 

Sí, hoy, más que nunca, la vida es un llamado a la empatía, a hacer un esfuerzo para hablar con un poco más de tino; y, en la medida de lo posible, con un poquito más de sabia, aunque esforzada, inteligencia… De veras, creo que hay que intentarlo. Bien vale la pena…

06 octubre 2024

El quinto hombre *

 * En julio de 2010 escribí este artículo inspirado en el carácter de mi hijo Felipe. El "quinto hombre" en el fútbol es una pieza fundamental. Este pasado miércoles mi querido hijo respondió al llamado del Señor: se fue a jugar en otras ligas... Hoy vuelvo a publicarlo en homenaje a esa, su genuina manera de ser, que le hizo gozar del cariño y aprecio de tantos amigos. La vida sin él ha cambiado para su esposa y sus tiernos hijos. También ha cambiado para los que lo vimos crecer, sus padres y hermanos, y que sabemos que supo disfrutar a plenitud de esa fugaz circunstancia que le tocó vivir. Eso fue lo que Felipe siempre quiso ser, en la cancha y en la vida: el quinto hombre...

El quinto hombre

Nos vino a visitar hace pocos días en Shanghai. Es el tercero de mis hijos, aunque él siempre quiso que los demás creyeran que era el primero. Le gusta jugar delante de la retaguardia, cubriendo la espalda de los medio campistas; ejerce el sacrificado oficio de “quinto hombre”. Adora el fútbol y es amigo declarado de los dirigentes e integrantes de la selección nacional. Conoce en qué equipo juegan –no importa el lugar del mundo– sus principales estrellas y miembros más destacados. Se tutea con ellos, le llaman y les llama. Los jugadores extranjeros acuden también a sus ocasionales “picaditos” y le apoyan, o le fustigan, al grito de “corré gordo, corré”. El es un negrito querido por la parroquia deportiva. Es irreverente y bromista; pero es solidario y leal. El es el emblemático “quinto hombre”.

Su misión deportiva me hace interrogarme, de vez en cuando, si yo también no he sido, sobre todo con ellos, mis propios hijos, eso: una especie de “quinto hombre”; el que tuvo que salir a apoyar y a organizar la “media cancha”; pero que también tuvo que quedarse muchas veces atrás, cuidando los ímpetus que arreciaron contra nuestra defensa, que atacaron con esquemas y contragolpes, que exigieron que enfrente aquellos arrestos sin perturbarme, porque esa es la misión del que espera atrás; porque ese es su oficio y esa su condición, porque ese es el sino del “ultimo hombre”…

Vivimos alejados en la geografía, pero nunca estamos escindidos. Nos identifica desde siempre un sentido familiar que nos ha acompañado en los momentos de tribulación y en las etapas marcadas por esperanzas e ilusiones. Estamos repartidos en cuatro lejanos continentes, con la confianza de que creemos en nosotros. Nos apoyamos y estamos atentos a nuestros individuales esfuerzos y proyectos vitales.

Vivir fuera fue una experiencia inigualable que, es cierto, nos desarraigó; pero que, al mismo tiempo, nos hizo crecer como familia y como individuos; que nos permitió ver el mundo con otros ojos, con asombro y con curiosidad, aprendiendo lecciones, ganando en sabiduría, resistiéndonos a perder la humildad. Aprendiendo, ante todo, a agradecerles a Dios y a la vida; convencidos que hay un tiempo para vivir y otro para partir. Persuadidos, como ya estamos sus padres, que “los lobos están cada vez más cerca de la hoguera”… O, como decía con tanta sabiduría mi amigo Julito: "ya estan disparando cerca, Alberto!".

Ellos estudiaron y se formaron en centros académicos prestigiosos alrededor del mundo; lugares donde nos ayudaron a consolidar la siembra de esa semilla, que al germinar les recuerda a ellos en forma cotidiana que en la vida, no importa el oficio que se ejerza, por egregio o humilde que parezca, estamos llamados a hacer más fácil la vida de los demás; que eso de por sí ya justifica y da sentido a la vida. Que la vida consigue plenitud cuando aceptamos la condición de quintos hombres.

No siempre estamos juntos, son continuos y frecuentes los reencuentros y los adioses; las palabras que se callan; las lagrimas que se esconden; las promesas que se hacen; los sentimientos encontrados que producen las despedidas. Pero todo se sobrelleva con la alegría que produce la solidaridad y que otorga ese campo multicolor de flores maravillosas que es el jardín de la memoria; que nos permite saborear la sazón de la vida. Porque lo que nos permite vivir más de una vez son justamente los recuerdos.

Escribo esta tarde en Europa, mientras es noche temprana en Asia, donde se encuentra su madre. Es medianoche en Australia, donde vive el primero de los hermanos, el mayor de mis hijos; y es amanecer prometedor en Norte y Sur América, donde están los otros tres, viviendo sus nuevos proyectos y soñando con sus nuevos compromisos; sabedores todos de que podemos desempeñarnos como delanteros, volantes o guardametas; pero que nuestra verdadera vocación sólo es satisfecha con la más sacrificada e incomprendida de las posiciones. Hemos aceptado la invitación que nos hicieron en la cancha de la vida. Queremos “ser alguien”; nos sentimos disponibles ante el mundo y ante la vida; sabemos que hay trabajos que alguien los tiene que hacer. Somos nosotros los quintos hombres!

En mi tiempos juveniles del movimiento Palestra, terminábamos nuestros encuentros y convivencias con un canto de despedida. Era ese un himno de esperanza. Sonaba muy profundo en las voces emocionadas de mis amigos Paco, Galo o Andrés. Nos llenaba de ilusión el poder cantar aquello de:

Por qué perder las esperanzas de volverse a ver?
No es más que un hasta luego,
No es más que un breve adiós,
Muy pronto junto al fuego, nos reunirá el Señor!

Sí, por qué perder las esperanzas! Estamos bien parados delante de la defensa. Sabemos cual es nuestra tarea y cual es nuestro destino. Sabemos que nuestra asignatura en la vida es la de jugar de quintos hombres!

Ámsterdam, 23 de Julio de 2010