21 junio 2024

Algo de la desmemoria histórica

La palabra “portete” no existe en el diccionario; en ningún diccionario. Colijo que es un ecuatorianismo consistente en el diminutivo de puerto o, con más probabilidad, de puerta; y que con ese nombre ya se conocía hace un par de siglos el lugar donde se produjo la Batalla de Tarqui. La única otra alternativa sería que así se habría conocido a un obelisco en forma de pirámide truncada que se erigía para conmemorar un acontecimiento. Esto se aclara cuando, de acuerdo al relato del propio Antonio José de Sucre, él menciona que la avanzada del ejército peruano “estaba en el Portete de Tarqui a tres leguas de nosotros”. Si su ubicación era la llanura de Tarqui, debemos inferir que tal ejército se encontraba a unos 15 kilómetros.

Esto confunde porque de Tarqui al Portete del mismo nombre existen 30 y no 15 kilómetros; lo que sí existe a esa distancia es una aldea conocida como Victoria de Portete… Por lo mismo, lo único que permitiría dilucidar el acertijo sería que el episodio bélico donde se enfrentaron los ejércitos de Perú y la Gran Colombia, fuera un lugar cercano a esa aldea; y que lo otro, el “Portete”, sería el lugar donde Sucre ordenó erigir el posterior monumento. Quedaría, entonces por definirse cuál mismo fue el lugar donde ocurrió la histórica batalla. Además, y a pesar de lo anterior, existe una presunción adicional: la de que Portete se refiere más bien al templete; y que eso fue lo que parece que entendimos en la escuela: que ‘portete’, ya sin la mayúscula, era solo aquel tipo de obelisco que se edificó para conmemorar la venerada gesta…

 

Hago estas reflexiones a cuento de la “iniciativa” del Cabildo porteño, que propone cambiar el nombre de un sector de una arteria del puerto principal, para asignarle otra nomenclatura no solo inédita, sino carente de respaldo histórico. El nombre propuesto es el de República de Guayaquil, entidad que nunca existió. Guayaquil fue una provincia del Virreinato de Nueva Granada, como lo fueron Quito y Cuenca; aunque habría pertenecido al de Lima entre 1803 y 1822 (¶), pero nunca como república. Fue, debido a este y otros antecedentes, que se produjo el encuentro entre Bolívar y San Martín en julio de 1822, para determinar a quién debía pertenecer en el futuro, si a Perú o a la Gran Colombia, y así evitar posteriores conflictos.

 

El primer cuarto del siglo XIX fue un período confuso: en él se produjeron episodios que preludiaron la conformación de esas dos entidades como estados independientes. Esto se complicó más tarde con la separación del Departamento del Sur que se convirtió en Estado independiente de la Gran Colombia; pero fue con la Batalla del Portete de Tarqui (o como se la quiera llamar), ocurrida el 27 de febrero de 1829, cuando con el triunfo del ejército de la Gran Colombia (inferior en número), se llegó a un acuerdo que concluiría con la firma de un tratado entre Perú y la Gran Colombia, que resolvieron que Guayaquil seguiría siendo parte de esta última. Preciso es recordarlo: Ecuador no existía todavía como estado soberano.

 

La batalla se produjo en circunstancias que Guayaquil se había rendido (enero de 1829) a la marina peruana que había efectuado una exitosa expedición en forma simultánea. Sería la firma de un armisticio, suscrito en Girón, la que dispondría la inmediata desocupación peruana. Hay, sin embargo, una “interpretación” del lado peruano: la de que Perú no habría perdido ninguna batalla, sino que su ejército se habría retirado a Girón en espera del resultado de las negociaciones en curso. Esto se sumaba a una vieja reclamación peruana, en aplicación del uti posidetis juris, la de que debían mantenerse las posesiones de la Real Cédula de 1803, que incluía dentro del Virreinato de Lima los territorios de Tumbes, Jaén de Bracamoros y Maynas.

 

Tampoco habrían estado ausentes los intereses personales. Uno de los caudillos peruanos, el Mariscal José de La Mar, había nacido en Cuenca y era conocido en Perú como extranjero. La Mar tenía aspiraciones políticas, para él era importante que el Departamento del Sur, que más tarde se llamaría Ecuador, fuera reconocido como perteneciente al Perú y no a la Gran Colombia. Lo irónico y contradictorio es que años más tarde, y a pesar de que este oficial lideró una acción en contra del Estado al que Cuenca pertenecía; su nombre, de tan ingrata recordación, fue perennizado en una importante avenida de esa misma urbe…

 

Ah, y en cuanto al mentado cambio de nombre... solo representa posturas trasnochadas, retazos de suspiro" –como lo hubiera dicho Rulfo–, blandengues esperanzas de algún alma confundida y nostálgica...

 

¶ Nota: Guayaquil había pertenecido a la Real Audiencia de Quito hasta la emisión de la Real Cédula de 1803, según la cual pasó a ser parte del Virreinato del Perú. Pero, al proclamar, el 9 de octubre de 1820 su independencia, pasó a llamarse Provincia Libre de Guayaquil. Esta misma entidad es la que fue anexada más tarde a la Gran Colombia, el 31 de julio de 1822.


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