11 junio 2024

“Troubleshootings”

Sí, esa debe haber sido mi primera clase práctica de “troubleshooting”, una asignatura que me dieron en el jardín de infantes… Era, como es fácil de imaginar, una institución educativa (“unidad” dicen ahora) de carácter mixto, como cualquiera que se precia. El punto es que allí yo tenía una gran variedad de “condiscípulas” (que es palabra rara dice el Efe) o, lo que es lo mismo: de compañeras. Era un tiempo en que yo era un poco indeciso (no estaba muy seguro de quién mismo me gustaba más) y tenía la mala costumbre de conversar con ellas tomándoles de la mano; mientras la profesora se acercaba, cada vez con más frecuencia –y sospecha– de lo necesario y me veía con mala cara. No me cupo duda: “algo se imaginaba”…

En esas yo andaba, tratando de dilucidar quién mismo era la que más me gustaba, cuando la presencia de esa profe, convertida ya en celadora, cada vez me inquietaba más y más. Luego, empecé a advertir que Miss Laura se fijaba y se fijaba en mí: no me quitaba los ojos de encima. Al día siguiente, me quedé en clase después de la campana; y, cuando ya nadie estaba en el aula, me acerqué a su escritorio y le confesé que me había dado cuenta de que no dejaba de mirarme y que quería saber si le importaría ser mi enamorada… Lo inesperado entonces sucedió. Y fue que, al día siguiente, mis padres fueron llamados al parvulario, fui sometido a un tedioso interrogatorio y las autoridades solicitaron mi perentorio retiro de la escuela.

 

Esto sucedió hacia finales del curso lectivo; así que lo tomé con espíritu deportivo o, quién sabe, con cierta filosofía. Como cuento, ya estábamos cerca de las vacaciones de verano; por lo que, lo más seguro es que yo habría pensado: “Bueno… ¿Por qué preocuparse?, si, total, ya mismo se acababa”…

 

Fue por esos mismos días que empecé a reflexionar en el por qué y en el para qué de lo que a mí me ocurría, o me pasaba. Entones descubrí lo que ya había sospechado en ese tortuoso interrogatorio –sin que nadie me lo hubiera siquiera insinuado–, y es que: hay ocasiones en que uno “tiene derecho a guardar silencio (y a pedir la presencia de un abogado), ya que cualquier cosa que diga puede ser utilizada en su propia contra”. Así analicé y diagnostiqué el problema: ¡fue aquella mi primera clase práctica!… Pasado el tiempo, pude darme cuenta que algún ser artero y desaprensivo había copiado vilmente mi reflexión e idea y esta había pasado a convertirse en un manido recurso para advertir a los acusados de lo que les puede ocurrir si hablan sin ordenar sus ideas, y si son interrogados frente a un tribunal de justicia…

 

He elaborado, esta laaarga exposición para no aburrirles; y, además, porque quiero hablarles de un término sajón que casi no tiene traducción y que lo he escuchado a algunos técnicos que a veces lo mencionan en nuestro idioma y lo reemplazan por “cazafallas” (¿no cierto que suena como “cazafantasmas”?). Y es que, si vamos al sentido literal, este troubleshooting no es sino un vocablo compuesto que deriva de trouble (problema o dificultad) y shooting (disparar), pero que realmente se utiliza para significar la “identificación, diagnóstico y resolución de averías o problemas”; en suma: es el “proceso para descubrir la razón para que algo no funcione como se debe, a la par que sugerir soluciones para mejorar la situación que se ha creado”. En resumen: es la búsqueda de la diferencia entre lo actual y la condición que se desea”.

 

A los pilotos, como ya lo habrán adivinado, no mismo nos gusta la mecánica (no sé si porque no entendemos cómo funcionan los aparatos o porque no nos gusta ensuciarnos las manos). A unos pocos sí, pero son la excepción. En lo personal, yo detesto los problemas técnicos y soy uno de los más ineptos “que en el mundo han sido”, para cuando me toman en cuenta y piden que arregle la bomba del baño o cambie un foco … pero, en cambio, tengo una gran ventaja: no soy malo para analizar un daño o desperfecto, y para pergeñar un diagnóstico. Me baso en un método o proceso; y, eso, me ha ayudado mucho en la vida…

 

Me he roto estos días la cabeza tratando de descubrir por qué se reducía sin razón el nivel del refrigerante de mi auto. Como la fuga no era evidente, la evaluación mecánica determinó que podría tratarse de la bomba de agua o del termostato e, incluso, de un problema más serio que hubiese requerido abrir el motor… Nadie había caído en cuenta que, habiendo un protector inferior, el derrame no sería aparente; y que, debido a la ubicación de la bomba, la fuga solo podía provenir de una cañería. Resultado: no tuve que reemplazar el conjunto (USD 1.200) sino tan solo un casi inaccesible ducto (USD 120)… ¡Cómo me ha servido mi casi olvidada clase de troubleshooting!...  He descubierto, como en la canción, que: Nada soy sin Laura (mi maestra)…


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