07 mayo 2024

Escollos de la diversidad

Prometo ser lo menos ofensivo posible (o quizá deba decir: lo más inclusivo). Sucede que fui a una reunión social, era uno de esos almuerzos de fin de semana que, cuando termina la comida, alguien dice un breve y emotivo discurso y, mientras eso pasa, alguien más va instalando unos enormes parlantes y luego, dueño de un extenso repertorio, empieza a amenizar con sus canciones. El punto es que, más temprano que tarde, se desbordó la alegría y, como dicen en nuestras tierras, “se prendió la fiesta”. Me pareció que, quien cumplía con la tarea de hacer de “hombre orquesta” era una agraciada muchacha de rasgos y facciones nativas; algo en ella, sin embargo, fuese su pronunciación o tal vez su figura, me hacía intuir que era extranjera.

Pasados unos días, comenté lo divertida que se había tornado la reunión. Mi intención no fue otra que destacar el mérito de esa simpática chiquilla, de evidente extracción humilde y rasgos algo aindiados, que cantaba una y otra vez lo que se le pedía. Ella sabía hacerse acompañar por las pistas pertinentes y conocía todas las letras de las canciones que se le solicitaba. Quizá no tuve el suficiente cuidado y, para describirla, se me ocurrió utilizar una de esas expresiones que se usaban en tiempo de los abuelos… Pude haber dicho que era “una longuita atractiva”. Ipso facto fui reprendido con un automático y muy merecido reproche…

 

Han pasado un par de semanas desde ese lamentable “gaffe”. Y, sin que yo mismo lo hubiese buscado, me he topado con un valiente como interesante artículo. Este hace referencia a un verbo que hoy se estaría utilizando para describir a “alguien que recibe un trato favorable o discriminatorio en base a la ‘categoría racial’ que la sociedad le atribuye” (o por el hecho de ostentar unas facciones o rasgos que resulten diferentes): se trata del verbo “racializar” (que no consta en el diccionario). La nota utilizaba como ejemplo el de una reina de belleza que habría sido escogida en España, a pesar de –o precisamente por– unas características físicas que eran atípicas para el medio en que se había celebrado el certamen (sus rasgos africanos); es decir, y para hablar sin circunloquios ni eufemismos, debido precisamente a su “raza”…

 

Sí, bien sé que así es cómo se decía antes… “Raza” es una palabra que no se debería usar para hablar de las diferencias que existen entre las apariencias externas físicas de los seres humanos; asunto que nos hace preguntar: “diferencias ¿de quién y con quién?”. En realidad, el concepto de raza pudiera ser no solo subjetivo, sino que pudiera estar basado en –o heredado de– un cierto euro-centrismo (en todo caso, una noción Occidental), como el que en algunos países se conoce con el acrónimo de WASP: White, Anglo–Saxon and Protestant, (“Blanco, Sajón y Protestante”). Me pregunto si, por parecido motivo, alguien se habría referido alguna vez a un individuo senegalés como que era de raza “afro-americana”…

 

Habría sido el brillante antropólogo y etnólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009) quien hace ya tres generaciones (han pasado 75 años) recomendó, en su informe para la UNESCO, que “sería conveniente renunciar al empleo de la palabra raza”; reconocía la carga negativa que podía tener el vocablo y sugería como alternativa el uso de la expresión “grupo étnico”. A Levi-Strauss, de padres judíos de origen franco-alsaciano, le parecía suficiente hacer una diferenciación más escueta: establecía solo tres grupos étnicos, de acuerdo con sus principales características. El sabio negaba que pudieran existir diferencias intelectuales o relacionadas con el temperamento entre los distintos grupos étnicos.

 

Si bien lo pensamos, “mestizos somos todos”; el mestizaje ha sido un perenne proceso que ha existido desde el principio de la humanidad. Por lo mismo, estaremos de acuerdo en que la humanidad es una sola y que todos “pertenecemos a la misma especie, la del homo sapiens”. Visto así, y de acuerdo con ese criterio, la idea de raza “es más un mito social que un fenómeno biológico”; asunto que, por otra parte, ha sido responsable de muchos daños tanto en el orden humano como en el social. Lo más grave es el negativo impacto que ha ejercido, en detrimento de la solidaridad humana y la fraternidad entre los hombres.

 

Lévi-Strauss se habría inspirado en una noción lingüística: el estructuralismo de Ferdinand Saussure que argumentaba que la lingüística debe tener por objeto el estudio de la estructura y funcionamiento de la lengua en un determinado momento, sin tomar en cuenta su evolución. Por ello, el antropólogo francés sostenía que la lengua sería el resultado de dos ingredientes: naturaleza y cultura. Su gran obsesión habría sido la de averiguar el porqué de otro gran mito que compartimos como especie, el del incesto: la relación íntima entre parientes, que quizá subsiste todavía en algunas culturas.


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario