28 mayo 2024

De castañas y otras nueces

La llamaban Gretchen, la conocí en la piscina de la escuela de aviación. Todo ocurrió el día mismo de mi decimoctavo cumpleaños, con el que –de súbito– podía ya ordenar una cerveza y me convertí en “mayor de edad”… Tenía libre esa mañana y había bajado a la pileta pues quería practicar eso de “lanzarme desde el trampolín”. En esas estaba, cuando en una de las zambullidas no levanté la cabeza a tiempo y rocé la frente en el piso de la alberca. Braceé hasta el otro lado y solo entonces caí en cuenta que tenía sangre en el rostro y que alguien había sido testigo de lo sucedido… Una atractiva chica escogía una tumbona y se disponía a acomodarse, cuando reconoció que sangraba y se ofreció a acompañarme a la enfermería. Subimos luego a mi habitación; fue cuando “me supo” procurar otros cuidados … Así, sin más, “la conocí”…

Más tarde mi entusiasmo amainó cuando me enteré de que no era “el único”; que similares atenciones ya les habían sido prodigadas a otros de mis propios compañeros de dormitorio... Había creído, ¡qué ingenuidad!, que “había sido el primero” pero tuve que contentarme con la certeza de que, en realidad, había sido ella la que “había sido mi primera vez”… Gretchen fue la culpable de mi verdadero debut, de “mi primer vuelo solo”; fue, a la vez, el único pasajero de ese, mi “maiden flight”… Fue ella, además, quien me contó que su nombre era solo un diminutivo –el de Gänseblümchen en alemán, o Daisy en inglés–. Me contó que su nombre significaba “perla”, voz que provenía del latín margarita… “No lo puedo creer –respondí–, así mismo se dice en español, pero es un vocablo que no admite diminutivo: no puedes decir “margaritita”…

 

Y fue a ella a quien escuché por primera vez aquel “hazel” (se dice “jeizel”), para referirse al color de mis ojos, término que por más de 50 años estuve convencido de que quería decir “castaño”, oblivious to the fact (ajeno al hecho) de que esta era palabra que se refería al color marrón, y no al de la “avellana”, que es lo que realmente significa en inglés. Habría estado equivocado por tan largo tiempo, pues estuve convencido de que hazel era una tonalidad de castaño, cuando en realidad hacía mención a ese color “pardo bajito”, claro y algo verdoso, que tiene la corteza de ese otro fruto, esa nuez redonda que llaman avellana.

 

Existe una curiosa expresión en el castellano, aquella de “sacar las castañas del fuego”. Hay quienes la utilizan para indicar que una persona habría hecho un favor a alguien más o que habría sacado de un apuro a otra persona. El diccionario define esa locución con el sentido de “ejecutar en beneficio de una tercera persona algo que puede resultar en daño o disgusto para uno mismo”, lo que solo quiere decir: “hacer que otra persona acometa una tarea, que uno mismo no la quiere ejecutar”. El origen de la expresión estaría en una fábula de Jean de La Fontaine; en la que un mono y un gato tratan de asar unas castañas. Mas, cuando las tienen que retirar del fuego, el mono lisonjea al gato adulándole por su valentía. Esto halaga al felino, quien, sin mucho pensarlo, orgulloso se decide a tomarlas con las manos, quemándose en el intento…

 

Existe también otra conocida expresión, relacionada con esas mismas nueces, aquella de que alguna condición o circunstancia “pasa –o ha pasado– de castaño oscuro”. Esta lo que realmente quiere decir, es que una situación determinada se ha convertido en algo demasiado enojoso o grave” (esto, de acuerdo con el diccionario), es decir que algo se ha tornado excesivo o insoportable.

 

Pero si hemos de hablar de nueces y frutos secos, mi favorita es una que llaman “anacardo” (la verdad es que siempre he preferido identificarla por su nombre inglés), tiene la forma de un diminuto riñoncito que no pasa de dos centímetros, su nombre botánico es “anacardium occidentale”. Algunos la llaman “nuez de la India”, sin embargo de que es el fruto de un árbol originario del Brasil. Tiene una gran variedad de nombres, pues muchos solo tratan de imitar el sonido de la voz inglesa “cashew nut”. Sé que también la llaman cajú, cayú o cashú; o con un generoso número de otros extraños nombres, como merey, marañón, cajuil o pepa.

 

Dice la enciclopedia que este anacardo se cultiva en países del norte de Sudamérica, en lugares que gozan de clima tropical. Los “cashew nuts” eran calentados en los hornos de primera clase y los servían en algunas aerolíneas asiáticas; eran una verdadera golosina. Con el tiempo me fui dando cuenta que eran peligrosos: algo había en su textura  y sabor que los convertía en adictivos… Siempre los preferí sobre las almendras, las nueces, las avellanas o las castañas. Esos riñoncitos son ideales para acompañar un matinal aperitivo…


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