20 mayo 2007

Estambúl

Queridos hijos y vecinos de "hotmail.com":

 

Ayer en la madrugada volví de Estambul. Ha sido uno de los viajes que quise realizar desde hace mucho tiempo. Esta vez se presento una oportunidad que no me había esperado, ya que me toco en suerte un vuelo a este destino, con la particularidad que solo tenia que hacer el tramo de regreso en calidad de piloto; lo que quería decir que me correspondía subir en condición de pasajero, para regresar al mando desde Estambul. Esto resulto casi como una lotería, porque me permitía adelantarme un par de días y podía, además, llevarle a la mami para que también conociera esta ciudad tan única y sorprendente. 


Cuando era niño siempre me llamó la atención Estambul. Despertaba mi curiosidad el que a una ciudad tan importante en la historia le hubieran cambiado tan frecuentemente de nombre: Bizancio, Constantinopla y Estambul. Muchas veces me pregunté: que era eso de las  "discusiones bizantinas", aunque nunca logré darme yo mismo una satisfactoria respuesta.  En la escuela me enteré que a los naturales de Jerusalén, se les dice "Jerosolimitanos"; a los de  Ávila, "Avilenses"; y, a los de Constantinopla, "Constantinopolitanos". Además, siempre me intrigó aquello de la "toma de Constantinopla por los turcos" (según la historia que nos enseñan, una de las causas del descubrimiento de América); siempre despertó mi curiosidad aquel estrecho que separa Europa de Asia, llamado "El Bósforo" y aquel otro que une el Mar de Mármara con el Mar Griego o Egeo, llamado "Estrecho de los Dardanelos".

 

Así que nos fuimos a Bizancio-Constantinopla-Estambul. Conocimos las maravillosas Mezquitas que son el símbolo mismo de su sorprendente historia. Visitamos la Mezquita de Solimán el Magnífico, la Mezquita Azul (que es la mas hermosa y monumental entre todas), tuvimos la suerte de conocer la iglesia-mezquita-museo de Hagya Sofía, que tiene mil quinientos años de construida y que se ubica frente a la anterior conformando una explanada que invita a la admiración y a la reverencia. Ahí mismo se encuentran las ruinas subterráneas de la fabulosa cisterna de la ciudad, a donde se traía antiguamente el agua por medio de un gigantesco acueducto de 16 kilómetros. 

 

Claro que el primer dia preferimos tomarlo con un ritmo mas reposado. Habíamos llegado esa madrugada y nos pareció lo mas aconsejable el visitar los famosos Bazares de Estambul: tanto el Gran Bazar, como el Bazar de las Especies. Y decidimos terminar el dia en una acogedora zona turística, donde se encuentran muchos restaurantes con mesas que invaden el espacio de la calle. 

El segundo dia, luego de visitar las mezquitas, decidimos improvisadamente tomar un pequeño “tour” en barco a unas pequeñas y acogedoras islitas localizadas en el Mar de Mármara, llamadas Islas Princesas; lugar éste muy renombrado pues era el sitio preferido por los Sultanes para desterrar a los personajes díscolos o desafectos a sus regimenes. 

En la última de estas islitas, montamos en un carruaje tirado por caballos y emprendimos una pequeña "romería" a una capillita-convento que se encontraba en la cima de una colina. Esta experiencia fue un reto a nuestro ya inexistente estado físico, pues realmente se trataba de un ascenso empinado de por lo menos veinte minutos. Lo curioso es que todo el mundo nos indicaba que ya solo faltaban cinco minutos... La verdad es que la "pequeña caminata" dejo una huella recurrente, los días posteriores, en nuestros adoloridos músculos... 

Dejamos para el tercer dia el inevitable crucero al Bósforo. La vista de la ciudad desde el mar es realmente maravillosa. Estambul es una ciudad ubicada en un sitio privilegiado de la tierra; pero además, todas sus construcciones van creando una simbiosis muy armónica con la naturaleza del paisaje obsequiado por la naturaleza. 

Al recorrer el Bósforo hacia oriente, se van observando las sorprendentes mansiones de los "Pashas", es decir, de los funcionarios importantes del tiempo de los sultanes. Estas mansiones o "yalis" son realmente majestuosos y amplísimos palacios. Al final del crucero, nos apeamos para almorzar un delicioso pescadito fresco (no el que sabemos) acompañado de una refrescante Pilsen. Aquí nos picó nuestro espíritu adquisidor y cedimos a la tentación de traernos un muy bonito "kylim" de esos tejidos en la Capadocia o en algún lugar de la meseta de Anatolia. Ya le extendí en casa, en el paso de la sala al comedor y dio al piso un innegable aire de alegría.

 

Finalmente, dejamos para el ultimo dia la visita al famoso palacio de Topkapi, realmente asiento y residencia de los sultanes, hasta que ya convertida Turquía en Republica, Mustafa Kemal, el formidable "Ataturk" le convirtió en museo para que pudieran maravillarse de sus jardines y aposentos, de sus recovecos y "haremes" (plural de "harem") las decenas de miles de turistas que lo visitan dia a dia; incluyendo al envidioso del Alberto y la maravillada de la Alicia. Desde Topkapi la vista del Mar de Marmara y del Bósforo es verdaderamente insuperable. El paisaje y la vista portentosa de esa mañana de agradable y límpido verano se quedara para siempre en nuestras retinas.

 

Concluimos la tarde con una nota de aventura; había oído de los enclaves judíos, cristianos y sefarditas en las barriadas hacia arriba del Cuerno de Oro, que es el estero natural que separa el Estambul occidental del oriental en la parte norte del Bósforo. Era mi intención explorar las pequeñas iglesias bizantinas, famosas por sus mosaicos y frescos. Concepto éste último sorprendente, pues se trata de reliquias cristianas en una ciudad musulmana. Pero las iglesitas resultaron muy pequeñas, y mas bien merecerían el titulo de capillas. San Salvador en Chora y Parmacristos están ubicadas en un complejo humilde y menesteroso en unos arrabales que solo la imprudencia hace visitarlos, pues deben ser un tanto peligrosos. Lo cierto es que la Mami no se sentía tranquila ni segura mientras merodeábamos por estos nada amigables parajes. 

Gracias a Dios no tuvimos que enfrentar ninguna sorpresa que hubiese justificado la constante y repetida advertencia de que evitemos lugares inseguros, por la casi cierta posibilidad de que pudiésemos ser asaltados. Hacia calor esa tarde, por lo menos hasta que logramos llegar de vuelta al "Golden Horn" para tomar el refrescante y tranquilizador bote de regreso a la estación del tranvía. Y colorín colorado, que este viaje se ha acabado. 

Y yo me despido que ya me dio ganas de darme un refrescante baño turco.

 Papi


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