26 abril 2024

Entre el estuario y el lago

Solo descubro su presencia cuando me lo advierten. Hay en su actitud una evidente ausencia de agresividad, una forma de serenidad que no insinúa aquel gesto elusivo que pudiera sugerir una disimulada hostilidad. Me mira el bicho con manifiesta indiferencia, como si intuyese una improbable invasión a su acostumbrado territorio. Es la primera ocasión que puedo observar de cerca a este tranquilo mamífero cuyo nombre proviene del náhuatl y que llaman coyote. Esto sucede en una apacible pradera de Seattle, puerto privilegiado del noroccidente de los Estados Unidos, ubicado no muy lejos de la costa del Pacífico.

La ciudad se ubica entre el lago Washington, cuerpo de agua apacible dotado de indolente balanceo, y el Puget Sound, un estuario que proclama la proximidad de la urbe con el más extenso de los océanos. Seattle se recuesta sobre una bahía que parece burilar la impronta de su carácter; y que –caprichosa– se asienta sobre el perturbado perfil de una comarca lacustre. La factura es irregular, definida por promontorios y notables depresiones. Así, la urbe se asienta sobre el mismo lugar donde “no satisfechos con su primera fundación”, los primeros pobladores europeos optaron por reconstruirla sobre su original emplazamiento.

Allí, el trazo de las calzadas ha impuesto indóciles declives donde se han arrimado soberbias estructuras; su travieso perfil se refleja en las aguas del estero cual si fuera un tornadizo caleidoscopio. Hacia poniente se descubre Elliott Bay, que define la silueta de esa parte de la ciudad, la integra y la circunda. El paisaje sugiere al visitante que se encuentra frente a la inmensidad del Pacífico; mas, de improviso advierte la presencia de un formidable macizo que surge en medio de las aguas: se trata del monte Olímpico. Descubre entonces que existe todavía una extensa península que separa al estero de la infinidad del océano.

Seattle da albergue a un inusitado contingente de exóticos grupos étnicos que han llegado con ilusión a probar fortuna. Es gente que ha encontrado una tierra donde prevalecen el sosiego, el respeto y la armonía; y donde puede soñar con un mejor futuro para sus descendientes. Allí han germinado novedosos proyectos y aventuras empresariales como Microsoft, Starbucks o Amazon, que han surgido para consolidarse y se han difundido más tarde por el mundo. Allí se halla la fábrica más grande que existe sobre la faz de la tierra, un hangar descomunal donde se ensamblan los imponentes aviones Boeing.

 

En la primera década de este siglo, gracias al ímpetu renovador que caracterizó a la urbe, el municipio evaluó el servicio –y la brutal contaminación visual– que producía el viaducto Alaska (una sección de la Ruta Estatal 99), una autopista de dos plantas ubicada junto a la ribera del estero (bautizado Puget en honor a Peter Puget, un teniente que había acompañado a George Vancouver en su expedición de 1792). Surgió entonces la iniciativa de reemplazar la RS 99 con un túnel que, al pasar por debajo del antiguo recorrido, permitiera crear una amplia zona de esparcimiento que contribuyera a promover la belleza y atractivo de la ciudad. La visión era convertir al “waterfront” en un sector peatonal que, combinado con parques y centros de negocios, impulsara el turismo y la economía; creara empleo y promocionara a la ciudad.

 

Entonces, luego de aprobarse la alternativa vía referendo, y de acordarse un presupuesto de 3.3 billones de dólares, se decidió la contratación de una gigantesca máquina perforadora (una TBM o Tunnel Boring Machine), que se encargaría de taladrar un formidable túnel (más de tres kilómetros de largo y 16 metros de sección, en doble planta), que permitiría corregir las desventajas del viaducto mencionado, aunque sin paralizar todavía el tránsito vehicular que este facilitaba. La gigantesca máquina, llamada Bertha, se había inspirado en un artefacto similar que, pocos años antes, había sido utilizado para construir el túnel que une Inglaterra y Francia, que cruza entre Dover y Calais (por debajo del Canal de la Mancha) y consiste en tres corredores de 40 km. de largo (dos túneles con opuesto sentido y un corredor de servicio). 

 

Es tan admirable el desempeño de esta prodigiosa perforadora–excavadora circular –que, además, se encarga de construir en forma simultánea la estructura exterior de concreto–, que permitió planificar la construcción total de este paso deprimido en el insospechado plazo de dos años (el tiempo finalmente se duplicó, debido a inesperados inconvenientes mecánicos).

 

Es Seattle una urbe sorprendente, donde gente de disímil procedencia ha optado por un civilizado acuerdo. Allí, sus residentes lucen siempre cordiales; incluso los animales lucen también dóciles y parecen estar siempre sosegados; hasta los coyotes dan la impresión de avenirse al lugar en amable convivencia…


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23 abril 2024

Celebraciones y desafíos

El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) contempla varios significados para el vocablo “hito”, algunos de ellos en desuso. Menciona que la palabra viene del latín vulgar fictus, participio pasado de figĕre (clavar o fijar), y señala dos definiciones principales: una con el sentido de “Mojón o poste de piedra, por lo común labrada, que sirve para indicar la dirección o la distancia en los caminos o para delimitar terrenos”; y, otra, con el de “Persona, cosa o hecho clave y fundamental dentro de un ámbito o contexto”. Para mi gusto, omite una circunstancia más frecuente: la voz “suceso”, ya que sus principales sinónimos son, asimismo, acontecimiento y efemérides.

Esos hitos o sucesos son tan “claves o fundamentales” que merecen que se defina de algún modo su cumplimiento o, lo que es lo mismo, que se los recuerde en forma especial, que se los conmemore. No necesariamente que se los celebre, aplauda o festeje. En la práctica, la costumbre ha ido determinando que existan episodios negativos que, a pesar de su esencia, decimos que los “celebramos” o “festejamos”. Aquí, sin duda, existe un uso equivocado porque cuando conmemoramos, solo reconocemos el cumplimiento puntual de una cláusula determinada de tiempo. Por eso decimos “se cumplen” seis años, semanas o días…

 

Así se crea una involuntaria confusión: hablamos  de celebrar o festejar cuando lo que intentamos expresar es que conmemoramos un hito o acontecimiento. Y claro, nunca debemos celebrar episodios o acontecimientos tristes, fatídicos, desgraciados, aciagos, fatales o funestos.

 

En todo ello medito cuando caigo en cuenta que he mantenido este blog por alrededor de 15 años y que he registrado la generosa cantidad de 150.000 visitas… Si bien lo pienso, el blog empezó como una cándida colección de poemas en prosa –ese sí un amasijo de bocetos, semblanzas y paisajes– que se caracterizaba por tener un estilo intrincado (nunca exento de lo que uno de mis más queridos amigos alguna vez llamó: artículos escritos con palabras rebuscadas”. Algo más tarde, el blog intentó convertirse en una especie de diario o bitácora de viaje. Aquellos dos ensayos iniciales –para mi propia fortuna– se eliminaron sin que medie mi intención o voluntad. Todo sucedió gracias a la intervención de los caprichos del destino…

 

Hoy el blog trata de ser un conjunto de impresiones, experiencias, semblanzas y memorias; y, desde hace no mucho, también de lo que ha pasado a ser mi nueva pasión: los caprichos, curiosidades y entresijos que tiene nuestra lengua. Ayer nomás escuchaba a mi nieto de cinco años pronunciar la palabra “puzle” y tuve que comprobar, para mi propio asombro, que esta ya constaba registrada en el DLE con el sentido de rompecabezas. Su origen es una voz inglesa (puzzle) y se la utiliza para designar un tipo de pasatiempo, acertijo o desafío lúdico que consiste en poner en orden piezas hasta completar una figura determinada.

 

Lo curioso es que mi traductor no ofrece la misma alternativa: menciona que el significado de rompecabezas es “jigsaw”, lo que –a su vez– es traducido como “sierra de calar” (la usada para perforar madera y otros materiales). Se me ha antojado ridículo que no exista una voz menos prosaica que rompecabezas… Para mayor sorpresa, he advertido que lúdico tiene también otro significante para la misma idea: se trata del vocablo lúdrico. Es cuando he recordado que en inglés existe una voz parecida que significa ridículo.

 

Fiel como soy a mis propios hábitos y pruritos (es un incorregible impenitente, dirán ustedes) acudo a la etimología de la palabra en inglés y obtengo que “ludicrous” significa tonto, absurdo, irrazonable, algo tan fuera de lugar que asombra y resulta ridículo; vendría del latín ludicrus y de ludicrum, lugar donde se presentan las obras de teatro: “Stage play” –dice el texto–, algo que no se puede tomar en serio porque “is intended as a jest” (es como si fuese broma), con el sentido de informal o deportivo, completa el diccionario. O, lo que equivale a lo mismo: una farsa con apariencia de verdad. ¿No resulta de veras “ridículo”?

 

Sí, de verdad, ¡qué desafío! No en vano rompecabezas también significa (quiere decir) reto, incitación y hasta provocación… En fin, más arriba, me clasifiqué como impenitente, voz que también se define como contumaz, irreductible, incorregible o reincidente; pero, además, como “carepalo” y hasta pecador… ¡Qué curioso!, cuando estamos estos mismos días en supuesto religioso recogimiento (escribo en Ballenita, cerca de Salinas, durante el abrigado feriado de Semana Santa)…


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19 abril 2024

Expresiones basadas en la milicia *

* Escrito por Héctor Herrera para La Razón. Reeditado por espacio para Itinerario Náutico.

 

El castellano es una lengua viva. Se alimenta de las vivencias de quien lo habla. No es de extrañar que un pueblo que se ha pasado en guerra gran parte de su historia, haya adoptado muchas de estas expresiones en el habla popular. La historia ha colocado a infinidad de españoles en la difícil tesitura de la guerra. Y como el lenguaje bebe de lo que vive quien lo habla, muchas frases utilizadas son producto de aquellas campañas. Son producto de eventos, hábitos o costumbres del mundo militar, asimilados en el lenguaje común.

 

1. Dormirse en los laureles: Significa abandonarse o dejar de esforzarse tras conseguir una victoria. La expresión tiene su origen en la antigua costumbre de condecorar con una corona de laurel a aquel militar que hubiese destacado por su valor o por su talento militar. Al parecer, era común que después de recibir este solemne galardón, esa persona dejase de esforzarse porque ya había conseguido lo que ambicionaba, que era el reconocimiento.

 

2. Leer la cartilla: Significa reprender o echar la bronca. Surge de la práctica de entregar un pequeño cuaderno con las normas comportamiento y disciplina a cada soldado que se unía a la tropa. Cuando al soldado le leían la cartilla, le recordaban qué podía y qué no podía hacer.

 

3. Ser de la misma quinta: Significa “tener la misma edad”. El término se remonta al siglo XV. Surgió a raíz de un decreto del rey Juan II de Castilla: una quinta parte de los varones debía hacer el servicio militar. Para alcanzar el cupo, incluidos los voluntarios, había que escoger al resto de muchachos. Para hacerlo, se quintaba: se hacía un sorteo en el que se escogía uno de cada cinco varones nacidos en un año específico. De ahí la expresión “ser de la misma quinta” para referirse a quienes comparten el año de nacimiento.

 

4. Mandar a la porra: Durante la instrucción, el tamborilero mayor del regimiento portaba un bastón conocido como porra. Este se clavaba en el suelo, marcando la posición a donde mandaban a los soldados que recibían algún castigo. De ahí la expresión.

 

5. Dar cuartel: Es conceder un trato favorable a quien enfrenta una dificultad. En ocasiones, los altos mandos pactaban una zona de exclusión a donde iban a parar los soldados rendidos. A ese refugio se denominaba “cuartel”. Y para ser apartado de la batalla, lo único que había que hace era gritar “¡cuartel!”. Quien lo hacía pasaba a ser prisionero de guerra del bando contrario. En consecuencia, surgió también la expresión “no dar cuartel”, que significa no ser benévolo y no tener piedad con el adversario: luchar hasta las últimas consecuencias.

 

6. No dar un palo al agua: Significa ser un vago, acusación que se hacía a los remeros  holgazanes, que solo fingían impulsar los remos, mientras se dejaban el trabajo para el resto de marinos. La expresión significa, en consecuencia, que una persona está holgazaneando.

 

7. Se te ve el plumero: Señala a quién ha dejado entrever sus verdaderas intenciones. En el siglo XIX, surgió una unidad llamada Milicias Nacionales: luchaba a favor del bando liberal. A quienes integraban la unidad se los reconocía porque lucían unos llamativos penachos en sus morriones. Tras su disolución, los absolutistas empezaron a utilizar la expresión para señalar a los liberales que ocultaban su pasado o sus ideas.

 

8. Se armó la de San Quintín: El 10 de agosto de 1557, los españoles vencieron a los franceses en San Quintín, al norte de Francia. El sufrimiento de ambos bandos durante el combate dio lugar a la conocida frase. Hoy  se la utiliza para describir una gran trifulca o polémica.

 

9. Dejar en la estacada: En la antigüedad, era común en batalla, colocar en primera línea unos obstáculos fabricados con estacas afiladas, de tal forma que la caballería quedase totalmente anulada frente a ellas. Dejar en la estacada hace referencia a aquellos soldados que dejaban abandonado a un compañero que había impactado con aquellos punzantes obstáculos.

 

10. Pasarlas canutas: La canuta era el documento que se le entregaba a cada soldado recién licenciado tras cumplir su periodo de servicio militar. Era común que los soldados tuviesen problemas para reincorporarse a la vida civil. De ahí la referencia para quién atraviesa por un difícil momento de su vida, sea por un asunto laboral, personal o económico.



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16 abril 2024

Un asilo inconsulto

Anda rodando por ahí un video algo “chusco”, no tendría mayor importancia si no fuera porque es una imagen lamentable nada menos que del actual presidente mexicano. En ella, el señor López Obrador, que, según parece, prefiere ser conocido por sus “nada ancestrales” apellidos completos, intenta contar una entretenida anécdota, algo que a él mismo alguien le habría contado. El punto es que, en el intento de narrar un cómico episodio, el mandatario olvida el cuento, o cómo mismo tenía que contarlo, y empieza a dar rodeos y a repetir dos o tres palabras, tratando de recordar lo que a él le habría parecido tan interesante que justificaba un merodeo memorioso que impacienta a su audiencia por un par de minutos… 

Sí, cualquiera puede olvidar algo que quiso compartir, dirán ustedes (realmente, ¿a quién no le ha pasado?, sobre todo si se trata de contar algo que produce hilaridad). Mas, el meollo del asunto no es el olvido en sí, es la insólita obcecación de todo un personaje público que no cae en cuenta de la dignidad de la posición que representa y que, lejos de pedir disculpas por el olvido y continuar con el hilo de su discurso, se pone a divagar cual si estuviera embriagado o afectado por alguna sustancia que lo mantiene alelado. El inaudito episodio es en realidad paradigmático, en el sentido de que puede servir de ejemplo de la forma en que no puede, ni tampoco debe, comportarse un importante hombre público. De hecho, lo sucedido ilustra, además, la risible –e irrisoria– carencia de sentido de majestad  que exhibe el frustrado mandatario.

 

Lo relatado viene a cuento de la provocada crisis diplomática, que se ha desencadenado en estos días por voluntad del jefe de gobierno mexicano, que no ha dudado en interrumpir las relaciones diplomáticas que los pueblos de México y Ecuador han mantenido por tan largo tiempo. Y digo “provocada” porque conceder asilo a un ex–funcionario que ha sido acusado, juzgado y sentenciado como culpable de haber recibido sobornos y de haber hecho mal uso de fondos públicos, es simplemente no entender la razón de ser y la finalidad de un recinto diplomático, que no puede ser transformado en hotel para brindar hospedaje a alguien que, abusando de su posición administrativa, ha cometido un acto indigno y reprochable. Nadie, mucho menos, el primer representante de un país amigo, puede encubrir a un delincuente.

 

No quiero, con esto, justificar la acción posterior del gobierno ecuatoriano, aquella de ordenar una violenta irrupción en un inviolable recinto diplomático, aquél de la embajada mexicana. No obstante, dados los antecedentes que la misma situación había tenido (como los de declarar “huésped” a un acusado por corrupción o efectuar declaraciones poco afortunadas relativas al magnicidio de un candidato presidencial), no podemos sino preguntarnos: ¿qué otra acción o respuesta digna le quedaba al sorprendido gobierno ecuatoriano, sabedor –como estaba– de los preparativos que, obviamente, se estaban fraguando para asegurar la inminente fuga del ex vicepresidente Glas? Esto, para no mencionar las repercusiones internas, en especial la burla y el rechazo público, que el escape del desaprensivo ex dignatario hubiesen producido…

 

Hay en las acciones del gobierno mexicano –no en las de su pueblo– un velado desafío, una solapada bravuconada; tan torpe actitud coquetea con el hostigamiento. No solo que conceder “hospedaje” a un sentenciado contradecía expresas normas internacionales de asilo, sino que haber actuado en la forma en que se lo hizo, solo reflejaba una lamentable distorsión: se estaba utilizando un recurso legítimo, reservado para fines humanitarios, con propósitos ideológicos. Esto es sumamente grave, constituye la manipulación de un valioso arbitrio; y expresa la muy triste confusión de un claro concepto, pues equivale a declarar que la afinidad ideológica está por encima de la ética. Que ya no cuentan ni los valores ni los principios.

 

Tampoco la OEA, Organización de Estados Americanos, ha actuado y resuelto en la forma más atinada posible. Concedido: no podía hacer otra cosa que condenar la violenta incursión en la embajada mexicana… pero tampoco ha rechazado, como correspondía, las reiteradas y tendenciosas interferencias del gobierno mexicano en asuntos internos de otro Estado. Quizá la única alternativa que pudo haber considerado el gobierno ecuatoriano era la de repudiar la intromisión del presidente López, que exacerbó los ánimos, no permitir la salida del fugitivo del recinto diplomático y advertir que se vería obligado a disponer la estricta revisión de todo vehículo, sea de la condición que fuere, que se dispusiera a salir de esa sede diplomática.


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12 abril 2024

El tokay, un vino regio

Luis XIV, que algo sabría de vinos, había dicho del tocay que era no solo un vino de reyes, sino también el rey de los vinos (“Vinum Regum, Rex Vinorum). Creado en la actual Hungría, siempre se supo del tokay que las variedades que lo constituyen, se habían plantado hace mucho en esos suelos volcánicos. Esto habría ocurrido aun antes de que los magiares poblaran esas tierras. Se sabe, de acuerdo con la tradición, que el primer aszú (una variedad del tokay) ya se habría elaborado tan temprano como en el siglo XVI tardío.

 

Los viñedos que producen las uvas de este reputado vino están ubicados hacia el nordeste de Hungría, es una zona conocida como Tokaji. Esta región constituye una de las pocas en el mundo declaradas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Existen solo seis variedades de uva aprobadas para la elaboración del tokay, siendo las principales: furmint, harslevelú, moscatel amarillo, zeta, koverszolo y kavar (un cruce entre harslevelú y bouvier). La primera variedad cubre un 60% del área cultivada y la harslevelú un 30%. La zona de cultivo del tokay, está localizada en las estribaciones de los montes Cárpatos; es una pequeña planicie ubicada a 500 metros de altura cuyo suelo tiene un alto contenido de hierro y cal.

 

El clima juega un papel importante en la zona de cultivo: el otoño adelanta la llegada de las lluvias y es seguido por un breve veranillo que asegura un extenso período de maduración. Las uvas furmint maduran con una piel gruesa, pero –a medida que maduran– se hacen más delgadas y transparentes; esto permite que el sol penetre en la fruta y, al evaporarse el líquido, se produce una mayor concentración de azúcar. Al contrario de las otras variedades, la fermint crea una nueva capa de piel que evita la pudrición y concentra los azúcares naturales de la fruta. Las uvas se dejan en las ramas lo suficiente para que se desarrolle una bacteria noble conocida como Botrytis cinérea, un tipo de moho que mejora el sabor de la uva.

 

Pero, así como diversos tipos de uva no producen el mismo tipo de caldo, lo contrario no necesariamente es verdad; y un mismo tipo de uva, procesado con diferentes métodos y distinto porcentaje de acidez o alcohol, puede procurar diversos tipos de vino. Así, el tokay puede tener una extensa variedad de presentaciones: vinos secos, similares al obtenido en las regiones históricas de Borgoña y Mosela, de una sola variedad pero diferente añejamiento; samorodny (quiere decir sin mezcla) que resulta de combinar uvas de la misma cepa pero con diferente grado de “botrización” (fermentación), estos vinos pueden obtener grados más altos de azúcar residual o alcohol; aszú, este es el vino dulce más famoso del mundo, con el típico color topacio que exhibe el tokay, este vino exige de la adición de mosto y se elabora con un proceso totalmente diferente, aunque representa solo un 1% de la producción total; eszencia, también llamado néctar, este es uno de los vinos más exclusivos que existen, tiene un proceso mínimo de fermentación de cuatro años pero es tan dulce que solo puede ser degustado en pequeñas cantidades. A estos vinos pueden sumarse otros conocidos como de cosecha tardía.

 

Los mejores tokays han sido preferidos por importantes escritores y compositores; ellos han llegado a ser considerados como los favoritos de algunos monarcas europeos, a tal punto que algunos simplemente “no tomarían ningún otro”. En cuanto a su DOCG (Denominación de Origen Controlada y Garantizada), desde principios de este siglo, nadie puede ya aplicar por la denominación –o apelación– de “Tokay” para vinos cuyas vides no hayan sido sembradas en la región exclusiva de Tokaj-Hegyalja; este es el caso de un vino alsaciano que antes se producía con jugos de la uva pinot gris (es también el caso del Friulano italiano que utiliza una variedad del sauvignon vert, antes llamado tocai fruilano). Para los vinos fortificados y espumosos, el grado de contenido de azúcar es el que determina su “rating” en los siguientes siete niveles : brut natural (sin azúcar), extra brut, brut, extra seco, seco, medio seco y dulce.

 

Son todavía muy pocas las regiones vitivinícolas que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad; se destacan entre ellas las del Alto Duero y de la Isla del Pico (Azores) en territorio portugués; o las de Asti y Piamonte en Italia que producen el Barolo y el Barbaresco, que utiliza la uva conocida como nebbiolo; o los viñedos de las colinas de Borgoña (hacia el sur de Dijón) que siembran y producen el pinot noir; o la campiña de Champaña, al este de Paris, donde se mezclan tres variedades: chardonay, pinot noir y pinot meunier para producir el champán. Pero entre todas disfruta de un sitio preferencial la región de Tokaj-Hegyalja (quiere decir estribaciones de Tokaj), donde destaca el Tokaji Aszu, que es el caldo más antiguo del mundo como vino “botritizado”. Este tokay logró una gran reputación a partir del siglo XVII.

 

Nota: información condensada de Wikipedia, con mi redacción y edición.


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09 abril 2024

Curiosos caprichos del azar

“La ciencia es vasta y la vida corta. Por eso no debemos tener la pretensión de conocer todos los fenómenos de la Naturaleza”. Honorato de Balzac, La piel de zapa.

Ese día que fui a la librería, mencioné el nombre de dos escritores franceses a los que todavía no había leído: Honorato de Balzac y Louis Ferdinand Celine. Nada encontré de Celine, de Balzac solo tenían tres novelas: La piel de zapa, Eugenia Grandet y Papá Goriot; opté por la primera y la tercera, postergando mi interés para luego explorar algo más de la serie conocida como La comedia humana, un ciclo de alrededor de cien novelas y relatos con los que el escritor se propuso describir, en virtud de un contrato pre-acordado, los modos y costumbres de la sociedad francesa de su tiempo. Esta nueva “comedia” se habría inspirado en la Divina comedia de Dante, aunque en tono humanista, adecuado a su estilo: el realismo.

 

La circunstancia de que Balzac (1799-1850) no había disfrutado en su niñez de la intimidad y afecto de sus padres, a más de haber sido tratado con excesiva cicatería, habría influenciado en su estilo de vida y en su desorganización a lo largo de toda su existencia. Balzac vivió endeudado. A pesar de haber sido un prolífico escritor (escribía por quince horas diarias), era un muy mal administrador y era deficiente como hombre de negocios. Hay, en su apariencia, algo de rebelde y desgarbado; antes de sus treinta estuvo dedicado a escribir relatos de baja calidad con el afán de cubrir sus urgencias. Sería con La piel de zapa, una novela con aspectos un tanto fantásticos, que se haría conocer y pasaría a ser mejor apreciado y tomado más en serio.

 

El uso del vocablo ‘zapa’, en la traducción española, pudiera ser no solo desafortunado sino también incorrecto. Zapa puede ser un tipo de pala que se usa para excavar (de ahí viene la expresión ‘labor de zapa’, con el sentido de socavar una posición), pero también se refiere a la piel áspera de los peces selacios (tiburones, rayas, etc.); su sinónimo en el diccionario es el de 'lija'. Pero el título de la novela en francés es La peau de chagrin (se pronuncia parecido a 'La po du shagrán') que querría decir ‘La piel del dolor’ o ‘La piel de la pena’; sin embargo, ninguna de las dos expresiones harían sentido porque el título en francés hace referencia a una especie de talismán, la piel de un tipo de asno, que solo existe en Persia, conocido con el nombre de ‘onagro’, piel que –en el cuento– va reduciendo su tamaño cada vez que el poseedor pide un nuevo deseo. Esa tesitura determina que llegue un momento en que concluya la vida de su propietario.

 

Es solo hacia el final de la obra, que Balzac hace una descripción del curioso animal: “Existe en Persia un asno extremadamente raro, el onagro de los antiguos, equus asinus, o el culán de los tártaros. Es célebre en las Sagradas Escrituras. Moisés tenía prohibido que lo aparearan con sus congéneres. Pero el onagro es aún más famoso por las ‘prostituciones’ (se refiere al abandono del pueblo a la idolatría) de que ha sido objeto, y de las que hablan los profetas bíblicos”.

 

“!Qué hermoso animal! –expresa uno de los personajes de la novela– . Está lleno de misterios. Su ojo está provisto de una especie de tapiz reflector al que los orientales atribuyen el poder de la fascinación; su piel es más elegante y bonita que la de nuestros más bellos caballos, está surcada de fajas más o menos leonadas y se parece mucho a la piel de la cebra. Su lana tiene algo de muelle, de ondulante, de graso tacto. Su vista iguala en agudeza a la del hombre. Es de tamaño un poco mayor que nuestros más hermosos asnos domésticos. Está dotado de un valor extraordinario; si lo sorprenden por casualidad, se defiende con notable superioridad de los animales más feroces. La rapidez de su andar solo puede compararse al vuelo de las aves. Un onagro, caballero, mataría en una carrera a los mejores caballos árabes o persas”.

 

Y continúa su interesante exégesis: “Tiene un aire ágil, animado; aire de inteligente, de astuto; una fisonomía agraciada, movimientos llenos de coquetería… Un onagro domesticado vale sumas inmensas. Es casi imposible cogerlo en las montañas donde salta como un corzo y parece volar como un pájaro. La fábula de los caballos alados, nuestro Pegaso, tiene sin duda su origen en esos países, donde los pastores han podido ver muchas veces un onagro saltando de roca en roca… La piel que usted me muestra es de onagro. Discrepamos acerca del origen del nombre. Unos pretenden que es vocablo turco; otros quieren que sea el nombre de la ciudad donde ese despojo zoológico sufre una preparación química… que le da el grano particular que admiramos”. Como corolario, el título iría de un talismán consistente en la piel de un tipo de asno que, al reducirse o encogerse, produciría en su dueño intolerable amargura, aflicción y tristeza…


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05 abril 2024

Releyendo a Mauriac

Concluido mi itinerario al mundo mágico de Murakami, que tuvo como postreras estaciones a La muerte del comendador y 1Q84 (una distopía inspirada en la novela de Orwell); y satisfecha mi lectura de otras dos novelas de Faullkner (Mientras agonizo y Desciende, Moises), a más de otras dos de Steinbeck (De hombres y ratones y La perla); así como también de haberme entretenido con Mi vida como hombre del prolífico Philip Roth, he optado por mi primera relectura en mucho tiempo. El turno le ha correspondido a un francés nacido en 1885, cuyas Memorias interiores había leído allá por 1972. Este es quizá uno de los textos más antiguos que reposan en mi humilde librero. François Mauriac había sido galardonado con el Nobel en 1952.

Mauriac fue un escritor importante, era periodista y había creado un número considerable de novelas (La carne y la sangre, Thérèse Desqueyroux, Nudo de víboras, Fin de la noche, Los ángeles negros, La farisea); sin embargo, no fue muy conocido debido a diversos factores: siempre creció a la sombra de André Gide; su hora –como escritor católico que fue– coincidió con el auge del existencialismo (Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir); y sus relatos tuvieron un ineluctable tono moralista, si no religioso. Conocí de su existencia hacia el final del colegio a través de sus memorias y escritos autobiográficos, textos que representan una valiosa referencia no solo de la política de su país, y del tránsito literario de mediados de siglo, sino, sobre todo, de las principales influencias que experimentaron las letras francesas.

 

Tanto Memorias interiores como Nuevas memorias interiores, se convierten no solo en testimonio de su tiempo, son reflexiones escritas con pasión y sabiduría; se integran con recuerdos y puntos de vista –con un inevitable tono autobiográfico–, e incorporan interesante información que ayuda a convertir esos recuerdos tanto en un disfrute literario como en una forma de tomar partido, la misma que invita a la introspección. Así, por muestra de ejemplo, menciona el fatídico designio de un gran número de compositores clásicos del siglo XVIII y la primera década del XIX: todos se despidieron en forma inaudita y prematura (Mozart a los 35, Weber a los 39, Schubert a los 31, Mendelssohn a los 38, Chopin a los 39 y Schumann a los 46).

 

La prosa de Mauriac es a ratos cautivante. Repaso uno de mis más tempranos subrayados: “Un poeta es un niño que no muere, un niño que perdura privado de los ángeles tutelares de la infancia, un niño sin barreras, sujeto a todas las pasiones de un corazón y una carne de hombre, a todo el oscuro frenesí de la sangre”. Son múltiples sus influencias, casi todas de sus coterráneos (Rimbaud y Valéry; Lamartine y Hugo; Claudel y Baudelaire). Reconoce su familiaridad con las obras de Balzac y Proust, solo comparable con su identidad con Guerra y Paz de Tolstoi. Confiesa su seducción por una inglesa, Emily Brontë, que en sus inicios utilizó un pseudónimo masculino y que dio mucho que hablar con su novela Cumbres borrascosas.

 

Nada me sorprende más que su “asombro porque a la gente le haya parecido un gran misterio que Racine, después de Fedra, y Rimbaud, después de Una temporada en el infierno, hubieran enmudecido”. “El hecho de que alguien guarde silencio cuando ya no tiene nada que decir, debería parecernos la cosa más razonable del mundo –dice–, no debería siquiera llamarnos la atención… ¡Cuántos viejos molinos giran en el vacío cuando ya no tienen granos que moler”, insiste Mauriac. El lúcido comentario viene a cuento –y cae como anillo al dedo– respecto a lo que he apostillado en una entrada anterior, respecto a la desafortunada decisión de los hijos de García Márquez de publicar una obra sin atender al deseo de su padre. “Me gusta el dios de la discreción y el silencio, Harpócrates –concluye Mauriac–, con su dedo índice sobre la boca”.

 

Son encomiables otros apuntes del autor francés. Ahí está su aprecio por la exégesis del Evangelio de Juan que hace Hawthorne en La letra roja, donde un puritano consigue “lo que los fariseos no pudieron”; o su criterio de que la obra más importante de Daniel de Foe no sería Robinson Crusoe sino Moll Flanders; o su interpretación de que lo que quiso decir Gustave Flaubert con su “Madame Bovary soy yo” no significaba un “paralelismo místico entre dos destinos”, sino que esa novela sería la que mejor lo definía como escritor. Sorprende, asimismo, su convencimiento de que la novela Las bostonianas, del estadounidense Henry James, pudo haber sentado los cimientos de todo el edificio proustiano. En cuanto a Jorge Luis Borges, Mauriac lo describe y reconoce así: “esa especie de Kafka que no se tomaría nunca en serio su laberinto… me ha hecho descubrir que casi todos en Francia no hemos abandonado todavía el naturalismo...”


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02 abril 2024

Una tierra de hechizos y brujas *

Nota: los Moncayo somos gente que gusta de leyendas. Somos gente proclive a creer en brujas, trasgos y aparecidos. La que sigue es una historia relacionada con un pueblo que ha venido acarreando un castigo secular: el pueblo de Trasmoz, ha estado excomulgado por cinco siglos por negarse a pagar impuestos a un monasterio. La localidad se encuentra en Aragón, hacia el nororiente de la sierra del Moncayo, a medio camino entre Logroño y Zaragoza –algo al sur de Tudela– o, lo que equivale a lo mismo, a media jornada entre Soria y Zaragoza –algo al nororiente de ese pico tutelar–. Cuando se habla de la región del Moncayo, en Aragón, se habla de una extensa zona ubicada hacia el noroccidente de la comunidad aragonesa. Destacan, con similar toponimia, lugares como: San Martín de la Virgen, Añón o Alcalá del Moncayo.

 

El que sigue es un breve artículo relacionado con el pueblo de Trasmoz, ubicado en esa misma zona:

 

  * Escrito por: Rubén Martinez, para el periódico AS

 

La historia de la localidad aragonesa de Trasmoz es muy peculiar. Se trata de un pueblo excomulgado en su totalidad por la Iglesia católica aún a día de hoy. Y no solo eso; esta institución también lanzó una maldición sobre este municipio. Pero, ¿cuál es el origen de este peculiar estatus que sigue sin ser revocado en pleno siglo XXI?

 

Durante el S. XIII, la localidad de Trasmoz era un territorio laico, por lo que no tenían que pagar impuestos o cuotas al cercano monasterio de Veruela. Esta exención de impuestos no hizo sino enfurecer al clero. Para empeorar las cosas, los habitantes del castillo local extendieron los rumores de que era una zona plagada de brujas y hechiceros. ¿El motivo? “Justificar” los sonidos de herrería y martilleo constante que generaba la actividad de falsificación de monedas que llevaban a cabo.

 

La suma de los rumores junto a su exención de impuestos propiciaron que el abad de Veruela solicitara al arzobispo de Tarazona que excomulgara a todo el pueblo. La excomunión implica que a ningún habitante del municipio se le permitía confesarse o tomar los santos sacramentos. La comunidad de Trasmoz entonces era heterogénea, compuesta por cristianos, judíos y árabes, motivo por el cual nunca llegaron a arrepentirse, que habría sido la forma de derogar la excomunión. Las disputas fueron in crescendo con el paso de los años, llegando incluso al punto de que el monasterio de Veruela comenzó a desviar agua del pueblo para uso propio en lugar de pagarla.

 

Pedro Manuel Ximenez de Urrea, señor de Trasmoz, llegó a alzarse en armas contra el monasterio, y antes de que se iniciase una guerra contra la mismísima Iglesia católica, el rey Fernando II de Aragón zanjó el asunto, declarando que las acciones del pueblo de Trasmoz estaban justificadas. En 1511, y con el permiso del papa Julio II, la Iglesia maldijo la aldea de Trasmoz. Su razonamiento era que el levantamiento en armas de Pedro Manuel y los habitantes de Trasmoz se debía a que habían sido “cegados por la brujería”. Como la maldición fue expedida con expreso conocimiento de un Papa, solo otro Papa tiene el poder de revocarla, y ninguno lo ha hecho hasta ahora. Es por este motivo por el que Trasmoz sigue “maldito” en pleno siglo XXI.

 

Mitos y leyendas de Trasmoz: La peculiar historia de esta localidad aragonesa que en la actualidad apenas llega a los cien habitantes ha dado pie a numerosas leyendas sobre brujería, hechicería y aquelarres. El poeta Gustavo Adolfo Bécquer llegó a registrar alguno de estos mitos como el de la Tía Casca. Según este relato, esta vecina fue asesinada impunemente por todos los vecinos del pueblo al ser despeñada por un barranco, ya que consideraban que era una “bruja”. Esta historia se ha recogido en el episodio 3 de la temporada 3 de la serie española ‘El Ministerio del Tiempo’, llamado de forma apropiada “Tiempo de hechizos”.

 

Este pasado tan particular se ha convertido en nuestros días en uno de los motores económicos y turísticos del pueblo referido, con instalaciones como el Museo de Brujería y Supersticiones del Moncayo; y con la celebración de actividades tales como los Encuentros sobre Brujería, Magia y Plantas Medicinales.


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29 marzo 2024

Una forma “familiar” de plagio

“I–nau–dito”, realmente insólito, como lo hubiese descrito Alex, mi  amigo y antiguo jefe. O: “In–dig–nan–te”, como hubiese preferido un viejo colega que un día me confesó, con humilde dignidad, que no sabía cómo se debía comer una alcachofa. La que sigue es una historia de codicia y avaricia (¿por qué será que estos vocablos riman en forma tan coincidente?); esta es “La increíble y triste historia de dos cándidos herederos y una editorial desvergonzada”, como lo hubiera proclamado el mismísimo creador de Cien años de soledad, el incorregible (y nada angurriento) Gabo…

Todo habría empezado con su designación para que recibiera el Premio Nobel de Literatura (solo contaba con cincuenta y cinco años). Luego de ello, García Márquez se habría propuesto un nivel literario sobremanera exigente, se había fijado una vara muy alta. A partir de aquel momento cenital en Estocolmo, con la sola excepción de un par de sus posteriores novelas, habrían declinando sus virtudes como escritor; ya no estaban allí esas hermosas frases largas que caracterizaron a sus mejores escritos. No sería descabellado conjeturar lo que su mismo hermano habría ya anticipado: sus reservados temores, cuando había declarado que el autor colombiano habría empezado a enfrentar claros signos de una cruel y desgastante enfermedad: la demencia.

 

Ese, bien pudo ser el motivo para que la que pudo haber sido su última novela, En agosto nos vemos, hubiese merecido tantas como cinco revisiones que parece que nunca dejaron del todo satisfecho al creador de El coronel no tienen quien le escriba; de hecho, mientras gozaba todavía de su asombrosa lucidez que lo convertía en un conversador tan interesante, habría dado claras disposiciones a sus hijos para que esa obrita tan corta (tenía solo algo más de cien breves páginas) fuera destruida, para que así nunca pudiera ser publicada. El nacido en Aracataca recelaba que la anodina novelita (muy breve para novela y demasiado larga para convertirse en cuento) sería tan poco promisoria que era mejor destinarla al cofre herrumbroso del olvido: no merecía ser publicada.

 

Aquella obrita (“nivola” la hubiese tildado don Miguel de Unamuno), aquella misma que su autor ni siquiera alcanzó a corregir el tiempo del verbo de su título (“Nos vemos, o nos veremos, en agosto” quizá hubiese sonado –y se hubiese traducido– en mejor forma), fue relegada por el propio García Márquez al soberado de la historia; no alcanzó, por lo mismo, a convertirse en una novela “inédita” –por póstuma– sino que, no habiendo pasado la criba de su particular “control de calidad”, pasó simplemente a ser parte de una carpeta, física o virtual, carente ya de valor literario, sin más valor que uno sentimental, aquel mismo valor que se asigna a los bártulos que solo avivan la nostalgia, y alcanzan el precario significado de esas cosas–que–pudieron–haber–sido–y–no–fueron…

 

Desde semejante óptica, insistir en la edición de una obra que no satisfizo al autor, sea por desilusión, honestidad, vanidad o cualquier otro motivo, no solo hubiese pasado a ser una decisión inconveniente, sino que el trámite corría el riesgo de que la novela sea interpretada como un trabajo completo y final, cuando era algo que no podía ser tomado en serio, no solo por no respetar el firme deseo de su autor, sino por haberse convertido en una forma de plagio (la corrigieron a su arbitrio) y por no representar un trabajo terminado y auténtico. Las cosas deben no solo ser, sino también parecer; y, del mismo modo, aquello que “quiere pasar por”, no solo debe parecer, debe –ante todo– “ser”. Debe tener la calidad de lo que no engaña por su apariencia: ¡debe tener un carácter auténtico!

 

Por lástima, no es así como han procedido los herederos de Gabriel García Márquez, y más puntualmente sus hijos Rodrigo y Gonzalo que, incumpliendo los deseos y expresas disposiciones de su moribundo padre, han vendido los archivos del escritor y han entregado el material a Harry Ransom Center, una editora de Austin, Texas. Entre los documentos que han negociado, se han incluido las diferentes versiones del borrador de En agosto nos vemos, con lo que pronto ésta “que aparenta ser una obra terminada” pasaría a ser exhibida en los escaparates de las principales librerías. Vale recalcar: el material entregado no corresponde a una obra inédita, se trata del simple boceto de una obra que nunca había sido completada. Un ejercicio comercial que no obedece a las recomendaciones que habría hecho el afamado escritor a sus descendientes.

 

Los hijos no han destruido la novela, como quiso su padre, han optado no solo por publicarla, “porque ella lo merecía”, sino que tuvieron la osadía de hacerla corregir y negociaron con los editores para que dieran a la novela el destino comercial que consideraran más conveniente…  Desde luego, han aclarado que no lo han hecho “por una cuestión de dinero” (menos mal, ¡qué alivio!). ¡Qué historia tan triste e incongruente!


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26 marzo 2024

TAO y el artículo de Diners (2)

Volar en el Oriente siempre ha requerido de un sólido conocimiento del terreno y de destrezas especiales; pero también ha constituido una fuente de mitos y leyendas. Esa es todavía una zona inhóspita y carente de facilidades adecuadas para la navegación aérea; algunos sectores, todavía carecen de pistas debidamente preparadas. Es por ello necesario destacar el mérito de aviadores que, como Gonzalo Ruales, supieron sobreponerse a esas limitaciones con su conocimiento de las características del vuelo que impone la selva. Antes resultaba obligatorio volar “rumbo y tiempo”; constituía una continua indagación…

 

TAO fue creando una auténtica “escuela”, algo similar a lo que había caracterizado a la operación de AREA. Si algo se debe reconocer a esa pequeña compañía es que sus pilotos procuraban practicar un claro concepto de estandarización. Con sus limitaciones, todos respetaban y trataban de fortalecer unos procedimientos que eran reconocidos como propios por todos sus tripulantes; ese esfuerzo y dedicación fueron afianzando una operación estandarizada y la confianza en un sentido de seguridad aérea.

 

En referencia al artículo que comentamos, sería impreciso mencionar que TAO pudo haber operado hasta 18 aparatos. Esto es inexacto; la verdad es que nunca se operaron más de cuatro aviones a la vez. Lo que sí es cierto es que la empresa llegó a operar un total de 18 aviones a lo largo de sus 63 años de encomiable historia. Esto es fácil de comprobar pues los aviones se identificaban de acuerdo a su orden de llegada al servicio de la compañía: yo volé el 09 y el 011 (dos DC-3) y también el inolvidable 012 (un Twin Otter). Las aeronaves que llevaron el nombre de TAO fueron: 2 Norseman; 2 ó 3 avionetas Cessna; dos Junkers 52 de tres motores; 4 Douglas DC-3 (el venerable C-47); un DHC-6 Twin Otter; un DHC-4 Caribou (arrendado); y, posterior al cierre temporal que tuvo la compañía a mediados de los años setenta: 2 Cessna 206, 2 helicópteros y una avioneta STOL PC-6 Pilatus Porter, conocida coloquialmente como “Machaca”.

 

Por otro lado, me permito registrar los accidentes sufridos en orden cronológico: un primero ocurrió antes de 1955: se trató de una avioneta, pilotada por el propio Gonzalo, que se accidentó al no poder aterrizar en Río Amazonas debido a las condiciones del clima; llevaba cuatro pasajeros. Este accidente es relatado en el artículo que hoy analizamos; acaeció al sur de Shell Mera y no hubo fatalidades. Los sobrevivientes, luego de caminar por cinco días en la selva, llegaron a la colonia penal, cerca de Mera. Me lo contó el mismo Gonzalo. En 1958 se accidentó un Junkers 52 en Quito, intentaba retornar a la pista luego de haber perdido un motor durante el despegue, estaba pilotado por Cristóbal Drexel, futuro fundador de ATESA.

 

El primer DC-3 que habría de accidentarse fue el 08, sucedió en la cima del cerro vecino a Puyo; el desastre ocurrió mientras intentaba aterrizar antes del crepúsculo en Pastaza; estaba pilotado por un coronel retirado de apellido Calero. En 1969, el 010 se accidentaría saliendo de Sucúa cuando, al tratar de abortar su despegue, el avión se desplazó fuera de la pista y chocó con un árbol de pambil; falleció una persona, tenía por comandante a un gran amigo, Rómulo Peralta. Hacia 1973 ocurrió otro intento frustrado de despegue; en esta oportunidad se encontraba nuevamente al mando Gonzalo Ruales. Habrían de pasar casi treinta años hasta que sucedió el siguiente siniestro: sucedió en Quero, cerca de Píllaro, tuvo por piloto a uno de mis primos, era el cuarto hijo de Gonzalo y llevaba el mismo nombre; hubo tres fallecidos, incluido quien lo comandaba. El más reciente ocurrió con una “Machaca”, cerca de Alóag, felizmente sin fatalidades.

 

Resta por comentar una historia interesante: el Junkers-52, Río Amazonas, fue vendido por $ 5.000 a un aficionado que lo quería emplear para vuelos de demostración. Luego de utilizarlo por más de una década, lo vendió por la increíble suma de $ 200.000. Este mismo aparato fue adquirido más tarde por Lufthansa; se le asignó una matrícula con una designación que proclamaba su pertenencia: D-AQUI. Hoy ha sido ya retirado de línea de vuelo, y es parte del museo de la prestigiosa aerolínea.

 

Frente al fracaso de otras iniciativas aeronáuticas, Gonzalo desechó, a pesar de contar con los permisos requeridos, la posibilidad de tomar otras rutas que fueron abandonadas por empresas que lamentablemente colapsaron. No dejó de hacerlo por falta de ambición; lo hizo para no descuidar el servicio establecido y porque, en su momento, reconoció que no podía asumir solo el desafío, si no contaba con el necesario equipo humano y si no tenía la experiencia requerida para afrontar el reto con la debida responsabilidad. Siempre fue su prioridad mantener el servicio social que ya ofrecía a la comunidad oriental.


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