09 abril 2024

Curiosos caprichos del azar

“La ciencia es vasta y la vida corta. Por eso no debemos tener la pretensión de conocer todos los fenómenos de la Naturaleza”. Honorato de Balzac, La piel de zapa.

Ese día que fui a la librería, mencioné el nombre de dos escritores franceses a los que todavía no había leído: Honorato de Balzac y Louis Ferdinand Celine. Nada encontré de Celine, de Balzac solo tenían tres novelas: La piel de zapa, Eugenia Grandet y Papá Goriot; opté por la primera y la tercera, postergando mi interés para luego explorar algo más de la serie conocida como La comedia humana, un ciclo de alrededor de cien novelas y relatos con los que el escritor se propuso describir, en virtud de un contrato pre-acordado, los modos y costumbres de la sociedad francesa de su tiempo. Esta nueva “comedia” se habría inspirado en la Divina comedia de Dante, aunque en tono humanista, adecuado a su estilo: el realismo.

 

La circunstancia de que Balzac (1799-1850) no había disfrutado en su niñez de la intimidad y afecto de sus padres, a más de haber sido tratado con excesiva cicatería, habría influenciado en su estilo de vida y en su desorganización a lo largo de toda su existencia. Balzac vivió endeudado. A pesar de haber sido un prolífico escritor (escribía por quince horas diarias), era un muy mal administrador y era deficiente como hombre de negocios. Hay, en su apariencia, algo de rebelde y desgarbado; antes de sus treinta estuvo dedicado a escribir relatos de baja calidad con el afán de cubrir sus urgencias. Sería con La piel de zapa, una novela con aspectos un tanto fantásticos, que se haría conocer y pasaría a ser mejor apreciado y tomado más en serio.

 

El uso del vocablo ‘zapa’, en la traducción española, pudiera ser no solo desafortunado sino también incorrecto. Zapa puede ser un tipo de pala que se usa para excavar (de ahí viene la expresión ‘labor de zapa’, con el sentido de socavar una posición), pero también se refiere a la piel áspera de los peces selacios (tiburones, rayas, etc.); su sinónimo en el diccionario es el de 'lija'. Pero el título de la novela en francés es La peau de chagrin (se pronuncia parecido a 'La po du shagrán') que querría decir ‘La piel del dolor’ o ‘La piel de la pena’; sin embargo, ninguna de las dos expresiones harían sentido porque el título en francés hace referencia a una especie de talismán, la piel de un tipo de asno, que solo existe en Persia, conocido con el nombre de ‘onagro’, piel que –en el cuento– va reduciendo su tamaño cada vez que el poseedor pide un nuevo deseo. Esa tesitura determina que llegue un momento en que concluya la vida de su propietario.

 

Es solo hacia el final de la obra, que Balzac hace una descripción del curioso animal: “Existe en Persia un asno extremadamente raro, el onagro de los antiguos, equus asinus, o el culán de los tártaros. Es célebre en las Sagradas Escrituras. Moisés tenía prohibido que lo aparearan con sus congéneres. Pero el onagro es aún más famoso por las ‘prostituciones’ (se refiere al abandono del pueblo a la idolatría) de que ha sido objeto, y de las que hablan los profetas bíblicos”.

 

“!Qué hermoso animal! –expresa uno de los personajes de la novela– . Está lleno de misterios. Su ojo está provisto de una especie de tapiz reflector al que los orientales atribuyen el poder de la fascinación; su piel es más elegante y bonita que la de nuestros más bellos caballos, está surcada de fajas más o menos leonadas y se parece mucho a la piel de la cebra. Su lana tiene algo de muelle, de ondulante, de graso tacto. Su vista iguala en agudeza a la del hombre. Es de tamaño un poco mayor que nuestros más hermosos asnos domésticos. Está dotado de un valor extraordinario; si lo sorprenden por casualidad, se defiende con notable superioridad de los animales más feroces. La rapidez de su andar solo puede compararse al vuelo de las aves. Un onagro, caballero, mataría en una carrera a los mejores caballos árabes o persas”.

 

Y continúa su interesante exégesis: “Tiene un aire ágil, animado; aire de inteligente, de astuto; una fisonomía agraciada, movimientos llenos de coquetería… Un onagro domesticado vale sumas inmensas. Es casi imposible cogerlo en las montañas donde salta como un corzo y parece volar como un pájaro. La fábula de los caballos alados, nuestro Pegaso, tiene sin duda su origen en esos países, donde los pastores han podido ver muchas veces un onagro saltando de roca en roca… La piel que usted me muestra es de onagro. Discrepamos acerca del origen del nombre. Unos pretenden que es vocablo turco; otros quieren que sea el nombre de la ciudad donde ese despojo zoológico sufre una preparación química… que le da el grano particular que admiramos”. Como corolario, el título iría de un talismán consistente en la piel de un tipo de asno que, al reducirse o encogerse, produciría en su dueño intolerable amargura, aflicción y tristeza…


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