30 julio 2008

Despedida a Fausto Moncayo

Hasta luego, mi querido Brigadier Mayor: 

Viniste a verme la otra tarde en Casablanca querido Fausto; y yo, ingenuo de mi, que no supe darme cuenta que no venias a decirme “hola primo”, sino que venias a decirme tu postrero adiós, que venias a despedirte… 

Eras el mayor entre nosotros, querido primo; y, desde cuando descubriste que la travesura no concede réditos, te convertiste también en nuestro adalid y en el símbolo gentil de una familia que se sorprendió con tu generosa transformación y que aprendió a encontrar inspiración en tu ejemplo; porque esa es justamente la virtud mas autentica que puede ofrecer el liderazgo: la de motivar e inspirar a los demás! 

Algo nos identifico como primos, querido Fausto. Fue acaso la triste naturaleza de nuestra prematura orfandad? Quizás la secreta y compartida satisfacción de la mutua simpatía que se tuvieron tu madre y la mia? O, quien sabe, si esos enormes y solitarios momentos que como “primeros hijos” nos llevaron a cuestionarnos nuestra intrascendencia y a prometernos que haríamos lo posible para hacer mas llevadera y mas fácil la vida de nuestros hermanos; y menos llena de insatisfacciones y sin sentido la de quienes se esforzaron por nosotros! 

Tu me brindaste socaire a los desencantos de mi confusa adolescencia, tu me regalaste consejo en esas tardes de depresión y confusa sensación de soledad, cuando tu mismo recién empezabas; cuando todavía batallabas entre los textos médicos y los momentos iniciales de tu nueva vida familiar. Como olvidarme entonces de aquellas conversaciones en tu departamento de la Maniosca, cuando en busca de estimulo, mas que por afán de consejo, alguna tarde te fui a visitar… 

Hoy, ya no estas aquí, querido Fausto. Ya no habrá jamás esa voz vibrante que solía llamarme de manera inconfundible “primo”; pero en cambio, habrá el recuerdo de una voz que siempre nos regalo su mensaje de generosa integridad, que nos recordara que la vida no tiene sentido si no sirve para hacer mas fácil la vida de quienes queremos, que no trasciende ni se justifica si no hacemos mas alegre la vida ajena, si no estimulamos la existencia de los demás! 

Es siempre triste decirse adiós, aunque sepamos lo inevitables que resultan las despedidas. Pero es mas fácil acceder a la resignación cuando quienes se van, han sabido gozar del aprecio ajeno, del respeto y la consideración de los demás. Contigo se ha extinguido una de las risas mas francas, sonoras y expresivas de nuestra querida familia; pero nos quedara para siempre el ejemplo de tu actitud ante la vida, tu apostura acogedora y generosa; y el recuerdo de tu lucha valerosa frente al desanimo, frente al desasosiego que produce la enfermedad. 

Al mes de tu prematura e incomprensible partida te digo mi canto de despedida, que no puede sino aspirar a convertirse en un himno reverente a la esperanza que tu mismo representaste; que solo quiere cumplir con la intención de ofrecer la humilde apología de tu bondad y de la hermandad que siempre propiciaste. Adiós PRIMOOOO!!! 

Alberto M. Vizcaino. Singapur, Agosto de 2008.


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