31 enero 2023

Yo también vi jugar a Pelé

Desde que volvimos a clase después de aquel receso navideño, todos hablaban en la escuela de que ese domingo de mediados de enero se presentaría en Quito el Santos de Pelé. Días antes al partido, que se jugaría en día 13, supimos que no sería tan de mal agüero: se confirmó que los menores de doce años no tendríamos que pagar boleto y se nos concedió en casa el permiso respectivo. Tomamos, la mañana del encuentro, el bus en la calle Vargas (San Diego – Batán) y nos dirigimos con mi hermano Luis Eduardo al estadio; hacia el final del recorrido, pasada La Pradera, el camino era lastrado. Sería la primera vez que vería a Liga con un uniforme diferente: esta vez vestiría de azul.

 

Conozco Santos, el puerto de São Paulo; he estado en esa enorme urbe que es São Paulo; he aterrizado en sus tres principales aeropuertos (Campinas o Viracopos, Guarulhos y Congonhas); he visto jugar a los principales equipos del Estado (el mismo Santos, Corintians, Palmeiras y São Paulo); y he visto personalmente jugar a Edson Arantes do Nascimento, el singular Pelé, para mi gusto el más sensacional jugador de fútbol de todos los tiempos. Reviso las crónicas deportivas y los recortes de prensa y deduzco que esto ocurrió en enero de 1962, en el estadio olímpico de El Batán, hoy Atahualpa, cuando el Santos se enfrentó a Liga Deportiva Universitaria; yo tenía, a la sazón, 10 años. Pelé era mayor a mí con once, por lo que calculo, asimismo, que él solo tenía 21 años de edad.

 

Santos, al igual que otros equipos del sur del continente (Botafogo, Flamengo, Boca Juniors, Peñarol) hacían giras de demostración en esos días; fueron partidos amistosos con los principales equipos locales. No era raro tampoco, y menos desacostumbrado, que cuando esos conjuntos se presentaban en Quito, lo hacían enfrentando a un equipo integrado ad-hoc, como “Selección de Pichincha”. El Santos se habría enfrentado en esa década hasta con cuatro equipos ecuatorianos: primero con Emelec en el Capwell, luego con Barcelona en el Modelo de Guayaquil; y, en otras fechas, con Aucas y Liga en Quito. Fue en este último partido que vi a Pelé realizar una jugada que contribuyó al sexto gol del Santos y séptimo del encuentro: recibió un pase lateral, amagó con que iba a patear la pelota en pleno recorrido, y la dejó pasar por entre sus piernas para que, una vez engañada la defensa, convirtiera Pepé.

 

Con un estadio repleto, Santos pronto se puso en ventaja, ya ganaba 2–0 a los 21 minutos con goles de Pelé y Pepé (hijo de inmigrantes españoles). A los 31 descontó Gilberto, luego de un tiro libre de Gem Rivadeneira; Santos replicó cuatro minutos más tarde con un tiro libre de Pelé quien, poco antes de ir al descanso, escapó de la marcación de Eduardo Zambrano para decretar el 4–1 parcial. Iniciado el segundo tiempo, Stacey cometió un penal que, cobrado por Pepé, puso las cosas 5–1, cuatro minutos antes de que él mismo convirtiera otro gol (6–1). Luego vendría una incipiente reacción alba: un penal ejecutado por Garzón a los 16 minutos; y a los 37, tras una hermosa jugada culminada por G. Rivadeneira, otro gol para vencer a Gilmar. Terminado el partido y mientras salíamos del estadio, escuchábamos a los más fanáticos hinchas merengues decir que al menos habían empatado el segundo tiempo

 

El “rey Pelé” se ha despedido de nosotros hacia fines del año pasado; lo ha hecho en forma discreta, como discreta –a pesar de su extraordinaria fama– siempre fue su vida. Pelé fue el paradigma del jugador hábil, potente y serio; del futbolista íntegro, respetuoso de sus rivales; un ser humano caballeroso y cabal. En las reseñas deportivas, si no estaba acariciando el balón (nunca mejor dicho) lo hacía vistiendo traje y corbata, departiendo con otros destacados futbolistas (Cruyff, Beckenbauer, Di Stéfano) como si fuera lo que en la práctica realmente fue: un embajador del deporte en todos los lugares a los que era invitado; bien podía tratarse de un gobernante africano. Había en él no solo una inconfundible elegancia; su apostura exudaba un sentido de confianza y, ante todo, de noble dignidad.

 

En estos días se ha intentado una inútil controversia acerca de quién fue mejor: él o algún otro jugador argentino. Todos ellos fueron jugadores muy hábiles y tuvieron humildes orígenes; pero Pelé se distinguió por la forma cómo supo asumir la fama y por la manera de aceptar su responsabilidad como paradigma del atleta excepcional. No solo han de contar sus logros deportivos (mejor futbolista mundial; mejor deportista del siglo XX; único futbolista en lograr tres campeonatos mundiales), sino su valor como persona y su calidad humana. Había nacido en Tres Corazones, un pueblito de Minas Gerais, un 23 de octubre de 1940. Dicen que el apodo le habría venido por un problema de dicción, la forma como pronunciaba el apodo de “Bilé”, el arquero del Vasco de São Lourenço, un modesto equipo de Minas Gerais, en el que también militaba su padre, João Ramos do Nascimento, conocido como “Dondinho”.


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27 enero 2023

Del suéter al cárdigan

Hoy voy a hablarles de una prenda aristocrática. Nada que ver con el “bisht”, esa elegante capa árabe, que usan jeques, emires y sultanes, la misma que, en una anterior entrada, he llamado “esmoquin árabe”; capa, esta, que fuera obsequiada al circunstancial capitán de la selección ganadora del último campeonato mundial de fútbol. Entrada que, por otra parte, tuvo alrededor de quinientas visitas en un solo día (es sorprendente a lo que puede llegar el insano fanatismo, capaz de convertir en religión cualquier vulgar pasión futbolera)... No, hoy quiero hablarles de una de las prendas de vestir más cómodas y versátiles que existen, cuyo uso e historia tienen ciertamente una alcurnia u origen de veras aristocrático.

 

Todo empieza con una pieza un poco más humilde, el suéter común y corriente (le llaman “sweater” en inglés, con parecida pronunciación). Este no es sino un indumento que surge con la industria textil: es una prenda hecha de lana o algodón (este último material es preferible para evitar las inelegantes motas) y tejida a máquina. Los suéteres originales eran cerrados, ya sea con cuello circular o en V; más cómodo este último por su facilidad para introducir la cabeza. La abertura en V iba hasta el esternón o, si prefieren, hasta el canalillo del pecho femenino. “To sweat” quiere decir sudar, pero la función del suéter es la de abrigar o cubrir la parte superior del cuerpo, no la de “hacer sudar”. La conocen también como pulóver (“pullover” en inglés, que significa literalmente “para ponerse sobre la cabeza”).

 

No siempre hubo suéteres, hubo diferentes tipos de chaquetas o sacos de diferentes materiales. Más tarde, a alguien se le ocurrió diseñar otro tipo de suéter pero con abertura en todo el frente delantero, utilizando botones o cremallera (el cierre), cuando se popularizó ese formidable invento. Yo tuve algunos suéteres en mi niñez; los había de un solo color o con patrones en los que se combinaban varios colores, tuve también uno grueso de varios colores y con franjas transversales gracias a la generosidad de uno de mis tíos. Luego preferí los de un solo color. Mi primer suéter abierto (con cremallera) fue fruto del primer sueldo de mi hermano Adrián; era blanco con franjas azules y rojas, tanto en los bordes como en los filos de las mangas. Era un modelo clásico, como los que usaban los tenistas.

 

Este último era algo más que un simple suéter abierto: era técnicamente un “cárdigan”, es decir era abierto pero con la manga cosida con un estilo llamado “ranglán” o “raglán”. La construcción de la prenda con ese estilo une la manga al cuerpo principal con una costura que va en diagonal, desde la axila hasta la clavícula. Ese simple detalle le hace al cárdigan único y especial. Fue conocido en Inglaterra como “Cardigan” (con acento en la primera vocal); su nombre se debió a quien lo popularizó, un aristócrata llamado James Thomas Brudenell (1797–1868), séptimo conde de Cardigan. Se trataba de un comandante militar británico que participó en la guerra de Crimea y que fue repetidamente cuestionado en sus servicios; se aduce que utilizaba este tipo de prenda y fue él quien familiarizó su uso.

 

A Brudenell se debe que en Inglaterra se llame cárdigan a lo que en EE UU llamaron “jumper”. Es una prenda muy cómoda; se la usa normalmente en combinación con una camisa con botones en el cuello; pero es muy versátil, se la puede usar con camiseta o sobre una prenda  de tipo cuello tortuga. Fueron estos cárdigan los primeros suéteres que compré siendo todavía alumno piloto. Desde entonces cuentan entre mis favoritos. Hoy dispongo de dos fabricados con lana de vicuña, ya exhiben refuerzos en sus codos pero me siguen acompañando sin denunciar sus años. En Inglaterra los llaman jersey, en honor a la isla de ese nombre (le dicen “jerséy” en España). Existen varios tipos de cárdigan; los hay sin botones e incluso sin mangas; y hay un modelo con cuello. El cárdigan puede dar la apariencia de ser una prenda “para viejos” pero no pasa de moda y es una de las prendas más cómodas que existen. Se recomienda no colgarlo (guardarlo doblado) para que mantenga su forma.

 

Es su material y el tipo de elástico que tienen sus muñequeras lo que le hace tan confortable al cárdigan. Sin embargo, es ese tipo de corte diagonal que tienen sus mangas, “en ranglán”, lo que la hace especial… lo que le da ese “look” tan diferente. Este tipo de corte debería su nombre a otro militar británico, el mariscal de campo FitzRoy James Henry Somerset (1788-1855), Lord de Raglan y primer Barón de Raglan, secretario del duque de Wellington, quien supuestamente utilizaba este estilo para disimular la pérdida de uno de sus brazos en la batalla de Waterloo.


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24 enero 2023

Pretensiones y fingimientos

Artista, tú eres un gran artista,

Vendedor de ilusiones,

Mentiroso y egoísta. . .

Artista, tú eres un gran artista,

No me van tus actuaciones,

Tu obra ya está muy vista. . .         (Dúo “Pimpinela”. Letra de la canción “Artista”).

 

Estuve en mi estudio meditando en el extraño mundial que nos tocó vivir hace pocas semanas, fue cuando el Fusco empezó a ladrarme “en voz alta”. Venía a reclamarme que en lugar de estar embelesado mirando un artilugio hecho de hojas de papel por tan largo tiempo (estuve leyendo), le llevara a pasear a ese mismo sitio a donde van sus amigos y a donde, en forma casi puntual, le llevo también casi todas las mañanas. Cuando el inquieto canino había ya subido a su asiento favorito, encendí el motor del vehículo e inicie el breve trámite para dirigirme al portón de salida. Fue entonces cuando escuché la pegajosa tonada; tomé nota de su letra y más tarde consulté su título…

 

Solo tuve que escribir “Artista, tú eres un gran artista” y el buscador me llevó a la letra que he escrito en el epígrafe. Irónicamente, estaba cantada por un par de chicos de apellido Galán, que se hace llamar Pimpinela. Son argentinos y cantan en forma de diálogo; no sé porqué habrán escogido el nombre; pero, si no saben lo qué es pimpinela y consultan el DLE, van a encontrar que es una “planta herbácea vivaz, de la familia de las rosáceas” (aquí viene una larguísima explicación botánica) y termina diciendo que “abunda en España y se emplea en medicina como tónica y diaforética” (no se molesten en averiguar el significado del último término: quiere decir sudorífico). Curioso nombre, ese de Pimpinela, a juzgar por las canciones que ejecutan (baladas y tonadas románticas), se diría que con ellas logran cualquier cosa menos “hacernos sudar”.

 

Sé también que la pimpinela es una planta tóxica, así que tampoco… "nada que ver". Pero me interesó la canción por el contexto deportivo actual y creo que a lo que quiere referirse es al actor, que no al artista. No hace falta acudir otra vez al diccionario para inferir que “actor” es quien interpreta un papel y, por extensión, alguien que finge o exagera. Cosa muy seria es esta del histrionismo, del arte del fingimiento, sobre todo en esos días del Mundial. Mundial de zambullidas y manos evidentes no cobradas, de múltiples y excesivos penales sancionados, o de dudosos y vergonzosos penales regalados (que cambiaron el curso de más de un partido). Mundial corrupto que nos hace pensar en que: ¿para qué sirve el VAR, si cuando se deben revisar los actos de descarado fingimiento, de torpe y escandalosa simulación, no se lo usa para nada?

 

Hay un verbo curioso en el inglés, es justamente el de fingir, que se dice “to pretend”. Digo curioso porque dada la cercanía fonética, hay quienes hablan nuestro idioma que se sienten tentados a traducirlo con el significado de pretender. Este es un verbo “interesante” porque pretender no es fingir o disimular sino “hacer cosas o diligencias para conseguir algo”, como pretender una posición o a una chica, por ejemplo. Eso es pretender. Y digo interesante, porque pretencioso (o presuntuoso) es alguien que quiere parecer como si fuera más de lo que realmente es. Resumiendo, y disculpándome por el aparente juego de palabras, bien pudiera decirse que quien finge esconde una pretensión y que el pretencioso emboza un callado fingimiento.

 

El último partido del Mundial me dejó un sabor agridulce, un extraño regusto. Un enjuto jugador, a quien siempre había admirado por su elegancia y habilidad, se dejó caer en él área sin haber sido lastimado (cual fideo con disfunción eréctil). El árbitro “compró” la burda simulación y, lejos de sancionarlo como correspondía (o al menos consultar al infalible e inefable VAR), concedió un penal que desvirtuó el trámite natural del partido. Esta fue una acción definitiva. Va siendo hora entonces de que la FIFA actúe de forma severa y ejemplarizadora; que establezca una normativa que castigue con rigor el histrionismo. El fútbol es solo un deporte, pero es una metáfora de la vida y aunque no podemos pretender que siempre ganen los mejores, el juego debe seguir reflejando que quienquiera que sea el que gane no debe nunca apoyarse en la trampa o el artificio:  es que... ¡debería haber justicia!

 

No más fingimientos ni falsas lesiones simuladas, no más reacciones torpes o maliciosas, no más subterfugios o actos marulleros para obtener ventaja y perjudicar a otros jugadores y a los equipos honestos. El fútbol es un hermoso entretenimiento pero por favor no lo dañemos. ¡Compitamos en buena y equitativa lid!


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20 enero 2023

¿Por qué somos impacientes?

“La calma es la belleza del cuerpo”. Jean Auguste Dominique Ingres (pintor francés).

 

¿Por qué no nos gusta esperar? Algo de curioso tienen las intersecciones; basta pararse unos pocos minutos en una esquina congestionada y el resto es solo cuestión de observar… Pudiera decirse que en esos cruces se expresan –y hasta se exacerban– las virtudes más nobles y los defectos más vulgares de nuestra honorable especie humana. Ahí afloran la nobleza y la mezquindad, el torpe apresuramiento o la prudente calma, el cuidado prolijo o el obtuso atolondramiento, la grosera incivilidad o la gentil muestra de cordialidad y respeto. En suma, el más amplio muestrario de la condición humana: un raro museo de nuestra “humanidad”…

 

Lo extraño es que no veo la misma actitud en una sala de espera médica, por ejemplo. Ni siquiera en el salón de belleza o la peluquería. Allí, llegamos, nos identificamos, registran nuestro turno, vamos y tomamos asiento, hojeamos una revista y nos ponemos a esperar tranquilamente… Es, cuando vamos manejando por la calle, que andamos queriéndole ganar tiempo al tiempo, vamos como alma en pena queriendo robarle la delantera a todo el mundo, provocando con nuestra ansiedad la reacción y la ira ajena. Incapaces de ceder el paso, todo nos molesta; nos convertimos en sujetos peligrosos, a punto de provocar con nuestro “apuro”, si no un accidente, quizá un mal rato y hasta un mal día para los demás.

 

Viví por largo tiempo en un continente lejano, donde existe no solo una distinta cultura; ahí existe también una diferente actitud. En el Asia pronto uno advierte que no puede exhibir dos tipos de talante: los del apresuramiento y la irritabilidad. Estos, simplemente, son vistos como muestras ya sea de falta de madurez o de ausencia de respeto a su valor supremo: el sentido de comunidad… Es impensable saltarse el orden de espera o demostrar enojo o indignación. Por esos lares la calma está emparentada con el bienestar colectivo, el sosiego es sinónimo de dignidad. No así nosotros; nos hemos convertido en una sociedad apresurada e impaciente, no damos el paso ni agradecemos cuando nos lo dan. No queremos entender que si no sabemos ser generosos y cordiales, no avanzaremos ni mejoraremos como sociedad…

 

Es curioso pero cuando éramos pequeños esto no pasaba (o no nos dábamos cuenta). Cuando éramos niños vivíamos en el centro, no teníamos autos porque tal vez no los necesitábamos, hacíamos nuestras gestiones y tareas caminando; si anticipábamos que algo nos iba a costar algo de tiempo, preferíamos madrugar o anticiparnos, no andábamos apresurados; sabíamos que no había necesidad. Quizá habíamos aprendido que si estábamos apresurados (decimos apurados) era porque habíamos empezado tarde y que la receta para la próxima vez era tan sencilla como salir más temprano. No nos parecía justo que tratemos de solventar nuestro retraso incomodando o provocando molestias a los demás… Así de simple.

 

Esto de nuestro moderno apuro pudiera ser un invento o subproducto de la modernidad; demuestra además que, a más de no saber administrar el tiempo, no hemos aprendido algo esencial en la vida: tomar las cosas con calma y aprender a tener paciencia. Vivir no es una lucha contra el tiempo, ni un combate para adelantarse a los otros, debemos desdeñar la idea de que la vida es una carrera con los vecinos porque, pensemos lo que pensemos, nunca vamos a ganar. Y todavía hay algo peor, y es que mientras más nos apresuremos, solo vamos a ponernos más angustiados e impacientes; cada vez nos vamos a desesperar más y más...

 

Dice el diccionario en sus primeras acepciones que paciencia es (la) “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”; y también la de “hacer cosas pesadas y minuciosas”. Pero dice además, en su última acepción, que es la “tolerancia y consentimiento en mengua del honor”. Quizá aquí esté la clave para lo que nos preocupa; tal vez deberían definirla como un tipo de “tolerancia e indulgencia en beneficio de la comodidad o bienestar ajeno”.

 

Dominique Ingres (1780–1867) fue quizá el más destacado pintor de su tiempo; se especializó en el retrato y la pintura histórica, y fue reconocido por sus sinuosos desnudos. Sus mujeres aparecen como indiferentes, rozan la calma indolente. Este francés había descubierto que esa actitud de sosiego y placidez, que él imprimía a sus modelos, era lo que les otorgaba ese aire de elegancia que destacaba en su inexpresable belleza. Era esa tranquila serenidad la que se expresaba como elegancia corporal, como gesto de nobleza y sentido de dignidad.


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17 enero 2023

Avatares y vicisitudes

Avatar es palabra devaluada (“underated” creo que dicen en inglés); pudiera decirse que ha sufrido su propio avatar. Casi ya nadie la usa con el sentido que antes escuchaba, con el de vicisitud o cambiante circunstancia, y menos todavía con el de su raíz indoeuropea, como cruce, paso, traslado, descenso y hasta reencarnación. Ha pasado, sobre todo para los jóvenes, a significar: identidad virtual  (“heterónimo”, hubiera dicho el gran Pessoa). Y es justamente así como también la define la última –y más fresca– acepción de nuestro inefable diccionario, que literalmente reza: “Representación gráfica de la identidad virtual de un usuario en entornos digitales” (parece que no estuviéramos leyendo un glosario léxico sino un relato de Isaac Asimov o, mejor todavía, alguna revista de ciencia ficción).

 

Cuando era “guambra” había un programa radial que hablaba de las vicisitudes de la política, de sus avatares; creo que se llamaba “Andanzas del maestro Juanito”, ahí se comentaban esas volubles y cambiantes condiciones que tiene la circunstancia política; así aprendí de esos cambios pendulares que suele tener esa díscola manifestación que trata de expresar las aspiraciones, ilusiones y desengaños que viven pueblos y colectividades. Entonces se la trataba de dejar en manos de los que parecían más capaces; hoy, según parece, se la ha ido dejando en manos de seres semi–analfabetos convertidos en prestidigitadores. No es necesario tener a mano un diccionario para definirlos; estos políticos modernos son “ignorantes que lo saben todo”. Ah… pero siempre a un negociable precio. ¡Sí señor!

 

Avatar no es un término de nueva data, no ha sido inventado para alguna película de “sci-fi” (ciencia-ficción); ahí estaba desde el principio de los tiempos, fue inventada por los indios o hindúes (los originarios de la India) que son hinduistas (practican una religión politeísta, es decir repleta de una gran variedad de dioses) y que creen que sus divinidades a veces se encarnan, o reencarnan, y que para ello abandonan su condición sobrenatural y se convierten en humanos. Es entonces, cuando “descienden” a nuestra humilde realidad, que se produce un avatar. Se han “abajado” a la condición de seres comunes y corrientes, a humanos.

 

Dicen los que saben (yo en casos como estos solo me baso en referencias etimológicas) que la palabra avatar viene del sánscrito (otra lengua indoeuropea) y que no es sino el nombre que reciben “las reencarnaciones de los dioses cuando se presentan a los hombres”; unas veces lo hacen como humanos y otras como animales. El hinduismo también tiene su trinidad; esta está constituida por Brahma, Shiva y Vishnu. Brahma es el dios supremo; Shiva es una deidad destructora (no es malvado, destruye para renovar la vida); y Vishnu, es un protector, él representa la preservación, el balance y la armonía. Es una suerte de intercesor (tiene atributos femeninos), a él acuden sus devotos en busca de ayuda y consolación. Por ello le representan con muchos brazos, en clara alusión a su omnipotencia y generosidad…

 

No estoy seguro (a veces debo recurrir a mi lado humilde) pero entiendo que la relación de avatar o avatarah con el sánscrito es por el elemento tarah (un “tara” nasal), que nos ha llegado a través del latín por medio del prefijo trans (o tras) que, como se indicó, significa cruzar o “pasar por”. Voces como tránsito, transeúnte, trasladar, transportar, transacción o intransigente, tendrían similar origen. Habría sido Neal Stephenson, un autor de ciencia ficción (él la llama “ficción especulativa”), quien parece que popularizó el término avatar con un sentido diferente; lo hizo en sus primeros libros en los que mezclaba mitología y nanotecnología. No leo ciencia ficción (ya tengo suficiente ficción con la novela) pero la gente que lo ha hecho me cuenta que son obras bien sustentadas y muy divertidas.

 

De vuelta a nuestros avatares de carácter colectivo, parece que ya es hora de que intentemos un “avatar al revés” y procuremos “subir de nivel”, lo que en tecnología y en los pasajes aéreos sería hacer un upgrade”. Lo merece nuestro destino comunitario; lo merecen nuestras familias y demás conciudadanos. No vamos a salir de nuestro estancamiento mientras no nos propongamos convertir la nación que nos ha tocado en suerte, en un mejor modelo de sociedad. Lo vamos a lograr con la suma de nuestras individuales transformaciones; exigiendo a quienes nos representan que cambien esa imagen tan necia y desprolija que exhiben, por una que nos permita el tránsito hacia una nueva realidad. Que esa sea una más alta y remozada identidad, con el amparo de un dios generoso y protector…


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13 enero 2023

Otro inaudito accidente (II)

Cuando ocurre un accidente o incidente, el piloto asume su responsabilidad, sea que se trate de un error o de lo que la Autoridad pudiera considerar una violación (dependiendo de la intencionalidad de la probable culpabilidad); “no se da a la fuga” como a veces ocurre en los accidentes terrestres que se producen en las vías públicas. Su formación, su entrenamiento profesional, le dicen que debe ser responsable, que tiene que responder por sus errores y que, si cometió una equivocación, debe contribuir a que lo que ocurrió con su actuación no tenga que volverse a repetir. Su mala experiencia ha de contribuir a educar a los demás…

En el caso que nos ocupa no están involucrados aspectos relacionados con el ambiente o el clima; tampoco el aspecto mecánico fue un factor que intervino: máquina y clima estuvieron en óptimas condiciones. De hecho, fue el hombre, el factor humano, el que estuvo presente, tanto en la debida coordinación como en la realización defectuosa del pretendido simulacro. Los pilotos pudieron no haber recibido autorización de despegue; el controlador pudo no ser claro en las autorizaciones que dio a los pilotos o a los operadores del equipo de rescate; o, por último estos mismos operadores pudieron malentender o desconocer la información recibida.

Haría falta, por lo mismo, revisar las grabaciones de esos minutos en los cuales alguien proporcionó una autorización equivocada o la malinterpretó. De todos modos, reiteramos: existen dos posibilidades en todo incidente o accidente aeronáutico, desde el punto de vista volitivo: si se cometió la falta en forma no–intencionada, se trata de un error; si la acción voluntaria existe (si se cometió la irregularidad a propósito) estamos hablando de una violación. Trátese de una u otra circunstancia, lo importante desde la perspectiva de la investigación aérea es que no se busca un culpable, sino saber qué sucedió y, por sobre todo, por qué sucedió. Conocerlo permite idear e implementar nuevas técnicas, procedimientos o protocolos, pues lo verdaderamente importante es que la tragedia no vuelva a ocurrir. Por todo ello es importante aplicar una cultura no-punitiva, pues no se trata de castigar.

Hace unos 50 años, el Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico y del Espacio, cuya Secretaría General radica en Madrid, había aprobado un Proyecto de «Estatuto Internacional del Comandante de Aeronave», el mismo que en 1973 fue elevado a la OACI en Montreal (y a la OIT en Ginebra), procurando establecer los deberes, atribuciones y responsabilidades del comandante aeronáutico, como única autoridad a bordo de la aeronave.

En base a esta plausible iniciativa, en agosto de 1979 la Federación Ecuatoriana de Tripulantes Aéreos consiguió autorización para la promulgación de la Ley de Defensa Profesional de los Tripulantes de Vuelo (quienes ejercen su actividad en la Cabina de Mando), mediante el Decreto Supremo 3782. Esta ley fue modificada en mayo de 2008, pero se encuentra vigente. Ahí, en su artículo 22 se establece que: “De conformidad con las normas internacionales de la materia, se reconoce la autoridad del Comandante de una aeronave y (que en) los conflictos que se suscitaren por la actividad profesional, se aceptará su palabra como testimonio verídico y no estará obligado a probar lo que se asevere por otros medios legales, sin perjuicio de lo dispuesto en el Código Aeronáutico Nacional y los Convenios Internacionales” .

De otra parte, se hace importante acatar las Resoluciones de la OACI, en su Asamblea A40-2 (septiembre – octubre de 2019) que, entre otros aspectos, consideró los siguientes:

  • Que el objetivo primordial de la Organización sigue siendo velar por la seguridad operacional de la aviación civil internacional en el mundo;
  • Que es indispensable que se reconozca que el objetivo de la investigación de accidentes e incidentes no es atribuir culpas o responsabilidades;
  • Que es indispensable que la información pertinente se ponga a disposición de las autoridades de investigación para facilitar el establecimiento de las causas y los factores contribuyentes, a fin de que puedan adoptarse medidas preventivas;
  • Que para que se dé protección a los registros de accidentes e incidentes, y no se los utilice con fines distintos, es indispensable garantizar que se continúe facilitando toda la información pertinente a las autoridades de investigación;
  • Que el uso de la información obtenida en las investigaciones no puede ser utilizada para procedimientos disciplinarios, civiles, administrativos o penales, ya que es, en general, un medio para mantener o mejorar la seguridad operacional; y
  • Que dicha protección no tiene por finalidad impedir la administración de justicia.


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10 enero 2023

Otro inaudito accidente (I)

El 18 de noviembre pasado se produjo una inusual colisión en el aeropuerto Jorge Chávez de la ciudad de Lima; en rasgos generales, ocurrió un inesperado impacto en la pista 16 entre un A–320 que despegaba y un vehículo del Servicio Contra Incendios. Previamente las aerolíneas y demás operadores habían sido alertados que entre las 15:00 y 16:00 horas se efectuaría un simulacro en las premisas del aeródromo. La aeronave habría sido autorizada para despegar y se entiende que, luego de esa maniobra de salida, los equipos de rescate y salvamento ingresarían a la pista y se dirigirían a una zona que sería oportunamente determinada.

 

Para entender las circunstancias del siniestro, es importante mencionar ciertos aspectos relacionados con la geometría tanto del aeropuerto como de la aeronave. La pista tiene 45 metros de ancho y era utilizada para el despegue del A–320, cuya envergadura es de 40 metros de ancho. Siendo esta una “pista de precisión”, requiere de una zona de protección de 60 metros a cada lado, medidos desde el centro de pista, esto quiere decir que las calles de rodaje de acceso o intercepción debían tener señales transversales (doble línea) pintadas a 37.5 metros del borde de la pista. En otras palabras: cualquier avión o vehículo aeroportuario no podía invadir esa zona a menos que estuviese debidamente autorizado. Es más aun en el caso de estarlo debía confirmar visualmente, antes de ingresar a la pista, que dicha maniobra era factible de ser efectuada con total seguridad.

 

Se tiene entendido que los vehículos de bomberos iban a efectuar el simulacro para medir un tiempo máximo de respuesta: esto es, su desplazamiento desde el punto en el que serían notificados (su zona de estacionamiento) y el sitio en el aeropuerto que sería informado. Se sobreentiende que, si se trataba de cumplir con un tiempo máximo, el propósito podía eximir al personal involucrado de esperar por autorización para poder cruzar las líneas indicadas e ingresar en la pista. De todos  modos, es importante resaltar que estos simulacros requieren de dos condiciones: la suspensión temporal de operaciones en el aeropuerto (despegues y aterrizajes) y el respectivo permiso de ingreso a la pista que suponía el ejercicio. Como se entenderá el control de tránsito (torre de control) no podía dar en forma simultánea dos autorizaciones: la del despegue del avión y la de inicio del ejercicio programado.

 

Resulta evidente que este protocolo no se respetó, siendo probable que el avión haya sido autorizado a despegar y que, suponiendo que la aeronave estaría ya en el aire luego de los siguientes 60 segundos y en la intención de agilitar las tareas del simulacro, el controlador habría notificado seguidamente a los servicios de rescate que podían iniciar la maniobra previamente coordinada. No se explica de otra manera cómo el vehículo pudo haber ingresado en forma tan temeraria a la pista, aunque esto no eximía a los operadores de “clarear” primero la pista (asegurarse de que estaba despejada) antes de ingresar en ella. En este punto, es evidente que los pilotos no se percataron (al menos con la debida oportunidad) que debían abortar el despegue pues la superficie que utilizaban había sido invadida.

 

Obviamente estas son solo consideraciones con respecto a lo que pudo haber ocurrido. El informe inicial estará disponible en las próximas semanas (escribo a mediados de diciembre) y no extrañaría que el informe definitivo pudiera tomar hasta finales del año 2023. Lo que se sabe es que, producido el siniestro, la tripulación suspendió el despegue a alta velocidad y, una vez que hubo parado el avión, y visto que este se estaba incendiando, el capitán dispuso la evacuación de la aeronave. Posteriormente se comprobó que dos de los ocupantes del vehículo de los servicios de rescate habían fallecido como consecuencia del impacto.

 

Hay algo, sin embargo, que no ha obedecido al protocolo requerido: en muestra de absoluto desconocimiento de las políticas de investigación de accidentes aeronáuticos, de su propósito primordial y de los objetivos que persiguen los sistemas de seguridad aérea, las autoridades habrían procedido a solicitar el arresto de los dos pilotos involucrados, asunto que contraría las normas internacionales al respecto y desconoce las Resoluciones de la Asamblea de la OACI (Organización de la Aviación Civil Internacional) de la cual Perú es signatario. El insólito procedimiento llama más la atención, por ser Lima –además– la sede regional de la organización y debe, supuestamente, gozar del amparo y protección de ese Estado.

 

Este proceder irrespeta los tratados internacionales, atenta contra las normas jurídicas, y establece un inaceptable precedente en relación a los procedimientos de investigación de los accidentes e incidentes, en detrimento de los objetivos que persigue la seguridad aérea.


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06 enero 2023

Un mundial inconsulto

De “obscenidad” es como alguien calificó al partido entre el seleccionado brasileño y el equipo de Corea. Le parecía “obsceno” que había parecido una práctica de entrenamiento y que, en menos de treinta minutos, la “canarinha” ya le había propinado cuatro estacazos a la selección coreana. Excesivo como pareció, lo realmente obsceno pudo resultar el gol anotado por Richarlison: una serie de “cascaritas” efectuadas con la cabeza, que concluyeron con un toque con el empeine para pasar la bola por sobre su propia testa, seguido por una breve carrera y un pase a uno de sus compañeros para, luego de otro toque, recibir la pelota con un pase en diagonal para vencer la portería coreana.

 

Dice el diccionario que obsceno es algo “impúdico, torpe u ofensivo al pudor”. Revisando “La palabra del día” de Ricardo Soca, encuentro que la palabra tenía inicialmente un sentido diferente: ‘de mal agüero’, ‘mal presagio’, ‘funesto’ o ‘siniestro’, como en obscenae aves con el de aves de mal agüero; aunque, al principio de nuestra era, también se utilizaba para los seres humanos, con el sentido de impúdico o deshonesto. Un tal Pomponio Mela la habría incluso utilizado para referirse a los genitales masculinos. No sorprende que el diccionario de María Moliner mencione que así “se dice de lo que presenta o sugiere maliciosa y groseramente cosas relacionadas con el sexo”.

 

Como lo había anticipado en otra entrada (Itinerario Náutico del 3 de enero, Poner la mano en el fuego), tuve que consultar Etimologías de Chile para confirmar que la palabra siempre ha tenido un origen controvertido. Lo que la voz significó en un principio fue aquello que “estaba en nuestra contra por venir de la mano izquierda”. En la antigüedad clásica el hombre auscultaba su fortuna mirando al norte; todo lo que quedaba a su izquierda se relacionaba con la muerte e implicaba un mal augurio, ahí estaba el occidente (la palabra occiso tendría una similar etimología); de este modo, lo obsceno era lo que nos afectaba por venir de la izquierda. Lo obsceno era un mal augurio o de mal agüero…

 

Ahora bien, volviendo al torneo futbolístico, obsceno no ha sido un partido en particular; ni siquiera la jugada que hemos comentado, aun a riesgo de pasar por alto una supuesta “falta de respeto” a los jugadores coreanos. Lo realmente obsceno, a más de oscuro, ha sido la sorpresiva designación de la sede del último Campeonato Mundial celebrado en Catar, una península en forma de pepinillo de mar que se extiende desde Arabia hacia el centro del Golfo Pérsico, lugar que fuera escogido por los gerifaltes de la FIFA para efectuar el certamen. Nadie comprende cuáles fueron “los motivos del lobo”, es decir qué pretendía conseguir la entidad como beneficio para el fútbol mundial al realizar el torneo en un lugar tan poco adecuado. Como dicen por ahí… “piensa mal y acertarás”.

 

Quizá nada haya generado tanto rechazo como el discurso de apertura efectuado por el presidente del organismo. Hablar de un régimen de respeto a las opciones y libertades humanas en Catar, como el señor Infantino lo insinuó, era desconocer los múltiples reclamos que habían sido presentados por un sinnúmero de organizaciones internacionales (se calculan 6.500 trabajadores fallecidos). Catar es un país muy rico, tiene la tercera reserva de gas natural en el mundo; habría presupuestado un gasto de 200.000 millones de dólares para los preparativos y ejecución del Mundial (50.000 millones más que su PIB anual). ¿Qué quería mostrar y por qué quería sorprender? Tal vez buscaba reconocimiento exterior; quizá quiso vender la impresión de que Catar era un país imprescindible de conocer.

 

La pregunta ya no sería entonces ¿cuánto pagaron los cataríes a los dirigentes de la FIFA?, sino más bien ¿para qué querían hacer el mundial en su país? Se entiende que su objetivo era promover su desarrollo y darlo a conocer al mundo (como lo hizo en su momento Singapur). No parece coherente que hayan tratado de conseguir un beneficio económico con la visita de, tal vez, un medio millón de personas. Lo que pudo haberles animado era adelantarse a buscar condiciones que permitan a sus autoridades diversificar su economía: modernizar su estilo de vida para no tener que depender del petróleo y de sus derivados en el futuro.

 

Mientras tanto, no se entiende cómo la FIFA accedió a realizar el Mundial fuera del esquema regular (en el verano del hemisferio norte), respetando la temporada natural de juego de los diferentes países, preferentemente de las principales ligas europeas. A todas luces, un mal precedente.


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03 enero 2023

Poner la mano en el fuego *

* Tomado de la página "Etimologías de Chile". Favor ver nota al final.

 

"Poner la mano en el fuego" por otro significa ser capaz de empeñar la palabra, lo que se tiene y hasta la integridad física por garantizar incondicionalmente a otro, afirmar que confiamos tanto en esa persona que arriesgaríamos cualquier cosa por garantizar su fiabilidad.

 

Las "pruebas del fuego" fueron en la Edad Media un medio (bastante brutal) de hacer demostrar a alguien su inocencia (si pasaba la prueba del fuego sin abrasarse es que la providencia divina lo protegía o decía la verdad), argumento incluso empleado por la Inquisición: si un hereje era inocente, las llamas de la hoguera en que iba a ser quemado no le dañarían. Pero la expresión de poner la mano en el fuego tiene un origen más concreto.

 

Cuando los romanos, hacia el año 510 a.C. expulsaron al último de sus reyes, Tarquinio el Soberbio, por ser un tirano odioso, eliminaron la monarquía y empezaron a gestar el sistema republicano. Tarquino, que era etrusco, buscó ayuda en ese pueblo para recuperar su trono. Logró el apoyo del larte Porsenna. Los etruscos llamaban "lartes" tanto a sus reyes, como a caudillos poderosos. Porsenna plantó su campamento en la colina del Janículo, y sitió Roma, que, parapetada en sus murallas al otro lado del Tíber, resistió sin tregua. Distintos episodios se sucedieron pero al final la situación de Roma era desesperada por la carencia de alimentos.

 

Un joven llamado Mucio, viendo morir de hambre a sus conciudadanos, se presentó ante el senado y se ofreció para infiltrarse de noche en el campamento de Porsenna, disfrazado de etrusco, y asesinarle; pidiendo el permiso de los senadores, afirmaba que muerto el larte los etruscos se retirarían. El senado lo tomó por loco, pero como los senadores no tenían tampoco solución a una situación desesperada, al final, empeñándose el joven, le dieron permiso para hacer lo que quisiera, pensando que no volverían a verle. Mucio salió de noche de las murallas, cruzó a nado el río en la oscuridad, se disfrazó de soldado etrusco y se infiltró en el campamento. Logró entrar en una tienda donde había un personaje ricamente ataviado, y lo apuñaló. Enseguida fue apresado, pero en realidad había matado a un escriba, dignatario de Porsenna. Los soldados lo llevaron ante Porsenna para ser interrogado y condenado.

 

Porsenna decidió que fuera interrogado mediante torturas, a hierro y fuego. Entonces Mucio tomó la palabra y le dijo: "Soy ciudadano romano y me llamo Gayo Mucio. Soy tu enemigo y sólo quise matar a quien nos daña sin lograr ventaja propia. Puedes torturarme, abrasarme y matarme, y no temo al fuego ni a la muerte, pues tú vas a morir. En Roma somos trescientos los jóvenes conjurados, adiestrados para afrontar el fuego y la muerte, y para nosotros el más alto honor es matarte. Después de mí vendrán trescientos, uno tras otro, y siempre habrá un puñal oculto para ti que al final te matará. Igual que yo, ni temerán al fuego ni a la muerte. Mira". Y acercándose a un ara con un fuego encendido, Mucio puso su mano derecha sobre las ascuas y las llamas, y la dejó consumirse sin emitir un solo gemido.

 

El rey contempló la escena admirado, viendo a aquel feroz joven, y creyó que se enfrentaba a un pueblo feroz y terrible; perdonó la vida del joven soltándolo y a poco levantó su campamento y se fue, dejando de ayudar a Tarquinio, de modo que éste también hubo de retirarse. Los Romanos llamaron a aquel joven "Mucio Escévola" (que quiere decir Mucio "el manco", "el que sólo conserva la izquierda"), le premiaron con campos y honores públicos, y los historiadores narraron repetidamente su legendaria gesta (principalmente Tito Livio).

 

Su figura fue tan popular que hasta su memoria está presente en algún romance medieval. En el Renacimiento y el Barroco también se exaltó su figura, como símbolo de la lucha sacrificada por la libertad de un pueblo frente a un tirano, y los pintores de la época representaron repetidas veces la escena. Fue también un símbolo del republicanismo. Y esta es la historia que dio pie a la frase, pues fue Mucio Escévola, el que puso voluntariamente su mano en el fuego por todos los jóvenes romanos conjurados, que ni siquiera existían.

 

* Nota: he encontrado esta explicación en la página “Etimologías de Chile”. Ha sido una “serendipia”, es decir un hallazgo casual, pues buscaba la etimología de la palabra “obsceno” que no es otra que “lo que está en nuestra contra por venir de la izquierda”, esto es: “lo que es de mal augurio”. Volveremos al respecto.


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