06 enero 2023

Un mundial inconsulto

De “obscenidad” es como alguien calificó al partido entre el seleccionado brasileño y el equipo de Corea. Le parecía “obsceno” que había parecido una práctica de entrenamiento y que, en menos de treinta minutos, la “canarinha” ya le había propinado cuatro estacazos a la selección coreana. Excesivo como pareció, lo realmente obsceno pudo resultar el gol anotado por Richarlison: una serie de “cascaritas” efectuadas con la cabeza, que concluyeron con un toque con el empeine para pasar la bola por sobre su propia testa, seguido por una breve carrera y un pase a uno de sus compañeros para, luego de otro toque, recibir la pelota con un pase en diagonal para vencer la portería coreana.

 

Dice el diccionario que obsceno es algo “impúdico, torpe u ofensivo al pudor”. Revisando “La palabra del día” de Ricardo Soca, encuentro que la palabra tenía inicialmente un sentido diferente: ‘de mal agüero’, ‘mal presagio’, ‘funesto’ o ‘siniestro’, como en obscenae aves con el de aves de mal agüero; aunque, al principio de nuestra era, también se utilizaba para los seres humanos, con el sentido de impúdico o deshonesto. Un tal Pomponio Mela la habría incluso utilizado para referirse a los genitales masculinos. No sorprende que el diccionario de María Moliner mencione que así “se dice de lo que presenta o sugiere maliciosa y groseramente cosas relacionadas con el sexo”.

 

Como lo había anticipado en otra entrada (Itinerario Náutico del 3 de enero, Poner la mano en el fuego), tuve que consultar Etimologías de Chile para confirmar que la palabra siempre ha tenido un origen controvertido. Lo que la voz significó en un principio fue aquello que “estaba en nuestra contra por venir de la mano izquierda”. En la antigüedad clásica el hombre auscultaba su fortuna mirando al norte; todo lo que quedaba a su izquierda se relacionaba con la muerte e implicaba un mal augurio, ahí estaba el occidente (la palabra occiso tendría una similar etimología); de este modo, lo obsceno era lo que nos afectaba por venir de la izquierda. Lo obsceno era un mal augurio o de mal agüero…

 

Ahora bien, volviendo al torneo futbolístico, obsceno no ha sido un partido en particular; ni siquiera la jugada que hemos comentado, aun a riesgo de pasar por alto una supuesta “falta de respeto” a los jugadores coreanos. Lo realmente obsceno, a más de oscuro, ha sido la sorpresiva designación de la sede del último Campeonato Mundial celebrado en Catar, una península en forma de pepinillo de mar que se extiende desde Arabia hacia el centro del Golfo Pérsico, lugar que fuera escogido por los gerifaltes de la FIFA para efectuar el certamen. Nadie comprende cuáles fueron “los motivos del lobo”, es decir qué pretendía conseguir la entidad como beneficio para el fútbol mundial al realizar el torneo en un lugar tan poco adecuado. Como dicen por ahí… “piensa mal y acertarás”.

 

Quizá nada haya generado tanto rechazo como el discurso de apertura efectuado por el presidente del organismo. Hablar de un régimen de respeto a las opciones y libertades humanas en Catar, como el señor Infantino lo insinuó, era desconocer los múltiples reclamos que habían sido presentados por un sinnúmero de organizaciones internacionales (se calculan 6.500 trabajadores fallecidos). Catar es un país muy rico, tiene la tercera reserva de gas natural en el mundo; habría presupuestado un gasto de 200.000 millones de dólares para los preparativos y ejecución del Mundial (50.000 millones más que su PIB anual). ¿Qué quería mostrar y por qué quería sorprender? Tal vez buscaba reconocimiento exterior; quizá quiso vender la impresión de que Catar era un país imprescindible de conocer.

 

La pregunta ya no sería entonces ¿cuánto pagaron los cataríes a los dirigentes de la FIFA?, sino más bien ¿para qué querían hacer el mundial en su país? Se entiende que su objetivo era promover su desarrollo y darlo a conocer al mundo (como lo hizo en su momento Singapur). No parece coherente que hayan tratado de conseguir un beneficio económico con la visita de, tal vez, un medio millón de personas. Lo que pudo haberles animado era adelantarse a buscar condiciones que permitan a sus autoridades diversificar su economía: modernizar su estilo de vida para no tener que depender del petróleo y de sus derivados en el futuro.

 

Mientras tanto, no se entiende cómo la FIFA accedió a realizar el Mundial fuera del esquema regular (en el verano del hemisferio norte), respetando la temporada natural de juego de los diferentes países, preferentemente de las principales ligas europeas. A todas luces, un mal precedente.


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