31 octubre 2023

La izquierda y sus axiomas

Hace algo más de una año, revisábamos un interesante postulado de Isaiah Berlin (ver: “Objetivos irreconciliables”, Itinerario Náutico, julio de 2022), aquél que propone que los ideales de la Revolución Francesa –Libertad, Igualdad y Fraternidad– serían no solo contradictorios sino también irreconciliables. De un breve vistazo a esos ideales, podremos confirmar que si bien están relacionados, no son –no podrían ser– valores absolutos: la igualdad completa es imposible, sería una utopía irrealizable, si no una quimera. Además, habremos de coincidir en que si llegaría a existir una total uniformidad, el mundo sería tedioso e imposible. Tan pesado y soporífero sería que ya no habría necesidad de los otros dos objetivos... solo podríamos ver ese ideal igualitario como una sana aspiración: la de que todos consigamos al bienestar.

Insisto: debemos reconocer esos valores como elementos que se complementan, como una tendencia, mas nunca como un objetivo final. Jamás sería posible una total igualdad, ella nos llevaría a la uniformidad y el automatismo; si existiera total igualdad perderíamos la libertad pues habríamos dejado de tener la opción de escoger y ser libres; tampoco tendría sentido la fraternidad, porque entre otras cosas buscaríamos fórmulas para ser distintos y así podernos diferenciar. Esto es lo que justamente Berlín llamó las “verdades contradictorias”. Por ello, el proyecto que predica la izquierda pudiera ser bueno mientras no se fije la igualdad como incuestionable objetivo, mientras tenga claro que la igualdad no es el propósito, sino tan solo una tendencia.

 

Lo malo es que cuando la izquierda acapara el poder, opta por el fanatismo y predica una fórmula irrealizable traducida en utopía. Entonces sus acólitos desestiman la libertad, surge el sectarismo y la intolerancia; y quienes los dirigen terminan encarnando otra forma del mismo autoritarismo que combatieron al principio. De ahí a la creación de una nueva élite –una que esta vez reniega de la igualdad– hay solo un pequeño paso. Lo siguiente es que seducida la élite con las mieles del poder, lo aprovecha, resucita el abuso anterior y reinstaura la corrupción.

 

Es bueno leer él Génesis de vez en cuando. Una de sus lecciones es la referente a la utopía de la igualdad. Ahí se cuentan las historias de Caín y Abel o la de esos hermanos mellizos, Jacob y Esaú, los hijos de Isaac y Rebeca. Ellas nos enseñan los mismos ejemplos: que es imposible conseguir la igualdad absoluta porque, por un lado, ser distintos es intrínseco a la condición humana y, por otro, que ante aquello –eso de ser diferentes– solo existe un camino: aceptar aquellas circunstancias o buscar una nueva manera solidaria de conseguir el bienestar, sin permitir que el odio, la envidia o el egoísmo nos lleven a la discrepancia, al litigio y la confrontación. Caín mata a Abel porque la ofrenda que entrega su hermano goza de la preferencia del Señor. Jacob trampea a Esaú porque ostenta la primogenitura; además, Esaú es el preferido de Isaac, tiene vello y rizos colorados. Jacob es mientras tanto el consentido de Rebeca.

 

Hace pocos días hablábamos de los cuadrados latinos o mágicos, su práctica nos enseña que no hay mejor y más eficiente estrategia que la de seguir un cierto orden (esa es justamente la principal característica que tienen los guarismos); es preciso no adivinar y ser ordenados. Esa es la mejor –sino la única– manera de resolver el acertijo (advertiremos que mientras más tarde optemos por utilizar una estrategia con orden, y juguemos en forma ordenada, más nos tardaremos en resolverlo).

 

Algo de aquello aprendí en mi propia profesión. No me había hecho piloto por vocación sino por una circunstancia fortuita, pero pronto aprendí que mi oficio tenía algo de lúdico, advertí que era también como un curioso acertijo: no se trataba de ver quién era el que más rápido reaccionaba o lo hacía, sino de descubrir la mejor manera para efectuar las cosas (de aprender cómo había que hacerlas), procurando siempre parecer sereno, responsable y ordenado. Para eso se inventaron las listas de chequeo, las secuencias, los flujos, los procedimientos… Ser minucioso hacía innecesario tener una tercera mano, permitía ganar tiempo y sentir que ello hacía más fácil nuestro oficio y permitía ejecutarlo con eficiencia, eficacia y efectividad…

 

Una sociedad no puede ser mejor de la noche a la mañana, debe seguir un ordenado proceso (sumar empeños, aplicar una adecuada estructuración, implementar políticas efectivas); de otro modo, los cambios serán frágiles, ineficientes y nunca duraderos. En el fugaz empeño por satisfacer a todos sacrificaremos el pretendido bienestar colectivo. Vista así, la buena política consistirá en saber prefigurar un anhelado destino, pero entender que todo esfuerzo no es una finalidad en sí mismo, sino solo un elemento convertido en un adecuado –y factible– “camino para andar”.


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27 octubre 2023

Lo portugués en el recuerdo

Era octubre del 1969. El primer jueves de ese mes tomé un bus de la Greyhound y salí desde Miami para Vero Beach. Ya era media tarde cuando me recibieron en mi nueva escuela. Luego de recibir las instrucciones iniciales, registrar mi alojamiento y coordinar mi primer vuelo de evaluación con el jefe de entrenamiento (un tal I.T. Narigan), me dirigí al pabellón de la residencia estudiantil para refrescarme y poner en orden lo que traía en mi sucinto equipaje. El lugar no estaba mal, no había comedor pero el lugar disponía de una agradable piscina, me habían dado una habitación propia y quienes administraban las facilidades del lugar hacían una pareja cordial y muy amigable. El “dorm” estaba a un par de cuadras de la escuela.

Entonces solo se llamaba Flight Safety Inc. Esa abreviación (Inc.) quiere decir “incorporated” –lo supe tan pronto como tuve que llenar por teléfono mis planes de vuelo– y equivale a lo que llamamos S.A. o Sociedad Anónima para distinguir esas corporaciones en español. No pasaron muchos días hasta que pude efectuar mi primer vuelo autónomo (también se dice “solo” en inglés). Asimismo, un par de semanas después de ese acontecimiento (nunca mejor dicho), regresaba una mañana de uno de mis vuelos, cuando pude observar que un grupo de muchachos europeos, unos doce tal vez, hacía un tour de reconocimiento en el hangar y demás instalaciones de lo que hasta esos días todavía llamábamos escuela. Más tarde, no sé si por razones comerciales o el cumplimiento de algún requisito, la escuela pasó a llamarse “academia”.

 

Hoy Flight Safety –o FlightSafety– ya no existe, ni como Inc. ni como Academy (por lo menos en ese mismo lugar). Esas premisas –supongo que todas– han sido asumidas por los nuevos patronos: una entidad llamada Skyborne Airline Academy, que es la que ahora funciona en ese mismo sitio. Y fue, en ese mismo espacio, aquél donde ese grupo de estudiantes reconocía las mismas facilidades que después habrían de usar (todavía yo no lo sabía), que habrían de compartir conmigo los mismos aviones, aulas y dormitorios. Ellos eran portugueses, habían ganado sus respectivos concursos para trabajar y volar como pilotos en la TAP, la línea aérea de Portugal, y habían llegado a Vero Beach para realizar su entrenamiento inicial (“ab initio” ).

 

Todos eran muy jóvenes, alrededor de 22 o 23 años, con un par de excepciones. Dada la cercanía de nuestras edades, los intereses mutuos y la similitud de nuestras lenguas, pasaron a ser “mis nuevos amigos”; dicho en mejor forma, pasé a ser otro más de aquellos bisoños aprendices de aviador que conformaba el contingente luso. Un par de ellos eran tan fluentes en castellano que parecían españoles. Aún recuerdo unos pocos de sus nombres y/o apellidos: Luis Estrada, João Lontrão, Ramalho, Lima Bastos… Descubrí que el portugués que hablaban era más áspero y menos musical que el hablado en Brasil, decían “fodas pa” (un expletivo) al final de cada expresión, pero eran sobremanera amigables. Las “eses” que pronunciaban eran más ásperas, similares a nuestra “sh”, incluso las que formaban el plural o el final de las palabras.

 

Pero, terminé mi adiestramiento, volví al Ecuador y los perdí completamente de vista… Pasado el tiempo, siete u ocho años más tarde, cuando pasé a volar en Ecuatoriana, me encontré en forma fugaz con un par de ellos en Nueva York; sucedió en una tienda llamada Sorrens, una especie de comisariato donde comprábamos todos los tripulantes extranjeros (uno de esos sitios “donde el que no cae, resbala”). Pero ya eran otros tiempos, cada cual tenía sus “errands” o tareas que cumplir. Fueron encontronazos alegres y joviales, aunque siempre breves y como al apuro.

 

Hacia principios de los ochenta asistí al congreso de la OIP (Organización Iberoamericana de Pilotos) realizado en Lisboa; mi estadía en la capital lusitana fue breve y muy congestionada, para colmo el hotel donde nos reuníamos y alojábamos no estaba cerca de la ciudad. Me encontré casualmente con el más alto de ellos, Lima ‘Bashtosh’, y mantuvimos un interesante coloquio respecto a los “whereabouts” de mis antiguos compañeros. Por él supe que Lontrão había fallecido en 1977; era el comandante del B-727 que se accidentó una triste mañana en el aeropuerto de Madeira en Funchal (Vuelo 425). Fallecieron 131 de sus 164 ocupantes…

 

Son gratos los recuerdos que guardo de mis compañeros portugueses. Como yo había llegado antes, era inevitable que me hicieran consultas y pidieran mis apreciaciones respecto a lo que ellos aún no habían cubierto. Todavía recuerdo sus coloquios y reuniones. Fueron los esforzados embajadores de la patria de Camõens, Eça de Queirós, Pessoa y Saramago.


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24 octubre 2023

Una historia del Sudoku *

El Sudoku es un juego de reglas simples aunque tiene distintos grados de dificultad. Siempre apasionante (claro que puede ser frustrante también). Hace pocos días vi una película en que lo llamaban “Cuadrados Mágicos” y decían que no es, como todos creen, un invento japonés. Un sudoku sólo puede tener una solución, una sola. Esto es lo que encontré en el internet:

Sería el famoso matemático Leonhard Euler el inventor del juego en 1783. No obstante, no llegó al gran público hasta 1970, cuando Walter MacKey lo publicó en la revista "Math Puzzles and Logic Problems" bajo el nombre de Number Place (El lugar de los números). La historia del Sudoku se remonta a un juego de matemáticos suizos del siglo XVIII llamado "Cuadrados Latinos". Algunos de los primeros rompecabezas numéricos que aparecieron en los periódicos se publicaron en Francia en 1895; pero el juego moderno Sudoku tal como lo conocemos, fue inventado por Howard Garns, un inventor de rompecabezas independiente de Connersville, Indiana, Estados Unidos en 1979, cuando se publicó en Dell Pencil Puzzles y la revista Word Games. Se lo conocía como "Ubicar el Número", ya que implicaba colocar números individuales en espacios vacíos en una cuadrícula de 9 x 9. 

 

El juego solo apareció en Japón en 1984, donde recibió el nombre de "Sudoku", que es la abreviatura de la expresión: "Sūji wa dokushin ni kagiru", que significa literalmente "los números deben quedar solteros". La impenitente afición japonesa por los retruécanos y abreviaturas redujo más tarde el nombre a "Su(ji) doku(shin)", es decir, "su doku" o "números célibes". Sudoku es muy popular en Japón, donde la gente compra más de 600.000 revistas de Sudoku por mes. Una razón es que los crucigramas no funcionan muy bien en japonés, por lo que un rompecabezas numérico tiene mucho más éxito en esa cultura. Además, Japón ama los rompecabezas, ya que es un país en el que millones de personas realizan viajes largos por tren o autobús y necesitan matar el tiempo mientras esperan la próxima parada. 

El hombre que reintrodujo Sudoku "de vuelta" a Occidente fue un juez neozelandés jubilado llamado Wayne Gould, que estaba de vacaciones en Tokio en 1997 cuando lo descubrió en una librería. Rápidamente se convirtió en un devoto entusiasta y pasó los siguientes seis años desarrollando un programa que creara Sudokus por computador. El The Times (Londres) comenzó a publicar Sudokus en 2004 y, asimismo, el primer periódico americano en hacerlo fue el Conway Daily Sun, el mismo año. En los últimos 20 años, Sudoku se ha convertido en un fenómeno global. El primer Campeonato Mundial se celebró en Italia en 2006.

 

¿Por qué Sudoku nos atrae en el acelerado mundo de hoy? Una posible razón es que recurre al sentido innato del orden en las personas; hay una sensación de satisfacción al llenar esos cuadrados vacíos en la cuadrícula. Otra es que las reglas son simples y fáciles de aprender: personas de todas las edades pueden jugar y, con frecuencia, pueden aprender rápidamente cómo abordar el rompecabezas. El Sudoku es fácil de compartir con amigos, ya que se basa en números y por lo tanto no requiere traducción. 

 

Revisemos lo que dice Maki Kaji, el responsable de haber bautizado con ese nombre a los Cuadrados Mágicos o Latinos:

 

La popularidad del Sudoku estriba en la infinidad de técnicas aplicables. No hace falta tener paciencia; esta siempre debe quedar supeditada al interés. Esto enchufa con el segundo principio: el de ese placer que se experimenta al emplear la deducción para decidir dónde se puede poner un número determinado. Si no se experimenta placer, es mejor dejar el juego.

 

El Sudoku no debe ser visto como una actividad de desarrollo cognitivo, aunque en realidad sí lo es, pero aquello no debe anteponerse al placer. Sería un error practicar el Sudoku con el fin de desarrollar la capacidad mental. Nunca instaría a los lectores a que lo practiquen con fines educativos o para desarrollar su habilidad cognitiva. Lo importante es que lo tomemos como un pasatiempo, una puerta de entrada al estado de ánimo creativo del ocio, asunto que hemos perdido en la sociedad moderna. Hay ahí un ideal oriental de cuño taoísta: aquél de que el ocio es indispensable para propender a la creatividad y al bienestar. Por eso es importante esa sensación de goce personal que brinda la práctica sana del Sudoku.

 

 * Copiado de varias fuentes, sin firma de responsabilidad, con mi edición o traducción.


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20 octubre 2023

Las UE del Valle de los Chillos

Es tal vez el sector más bajo que hay en el Valle de los Chillos; es el lugar done vivo. Esta es una zona que se fue desarrollando hace más de 60 años como área de quintas vacacionales. Estaría limitada al norte por el cerro Ilaló; al occidente, por el río San Pedro; y, al sur, por la continuación de la autopista Gral. Rumiñahui. Pero hacia el oriente el límite es indefinido, sería una línea imaginaria entre el CC San Luis y Angamarca (al oriente de El Tingo); ella, en parte, corresponde a una vía recién pavimentada conocida como calle San Juan de Dios.

Con el inusitado crecimiento longitudinal que tuvo Quito (tenía 350.000 habitantes en mi niñez y hoy ya supera los tres millones), la única alternativa fue la de utilizar los valles aledaños para vivienda. Así, esas quintas se fueron convirtiendo en residencias permanentes; algunos sectores devinieron en urbanizaciones o generaron desarrollos algo más económicos en forma de propiedades compartidas o “town houses”. De pronto, eso de vivir en el valle y que los hijos estudiaran en Quito dejó de ser conveniente. Contar con institutos propios pasó entonces a ser la única alternativa. Y así se fueron implementando varias nuevas unidades.


Hoy existen, salvo error u omisión, cuatro de estos centros educativos: Los Illinizas, Jaques Dalcroze, Antares y APChe o Ángel Polibio Chávez. Lo sé porque, como explico, vivo en el sector, utilizo las rutas y vías aledañas y, sobre todo reconozco los uniformes de sus alumnos. De tarde en tarde pregunto a esos muchachos por el nombre del plantel en el que estudian, y les pregunto el porqué para que se llamen así… Cosa curiosa e inconcebible, son muy pocos los que lo saben… así que, comencemos por eso. Vayamos en orden alfabético:

  • Antares: es el nombre de una estrella, esta consiste en una súper-gigante roja, la más brillante de la constelación de Escorpión. Está ubicada a 170 parsecs del Sol (algo más de 500 años luz). Hoy se sabe que se trata de un sistema binario (son dos estrellas); tendría el tamaño de una naranja pequeña si la comparamos con nuestra estrella (el Sol) y esta estaría representada por el punto con que inicié este párrafo… Este nombre se habría dado a la unidad educativa (UE) porque la estrella siempre se utilizó como símbolo del conocimiento.
  • Ángel Polibio Chaves (sin tilde ni zeta): sus alumnos parecen preferir “Apeché”, por sus siglas (APCh). Lleva el nombre de un periodista, jurisconsulto, diplomático, político, escritor y militar ecuatoriano nacido en Guaranda (1855-1930) y a cuyo esfuerzo se debe la creación de la provincia de Bolívar. Esta UE tienen dos locales que funcionan frente con frente; en el uno funciona la primaría y en el otro la secundaria.
  • Émile-Jaques Dalcroze (se pronuncia Yaks Dalcrós): fue un músico, compositor y pedagogo. Había nacido en Viena; era discípulo de Fauré y Bruckner, fue el inventor de un método de enseñanza musical para los niños a través del movimiento.
  • Los Illinizas: es el nombre de dos estratovolcanes mellizos que se encuentran al sur-occidente de la hoya del Guayllabamba y a cuyos pies se encuentra un pintoresco pueblito llamado Chaupi, ubicado hacia el sur-occidente de Machachi. Se desconoce el motivo para que se le hubiera dado ese nombre a este plantel educativo.

Bueno, hasta aquí los antecedentes. Ahora quiero abordar un problema: sobra decir que en todos estos centros educativos existe una hora, que coincide con la salida de los colegios, cuando el tránsito vehicular se congestiona. Pero hay uno en el que el caos es tal, que no solo afecta la comodidad y seguridad de los propios educandos y, por lo tanto, de los respectivos padres de familia; sino que, además, se crean fastidiosos inconvenientes e incomodidad para los vecinos del sector, vale decir que para todos los demás miembros de la comunidad. Hace falta, por lo mismo, la gestión del propio plantel para atender el problema.


Esto pasa en el APCh, sobre la calle Piqueros, donde quienes acuden a recoger a los alumnos, forman una fila que empieza en la avenida Ilaló, donde no está permitido parar (y menos estacionar). Esa arbitraria fila obstaculiza el tránsito, sobre todo, en los primeros 200 metros de esa estrecha calleja. Ello ocurre porque esta ha sido pavimentada “al buen tuntún”, sin que se hayan soterrado las acequias laterales. En resumen, es una vía de doble sentido donde no se puede estacionar sin interrumpir el paso de quienes transitan en los dos sentidos. Es hora de que se solicite a las autoridades la corrección pertinente (la eliminación de las canaletas); mientras la propia unidad educativa toma medidas para evitar esta situación que es creada por los mismos padres de familia, quienes solo buscan satisfacer su egoísta comodidad sin considerar a los demás vecinos…


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17 octubre 2023

Casualmente, Quiroga

Jamás lo había leído, pero ese día cayeron en mis manos un par de diminutos libritos de Horacio Quiroga, y por pura casualidad. Estuve en la peluquería y mientras empezaban a atenderme me preguntaron si me gustaría hojear una revista. Pasados unos minutos, volvió la chica para consultarme si la prefería en inglés o español; al declarar mi nula preferencia, otra vez la muchacha se tomó otros cinco minutos antes de volver y comentarme que todas ya habían sido tomadas… Fue cuando me ofreció como alternativa aquellos libritos de Quiroga.

Puede haber sido gracias a Borges o a alguno de los principales escritores argentinos del pasado siglo que tuve mis primeras referencias de tan prodigioso cuentista. Ellos no cesan de expresar su admiración por Domingo Faustino Sarmiento (autor de Facundo –o de Civilización o barbarie– y de Recuerdos de provincia); por José Hernández (autor de Martín Fierro); o por Leopoldo Lugones. No dejan tampoco de mencionar a Quiroga como lo que es: un destacado referente de las letras del sur del continente. Sucede, sin embargo, que aunque Quiroga vivió gran parte de su vida en Argentina –y particularmente en la provincia de Misiones– no nació en Argentina, ni en la ribera del río de la Plata, sino en Salto, en el noroccidente del Uruguay.

 

Resulta curioso pero, en la práctica, toda la frontera occidental del Uruguay está constituida por el río del mismo nombre. Es más, su vecindad por ese lado es exclusivamente con una sola provincia argentina: Entre Ríos (llamada así porque está limitada por los ríos Paraná y Uruguay; y pudiera decirse que su extensión territorial es, a duras penas, ligeramente algo más del doble de la provincia mencionada. Pero aquí viene lo más interesante: entre Concordia (que está frente a Salto, por el lado Argentino) y Gualeguaychú (algo más al sur) existe una ciudad argentina que se hace llamar Concepción del Uruguay. Más exactamente: “Villa de Nuestra Señora Virgen María de la Inmaculada Concepción del Uruguay”.

 

Cuando reviso las biografías de algunos de los escritores anteriores, caigo en cuenta de ciertos datos interesantes: Lugones había sido contemporáneo de Quiroga (era cuatro años mayor); se habrían conocido porque este lo acompañó en un viaje a Misiones, esa provincia que parece un apéndice, o un cachito, en el nororiente de la Argentina y se  introduce en territorio brasileño (lugar al que regresaría con frecuencia el escritor uruguayo). Lugones expresa algo presuntuoso, pero interesante: “a Sarmiento y Hernández debemos la formación de nuestro espíritu nacional; Facundo y Recuerdos de provincia son nuestra Ilíada y nuestra Odisea. Martín Fierro es nuestro Romancero”. De ellos, Sarmiento (cuyo verdadero apellido era también Quiroga) fue un destacado escritor, militar y político, su gran interés fue la definición y estructuración jurídica de su país; llegó a ser su presidente.

 

De vuelta a los cuentos mencionados: logré fugazmente tomarlos prestados. Uno llevaba por título Los desterrados; era una colección de siete cuentos seleccionados por el propio autor. En ellos puede advertirse el dominio del relato que distingue a Quiroga, su capacidad descriptiva es sorprendente; no en vano es considerado, por muchos, una especie del Edgar Allan Poe en español. El otro, era una selección aleatoria, una edición auspiciada por una institución pública. Me temo que los cuentos de Quiroga, todos, están editados en idéntica forma: pequeñas colecciones de cuentos integrados en exiguos formatos. Quizá el más conocido sea Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte. Es evidente que la muerte es una constante en el escritor uruguayo.

 

Hay algo de trágico en la cláusula vital de Horacio Quiroga. Nacido en 1878, perdió muy temprano a su padre que accidentalmente se disparó con una escopeta frente a su familia. Su padrastro sufrió también un derrame cuando Horacio tenía 18 años, quedando sin habla y parapléjico; más tarde se suicidó con una escopeta mientras Horacio lo visitaba. Poco después, y mientras un amigo se preparaba para enfrentarse en duelo, se le escapó un tiro cuando limpiaba el arma que aquél iba a utilizar; el escritor no fue acusado, pero dadas las implicaciones se vio obligado a cruzar el río de la Plata y a radicarse en Argentina. Su primera esposa, Ana María Cires, también se suicidó. Hacia el final de su vida, Quiroga enfrentó una dolorosa prostatitis; el cáncer se fue probando intolerable. Asistido por un compañero de hospital, terminó suicidándose con cianuro. No había cumplido aún sesenta años… 


Un año más tarde, Lugones –su amigo y colega– también optó por el mismo remedio mientras atravesaba una depresión afectiva. Usó idéntico procedimiento y también el mismo medio: ingestión del mortífero cianuro de potasio.


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13 octubre 2023

Historia de una obra monumental

“Érase una vez un rey que hizo la promesa de construir un convento. Érase una vez la gente que lo construyó. Érase una vez un soldado manco y una mujer que tenía poderes. Érase una vez la historia de un amor sin palabras de amor. Érase una vez un cura que quería volar y murió loco…”. Estracto de la contratapa de ‘Memorial del Convento’, de José Saramago.

Quizá sea una de las historias más bonitas y mejor contadas que se hayan escrito. Es, al menos, una de las más seductoras y admirables que jamás haya leído en mi vida. Es más, creo que, si alguna vez me preguntaran ¿cuál es la novela que te hubiera gustado haber escrito?, quizá no dudaría en responder que ‘Memorial del Convento’, la obra de José Saramago. La novela está ambientada en el primer tercio del siglo XVIII y relata la construcción del Convento y Palacio de Mafra, ubicado al norte de Lisboa. Pero, ante todo, ese entretenido Memorial, es una historia de amor y de ternura…

 

Saramago cuenta algo que sucedió hace ya trescientos años, pero su novela parece escrita en esa misma época. Como es su costumbre, prescinde de algunos signos ortográficos (el guion, los dos puntos, el punto y coma); lo hace para crear la impresión de que el suyo es un escrito barroco. El convento se construyó en un inicio para cumplir una promesa: era el compromiso del rey Juan V si su mujer le procuraba descendencia. El plan, que fuera concebido para albergar a treinta frailes, fue luego rediseñado para convertirse en palacio; terminaría alojando a más de trescientos franciscanos.

 

Memorial del Convento está escrita con un ritmo fascinante, Saramago consigue una obra seductora. Es tan delicado su humor que resulta en una historia ahíta de ironía. La novela revela también otro de esos románticos esfuerzos que se dieron en los inicios de la aviación; es la historia de un jesuita soñador que estuvo convencido de que “aquello de volar” sí era posible y que inventó una especie de carruaje volador que lo construyó con materiales ligeros. Estaba persuadido de que para ello debía utilizar éter como combustible; un material que intuía proporcionaban las almas de los muertos (y quizá ‘las voluntades’ de los vivos).

 

Es también la historia de la construcción de aquella muy poco aerodinámica ‘passarola’ y la de su autor, un jesuita idealista y visionario, Bartolomé Lorenzo de Guzmán (1685-1724), tempranero precursor de la aviación, 150 años antes de que Clement Aider inventara la palabra avión (acrónimo para ‘appareil volante imitant l’oiseau naturel’) con la que designó un artilugio volador que tenía apariencia de murciélago, y mucho, mucho antes, de que Santos–Dumont y los hermanos Wright hicieran posible los nuevos avances que impulsaron el ya imparable desarrollo que tendría la aeronáutica moderna.

 

Bartolomeu Lourenço de Gusmão había nacido en Santos, cuando Brasil era todavía una colonia portuguesa; habría cursado el seminario en Belem para luego viajar a Portugal con el objeto de culminar sus estudios sacerdotales en Coimbra. Desde chico había mostrado una memoria portentosa, así como admirables habilidades para la física y las matemáticas. En 1709 procuraría permiso real para construir un artilugio destinado a “andar por el aire como se lo hace en tierra y en los mares”. Luego de impresionar a la corte con un aparato rudimentario, sería conocido como “el padre volador”; él fue el verdadero precursor del globo aerostático. Por desgracia, aquellos eran tiempos de la Inquisición y del Santo Oficio. Gusmão huiría a España, advertido de un inminente proceso inquisitorial: la idea de un aparato que desafiara la gravedad solo podía ser obra del mismísimo demonio.

 

Memorial del Convento es también una historia de amor: la de dos humildes y cercanos amigos de aquel cura inventor; ambos habían intuido que la mayor sabiduría estriba en contentarse con lo que ya se tiene… Los dos son los celosos guardianes de aquel artefacto secreto: él es manco y ex soldado, lo llaman Baltasar, Baltasar Sietesoles, él se enamora de una mujer de ‘ojos excesivos’ y nombre ‘nada cristiano’; ella es Bilmunda, tiene un extraño don: sabe ‘mirar la gente por dentro’ cuando todavía está en ayunas…

 

En cuanto al convento: se convirtió en uno de los más suntuosos palacios de Europa. No siempre fue utilizado en forma permanente; cumpliría funciones de centro de caza para uso de la nobleza. Hacia 1834, con la disolución de las órdenes religiosas, Mafra dejaría de ser utilizado como seminario y convento. A principios del siglo XX fue declarado de utilidad pública y más tarde convertido en museo. En 2019 sería reconocido como Patrimonio cultural de la humanidad. El monumento se habría tratado de inspirar en la basílica de San Pedro, pero su promotor intuiría que, para ello, quizá haría falta todo un cuarto de siglo… ‘Demasiado tiempo’ pensaría el soberano. No querría privarse él mismo de la satisfacción de ver concluido su ambicioso proyecto…


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10 octubre 2023

La saga del señor Rubiales

Gran alboroto, así como enorme e innecesaria controversia ha suscitado en las últimas semanas el desaprensivo comportamiento de un señor Rubiales que, según entiendo, fungía de presidente de la Federación Española de Futbol. Al principio no le puse atención al asunto, hasta que de pronto tomó visos de cursi telenovela, lo que los peninsulares llaman con el sustantivo de “culebrón”. Todo se inició luego de la conquista –por parte de España– del campeonato mundial femenino de futbol, disputado en Australia, cuando, en plena ceremonia de premiación y en muestra de evidente incontinencia, el dirigente deportivo tomó la cabeza de una de las más importantes jugadoras españolas y le propinó un beso en la boca.

Hasta ahí, y si yo hubiese sido un simple espectador en la celebración del mencionado acto, me hubiese parecido que el dirigente de marras y la generosamente tatuada jugadora hacían ya una pareja, o habían, por lo menos, coincidido previamente en sus mutuos atractivos. Lo que vi, y luego se repitió en los videos, fue que a la fémina el “impromtu” de Rubiales no pareció disgustarle, sino que tal vez le produjo una relativa sorpresa. Es más, otros videos, que fueran grabados más tarde en los camerinos, claramente mostraban que el resto de jugadoras coronadas tomaban el ósculo como una preferencia de “el jefe” hacia una de sus jugadoras y empezaron a incordiar a la recipiente con el indulgente estribillo de “que se casen, que se casen”…

 

Hasta ahí, repito, me habría parecido que se trataba de un asunto consensuado; en apariencia los actores o mantenían ya una relación afectiva o se habían “soltado los perros”. Hasta ese instante, desconocía si ambos estaban solteros o si mantenían independientemente relaciones de otro carácter, si estaban o no casados. Sucede que poco más tarde no tardaron en hacerse virales otras muestras de comportamiento que proyectaban a Rubiales como un impresentable. En las tomas se veía al directivo, exaltado por la consecución del campeonato, agarrarse los testículos y saludar desde el palco con el entrenador del equipo, en evidente gesto de satisfacción porque las jugadoras habrían tenido los redaños (léase los huevos) para conquistar el campeonato. No solo eso, el tipo se permitía poner la mano sobre el hombro nada menos que de la reina consorte del mismísimo Rey de España, don Felipe VII.

 

Gestos y actitudes como las anteriores me parecen suficientes, si no para descalificarlo, por lo menos para coincidir con que el dirigente en cuestión no parecía preparado para representar con dignidad a una importante institución deportiva; sus acciones eran las de un zafio, las de un gañán que no había entendido la dignidad y responsabilidad de su puesto.

 

Mas, sucede que lo que tenía que pasar pasó (realmente todo ocurrió de manera estúpida). Lejos de que Rubiales se disculpara y reconociese que se había solemnemente equivocado, este trató de justificar sus groseras indiscreciones y argumentó que el beso había sido aprobado y consensuado. A la par, y quién sabe si simultáneamente, los grupos feministas empezaron a presionar a la jugadora para que presente una querella “por acoso sexual” en contra de Rubiales, toda vez que en España rige una ley que establece que las intenciones no cuentan y que si no existe acuerdo previo en positivo (“solo decir sí es sí”) la traviesa iniciativa es considerada de oficio como contravención o delito. A partir de entonces todo se fue saliendo de madre. No me cabe duda, todo mismo, y desde el principio, fue sucediendo de una manera estúpida.

 

Al final, han sido otras instituciones y autoridades oficiales las que, aunque tardíamente, han terminado dando su rezagado punto de vista a efecto de provocar la dimisión del dirigente. A mi parecer el tema fue manejado políticamente para fortalecer no la defensa eventual de la jugadora, sino para aupar las posturas radicales que muchas veces postula el mal llamado feminismo. Coincido con que este es un asunto de respeto a unos derechos y a unos valores, pero muchos hemos quedado con el mal sabor en la boca de que la jugadora fue presionada y utilizada para que declarara en contra del dirigente.

 

Mientras tanto, Rubiales ha pagado sus estúpidas indiscreciones no solo con su importante y bien remunerado cargo, se ha expuesto a las burlas, a las críticas y al escarnio público; no se le ha dado oportunidad para defenderse debidamente (la única que tuvo la desperdició en forma arrogante). Ha sido objeto del más contumaz linchamiento mediático; y ha dado margen para una caza de brujas digna de la más implacable inquisición en pleno medioevo.


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06 octubre 2023

Antropomorfismos

Yo era entonces muy niño, no tenía más de cinco años y creo que disfrutaba mucho de aquellos paseos en familia. Vivíamos a la sazón en la calle Juan Larrea, en el sector del parque de La Alameda (realmente entre dicho parque y el Colegio Mejía), a pocos pasos de un cine del mismo arbóreo nombre y de una panadería cuyo olor a bollos y hogazas frescas inundaba con su inolvidable olor todo ese sector que fui conociendo como “mi barrio”. La nuestra era una casa gemela, había sido construida con un diseño idéntico a la que se nos avecinaba por el lado norte en la cuadra. Allí viví cuando comencé la escuela, durante las dos veces que me tocó asistir, aunque en años distintos y en diferentes colegios, a primer grado (la primera vez en forma incompleta).

Los paseos más frecuentes en familia los hacíamos al Valle de los Chillos, calculo que esos viajes los efectuábamos en forma mensual. Papá disponía entonces de una camioneta Ford del año 51; esta era de color verde oscuro; su cajón era descubierto (medía quizá dos metros de largo por uno cincuenta de ancho); los guardafangos traseros estaban sobrepuestos, es decir no restaban espacio al cajón; y las capotas del motor –en forma de alas de mariposa– se destapaban lateralmente para facilitar las revisiones de la máquina. Ya éramos ocho hijos en aquel tiempo; no obstante, ese cajón posterior daba cabida suficiente para que la familia viajara completa. Era el mismo vehículo que, un par de años atrás, había sido tomado sin permiso por el primero de mis hermanos en acción tan temeraria como desobediente…

 

Pero, no íbamos a los balnearios; disfrutábamos del paseo, de la condición del campo y de la bondad del clima; almorzábamos en algún restorán y procurábamos volver temprano para evitar no solo el tránsito de regreso sino probablemente la acción sorpresiva de aquellos aguaceros que se desatan en la serranía. Mi memoria no recoge, como recuerdo, ninguno de esos intempestivos chaparrones mientras viajábamos. No puedo olvidar la traviesa referencia de mis hermanos mayores al curioso antropomorfismo del rostro del Mariscal de Ayacucho en uno de los múltiples montes y volcanes que circundaban el valle. Confieso que más de una vez hice esfuerzos por identificar la imagen, mas nunca logré resolver el postergado acertijo.

 

Esos extraños antropomorfismos son más bien frecuentes en la naturaleza; quizá los más comunes sean los que encontramos en las nubes, con su característico desvanecimiento. Pero es también en los árboles y en el perfil de las montañas donde en ocasiones se pueden reflejar cierta extrañas imágenes. Son especialmente figuras que dan la impresión de conformar una silueta humana. En los últimos años, gracias a que resido en el Valle de los Chillos, he procurado poner mayor atención y he logrado finalmente identificar, no solo una sino tres figuras, que puede exhibir el macizo del Pichincha en un día claro y despejado.

 

Hoy sé que la figura a la que hacían referencia mis hermanos –la que llamaban “la cara de Sucre”– estaba constituida por la cumbre norte, que corresponde al volcán Ruco Pichincha. Para interpretar el rostro correctamente es preciso mirar la montaña desde el sur-oriente y reconocer, en la cresta de la derecha, el perfil del rostro con la frente en el lado norte. Hay que recordar que las tres cumbres del Pichincha se alinean de suroccidente a nororiente; vista así la cumbre, la frente queda como más baja que la quijada y hasta pudiera decirse que la cabeza aparenta estar como separada del cuerpo, tal cual si este hubiese sido degollado.

 

Pero hay también una segunda imagen que provoca similar impresión: en este caso se trata de la cumbre central, la del Padre Encantado; en ella una pequeña figura parece reflejar no solo un rostro sino un cuerpo completo. Aquí, de nuevo, la figura tiene similar alineación: la cabeza estaría en el lado norte y las extremidades inferiores en el lado sur. Pero hay todavía una posibilidad adicional: la figura esta vez está alineada con el mismo eje pero orientada con sentido opuesto. Esta imagen produce la impresión de conformar la parte superior de una cabeza incompleta, cuya frente, ojos y nariz parecen delineadas por los deslaves de los taludes y por el perfil de la cumbre suroccidental, la del Guagua Pichincha.

 

Antonio José de Sucre, Mariscal de Ayacucho, fue asesinado en las selvas de Berruecos, en el sur de Colombia. El magnicidio obedeció a una artera conspiración política. La Historia ha recogido diferentes versiones. Sucre murió en circunstancias en que, debido a la precaria salud del Libertador Simón Bolívar, se preparaba para asumir el mando y continuar con su legado.


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03 octubre 2023

Significados y significantes

Estuve meditando estos días en que así como hay palabras que tienen distintos significados, también hay significados para los que podemos utilizar varios términos; vale decir que, así como hay significantes con diversos sentidos, existen también significados que podemos expresar con distintos significantes. Pero advierto: existe un riesgo, y es que podemos irnos acostumbrando a utilizar voces que, aunque parecen similares, tienen sentidos distintos. Piénsese en vocablos como cultura y civilización, por ejemplo; si no, en inteligencia y sabiduría. O también género y sexo; nostalgia y melancolía o coincidencia y casualidad…

Para lo que nos ocupa, ‘cultura’ es definida por el DLE como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, de un grupo social, etc.”; mientras que define ‘civilización’ como: 1. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, etc.; o 2. f. Estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades…”. Interpreto pues cultura, como los asuntos que caracterizan las costumbres de un pueblo, sus tradiciones y hasta aquello que implica lo ancestral. Pero concibo civilización como un proceso, el grado de desarrollo que va alcanzando una sociedad como consecuencia de su organización, aplicación de inventos, tecnología, etc.

 

En lo personal, interpreto la cultura como una manera de mirar la vida, las ideas y creencias, una suerte de actitud. Creo, por ejemplo, que es cultura la forma como interpretamos el valor del tiempo, mientras que civilización es aquello que las personas o los pueblos aprenden a hacer con él. Fue un pensador e historiador alemán, Oswald Spengler (1880-1936), quien planteó en su más importante obra, La decadencia de Occidente, que las organizaciones humanas alcanzan un proceso de apogeo y plenitud que es seguido en forma ineluctable por un lamentable proceso de decrepitud y deterioro. Es más, si no lo he malinterpretado, la cultura sería un proceso positivo, ascendente, mientras que la civilización uno negativo, de periclitada senectud.

 

Es probable que lo que aporte al indiscriminado uso de las dos locuciones sea nuestra propia herencia, tanto de la cultura como de la civilización Occidental; es decir, la impronta greco-latina. Fuere lo que fuese –y no me motiva ningún ánimo didáctico– es que cuando utilicemos los términos que estamos comentando, estemos seguros del concepto que deseemos usar. Algo parecido sucede con palabras como “inteligencia y sabiduría”: la primera consiste en tener la capacidad para meditar y deducir, esa forma de buen juicio, la segunda en saberla utilizar. Esto, sumado a tener un amplio conocimiento de asuntos importantes para asegurar el bienestar en la vida; y no solo ello, sino además una especial sensación de plenitud y paz interior, de satisfecha tranquilidad.

 

Hace poco llegó a mi atención un concepto en el que no había meditado: decía un escritor entrevistado que, a su juicio, los hombres no eran ni más ni menos inteligentes que las mujeres, pero que encontraba que a las mujeres les caracterizaba una mayor cuota de sabiduría… No puedo sino coincidir con esa reflexión: tienen ellas una escondida intuición, una manera de anticipar las consecuencias, una sutileza para poner por delante lo importante, antes que lo que parece urgente, de incluir en sus decisiones lo comunitario y lo familiar. Es la suya una forma más práctica de reflexión, una forma más fructífera y sabia de raciocinio.

 

Y, ya que hablamos de sexo, es también oportuno referirnos a otro uso bastante arbitrario: “sexo vs. género”. Es ya paradigmática la postura del escritor español Arturo Pérez-Reverte, él mismo un académico de la Lengua, quien es muy asertivo en cuanto a que género es solo un término gramatical, “las personas tienen sexo –dice–, no tienen género, las que lo tienen son las palabras”; sin embargo, la literatura social está invadida por este errático despropósito.

 

Otras voces que producen confusión son “coincidencia y casualidad”; tal parece que pudieran significar lo mismo pero no es así. En la última no interviene la voluntad, las cosas suceden en forma simultánea o “coinciden” no porque se esperaba o porque estaba previsto, sino por efecto de la fortuna. En inglés se usa con frecuencia la palabra “serendipity” (serendipia en español) para expresar el hallazgo de algo feliz cuando buscábamos algo distinto. Dicen por ahí que esa es la palabra más difícil de traducir que existe; habría sido utilizada por un escritor y aristócrata inglés del siglo XVIII, Horace Walpole. Él se habría basado en un cuento persa, aunque la voz existía ya en el sánscrito antiguo. Serendip habría sido el nombre de Sri Lanka, mucho antes que se llamara Ceylán.


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