03 octubre 2023

Significados y significantes

Estuve meditando estos días en que así como hay palabras que tienen distintos significados, también hay significados para los que podemos utilizar varios términos; vale decir que, así como hay significantes con diversos sentidos, existen también significados que podemos expresar con distintos significantes. Pero advierto: existe un riesgo, y es que podemos irnos acostumbrando a utilizar voces que, aunque parecen similares, tienen sentidos distintos. Piénsese en vocablos como cultura y civilización, por ejemplo; si no, en inteligencia y sabiduría. O también género y sexo; nostalgia y melancolía o coincidencia y casualidad…

Para lo que nos ocupa, ‘cultura’ es definida por el DLE como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, de un grupo social, etc.”; mientras que define ‘civilización’ como: 1. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, etc.; o 2. f. Estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades…”. Interpreto pues cultura, como los asuntos que caracterizan las costumbres de un pueblo, sus tradiciones y hasta aquello que implica lo ancestral. Pero concibo civilización como un proceso, el grado de desarrollo que va alcanzando una sociedad como consecuencia de su organización, aplicación de inventos, tecnología, etc.

 

En lo personal, interpreto la cultura como una manera de mirar la vida, las ideas y creencias, una suerte de actitud. Creo, por ejemplo, que es cultura la forma como interpretamos el valor del tiempo, mientras que civilización es aquello que las personas o los pueblos aprenden a hacer con él. Fue un pensador e historiador alemán, Oswald Spengler (1880-1936), quien planteó en su más importante obra, La decadencia de Occidente, que las organizaciones humanas alcanzan un proceso de apogeo y plenitud que es seguido en forma ineluctable por un lamentable proceso de decrepitud y deterioro. Es más, si no lo he malinterpretado, la cultura sería un proceso positivo, ascendente, mientras que la civilización uno negativo, de periclitada senectud.

 

Es probable que lo que aporte al indiscriminado uso de las dos locuciones sea nuestra propia herencia, tanto de la cultura como de la civilización Occidental; es decir, la impronta greco-latina. Fuere lo que fuese –y no me motiva ningún ánimo didáctico– es que cuando utilicemos los términos que estamos comentando, estemos seguros del concepto que deseemos usar. Algo parecido sucede con palabras como “inteligencia y sabiduría”: la primera consiste en tener la capacidad para meditar y deducir, esa forma de buen juicio, la segunda en saberla utilizar. Esto, sumado a tener un amplio conocimiento de asuntos importantes para asegurar el bienestar en la vida; y no solo ello, sino además una especial sensación de plenitud y paz interior, de satisfecha tranquilidad.

 

Hace poco llegó a mi atención un concepto en el que no había meditado: decía un escritor entrevistado que, a su juicio, los hombres no eran ni más ni menos inteligentes que las mujeres, pero que encontraba que a las mujeres les caracterizaba una mayor cuota de sabiduría… No puedo sino coincidir con esa reflexión: tienen ellas una escondida intuición, una manera de anticipar las consecuencias, una sutileza para poner por delante lo importante, antes que lo que parece urgente, de incluir en sus decisiones lo comunitario y lo familiar. Es la suya una forma más práctica de reflexión, una forma más fructífera y sabia de raciocinio.

 

Y, ya que hablamos de sexo, es también oportuno referirnos a otro uso bastante arbitrario: “sexo vs. género”. Es ya paradigmática la postura del escritor español Arturo Pérez-Reverte, él mismo un académico de la Lengua, quien es muy asertivo en cuanto a que género es solo un término gramatical, “las personas tienen sexo –dice–, no tienen género, las que lo tienen son las palabras”; sin embargo, la literatura social está invadida por este errático despropósito.

 

Otras voces que producen confusión son “coincidencia y casualidad”; tal parece que pudieran significar lo mismo pero no es así. En la última no interviene la voluntad, las cosas suceden en forma simultánea o “coinciden” no porque se esperaba o porque estaba previsto, sino por efecto de la fortuna. En inglés se usa con frecuencia la palabra “serendipity” (serendipia en español) para expresar el hallazgo de algo feliz cuando buscábamos algo distinto. Dicen por ahí que esa es la palabra más difícil de traducir que existe; habría sido utilizada por un escritor y aristócrata inglés del siglo XVIII, Horace Walpole. Él se habría basado en un cuento persa, aunque la voz existía ya en el sánscrito antiguo. Serendip habría sido el nombre de Sri Lanka, mucho antes que se llamara Ceylán.


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