29 septiembre 2023

Deus ex machina

Recién había iniciado mi lectura de Los hermanos Karamázov, cuando por casualidad tropecé con un artículo que hacía referencia al humanismo de Dostoyevsky. La nota se relacionaba con la confrontación entre Rusia y Ucrania; su autora, de origen balcánico, expresaba su extrañeza por la persistencia en un conflicto entre dos pueblos eslavos identificados. Hacia el final del escrito se comentaba que, de estar vivo el escritor ruso, jamás habría callado su voz para propiciar un alto al fuego, en una guerra así de absurda y necia, como por fratricida.

 

Las guerras por lástima, y para mayor infortunio de sus víctimas, no atienden a identidades ni coincidencias; ellas se exacerban por mínimas discrepancias que enfrentan a países que comparten valores y participan de una historia en común. Piénsese si no en los incesantes conflictos que han enfrentado a la gran mayoría de nuestros países. Esas hostilidades, cual reflejo de las tragedias griegas, han llegado a una eventual conclusión –casi siempre temporal y pocas veces definitiva– gracias a la inesperada aparición de un mecanismo o subterfugio que pudiera atribuirse, no a la buena voluntad de sus actores, sino a una suerte de mágica deus ex machina, artilugio o artificio que permitió la inesperada solución del conflicto.

 

Este recurso, utilizado ya en los dramas de la antigüedad, fue ideado cinco siglos antes de nuestra era por un genial escritor conocido como Eurípides (484 a 406 a.C.). Dice la tradición que habría sido hijo de una verdulera, lo cual parece no corresponder a la verdad; fuentes mejor informadas sostienen que no solo pertenecía a una “buena familia” sino también a un linaje de gente acomodada. La distorsión y probable falsa historia sería fruto de la inquina y el sarcasmo de otro escritor coetáneo, Aristófanes, quien no solo persistió en su antipatía, sino que hizo objeto de su ironía a un filósofo de gran enjundia y estatura moral: Sócrates.

 

Eurípides tuvo a su servicio una envidiable biblioteca personal; además, fue muy cercano a los sofistas. Su contacto con las nuevas ideas le hizo exhibir un espíritu iconoclasta hacia los mitos, leyendas y peculiaridades de la religión helénica; veía en la mitología una insulsa colección de historietas sin un real soporte y profundidad moral. Llegó a escribir más de 90 piezas, de las que sobreviven alrededor de 20. Sus personajes exhiben sus flaquezas y su vulnerabilidad; los argumentos exponen las controversias, incertidumbres y actitudes que caracterizaron a la sociedad de su tiempo. Eurípides estaba persuadido de que el destino trágico emanaba de la naturaleza frágil de las personas y de sus pasiones alborotadas.

 

El SS V a.C. fue un punto de eclosión no solo para las artes y ciencias de la Grecia antigua, lo fue también para su organización social y política. En relación con el teatro, fue el momento germinal para las obras de Esquilo y Sófocles, quienes basaron la argumentación en un mundo que combinaba la realidad con la fantasía, y cuyos personajes reflejaban la mitología que les había transmitido Homero. En tales obras dramáticas los mortales se enfrentaban con dioses traviesos, que estaban poseídos por los más variados caprichos; además, debían contar (o batallar) con “héroes” que dependían de los antojos y manías de esas mismas deidades…

 

Pero llega Eurípides y prescinde del panteón de la mitología. Sus personajes son gente común y corriente, enfrentada a pasiones y conflictos del día a día; representan a gente humilde, sin grandes atributos, que perciben que sus angustias son miradas con indiferencia por los dioses. El dilema del autor es ahora, saber cómo concluir o hallar solución para los conflictos planteados en el drama, sobre todo si no puede ya contar con el carácter sobrehumano de sus héroes, ni quiere echar mano de la indulgencia de los dioses; utiliza entonces personajes y subterfugios que dan inesperadas y casi mágicas respuestas a esos conflictos. Surge como mecanismo el deus ex machina, un artilugio o artificio no siempre exento de artimaña.

 

Eurípides preserva la estructura creada por Esquilo y Sófocles, aunque procura humanizar el drama griego; utiliza como prólogo un monólogo, para anticipar la situación y comentar el carácter de los actores. Al final, logra una efectiva respuesta del espectador con un toque de sensacionalismo que utiliza para exponer las angustias y desgracias. En la trama, cada cual confronta la consecuencia de sus actos, de sus acciones u omisiones; cada quien cosecha lo sembrado, nadie escapa a la imprevista circunstancia de un venturoso o fatídico destino. En los trabajos de Eurípides destaca la emotividad; los más brillantes momentos coinciden con las reflexiones de los personajes, en particular cuando aflora en ellos la pasión o la locura.


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