08 septiembre 2023

Variaciones sobre un mismo tema

Acabo de terminar (disculpen por el aparente pleonasmo) Norwegian Wood, una muy entretenida novela de Haruki Murakami (Kioto, 1949). Se me hubiera hecho inevitable averiguar el sentido de ese Wood (bosque, aunque también madera en inglés), si no fuera porque la misma lectura de la novela ofrece una probable explicación: es el título de una de las primeras canciones de los Beattles. La letra de la tonada, sin embargo, nada tiene que pudiera relacionarse con la trama de la novela, a menos que al título lo interpretemos con el sentido de su posible inspiración: un affaire extramarital. No hay que olvidar que la melodía tuvo un título alternativo: This bird has flown (Este pájaro ha volado).

 

No era mi primer libro de Murakami (también escribe ensayos y cuentos); antes había leído Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y La caza del carnero salvaje. La primera me enganchó, aunque tuve que prometerme una segunda lectura; algo de confuso había en la trama que un par de veces me hizo extraviar, supuse que debía desentrañar con más exactitud su simbolismo. La otra, aquella del carnero, estaba escrita con similares recursos pero me hizo sospechar que quizá se trataba de un tema de traducción, el mismo motivo por el que siempre estuve convencido de porqué no se me hacía fácil la lectura de las novelas de Kundera. Para colmo, son ya tres años desde aquellas lecturas (pre-pandemia) y aunque las hice en digital, e hice algunos apuntes, esos libros fueron parte de un grupo de obras que desapareció de mi biblioteca digital…

 

Es probable que, para evitar innecesarias confusiones, los editores hayan preferido utilizar un título alternativo: Tokio Blues, con lo que no han logrado su propuesto objetivo ya que “blues” es también un término equívoco, pues, a más de ser el plural de un adjetivo (azul), significa tanto un estado depresivo como un estilo de música que combina e intercambia diversos elementos, una forma de jazz. En lo personal, creo que esa pudo haber sido justamente la intención: identificar distintos episodios afectivos que se combinaban con imprevistos encuentros físicos, tal como si se tratase de variaciones sobre un mismo tema, similar a esas expresiones que parecen tener las muestras de intimidad en las relaciones humanas. Esto, amén de que la obra desarrolla también varias coyunturas depresivas.

 

La correcta traducción de algo escrito en otro idioma, es no solo un factor influyente sino esencial para la comprensión y disfrute de la obra literaria; una sola palabra con un sentido inexacto –no se diga diferente– puede no solo resultar en la distorsión del alcance de una expresión, o del concepto contenido en una frase, sino que puede representar el disfrute del lector frente a un relato o su inesperado tedio; o, incluso, el abandono de la obra en cuestión. Un mismo escrito en manos de dos traductores puede darnos la frustrante impresión de que estamos frente a dos documentos distintos. Sería como presenciar una película en otro idioma y comprobar que los subtítulos no coinciden con lo que dicen sus protagonistas…

 

Traducir una obra literaria es algo más que plasmar una redacción equivalente, algo más que proponer una interpretación. Requiere no solo de un cierto grado de alta exposición al idioma a ser convertido, sino –además– de una cierta cultura general y –en algunos casos– de un cierto grado de erudición. Imposible no considerar también que habiendo en la obra literaria una búsqueda por la exquisitez en la frase y hasta una cadencia o ritmo en el estilo de expresión, la tarea del traductor no puede dejar de tomar en cuenta esa musicalidad que está integrada en el propósito del autor. Ello demanda oficio y, claro, mucho esfuerzo (es realmente un trabajo artesanal); entraña toda una actitud con la que el traductor debe asumir su oficio, única manera de conservar la belleza del relato o el sobreentendido que esconde una locución.

 

Dos días me ha tomado devorar “Madera noruega”, la amena novela del escritor japonés; ya estoy por iniciar Kafka en la Orilla. El éxito de Murakami consiste en haber interpretado el profundo cambio que se ha dado en la cultura nipona luego de la Segunda Guerra, vale decir: luego de haber soportado el influjo de Occidente. Una cultura es un conjunto de valores, actitudes y creencias; pero es, ante todo, una forma de mirar la vida. En esa línea, me siento afortunado de haber sido testigo de tan interesante proceso. La japonesa es una cultura de valores milenarios cuya gente busca la felicidad con una noción práctica, lo hace sin tener que abandonar su sentido de dignidad, el espíritu comunitario y su profunda espiritualidad.


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