22 septiembre 2023

De yanacona(s) y otros oficios

En días pasados cayó en mis manos un interesante artículo que comentaba que, de acuerdo a recientes investigaciones efectuadas por académicos norteamericanos, el emplazamiento de Machu Picchu no habría sido un templo o tal vez un “serrallo” como inicialmente se creía, sino más bien una especie de fortaleza, tambo o pucará; y que, por lo mismo, la evidencia de restos encontrados (34 fósiles de ambos sexos) revelaría que este no se trataba de un lugar dedicado a formar un conjunto de núbiles doncellas, vestales o “vírgenes del sol”, sino destinado a reunir a grupos de asistentes administrativos o servidores especializados. Hoy se los llamaría “servidores públicos” (aunque el artículo los catalogue como “criados” en forma inexacta).

 

La investigación ha encontrado que no solo existían mujeres jóvenes sino hombres y mujeres de una gran variedad de tipologías y de todas las edades, variedad genética que contribuiría a pensar que se trataba de individuos que estaban a cargo de una muy amplia gama de actividades y fines específicos. De un tiempo a esta parte, va descartándose la idea que originalmente se tenía: aquella de que Machu Picchu era un sitio dedicado a rituales religiosos, sino más bien la de un lugar que reunía a sacerdotes, sabios, curacas, contables y transmisores del saber. Del mismo modo, parece que ya había un conocimiento reservado de la existencia de la ciudadela, aun antes de ser revelada al mundo –en 1911– por el americano Siram Bingham.

 

Esos asistentes habrían llegado de todos los rincones del imperio, desde el sur de la actual Colombia hasta Chile, y desde la costa hasta la amazonía. Se los conocía como “yanacona(s)” que, para escribirlo en forma correcta en castellano, y evitar la innecesaria repetición, se diría realmente “yanas”, pues el término yanakuna resulta de la fusión de dos palabras: yana que quiere decir negro (piénsese en Yanasacha, Yanaurco, etc.) y del sufijo kuna que expresa el plural en idioma quechua. Estos yanaconas habrían desempeñado una serie de diversos trabajos: de mediana hasta muy alta importancia (no eran siervos o criados precisamente). Todos ponían su especialidad al servicio de la aristocracia incaica. Más tarde, el término sería mal interpretado y habría pasado a tener una connotación negativa, como la de traidor o de persona servil y cobarde.

 

También existían “acllas”: estas eran doncellas hermosas, poseedoras de especiales cualidades, habilidades y atractivos. Habían sido reclutadas en diferentes partes del imperio. Se consideraba un honor para sus pueblos y familias que ellas fueran preparadas por mujeres más experimentadas (llamadas mamacunas) con el objeto de cumplir propósitos religiosos o para, eventualmente, ofrecer favores sexuales y compartir el lecho del inca o de los varones de la nobleza; ello les otorgaba cierto prestigio social. No eran consideradas sirvientes, en el sentido moderno de la palabra.

 

Esto de conocer como yanas, a esos servidores, no era necesariamente un tratamiento despectivo, no se los identificaba como ‘negros’, con el sentido discriminatorio o racial que hoy pudiera tener el vocablo. Es probable que se les conociera con ese sobrenombre porque asumían tareas exclusivas y excluyentes, o trabajaban en horas “oscuras” o reservadas. De hecho, su trabajo parece que era esforzado y permanente (requería total y obsecuente dedicación). Hasta me atrevería a conjeturar que aquella expresión –hoy considerada discriminatoria– de “trabajar como un negro”, bien pudiera venir de estas delicadas pero esforzadas, y aun sacrificadas, tareas.

 

En nuestros días se cree que el uso de la palabra negro tiene un contenido racista; sin embargo de que a lo mejor se trataría de un simple reconocimiento para alguien que hace un trabajo sin descanso. Existe otra expresión, usada en otros países, la de ‘trabajar en negro” que tampoco nada tiene de discriminatoria, significa laborar sin estar afiliado a la seguridad social. El vocablo probablemente tenga que ver con los registros de contabilidad de las oficinas de recursos humanos: yo, que he sido servidor público por alrededor de un cuarto de siglo, he sentido a veces que “trabajaba como negro” es decir sin el descanso adecuado.

 

Hoy creemos ver intenciones racistas en una gran variedad de expresiones. Se consideran discriminatorias aquellas que incluyen la palabra negro; parecería que ya ni siquiera se pueda decir “blanco y negro”… ¡Nadie sabe cómo llamar a los afro-descendientes sin que parezca “políticamente incorrecto”! Mientras tanto, existe exclusión –realmente un castigo– para que las personas jubiladas pudieran volver a trabajar, y así poder mejorar sus ingresos; el IESS establece una retención del 40 % del monto de jubilación en perjuicio de quienes deciden volver a trabajar, asunto que obliga a los interesados a reconsiderarlo. Es una disposición excluyente que debe ser revisada.


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