10 octubre 2018

Un corte sobre los demás *

* Escrito por John Lichfield, con mi traducción y reedición.
Publicado en el Independent, el martes 13 de mayo de 2003

“Existe un restaurante en nuestro barrio que ha servido el mismo plato, día y noche, sin otra alternativa, por 44 años. Lo conocen en todo Paris, y en el mundo, pero nadie lo llama por su verdadero nombre. No está en la guía de restaurantes lujosos. Lo han atacado en forma injusta en la más prestigiosa de todas ellas. El restaurante se resiste a tomar reservaciones, pero sus clientes -tanto parisinos como turistas- hacen fila sin chistar hasta por una hora por una mesa.

Déjenme repetir esto. Los parisinos -el pueblo más rudo, impaciente, exigente y enemigo de hacer colas en el mundo-, hacen fila, sin quejarse, y esperan su turno para comer en un restaurante donde no pueden escoger. Como Asterix en la serie de historieta del mismo nombre, el restaurante parece haber tropezado con una fórmula mágica. Aunque, la verdad es que no existe fórmula mágica, excepto buena comida, cocinada en forma sencilla, a precio razonable, con una atmósfera acogedora, y la salsa... Volveré a la salsa después, pero no voy a poder contarles mucho.

Su nombre es “Le Relais de Venise” (El mesón de Venecia). Era un restaurante italiano hasta que Paul Gineste de Saurs, un atribulado productor de vinos del sudoeste francés, compró el sitio, cerca de la Porte Maillot, en el barrio 17 de Paris, en 1959. Paul no tuvo motivos para cambiar el rótulo, todavía bueno, así que solo colgó, debajo, otro más pequeño que decía: “Son entrecôte” (“Su bife angosto”). Por los últimos 44 años, todo lo que el Mesón ha servido, a la hora del almuerzo y de la cena, es entrecote y papas fritas y la salsa de la casa. Le dan una ensalada para empezar y usted puede escoger entre 20 postres, pero las únicas variantes del plato principal son: “saignant, à point et bien cuit” (sangrante, medio y bien cocido).

El restaurante es conocido por sus clientes como Entrecôte, Entrecôte de la Porte Maillot, pero no hay que confundirlo con una cadena de restaurantes que han copiado el nombre. Gineste de Saurs murió en 1966; desde entonces el Relais de Venise ha estado administrado por su hija, ahora una elegante e imponente señora cercana a los setenta, que le gusta que le conozcan por el nombre de su esposo -por su nombre y apellidos cristianos- Madame Thierry Godillot.

“Mi padre no sabía nada de restaurantes o de cocina”, dice Madame Godillot. “Pero estaba en una situación que algo tenía que hacer para salvar al viñedo familiar. Tenía la idea de hacer algo simple, que ofreciera un solo plato. Todos le dijeron que estaba loco y que no tendría éxito. Esto, mucho antes de que alguien en Paris hablara de comida rápida o de restaurantes de carne. De todas formas, 44 años después, aquí seguimos”.

La regla de no aceptar reservaciones, insiste Mme. Godillot, es parte del éxito del restaurante. “Personalmente, yo nunca haría cola para nada, pero aquí la cola se ha convertido en parte de la leyenda, parte de nuestro carácter. Hay gente que se me ha acercado y me ha dicho: ‘Estamos celebrando nuestro aniversario, nos conocimos en la cola, la primera vez’. Hay otros que estaban sin trabajo y se conocieron haciendo fila, esperando para entrar”.

La cola estimula la rotación de las mesas, dice Godillot, y eso permite mantener los precios bajos. Cuesta € 20.5 (unos $ 25) por el corte de carne y la entrada. Por ese precio, usted obtiene algo nunca escuchado en Paris: un generoso segundo plato. Si se acepta reservaciones, dice la señora Godillot, la gente siempre llega tarde o se asoma con menos personas de las anunciadas. Las mesas se quedan vacías. En el Relais de Venise, en un día estándar, cada mesa se usa de cuatro a cinco veces. La fila toma normalmente de 20 a 30 minutos, pero es lo mismo que puede esperar en otros restaurantes de Paris, incluso si tiene reservación.

El éxito del Relais (271 Boulevard Péreire, opuesto a la estación del RER de la Porte Maillot) ha enfurecido a algunos miembros de la gendarmería de la cocina francesa. La guía gourmet Gaultmillau ha emprendido una campaña contra el lugar los últimos años. Le Monde se ha preguntado por qué la gente “se obstina tanto” en hacer cola por comida tan ordinaria. Puede que no sea alta cocina, pero la carne es suculenta y la salsa deliciosa. Le pregunté a Madame Godillot por los ingredientes de la salsa. Ella sacudió la mano, como el druida en la historieta de Asterix preguntado por la receta de la poción mágica. “Oh, no es gran cosa”, me dijo. “Solo mantequilla con especias y hierbas. Es una receta que mi padre se consiguió en alguna parte...”

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06 octubre 2018

Hipérbolo, hipérbole e hipérbola

Asunto fascinante es aquello de la etimología, eso de investigar y descubrir el origen de las palabras que usamos en forma casi cotidiana; y advertir, también muchas veces, que existen distintas probabilidades con respecto a dicho origen. Tal análisis se convierte, por lo mismo, en ocasional teoría, hipótesis, aproximación o tentativa propuesta. Por ello, no siempre basta con conocer el exacto significado de una determinada palabra; tanto o más importante resulta en ocasiones conocer el motivo para su uso original, la razón para su sentido o significado.

Existen “en la red” muchas herramientas de ayuda hoy en día. Una de ellas, muy útil para el tema que nos ocupa, responde al nombre de “Etimologías de Chile”. Su amigable y atractiva estructura hace que cada vez sean más quienes consultan este interesante portal digital relacionado con algo tan importante como el motivo para el uso de las voces que conforman nuestro idioma, la forma (y a veces la historia) de cómo están construidas las palabras. Allí se me recomienda, por ejemplo, indagar en el origen de términos como: acrónimo, alegoría, antonomasia, apóstrofe, eufemismo, galimatías, hipérbole, metáfora, onomatopeya, pleonasmo, sinécdoque, o tautología… y, claro, aquella constituye una invitación o desafío que es difícil resistir; y yo, desde luego que transijo…

Vayamos a hipérbole, por ejemplo: que viene del griego “hyperbole”, formada del prefijo “hiper” = sobre o por encima, y “bole” = lanzar o arrojar; o sea, “tirar encima”. En retórica (dice la página digital en mención) se refiere a una exageración, por ejemplo: “más rápido que una bala” o “te he dicho mil veces”. También se menciona otra voz muy parecida: hipérbola, que se usa en geometría para referirse a una “curva plana y simétrica que resulta de cortar una superficie cónica por un plano paralelo a su eje” (por ahora, solo lidiemos con la etimología, dejemos aparte la geometría).

Caso distinto es el de un nombre propio griego (¿sobrenombre, quizás?), dice la enciclopedia que era el de un demagogo ateniense que respondía al nombre de Hipérbolo, a este se lo conoce en la Historia por ser el último que habría sido condenado a una forma de destierro que antes se conocía como “ostracismo”, procedimiento que era votado en asamblea cuando la ausencia del individuo era considerada saludable para el bien público. Cuando esto sucedía el “ostraquizado” debía abandonar Atenas en un plazo de diez días y ausentarse para permanecer exilado por un plazo no menor a diez años. En nuestros días este procedimiento equivaldría a la declaratoria de “persona non grata”.

En el caso de Hipérbolo, este habría vivido en la Antigua Gracia entre cuatro y cinco siglos antes de nuestra era, había tenido un origen humilde y se había puesto de lado de los demócratas radicales. La enciclopedia dice que era “un revolucionario a su manera”, pues era comerciante y pertenecía a “la nueva clase de ricos”. Se lo consideraba un demagogo “que ejercitó el poder únicamente a través de discursos en la asamblea”. A este y a su antecesor, Cleón, se los acusa del declive de la cultura política ateniense relacionada con el fracaso de la guerra con Esparta.

No me queda muy claro por qué expulsaron a Hipérbolo, pero lo cierto es que había caído en desgracia, con harta probabilidad porque “hablaba demasiado”; quién sabe si, como sugiere su mismo nombre, porque llegó a despertar el encono general, probablemente solo por eso: ¡porque era “un exagerado”! Y quizá por ello, se tuvo que ir a vivir en la isla de Samos, donde los oligarcas locales lo asesinaron…

En cuanto al origen de la palabra “ostracismo”, el destierro con el que se condenaba en la Antigua Grecia a los ciudadanos que se consideraban peligrosos o sospechosos para la soberanía popular… sí, tienen razón, la voz viene de ostra; aunque también querría decir cáscara de huevo, caparazón e incluso un trozo de terracota en forma de concha (óstrakon). Como queda dicho, se trataba de un exilio temporal. Lo curioso es que (y de nuevo, de acuerdo al texto en referencia) la votación de marras se efectuaba al pie de una colina, donde se ubicaba un barrio conocido como “Cerámico”, el barrio de los alfareros; allí se lanzaban los trozos de barro cocido que contenían los votos de condena… Extrañas formas de castigar que puede tener la ausencia de confianza política…

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