01 diciembre 2009

Galo Arias Guerra


En días pasados me enteré del fallecimiento de Galo Arias Guerra. Pocas noticias pueden ser más tristes como ésta para mi. Es que, Galo fue para mi algo más que un maestro, me trató siempre como si fuera su hijo; y me enseñó todo lo que estuvo a su alcance cuando empecé mi carrera profesional. De él uno aprendía no sólo a ser un buen piloto; sino, sobre todo, el valor que tiene ser un hombre bueno. Galo, por lo mismo, constituyó siempre para mi, un punto de referencia humana y profesional. Y mi vida como piloto, ha sido desde que lo conocí una permanente búsqueda de ese arquetipo que siempre Galo representó. Por ello trate siempre de emularle. El dejó en mi mente y en mi corazón, una huella indeleble: la de su ejemplo.



No sé como hacer llegar mi nota de pesar a su esposa Gladys y a sus hijos. El año pasado, traté de ir a visitarle; pero lamentablemente parece que el destino quiere reprendernos cuando nos atrasamos a estas importantes despedidas. Para mi, Galo será siempre, no sólo el profesional que siempre quise ser; sino además, quien me enseño que en la vida no basta con ser un buen profesional. El entendía nuestro ejercicio como un verdadero apostolado, donde se vive para transmitir nuestros conocimientos a los demás; donde la aviación se convierte en una opción permanente por ser mejor, por convertirla en un sendero en la búsqueda de la excelencia profesional.



Creo que la aviación en el Ecuador, en general, no ha sabido ofrecerle a Galo, el debido reconocimiento que el mereció. Sus manos, grandes e inolvidables, ayudaron a formar y a forjar, a la mayoría de los pilotos de su generación y de la que le siguió. Pocos sufrieron y soportaron tanto, como él, con el cierre de su querida AREA; pero pocos, quizás ninguno, supo enfrentar, tan bien como él lo hizo, esos días de adversidad y frustración; con la magnanimidad, humildad y paciencia con que el enfrentó ese inesperado y lamentable acontecimiento.



Por esos días, cuando el quizás tenia ya la edad que ahora yo tengo, me distinguía con su bondad y con su afecto. Un dia llegó a decirme, en esas noches de Pastaza, donde trabajáramos juntos, que yo le recordaba a su sobrino Pedro Luis, prematuramente fallecido. Su esposa Gladys me sorprendió un día, caminando a su lado tratando de imitar su cadenciosa y solemne forma de desplazamiento... Ella debe saber, al igual que Galo en su tumba, que nunca, desde ese día, he dejado de imitar su cadencia y su apostura, porque simplemente el siempre será para mi un ser especial; un hombre bueno e inolvidable. Un hombre que poco habló, pero que jamás dejó de predicar con el ejemplo.



Espero que cuando yo regrese al Ecuador, el próximo año, pueda ir a visitar su lugar de descanso y retiro. Entonces le llevaré unas flores para simbolizar mi respeto a su recuerdo; esa será mi humilde forma de reverencia, que solo podrá ser superada por la inexpresable gratitud que siempre le tuve y que aún le tengo.
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