17 enero 2019

Adiós a un tío macanudo

Ha cumplido su tránsito por este “valle de lágrimas” mi querido tío Jorge, un tío al que siempre sentí como propio, nunca como eso que llaman por ahí: un tío “político”. Jamás le escuché decir sorprendente, maravilloso o extraordinario; “macanudo” era su adjetivo favorito. Lo había adoptado desde su primer y, quizá, único viaje a la Argentina, luego de concluidos sus estudios universitarios. En ese paseo se enamoró del tango, de su música y de su forma de baile; y desde entonces aquel macanudo lo usaba para lo bien ejecutado, lo espléndido, lo bien logrado, lo al fin conseguido!

Un día me di por averiguar el significado y origen de la palabra; y si bien comprendí su extraña etimología, quedé confundido por su contradictorio y algo travieso como arbitrario sentido. “Macanudo”: bueno, magnífico, extraordinario, excelente, decía el diccionario, luego de comentar que provenía de macana y “udo” (?). Entonces, claro, tuve que averiguar lo que quería decir macana... y ahí tuve que asimilar lo que mi disimulada testarudez no quiso. Macana: 4. Arg., Bol., Par., Perú, Ur. (Así de injustas son las contracciones de los países que usa la Academia): Hecho o situación que produce incomodidad o disgusto; 5. Coloquial. Mismos países. Mentira o desatino...

Entonces, al fin, ¿en qué mismo quedamos?... Ese macanudo, ¿era realmente algo formidable o magnífico?; o ¿era, más bien, algo tonto, una condición que producía disgusto o fastidio?, o algo que se presentaba como falso y quizá como ridículo...

Jorge murió a edad avanzada (estaba por cumplir noventa y siete años), pero su velorio fue un testimonio de la plenitud con que había llevado su prolongada vida. En él se podía advertir la alegría y espíritu de armonía de la gente que había acudido a acompañar a sus seres queridos. Había allí una suerte de acuerdo, un sentimiento de homenaje y reconocimiento general hacia la forma cómo Jorge había vivido. La gente sabía que estaba despidiendo a un patriarca que había conducido su vida sobre los andariveles de la honradez y la dignidad, y que supo compartir, con todos, sus vivencias y conocimientos. Todos lo conocieron como el hombre cabal que fue; carente de rencores o enemigos; un hombre dedicado a servir. Jorge habia sido un hombre bueno.

Es que Jorge redefinió el sentido de ciertas palabras en el diccionario: frugalidad, discreción, prudencia, plenitud, nobleza, honradez, integridad. Pero no lo hizo con palabras predicadas o escritas, lo hizo con el testimonio de su vida, lo hizo con el ejemplo.

Jorge no solo fue mi tío, fue también mi padrino; pero fue, ante todo, mi amigo, mi confidente, mi ángel tutelar y mi maestro. Con él escuchamos nuestros primeros cuentos infantiles y aprendimos su lección y moraleja; con él hicimos nuestras primeras excursiones y aprendimos a amar esa extraña sensación que nos produce el descubrimiento; con él nos interesamos por la magia del idioma y transigimos ante el impulso por explorar sus meandros y requiebros, por descubrir el embrujo de sus secretos.

Jorge era un hombre de derecho, pero no concebía el derecho sin un sentido de justicia, y tampoco la justicia sin el sustento de la integridad. Por ello, y aunque vivió de manera que nadie sollozara en su sepelio, sus huérfanos no fueron solo su viuda, sus hijos y sus nietos. Fueron también sus sobrinos, sus vecinos, los amigos de sus hijos, sus agradecidos alumnos, y quizá también aquellos exploradores a quienes acompañó en su ascenso y excursión a las montañas, o esas madres a quienes defendió como jurisconsulto en los tribunales que dirigió, con tanta corrección y esmero.

Pero hay, sobre todo, un legado que Jorge nos dejó: el valor del sentido de la familia y la importancia de ese núcleo como fundamento de todo lo social. El hombre es a veces un individuo agresivo y aislado, un lobo estepario, un ser signado por la impronta de la soledad y el desarraigo; y es por definición un animal social. Pero a menudo olvida que jamás trasciende, y que se convierte en un don nadie, si no sabe apreciar el más importante eslabón de fundamentos y valores: el sentido familiar.

Amanece muy tarde en enero, las noches son largas y frías. Pero, aunque tarde, al fin, siempre amanece... cada día es una nueva oportunidad para el servicio, para enfrentar la vida con una actitud juvenil, con curiosidad y disponibilidad, para vivirla con plenitud, para entender nuestra responsabilidad con la familia y la sociedad, para actuar con responsable discreción, construyendo las buenas memorias del mañana, viviendo con un sentido de plenitud y de integridad; para que todos puedan decir al fin de nuestras vidas: ¡qué macana que se murió, si era un tío macanudo!

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