04 mayo 2019

Manejando por el carril izquierdo

No hablo alemán (con esfuerzo, mis escarceos en ese idioma llegan a contar hasta diez y a las diversas formas de saludo de acuerdo a la hora del día); sin embargo, en alguna parte, alguna vez, aprendí de casualidad el significado de “schadenfreude”, el gusto por el mal ajeno. Por algún tiempo he creído que no tenemos, en el español, una expresión para eso; pero, no porque no la tengamos quiere decir que sentimiento tan mezquino no estemos en condición de albergar. Algo relativo a eso hoy quiero comentar aquí.

Medito en lo anterior, al tratar de encontrar una explicación de porqué un gran porcentaje de gente prefiere ocupar y conducir por el carril izquierdo en nuestro país, y hallo que esta forma de “cultura” no solo tiene que ver con una equivocada forma de aprendizaje en el manejo; sino, sobre todo, con una característica atávica afincada en nuestra psiquis social, tiene que ver con nuestra enfermiza forma de pensar. Nos importa un soberano rábano la comodidad y el bienestar ajeno, no se diga la armonía y el ordenamiento de lo que está a nuestro rededor, porque desdeñamos el interés social.

En principio, es probable que manejemos por el carril de la izquierda por una idea errónea que teníamos instalada en nuestras mentes cuando aprendimos por primera vez a conducir. Habría que desentrañar, por lo mismo, qué entendíamos entonces por eso de “aprender a manejar”. Es claro que la expresión se refería al aprendizaje del control de la dirección con el volante, al correcto inicio de la marcha sin que se apagase la máquina (en los vehículos con marchas o que no eran automáticos) o al uso de las marchas correspondientes, de acuerdo con la velocidad o avance del desplazamiento. Quizá, en ese aprendizaje, pudieron incorporarse ciertas destrezas o habilidades, como eran conducir en reversa o aprender el arte de saber estacionar.

Pero, de ahí a conocer el uso del carril correcto; y, aun peor, de conducir atendiendo al orden general del tránsito, o al del bienestar ajeno, pues ni hablar. Algo nos decía que aprender a conducir era una especie de patente de corso, una suerte de privilegiada licencia, que nos concedía una forma de dominación sobre los demás, que nos permitía -equivoca y equivocadamente- creer que porque adelantábamos o no nos dejábamos adelantar éramos “mejores” conductores. Sí, en eso se transformó quizá ese inicial aprendizaje, en una enfermiza manera de sacar a relucir nuestros complejos sociales, nuestras taras de vida en sociedad.

De otra parte, creo que jamás se nos dijo para qué servía el carril izquierdo o, por lo menos, nadie supo poner énfasis en esto. Siempre pensamos que solo se trataba de “otro carril más”. Tal vez nunca aprendimos, o no se nos ocurrió considerar, que ese andarivel era una especie de espacio reservado para quienes gozaban de un privativo privilegio o que solo era permitido usarlo en caso de justificada necesidad, como la temporal de adelantar o la más continua y permanente de atender a una ocasional urgencia personal. En suma, nunca aprendimos que el carril izquierdo debíamos dejarlo libre para quien lo pudiere necesitar.

Por lástima, esto de adueñarse de la izquierda, se ha convertido para nosotros en normal, y quizá hasta en la forma preferida de manejo. Es ya un rasgo de nuestra personalidad como conductores, es -como quien dice- una impronta de nuestra manera indócil, caprichosa y abusiva de expresar nuestra indómita arbitrariedad. Quien va lento y por la izquierda no solo se siente dueño de la vía, de toda la vía, sino también un incólume dueño de la verdad. No importa si se trata de un camión de múltiples ejes o de un vehículo pesado, o tal vez de un motociclista; se trata de otro dueño exclusivo de la razón, del propietario privativo de “su” única verdad.

Por regla general, en todas partes la legislación establece que se debe conducir en el carril más alejado al parterre o, de ser el caso, de la línea central; en nuestro caso, sobre el carril situado a la derecha. Esto está establecido así para mejorar el flujo normal del tránsito; no se debe olvidar que está prohibido adelantar por la derecha (que no es lo mismo que rebasar, lo cual consiste en sobrepasar a un vehículo parado, que no está en movimiento). Conducir por la izquierda, si no se lo hace a una velocidad que lo justifique, o -en otras palabras- si no se va suficientemente rápido, solo contribuye a obstaculizar o entorpecer el flujo normal del tránsito.

En resumen: no se debe utilizar el andarivel izquierdo de las calzadas con varios carriles, especialmente si los demás
están libres. Hacerlo, es no solo una falta de disciplina como conductores, constituye también una actitud arbitraria y una muestra de mezquindad. Quizá haga falta una gran campaña pública para eliminar -de una vez por todas- esta antojadiza y enervante forma, que tiene mucha gente, de adueñarse del carril izquierdo y no permitir que sea utilizado por quienes requieren conducir más rápido o sobrepasar.

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