02 enero 2016

Allegro ma non troppo

Hace pocos días, y a título de gratuito regalo de navidad, uno de los columnistas de un conocido periódico quiteño recomendó a sus lectores un breve como interesante librito titulado “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, escrito por el historiador y economista italiano Carlo María Cipolla (Pavia, 1922), en el que este propone una muy interesante teoría acerca de la estulticia y el inimaginable daño que pueden causar los tontos que, como se sabe, son legión. Hace mucho tiempo alguien cuyo nombre hoy no recuerdo (probablemente fue Anatole France) habría sentenciado: “El necio es mucho más funesto que el malvado; porque el perverso descansa a veces, en cambio que el necio jamás”…

Cipolla ostenta un apellido no muy ilustre (cipolla quiere decir cebolla, en italiano) y, según parece, su única ambición habría sido escribir breves ensayos relativos al humor. De hecho, es probable que no sea fácil encontrar el libro mencionado con ese mismo título, aunque tal sería el que puso la casa editorial para su publicación en idioma inglés. Lo encontré en español con el de “Allegro ma non troppo”. En él se presentan dos ensayos independientes: “El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media” y ese otro, el relativo a las leyes de la estupidez humana, que es el mismo al que más arriba hacemos referencia. En la introducción Cipolla establece la diferencia entre humorismo e ironía: “Cuando uno es irónico se ríe de los demás -comenta-, cuando uno hace humorismo se ríe ‘con’ los demás”.

“Allegro ma non troppo” es  una expresión que se encuentra con frecuencia en las obras musicales; realmente quiere decir: “alegre (o rápido) pero no tanto”; equivaldría a la expresión castellana de “rápido, pero despacio”. En mi caso y a manera de obsequio adelantado de Reyes, quisiera hacerles el mismo presente, pero envuelto esta vez en papel de regalo; así, les sugiero que vayan a “epublibre.org” y bajen absolutamente gratis el librito mencionado con el título que he dejado indicado. Una especie de “vísteme despacio que llevo prisa”.

Carlo M. Cipolla habría muerto en forma prematura (78 años). No quisiera decir que falleció “joven”, aunque esa es una edad en la que muchas personas están todavía en goce y plenitud de muchas de sus principales facultades. Esto de la edad puede ser un concepto en exceso subjetivo; hoy mismo he terminado de leer una novela de Arturo Pérez-Reverte (“La piel del tambor”, que -de la misma forma- les recomiendo muy vivamente). Y en ella, quien funge como uno de sus principales protagonistas es un clérigo llamado Príamo Ferro, un “anciano” de hirsutas y despeinadas canas que exhibe la nada despreciable edad de sesenta y cuatro años (64)… Anciano! Nada menos que mi actual impronta cronológica!

Hay veces que no sabemos la razón o motivo que tuvieron los escritores para escoger los títulos que pusieron a sus obras literarias (eso mismo me pasó con la novela con título de instrumento de percusión a la que hago referencia). En el caso de “Alegre, pero no tanto” (otra interpretación), quizá la intención de Cipolla pudo haber sido la de invitarnos a disfrutar de su humor -estar alegres-, pero que tratemos de meditar mientras disfrutamos sus ensayos.

El librito no tiene más de sesenta páginas y en él se compendian los cuatro tipos de personas que existen en la especie humana: los inteligentes, que procuran beneficiar a los demás y que consiguen un provecho para sí mismos; los incautos o ingenuos, que por favorecer a los demás se perjudican, sin tal vez advertirlo; los malvados, que son aquellos que perjudican a los demás y que con ello obtienen algún beneficio; y, claro, los infaltables y peligrosos estúpidos, esos que perjudican a los demás y que a cambio no obtienen ningún beneficio.

“Allegro ma non troppo” consiste en dos ensayos nunca exentos de humor. Según Cipolla el humorismo no es otra cosa que “la capacidad inteligente y sutil de poner de relieve y destacar el aspecto cómico de la realidad”; porque “la vida es una cosa seria, muy a menudo trágica, algunas veces cómica”… El chiste chabacano -dice el autor-, está al alcance de muchos, pero de eso no se trata el auténtico humorismo. Ese humor es solo una deformación del humorismo. “Humorismo viene de humor, y se refiere a una forma feliz de disposición mental basada en el bienestar y el equilibrio psicológico”.

Sabemos desde Darwin -dice Cipolla- que debemos luchar para sobrevivir; pero para ello tenemos que cargar con un fardo adicional. Tenemos que luchar con un grupo más poderoso que la Mafia o que ciertas organizaciones internacionales. Es un poderoso “grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible”: ese grupo es nada menos que el de los imbéciles.

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