22 diciembre 2016

De espejos y juramentos

La enciclopedia que fuera compilada hace ya un cuarto de milenio, y que es atribuida a la Ilustración; aquella que debemos al esfuerzo de sabios del calibre de Voltaire, Diderot o D'Alembert, no fue la primera iniciativa del hombre con este objetivo. Antes ya hubo por lo menos tres intentos pioneros de compilación léxica y de conocimiento. La intención era la de hacer un registro y, digo bien, no se trataba de escribir algo inédito, la misión que se propusieron sus promotores fue la de compilar o recopilar el conocimiento.

Este fue el caso de la Suda, o Souda, escrita por un tal Suidas hace diez siglos. Este pudo haber sido el primer intento de recopilar el significado de muchos términos y de lo que había atesorado la humanidad en cuanto a conocimientos de orden general, preferentemente de carácter filosófico o científico; fue también una manera de recuperar lo que se sabía de la vida y obra de los hombres más relevantes que se habían destacado en el pasado; así la Historia habría de rescatar, para el futuro, el saber y conocimiento de quienes fueron, en la antigüedad, sus hombres más prominentes. Suda quería decir fortaleza, fue un esfuerzo enciclopédico bizantino y recogía el saber de Occidente, acumulado alrededor del Mediterráneo.

Algo similar a este empeño es lo que emprendió un fraile dominico, Vicente de Beauvais, un par de siglos más tarde. Vicente llamó a su obra Speculum Maius, o Espejo Mayor, procurando que su trabajo recogiera la mayor parte de la sabiduría que había acopiado la humanidad hasta ese momento. El nombre mismo del tratado era sugestivo: la intención era la de "reflejar" lo que hasta entonces se conocía, la idea era compendiar el pasado conocimiento. La obra de Vicente fue por muchos siglos la enciclopedia más completa de la Edad Media. Más tarde otro dominico, Tomás de Aquino, haría un aporte adicional incluyendo aspectos de orden moral.

Otro emprendimiento importante, en este sentido, se habría realizado en el mundo islámico; se trataba de un trabajo académico contemporáneo al de la Suda, conocido como Kitab, que se atribuye al persa Ibn Al Nadim; esta obra tenía características similares y parecidos objetivos. Todos estos afanes implicaron un triple esfuerzo: el de recolectar, discriminar y reorganizar la información que ya existía respecto al conocimiento.

Es por medio de la Suda, o Souda, que hemos tomado conocimiento de un famoso galeno griego, nacido en la isla de Kos, que habría de convertirse en el paradigma y referencia de la profesión médica. Se trata de Hipócrates, un sabio que vivió quinientos años antes de nuestra era, en el llamado siglo de Pericles, fue la más grande autoridad que tuvo la antigüedad con respecto al desarrollo y avance de la medicina y propuso un código moral que habría de marcar una filosofía y un comportamiento. Esta propuesta ética es lo que hoy se conoce como Juramento Hipocrático. Cierto es que no siempre todos los galenos, hacen en la actualidad honor a esa premisa, pero el propósito del sabio griego fue el de acuñar un sentido de promesa, poner por delante el respeto a la vida cuando se trate de la salud de pacientes y demás enfermos.

Pero el juramento iniciado por Hipócrates no sólo debería aplicarse para quienes ejercen la medicina; su intención es de tal naturaleza que debería ser la norma esencial, el código de conducta, de todas las actividades y oficios que tienen que ver con la vida del hombre, pues la vida humana no sólo tiene que ver con el oficio de los galenos, con el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades o con el celo por la salud, que es el fin último de la medicina. En este sentido, todos o casi todos los oficios y actividades humanas, deben participar de idéntico código moral, similar al propuesto para la medicina.

Mirando en perspectiva, los métodos y técnicas que se aplicaron en tiempo de Hipócrates pudieron estar equivocados, pues, a pesar de su carácter experimental y pionero, no todos habrían de aportar beneficios para el futuro de la medicina. Lo importante es señalar que el sabio fue el primero en legar un mensaje moral de compromiso que habría de influir, con un sentido de integridad, en toda actividad que tenga que ver con la salud y bienestar del hombre y, por extensión, con todo aspecto relacionado con la vida. Ese fue el mayor aporte que debemos reconocer al llamado "Padre de la medicina".

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