20 abril 2020

Caso fortuito o fuerza mayor

Quizá nunca me puse a pensar en ello, creo que siempre supuse que ambos eran conceptos equivalentes. La desafortunada circunstancia que atraviesa el mundo, de pronto me ha llevado a meditar en si las condiciones del título de esta entrada, son distintas, idénticas o simplemente complementarias. Alguien me ha querido explicar que la diferencia está dada porque la una es provocada por la naturaleza (como en el caso de un cataclismo, una erupción volcánica, una inundación, etc.), mientras que la otra tiene que ver con las acciones o decisiones del hombre. Sin embargo, y aunque puedo entender que la una va más allá de la voluntad del agente, y por lo mismo es inevitable, me sigue quedando confuso cuál de las dos es más grave.

Empecemos pues por tratar de definir los dos conceptos, ya que se trata de tener claro cuál entraña más gravedad, cuál es peor; por tanto, esbozo aquí lo que he aprendido o he investigado: la fuerza mayor es más grave, se trata de un acontecimiento o condición que es imprevisible y también inevitable (un terremoto, un huracán); un caso fortuito, mientras tanto, es algo que aunque pudo haberse previsto (un accidente en la carretera, la cancelación de un vuelo de itinerario por motivos técnicos, un acto terrorista, un incendio), hubo maneras con que se lo pudo evitar. Como se ve, existen dos factores que integran la ecuación: la probable previsión y la eventual capacidad para resistir el suceso o la posibilidad de poderlo evitar.

Con estos elementos, podemos utilizar la experiencia que tiene ocupado al mundo en estos mismos días y resolver que estamos lidiando con dos sucesos que están relacionados, pero que además el uno es consecuencia o derivación del otro. El primero es la inesperada pandemia que nos azota, el coronavirus; el segundo es un conjunto de imprevistas condiciones (la situación de confinamiento, la imposibilidad de contacto social y la restricción de la movilidad) que han sido aplicadas por las autoridades gubernamentales, condiciones que, aunque también pueden ser consideradas inevitables, de alguna manera se las puede administrar o se puede encontrar un modo para “circunnavegar” su efecto (como un salvoconducto o un subterfugio).

Puestas así las cosas, parece que ya lo tenemos más claro: la fuerza mayor sería la pandemia, la posibilidad del contagio; el caso fortuito estaría constituido por la serie de restricciones que han sido impuestas por las autoridades (lo cual tampoco estuvo previsto y que, asimismo, resultó en algo inesperado). Por ello, si ahora sumamos los dos elementos, podemos inferir que estamos enfrentados a dos circunstancias: debemos lidiar con un caso fortuito (el confinamiento y sus aspectos transversales), que ha sido ocasionado y ha surgido como consecuencia y efecto directo de la hecatombe viral, constituida para el ejemplo en fuerza mayor.

Así, y para efectos de “causa y consecuencia”, digamos, por ejemplo, que no logro comunicarme con mis superiores jerárquicos, pero no por culpa del inminente contagio, sino por las restricciones acordadas a la movilización. En suma, lo que me impide es el caso fortuito que ha sido, a su vez, decretado como consecuencia del probable contagio, que era la fuerza mayor. Tal parece, sin embargo, que los especialistas no han logrado ponerse de acuerdo en las diferencias; de hecho, muchos códigos civiles consideran que las dos condiciones son la misma cosa. Esto, debido a que una u otra eximen de culpa a quien puede imputársele responsabilidad.

Hago estas confusas reflexiones mientras medito, por otra parte, en el parámetro que parecen esperar las autoridades a efecto de suspender esta forma de arresto domiciliario que es el confinamiento que se nos ha impuesto. Es obvio que este no puede concluir sin que previamente se disponga de una curación o vacuna, o hasta que no se haya desarrollado aquella forma de inmunidad colectiva que se ha dado en llamar “inmunidad de rebaño”. Al respecto, parece que la expresión está un poco mal traducida del idioma original; creo que quiere decir “inmunidad de manada” y tiene que ver con la existencia de un número considerable (un alto porcentaje) de individuos que han padecido el contagio, han enfrentado las implicaciones del virus y han desarrollado los necesarios anticuerpos para sobreponerse a la enfermedad.

A lo que apunto es que lo que importa no es necesariamente que nadie se contagie, sino que de a poco se vaya constituyendo un ejército de gente inmune que permita que la pandemia sea mejor enfrentada por la sociedad. Según la OMS, Organización Mundial de Salud, un 80 por ciento de quienes se contagian lo hacen con una carga viral baja (un 60 por ciento son asintomáticos); del 20 por ciento restante, un 14 por ciento son casos severos y el 6 por ciento sobrante son casos graves. Hace falta, por lo mismo, un cambio de paradigma, enfrentar el virus con una distinta actitud, con una estrategia diferente y con una más proactiva mentalidad. Quizá esta sea la única manera de evitar una más grave desgracia, es decir una mayor mortandad.

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