Sí, bien sé, puede sonar despectivo (‘derogatorio’,
como a uno de ellos escuché), pero la verdad es que eso de los “ecuatorianos
que triunfan”, suele utilizarse para referirse a aquellos que han vivido unos pocos
meses en Estados Unidos, han comprado su ropita, un parcito de zapatos de
ensueño y vienen de la “yuni” hablando de una manera que los hace creer que pueden
pasar por gringos… Hoy quiero hablarles de esos compatriotas que salen y le
ponen empeño, sudor y sacrificio, nadie sabe lo duro que han tenido que pasarlo,
“nos hacen quedar bien”, se destacan en su labor y compromiso, son el verdadero
ejemplo que necesitamos…
Abro la sección deportiva de un medio europeo; y, lo que hallo me llena de satisfacción como ciudadano de este país. Mientras leo, procuro evitar que quienes están a mi lado se den cuenta, que me he puesto sentimental, de que me he emocionado… Dice Cole Palmer, delantero del Chelsea, club en el que juega Moisés Caicedo (“el niño Moi”, nuestro valioso mediocampista), al término del partido entre su equipo y el Liverpool, campeón de la liga inglesa: “Hoy me sentí con confianza, traté otras cosas, pases de primera, jugar hacia delante. Es que, cuando lo tienes a él (a Moisés), es como un sueño. Desde el principio de la temporada ha sido nuestro mejor jugador, él recupera las bolas todo el tiempo, es un tipo humilde, es bueno con todos; y todo el equipo le adora”…
Pienso en la edad de Caicedo, en sus humildes comienzos, jugando quizá descalzo; en los sacrificios de su familia para comprarle sus botines, en su adaptación al club que lo descubrió y lo formó, en su pase internacional al Brighton donde se exhibió como uno de los jugadores con más futuro en la Premier League, en sus primeros meses en Inglaterra luchando con la soledad y el idioma, o en su transfer al Chelsea por un cifra inimaginable, y no puedo sino sentir un enorme orgullo por él, por su familia, por el fútbol nacional, por el país entero…
Y, claro, compruebo que no solo que la mayoría de jugadores de nuestra selección juega en equipos “grandes”, sino que ellos se están destacando en el fútbol internacional. Ahí están: Piero Hincapié, jugando para el Bayer Leverkusen, uno de los mejores equipos alemanes; William Pacho, otro monstruo en la defensa, un verdadero mariscal, jugando nada menos que en uno de los finalistas de la Champions League, el PSG (Paris Saint Germain); y así por ese orden… No me olvido de Pervis Estupiñan, de Joel Ordóñez o Félix Arboleda; todos juntos forman lo que la prensa especializada internacional ya llama “la mejor defensa de América”.
Algo parecido sucede en las cocinas de los mejores restaurantes del mundo. Estoy leyendo The nasty bits del desaparecido cocinero y comunicador Anthony Bourdain, autor de libros como No Reservations y Kitchen Confidential, y no puedo sino sentir lo mismo al revisar sus impresiones respecto a nuestros cocineros. Bourdain los llama “parte de la columna vertebral del negocio de restaurantes americanos”. “Son, libra por libra, los mejores cocineros de New York”, dice. “Los mejores chefs fueron antes lavavajillas. Diablos, los mejores tipos fueron lavavajillas”… “A lo mejor no saben qué es un soubise, pero de seguro saben hacerlo súper bien hecho; tienen carácter. Puedo enseñar a cocinar pero no puedo enseñar eso: carácter”.
“No quiero faltar al respeto a mi alma mater, ella no nos impartió carácter, el deseo de trabajar con alma y corazón, de aprender y crecer, de ‘saber aguantar’…”Los he tratado (a los cocineros ecuatorianos) por treinta años. Me siento privilegiado, ellos me hicieron mejor, los he conocido y hemos trabajado juntos. Me siento honrado por su esfuerzo, por su trabajo duro y por su lealtad. Me han enriquecido con su música, con su comida; con los apodos feos que me pusieron, con su amabilidad y la fuerza de su empeño.”
“Dicen que América es “la tierra de la libertad” (the land of the free), termina Bourdain, pero, ¿qué sería de América, si no fuera por ellos, o por todos los demás; por todos los que fueron llegando?”…

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