20 mayo 2025

Un lugar emblemático

Tuve hace pocos días el afortunado privilegio de conocer –y de disfrutar de– el flamante edificio del prestigioso Club de la Unión del puerto principal. Sus cómodas, elegantes y bien diseñadas instalaciones corresponden a una nueva edición del que es ya, y sin lugar a dudas, el centro de reunión, tertulia y esparcimiento más completo que existe en nuestro país. Esta nueva versión del tradicional club social guayaquileño, está ubicada ahora en el moderno barrio de Samborondón y ha venido a reemplazar a la sede que antes se ubicaba junto a la ribera del río Guayas (José Joaquín Olmedo y Malecón Simón Bolívar), lugar en el que la sociedad funcionó desde mediado el siglo pasado; es decir, por más de tres cuartos de siglo.

Si revisamos los fragmentos de la historia del club, que se atribuyen a José Antonio Gómez, uno de sus socios más eminentes, habría que reconocer que, junto a la Sociedad Filantrópica del Guayas y al Benemérito Cuerpo de Bomberos, el club constituye una de las tres instituciones más antiguas que han dedicado sus empeños al servicio de la urbe. La entidad habría nacido no solo como un lugar de reunión, diversión y entretenimiento, sino como un dedicado centro de discusión para contribuir al ornato, planeación urbana y desarrollo integral de la ciudad. Con tal visión, sus directivos y socios más relevantes siempre se han interesado por promover la cultura, la industria, la actividad social y el desarrollo financiero de la emprendedora metrópoli porteña.

 

El Club de la Unión se habría fundado en 1869 y funcionado en tres distintos lugares hasta principios de 1885, cuando se mudó a una casa ubicada en la esquina norte de la avenida Nueve de Octubre y Malecón. En ese sitio se hallaba la sede hasta el incendio de octubre de 1896, cuando se habrían perdido los registros de sus primeros 27 años de vida. Más tarde (1898) el club se movilizó temporalmente a otro lugar ubicado en Pedro Carbo y Chile (quinto domicilio) para, en octubre de 1899, trasladarse a la intersección de Malecón e Illingworth, donde permaneció por algo más de 43 años. Más tarde, el club se mudaría a la casa de su propiedad que alguna vez conocimos (Olmedo y Malecón), la misma que se convertiría en su afamada sede por más de 80 años.

 

Así, luego de más de 150 años de vida, el club ahora ha abierto sus puertas en la vía principal de Samborondón. Si bien muchos de los servicios ya se ofrecen a sus complacidos socios (salones de eventos, comedores, salas de juego, gimnasio, biblioteca, bar inglés, terraza con vista al río Babahoyo, peluquería, etc.), existen todavía áreas que se encuentran en proceso de construcción (work in progress) como son: su capilla, jardines y terrazas o una glorieta enfrentada al río. Tuve la oportunidad de ser atendido en un amplio comedor del tercer piso con capacidad para más de 300 personas; y, aunque allí se siguen dando diferentes toques decorativos, aquello no es obstáculo para que se disfrute de una atención de altísima calidad.

 

El Club de la Unión existe también en otros países (a veces con el mismo nombre u otros parecidos), pero la relación no es parte de lo que pudiera llamarse “una cadena” de centros de este tipo; lo que existe, o pudiera existir, es una relación de tipo corresponsalía que permitiría a los socios disfrutar eventualmente de ciertos beneficios en otros países. De todos modos, el club destaca por su impresionante y bien logrado edificio, tanto por su elegancia como por su exquisita sobriedad. La propiedad (probablemente una de las más completas en el mundo) cuenta con una extensión de 20.000 metros cuadrados y una construcción en tres plantas con más de 7.000 metros de construcción. Es ya un referente para edificaciones sociales de este tipo.

 

La experiencia ha sido para mí un motivo de satisfacción y orgullo como ecuatoriano; he sido testigo de lo que puede lograr un grupo de afanosos asociados. Es esa la forma como el Club de la Unión “representa a la cultura de su gente, su hospitalidad y laboriosidad; así como su espíritu intenso, franco y progresista”, como tan bien lo expresa su sugestivo dosier informativo. Mi enhorabuena para los amigos guayaquileños.


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