03 junio 2018

Despedida a Yves Gautier

No me gustan los homenajes de retiro laboral. La letra es de homenaje, pero la música es realmente de despedida. Dice el diccionario que homenaje es un acto en honor de algo o alguien (pudo decirlo al revés); y, menciona también, que es una muestra de reverencia (veneración es la palabra que usa) o de respeto.

De otra parte, y a pesar de su interesante etimología, tampoco me gusta la palabra jubilación (viene de la voz “jubileo” que quiere decir cincuenta años), pues -particularmente en aviación- siempre me ha parecido un injusto contrasentido que se tenga que prescindir de quienes han llegado a la cresta de la ola, al punto más alto de su experiencia. Eso no pasa en las profesiones llamadas liberales, sería impensable en un médico, un abogado o un ingeniero. Pero en aviación, estar pasado de años puede representar un estigma. “Estás sobre-calificado” nos dicen, que solo quiere decir que contamos ya con “demasiada experiencia”…

Había sido invitado al homenaje que QUIPORT le hacía a Yves Gautier, por su inminente retiro como Director General de QUIAMA (antes ADC & HAS), la empresa encargada de la gestión operacional del aeropuerto de Quito. Yves es un hombre enorme; el tamaño de su apostura es solo comparable con el de su bondadoso y magnánimo corazón. Lo conocí hace ya más de cuatro años, sentado frente a su escritorio, haciendo lo que los buenos funcionarios saben hacer mejor: ejercitar su permanente actitud de disponibilidad y de servicio; y tener siempre en las manos una solución para los problemas que les entrega la gente.

Sin embargo, cuando aprendí de verdad a apreciar su delicado talante y esa, su natural, bonhomía fue realmente en aquel “campo del honor”, que es como los golfistas llamamos a esos hermosos y bien cuidados jardines donde practicamos nuestro tan especial deporte. El golf, aunque parece una actividad elitista y trivial, es en sí toda una filosofía. No solo ello, su ejecución constituye una formidable metáfora de la vida: hay que respetar un orden de juego; se debe jugar siempre por el medio; existen obstáculos y dificultades; hay que aprender de los propios errores… pero, sobre todo, hay que aplicar un código de conducta, que siempre está basado en el respeto a unas normas y en un sentido de integridad.

Hay algo de juvenil en este amigo que hoy se va, dizque “por viejo”… pero bien sabemos que la edad no se inscribe en el guarismo de la cronología. La juventud (la verdadera), es una forma de actitud; o, como lo habría dicho José Ingenieros: “un estado de disponibilidad, un replanteamiento diario, un jamás considerar una obra como acabada o concluida, un no querer envejecer”. En lo personal, creo que siempre pensé que la edad era una suerte de ecuación entre curiosidad y experiencia: mucha curiosidad y uno es demasiado joven, muy poca y uno se deja avasallar por la nostalgia y por el tiempo. Yves había descubierto que el mejor secreto para nunca envejecer, era mantener viva y despierta aquella curiosidad.

Nuestro amigo fue un pilar indispensable para la construcción y desarrollo del nuevo aeropuerto capitalino; y su mérito no solo consistió en propiciar la promoción de una iniciativa industrial que impulsó a todo ese alejado sector. Su idealsmo ayudó a un cambio de paradigma que transformó el concepto de la ciudad provinciana. Quito ya no sería en adelante aquella ciudad nostálgica, conventual y recoleta. La visión de Yves y de su equipo nos supo inspirar y provocar; nos convenció que, contrario al título acuñado por el peruano Ciro Alegría, el mundo ya no sería “ancho y ajeno”, que tal vez seguiría siendo ancho, pero que ya nunca lo íbamos a considerar como algo ajeno…

“Bon chance et merci, mon amie”. Estoy seguro que vas a mantenerte joven, que vas todavía a mantener viva esa llama prodigiosa, la de tu insaciable curiosidad.

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