Hace poco decía
un querido amigo que a veces la vida se nos convierte en un rompecabezas,
frente al cual uno se siente incapaz de completarlo porque advierte que le faltan
las piezas… Si bien mi amigo se refería a un episodio íntimo, la verdad es que
en ocasiones la vida personal y familiar se convierte en un confuso rompecabezas
donde, sea que nos falten o sobren las piezas, llegamos a tener la impresión de
que no solo que su aparente número no parece coincidir con ese todo que pretendemos armar, sino que algo nos indica que las piezas de que
disponemos no parecen siquiera pertenecer al lúdico desafío que enfrentamos.
Y eso mismo parece ocurrirnos en la vida social; y es lo que percibimos respecto a nuestros conciudadanos en su relación con la vida y los intereses de la comunidad. Por eso nos asalta la duda de si no será que ellos no solo que no cuentan con las piezas adecuadas, sino que hasta darían la impresión de que no saben qué mismo “puzle” están tratando de completar… Es en época de elecciones, como ahora, que parecen existir dos posturas irreconciliables. Todo se ha polarizado: y hay gente inconsciente que quiere hacer de estrellita de navidad y se dedica a enviar todo tipo de mensajes. Reenvían lo que es y lo que no es; y, con tal de parecer enterados, difunden cualquier despropósito como si fuera irrefutable y cierto, y –ellos mismo y poco más tarde– vuelven a enviar uno nuevo, solo que defendiendo justo lo contrario…
Es mi impresión que cada vez se usa y abusa más de algo que pudiendo ser una maravillosa herramienta, se ha ido más bien convirtiendo en un insufrible fastidio, justamente porque no se lo utiliza con ponderación e inteligencia: me refiero a las redes sociales. Se emplea este recurso con tal virulencia –y manifiesta irresponsabilidad– que quienes intentan contagiarnos de su rechazo hacia todo lo que represente inquina, odio y resentimiento, lo hacen con tal venenosa pulsión que no hacen sino demostrar que su aversión y antipatía hacia la opción que denigran es tanto o más insidiosa que la que han querido criticar. Hastiado de tan negativa cantaleta, no me ha quedado más remedio que retirarme de un par de chats en forma temporal.
Cuesta creer que esos individuos, a pretexto de hacer proselitismo por quienes apoyan, se hayan declarado en franca competencia de quién es quien puede herir, insultar y odiar más… Es el suyo “el odio de los que odian al odiador”, como si el fin justificaría los medios, como si tratar de hacer el mal a quien no piensa como ellos sería algo trivial, intrascendente; solo una nimiedad, una insignificancia… ¿No era acaso eso la “banalidad del mal” de la que, con tanta insistencia, nos hablaba Hannah Arendt en el siglo pasado?... Aquello, por desgracia, nos pone frente a lo que se hado en llamar “la paradoja de la intolerancia” que solo quiere decir, en pocas palabras, que uno debe respetar la diversidad y las opiniones que pueden tener los demás individuos, pero que no estamos obligados a ser tolerantes con los intolerantes.
Lo que comento contrasta con lo que acaba de hacer en Estados Unidos una septuagenaria que participó en los disturbios de hace cuatro años. Ella se llama Pamela Hemphill, padece de cáncer y está a punto de recibir quimioterapia; estuvo condenada a cumplir cárcel por sesenta días por su participación en la asonada que trató de tomarse el Capitolio el 6 de enero de 2021, al considerar que Donald Trump era quien realmente había ganado las elecciones. La señora Hemphill, en gesto que demuestra su honradez e integridad, ha decidido rechazar el perdón que la ha sido concedido por el ahora reelecto presidente. De paso, no debe olvidarse que un indulto solo exime al culpable de la pena, no significa que se anule la sentencia…
“Aceptar el perdón solo significaría insultar a los policías del Capitolio, al Estado de Derecho, y, desde luego, a nuestra nación”, ha dicho; “me declaré culpable pues era culpable; aceptar el perdón solo ayudaría a echar leña al fuego y contribuiría a esa falsa narrativa”. “Estuvimos equivocados ese día, rompimos la ley, no debería haber tales indultos, cometimos un error y deberíamos pagar por ello”. Es lo mismo que escuché por ahí: “aceptar como justo algo que no fue legal, y que encima estuvo mal, solo significaría haber perdido el sentido de la honradez”…
Es importante que recuperemos nuestro sentido crítico; hace poco vi y escuché a Richard Gere en su discurso al recibir un premio internacional. Gere, al referirse al presidente Trump lo descalificó, dijo que era “a bully and a tugh” (que la traducción que apareció en la parte inferior de la pantalla, reprodujo como “un matón y un matón”), lo que debió haberse traducido como lo que en realidad dijo el reconocido actor: “es un abusador y un rufián”…

No hay comentarios.:
Publicar un comentario