31 marzo 2016

Simplemente caca… *

* (Tomado y reeditado de una revista aeronáutica. Con mi traducción)

“Antes, en el siglo XVII, el famoso matemático Isaac Newton dijo que “lo que sube tiene que volver a bajar”. Más de tres siglos después, examinemos la aplicación de esta teoría elemental en un ambiente bastante sorprendente: el lavatorio de avión.

La mayoría de la gente ha utilizado este cubículo en vuelo, pero casi nadie se ha preguntado cómo realmente funciona o cómo a alguien se le ha ocurrido la idea del moderno baño de avión. Hubo un primer aeroplano con este artilugio de alivio en 1928; se trataba de un avión militar inglés que tenía algo aproximado: eran unos orificios a manera de urinario en el centro de la nave. El segundo “pionero” de los lavatorios aéreos fue otro “barco volante” que estaba equipado con un servicio higiénico al aire libre. Hizo su vuelo inaugural en 1934.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un enorme bombardero, el B-17, mejor conocido como “la Fortaleza Volante”, llevaba un balde con asiento y cubierta. Sin embargo, este a menudo se llenaba y se regaba; era difícil de utilizar. El frío intenso a gran altura obligaba a las tripulaciones a usar muchas capas de ropa gruesa, por lo que a veces muchos preferían hacer sus asuntos en cajas de cartón o en botellas que se botaban desde el avión.

A su debido tiempo, la estabilidad y las características del vuelo fueron mejorando y los pasajeros comerciales fueron permitidos pasar a bordo. Los viajeros ricos y consentidos, que tenían suficiente dinero para experimentar el arte de volar, estaban insistiendo en encontrar un lugar para desahogarse y los tripulantes estaban desesperados por encontrarles una alternativa. Al principio trataron de satisfacerles con un balde, pero debido a la turbulencia, esta opción fue pronto descartada: el “equipaje” se regaba fuera del recipiente cada vez que se producía un ligero movimiento. Así es como muy pronto tuvo que tomarse una decisión para instalar tanques capaces de almacenar esos desperdicios.

No obstante, esos tanques también tenían que ser lavados. Puesto que emplear un sifón o valerse de la gravedad no eran opción, a alguien se le ocurrió la idea de los sanitarios de vacío, en lugar del sifón. Así, patentado por James Kemper en 1975, el sanitario de vacío fue instalado por Boeing en 1982. La potencia de absorción, sin embargo, creó un nuevo problema: la desinfección. Fue así como unas mentes brillantes se inventaron algo nuevo - el “hielo azul” –, un líquido que convertía “esas cosas” en una sola masa de color azul. Solo para mencionarlo, muchos empezaron a quejarse de que unos trozos de color azulado seguían cayendo desde el cielo… Los sistemas modernos de vacío son menos propensos a generar mal olor y también son más ligeros en peso; además, son más eficientes, pues solo necesitan dos litros para evacuar, comparado con 19 que necesitaban los viejos.

Entonces, ¿qué pasa realmente en la actualidad con todo eso que es succionado? Nada ha cambiado tanto: sigue acumulándose en un tanque. A este solo puede accederse desde el exterior. Los pilotos no tienen medios para echar por la borda esa porquería, ese acceso solo puede ser operado por las cuadrillas del personal de tierra. Para drenar esos tanques las compañías encargadas utilizan unos carritos especiales. Las mangueras del vehículo son conectadas al avión y todo el contenido del tanque es succionado hacia el exterior. El proceso toma unos 40 minutos para un avión pequeño y hasta noventa minutos para los aviones grandes. Pero no todos los aviones deben ser vaciados después de cada aterrizaje; los que hacen las rutas más cortas son atendidos luego de cada dos o tres vuelos.

Posterior a que este servicio es completado, el tanque del carrito es, a su vez, descargado en un tanque de llenado, debidamente localizado en las premisas del aeropuerto. Más tarde, los desperdicios acumulados son recolectados por otras compañías de limpieza que proporcionan el servicio ambiental de drenaje.

Como en todo, los baños de los aviones han soportado una larga evolución: al principio solo eran un sencillo orificio en la aeronave; más tarde, devino en una caja o en un balde con su tapa, antes de convertirse en una conveniencia adecuada con tecnología de vacío y líquidos de hielo azul. Sin embargo, los lavatorios han dejado de desarrollarse desde hace veinticinco años y solo existen prototipos (similares a los sistemas de auto-limpieza, como en las lavadoras de platos), que utilizarían luz ultravioleta para matar los gérmenes casi al 100% en cosa de segundos. Se espera que estos entren en acción con la tecnología que surgirá en el Siglo XXI.”

Sí, no hay duda, todo lo que sube tiene que volver a bajar…

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