02 abril 2016

El “guañugtazo”

Es increíble todo lo que uno puede encontrar hoy en día en el internet (algunos prefieren darle género femenino y decir “la internet”… yo no sé por qué será). Con respecto a nuestras exploraciones cibernéticas, me animo a pensar que, como todo en la vida, solo se trata de saber cómo preguntar. Busca usted quién dijo tal cosa, pum ahí está; que el año de un determinado descubrimiento, pum también; que los nombres completos de un personaje famoso, pues lo mismo; que la letra de una canción que uno no se acordaba en forma completa; lo mismo otra vez; que la palabra rara que parece tomada del quichua, pues toma ahí también está…

Por eso, y con la intención de encontrar algo que mi asistente dijo hoy en forma casual, me puse a buscar por el significado de la voz quichua “guañugtazo” y por el de la que puede ser su raíz: “guañugta”, ya sin el aumentativo castellano “azo”. Frente a la primera indagación, me topé con una muy sabrosa relación de lo que en los días de mi infancia se llamaba darse de “quiños” (voz ya aceptada por la Real Academia) y que no quiere decir sino darse de trompones o puñetazos; asunto para el cual nos congregábamos los pugnaces protagonistas en algún rincón alejado de las premisas escolares y dábamos pábulo a la morbosa entretención de nuestros condiscípulos que, lejos de animarnos a la búsqueda de una honrosa conciliación, hacían un bullicioso círculo en la expectativa de que nos “sacáramos la madre”.

La relación a que me refiero está contenida en el blog de un señor Bolo Bautista (Narración, teatro y más) que, con el título de “A quiño limpio” proporciona amena información de los tipos de golpes que se empleaban en esas riñas colegiales. Ahí entre ciertos métodos o golpes de estrategia (como el estilo de enfrentamiento “a puñete limpio” o el aplicado directo “en la jeta”) se menciona al antes ya nombrado “guañugtazo”, o “guañuctazo”. Transmito en forma literal el conocimiento que nos proporciona el autor en referencia: “golpe circular que nacía medio metro atrás y en forma circular se encaminaba a la oreja, a la nariz o al ojo. Había expertos en este tipo de golpes; parecían molinos de viento azotados por un huracán”. En este último extracto me he tomado la libertad de solo añadir un punto y coma.

Tal pareciera entonces que esto del guañugtazo se trata realmente de todo un golpe especializado que requiere de un sentido de impulso o viada, y además una precisión tan certera que requiere alcanzar un predeterminado objetivo con una fuerza especial. El ameno relato de don Bolo está escrito con gracia y no está exento de picardía; bien pudiera decirse que constituye un decálogo (aunque no sean diez) de astutas y especializadas formas de saber pelear. Este decálogo o manual del peliarín, pelión o peliaringo (palabras todas que son usadas con cierta frecuencia en nuestro medio coloquial) es interesante referencia para todo aquel individuo caracterizado por querer arreglar todo a golpes, de natural pugnaz.

Para el otro término, para “guañugta” o “guañucta" (o acaso “huañugta”) me he topado con un número más generoso de referencias; esto, a pesar de que parece que en los diccionarios quichuas no se contempla -para mi sorpresa- la presencia de la letra castellana “g”; esto puede deberse a que ese fonema es representado por la hache o la doble uve, que en mi infancia llamábamos doble ve. Así es como encuentro lo que me hubiera parecido la raíz de la voz equivalente a trompada en una serie de obras y documentos con el sentido de mucho, bastante o fuerte. Así es como se refleja en los escritos de Jorge Icaza, por ejemplo. El conocido escritor usa la palabra especialmente en el sentido de bastante, en obras como “Huasipungo” y la menos conocida “Huairapamushcas” (“Hijos del viento”). Como indico, encuentro la palabra en diferentes textos, pero no puedo comprobar que se la utilice en el sentido de puñetazo o de nuestro autóctono guaracazo.

En mi entretenida -aunque un tanto baladí- búsqueda, encuentro un pequeño resumen de palabras ecuatorianas que estoy seguro ya deben estar recogidas en el sin par “Diccionario de ecuatorianismos” de C. J. Córdova. Es un brevísimo catálogo (alrededor de cien términos) entre los que encuentro voces como rabadilla, con el sentido de parte baja del espinazo; y maltón o maltoncito, con el sentido de joven, muchacho o de mediano tamaño. Sentido, de ambas palabras, que es idéntico al que sabía darles mi recordada abuela. Ahí aparecen palabras que las encuentro muy sabrosas de pronunciar, a la vez que entretenidas, como: patucho (de baja estatura); siquichupa (un poco más abajo de la rabadilla); carishina (mujer que parece hombre); quierde (dónde); ricurishca (cosa agradable); chaguarmishqui (bebida fermentada del cogollo del penco); quishca (que presume de abogado).

Me he topado también con otra página, la de un tal “Negro Llorca” en la que aparece una muy interesante acotación: “El problema con el mundo es que los inteligentes están llenos de dudas, en tanto que los imbéciles están llenos de confianza”. Por eso, digo yo, no hay “guañugtazo” mejor propinado, más oportuno y sabroso que el de dejar “quietecitos” con nuestras razones a quienes quieren presumir, ante nosotros, de su cicatero poder, con fatua y necia arrogancia. ¡Toma!

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