08 junio 2016

Vigencia de unos símbolos

Un cónsul es en la actualidad un funcionario que se encarga, en las misiones diplomáticas, de ciertas tareas de representación. El cónsul  está encargado principalmente de la emisión de pasaportes, visas, certificados y otros tipos de autenticaciones. No sucedía así en la antigua Roma, donde el cónsul era más bien un magistrado encargado de administrar justicia; de hecho, no sólo eso, por un tiempo sus atribuciones comprendían inclusive la delicada posibilidad de ejecutar sumariamente, es decir de condenar a muerte a ciertos ciudadanos.

Los cónsules de antaño no estaban rodeados de amanuenses o de secretarias, estaban acompañados por un grupo de funcionarios conocidos como "lictores". Estos andaban a llevar el símbolo de la autoridad del cónsul, que consistía en un manojo de varas -a manera de cilindro- de hasta un metro y medio de largo, al que llamaban "fascis". Las varas estaban atadas con una cinta de cuero de color escarlata y se fabricaban con madera de olmo o abedul. En el centro de los fasces (a veces en el dorsal) se había colocado un hacha o segur. Varas y segur representaban la autoridad y la justicia: las funciones consulares.

Con el tiempo, este instrumento, el fascis, empezó a utilizarse como símbolo de dignidad y de potestad en otras instituciones. Incluso, hace algo así como un siglo, fue adoptado en Italia por una organización política cuyos métodos se caracterizaron por la preeminencia del partido único, la preponderancia de un autoritario líder, el ejercicio de una maniquea intolerancia y el abuso de la propaganda. El fascismo daba importancia al estado sobre el individuo; en la práctica, limitaba los derechos individuales con el pretexto del bien común. El movimiento se apoderó de la insignia que antes fue privativa de la gestión consular.

Hoy hablamos de dicho fascis como si se tratase de un artilugio extraño y desconocido... Y quizá no hemos caído en cuenta que este forma parte, y desde principios de nuestra época republicana, nada menos que de uno de nuestros más importantes símbolos patrios: el escudo nacional. Como el "barrilito ese" ya está ahí, no le hemos dado la debida importancia, no hemos atendido a su probable razón de ser o significado, ni hemos apreciado su contenido como un valor de dignidad institucional. De hecho, el escudo es un símbolo a menudo distorsionado, la rama de palma -que representa el martirio de los héroes- es con frecuencia reemplazada por una de olivo, lo cual nunca constó en el decreto inicial.

Advierto que la cinta que sostiene al sol en el blasón, contiene unos símbolos zodiacales que representan los meses que fueron alguna vez importantes, luego de la revolución de marzo de 1845, pero que ya nadie los relaciona debidamente. Inclusive, hay veces que el cóndor mira a un lado indistinto (en heráldica los animales siempre deben mirar hacia la derecha) y su cola no apunta al lado de su mirada para conservar el talante de altivez que debe sugerir su apostura. Aquel barquito, que porta un caduceo, reproduce muchas veces los colores de la bandera en su costado, dándole así a la imagen una condición de colorido tropical que merma su elegancia y sobriedad. Estos errores compruebo que se reproducen en la página web de una importante embajada...

De regreso a la voz fasces, la Academia ha establecido, en su vigésima tercera edición, que se trata de un sustantivo masculino plural; por lo tanto, que se debería decir los fasces y no el fasces (no existe en español el singular latino “fascis”). Discrepo con este criterio, pues lo plural son las varas y no el manojo, o atado, de esos instrumentos utilizados para flagelar. En todo caso, el haz inferior de nuestro escudo no es un barrilito para amarrar los pabellones; es un símbolo de autoridad, de carácter republicano, de dignidad, de honor e institucionalidad. Algo distinto a lo que los adherentes a "il duce" habrían tratado alguna vez de simbolizar.

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