26 septiembre 2016

En alas de la mariposa

He vuelto a leer "Papillón" de Henri Charrière. Lo hice por primera vez hace más de cuarenta años cuando trabajaba para Texaco en el Oriente. Entonces las lecturas eran en las primeras horas de la tarde, cuando la modorra producida por el calor del trópico solo podía ser vencida por una lectura interesante. Ahí, sentados en la sala de espera que tenía la oficina de operaciones, los pilotos permanecíamos atentos a la posibilidad de un llamado para realizar un vuelo de traslado. Quizá no sólo hubo modorra aquellas tardes, a veces se juntó el tedio y no hubo mejor antídoto que un buen libro para el insoportable aburrimiento.

Pero... ¿es realmente Papillón un buen libro?, ¿podemos catalogarlo siquiera como literatura? Las respuestas pueden ser distintas y controvertidas; pues, como tantas cosas en la vida, todo depende del cristal con que se mire. Se puede argumentar que carece de ciertos elementos que caracterizan a la mejor literatura, pero nadie puede negar que contiene un valor indiscutible: el mantener un interés permanente del lector en la trama y el desenlace, en una cierta maestría para manejar el ritmo de la narración, y para mantener ese ideal de búsqueda de la libertad perdida por un crimen que jamás se cometió.

Charrière había sido un díscolo proxeneta en su juventud (Efe: no hace falta que vayas al diccionario: significa rufián que trafica con prostitutas por comisión o persona que vive de la prostitución ajena). Habiendo vivido en el bajo fondo parisino, Charrière fue acusado de un homicidio que él reclamaba que nunca cometió. Los episodios de su novela están basados en sus recurrentes intentonas de evasión en un lapso aproximado de diez años, hasta que consiguió fugarse del presidio de la isla del Diablo situada frente a la Guayana Francesa.

El título de la novela viene del apodo con que se conocía en el mundo del hampa al presidiario y fugitivo, convertido más tarde en escritor; este, poseía un tatuaje en el pecho con la imagen de una mariposa (esto significa Papillón en francés). Se dice que la mayoría de las aventuras relatadas en la obra no fueron reales o, por lo menos, que no fueron vividas personalmente por el autor. Es probable que aquellas fueron vicisitudes ocurridas a otros reclusos con los que el autor tuvo oportunidad de compartir mientras estuvo encarcelado. Así, el mérito adicional de Charrière habría sido el de haber sabido hilvanar distintas ocurrencias y sucesos en una historia que logre cautivar y mantenga al lector en suspenso.

Habiendo sido condenado a cumplir cadena perpetua, la única alternativa que tenía Papillón era la posibilidad de fugarse del presidio. Evadirse usando cualquier estratagema era su única obsesión, ni siquiera la de vengar la inaceptable injusticia a la que la sociedad y el sistema lo habían condenado. Así consiguió fugarse en dos ocasiones, siempre en precarias embarcaciones que él mismo construyó. Sus esfuerzos chocaron siempre con la crueldad de sus vigilantes, el sórdido ambiente penitenciario o la tragedia de lo inesperado.

Charrière consiguió culminar una primera escapada exitosa. Llegó hasta las costas de Colombia donde vivió una aventura con una sencilla tribu aborigen. No obstante, su deseo de reincorporarse a la civilización fue culpable de que sea nuevamente apresado y devuelto a las islas de las que se había evadido. En un segundo intento logró llegar hasta Venezuela, donde gracias a la terminación de la Segunda Guerra se acogió a una resolución internacional que disponía que los evadidos no pudieran ser repatriados al país de encarcelamiento previo.

Para Papillón, la espera para recuperar su libertad constituyó un largo proceso, un tiempo de ilusión y resiliencia. La oruga debía convertirse en crisálida, para luego, ya transformada en mariposa, poder ser libre e intentar nuevamente la aventura de volver a volar...

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