05 septiembre 2016

Mejor, hablemos de fútbol

Oigo y leo acerca de tantas cosas que pasan; suceden tantos asuntos insólitos y ridículos, especialmente en lo relacionado con lo institucional y lo jurídico, o con lo que se refiere a la colectividad y a lo político, que -nuevamente- termino por transigir y sugiero, otra vez, que: más bien hablemos de fútbol…

En días pasados cayó nuestra selección ante la de Brasil por un marcador en apariencia abultado y que, a simple vista, sugiere una goleada. Perder por 3 a 0 parecería insinuar un dominio contundente por parte del equipo carioca, pero la verdad es que no hubo tal cosa. Es excesiva por lo tanto la reacción de la prensa "especializada", especialmente la radial, que ha dejado de tener ese carácter casi televisivo que antes la distinguía y la hacía tan amena. No se debería hablar, por lo mismo, de una "triste derrota" o de una actuación "decepcionante".

Así que, mejor pongamos las cosas en perspectiva. Para empezar, no siempre se puede ganar; en el fútbol, como en todas las cosas de la vida, a veces se gana y a veces se pierde. Esto, aun en el caso de que en Ecuador, gracias al factor de la altura, nos hayamos mal acostumbrado a ganar siempre que actuamos como locales. En este sentido, muy pocos han considerado que el factor de la altura afecta más a los equipos de afuera en la medida que nuestros jugadores estén mejor adaptados al efecto de la altitud. Sin embargo, si la mayoría de nuestros seleccionados juegan en el exterior, deberíamos tomar en cuenta que, como ahora están acostumbrados a jugar al nivel del mar, hemos perdido esa ventaja.

Amantes como somos de clisés y frases elaboradas, nos hemos impregnado del sui géneris convencimiento de que si hacemos, o nos hacen, tres goles ya es "goleada". No está lejos el tiempo cuando siempre que jugábamos con equipos brasileños o argentinos el resultado casi invariable era un rotundo 6 a 0. Lo que sucede es que tendemos a exagerar los resultados y a buscar interpretaciones que no son objetivas.

Pero, mejor, pongamos los resultados en perspectiva. Ecuador se deslució en el segundo tiempo de su juego con Brasil y había dejado que el "scratch" se apodere de la iniciativa y del control del partido. Nuestro equipo había perdido orden y profundidad, pero no puede hablarse de que Brasil era infinitamente superior. Algo circunstancial y conflictivo, y por lo mismo sujeto a diversas interpretaciones, sucedió hacia los setenta minutos del encuentro: el choque de nuestro guardameta contra un delantero brasileño que parecía estar favorecido con una probable posibilidad de gol. La jugada pudo quedar en eso, en una simple colisión… pero el árbitro lo vio de otro modo y concedió un tiro penal.

Mientras Ecuador trataba de recuperarse anímicamente, y trataba de asimilar la estocada frente a sus parciales, sucedió algo que definió el partido, más que el mencionado tiro penal, algo que no terminamos de aprender y que siempre es fuente de recurrentes lamentos: uno de nuestros defensas cometió una falta brusca e innecesaria que se amplificó por la presión de los jugadores brasileños, para que la falta sea sancionada con una segunda tarjeta amarilla para el autor de la infracción, asunto que equivalía a su automática expulsión.

De ahí en adelante, es decir cuando ya solo faltaban quince minutos para la finalización de la contienda, el partido se puso cuesta arriba para el equipo compatriota. Ya en evidente inferioridad numérica, y ansioso por conseguir por lo menos un empate, descuidó sus previsiones defensivas y se lanzó, con evidente desorden, al ataque. Cuando esto sucede es inevitable que se produzcan descuidos, que se pierda prolijidad y que se cometan errores. Fruto de ello, se cedió un innecesario tiro de esquina, el mismo que trajo por consecuencia una desafortunada intervención de uno de los nuestros y se produjo un autogol.

Ya con el 2 a 0, y jugándose los postreros minutos, podía suceder cualquier cosa. Fue cuando justamente se jugaban los minutos de descuento, que se produjo la mejor jugada del equipo brasileño, jugada que por sí sola justificaba sus tres puntos conquistados en calidad de visitante: una corrida por la izquierda del habilidoso Gabriel de Jesús, quien luego de una certera y oportuna media vuelta puso el balón en un ángulo imposible para el arquero compatriota: 3 a 0! Bueno... con ese nombre y con ayuda divina, creo que gana cualquiera!

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