31 agosto 2016

El rumor de las olas *

* Palabras pronunciadas en el matrimonio de mi hijo Felipe (un extracto).

Hace pocos días estuve buscando un pequeño libro de George Orwell que había ofrecido a uno de mis buenos amigos: "La granja de los animales". Esta es una breve novela que constituye, a la vez, una fábula y una metáfora; en ella los animales rechazan el absolutismo del poder y advierten con ironía que "todos los animales son iguales, aunque hay algunos que son más iguales que otros".

La frase trajo a mi memoria un episodio que viví en un cumpleaños de Felipe en su temprana adolescencia. Recuerdo que él me había pedido, como regalo, dinero suficiente para invitar a sus amigos para que lo acompañaran a una tarde de cine. Cuando comprobó que solo le había dado para los boletos, y no para "invitarlos a compartir cualquier otra golosina", me comentó que no era lo que él esperaba. Le expliqué que si era muy generoso, no actuaría con equidad con sus demás hermanos. "Yo sé que todos los hijos son iguales -me respondió-, pero 'habemos' unos que somos más iguales que otros". No me cabe duda que Felipe había leído a Orwell mucho antes de que yo pudiera hacerlo...

"La granja" no es el libro más conocido de Orwell. El que merece continuas referencias, en especial de los políticos, es uno que habla del "gran hermano"; este se me hace inolvidable por dos motivos: uno, por su título, "1984", guarismo que coincide con el año de nacimiento del último de mis hijos; y, dos, porque contiene una frase lapidaria, que hace referencia a la manipulación de la historia: "Quienes controlan el presente, tienen la tendencia a controlar el pasado; y quienes controlan el pasado, tienen la tendencia a controlar el futuro". Acudo, en este punto, a su indulgencia: no intento hacer aquí un alarde de erudición literaria.

Hacer esta reflexión me lleva a considerar el valor del pasado. Hay quienes piensan que lo pasado no importa pues ya pasó. No creo que sea así: el pasado es el sustento del presente y es el fundamento para aquello que los hombres llamamos con el nombre de "porvenir"... Para recordar el pasado y aprovechar de sus lecciones, Dios nos ha regalado un maravilloso artilugio: el sutil privilegio de la memoria. Apoyados en ella, enfrentamos el futuro con ilusión y con esperanza. Para ello estamos reunidos esta noche: para rendirle un homenaje a la ilusión y para solemnizar un acto de fe, un sentimiento de esperanza.

María de las Olas Ramírez Vela... ¡Qué nombre tan bonito y poético, tan lleno de implicaciones semánticas es el tuyo! Qué gran acierto, con tu nombre, es el que tuvieron tus padres! La ola es símbolo de lo transitorio, pero es, a la vez, símbolo de la perseverancia y la permanencia; su sola mención nos remite a un concepto en el que los hombres creemos, la noción de infinito, la idea de eternidad…

Cuando yo era niño, alguien puso en mi cabecera un libro de Louis Stevenson: se trataba de "La isla del tesoro"; desde entonces quedé seducido por una serie de palabras de origen marino. Voces como aparejo, estribor, barlovento, brújula, catalejo, bauprés, jarcia… fueron palabras que me obligaron a acudir por primera vez a los diccionarios y que marcaron para siempre mi afición por la literatura.

Existe un explorador español llamado Vital Alsar “Ramírez” (tu primer apellido, Mariola). Muchos saben que construyó una balsa y que con ella cruzó tres veces el Pacífico. Pocos saben que también construyó una pequeña carabela, un galeón, en lo que él llamó "alto Amazonas", en Francisco de Orellana, entre los ríos Napo, Coca y Payamino. Desde allí, surcó el Amazonas, cruzó la mar océano y llegó meses más tarde a las costas de Santander. Allí, no lejos de la playa del Sardinero, junto a la península de la Magdalena, existe una placa recordatoria de esa gesta: “Homenaje de unos hombres a la mar”. En ella está escrita una frase muy linda, llena de poesía: "La fe es la barca, pero solo los remos de la voluntad la llevan". A veces confundo su texto y digo: "las 'velas' de la ilusión"... Sean remos o velas, voluntad o ilusión, solo anhelo que ustedes, Mariola y Felipe, sean siempre felices, que la mar siempre esté en calma, que los vientos soplen favorables, y que las velas siempre permanezcan hinchadas...

Qué más puede pedir un padre, sino que nuestro Dios siempre los bendiga!

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