03 agosto 2016

Chapucerías e impertinencias

Vivo persuadido del pernicioso como perverso efecto que tienen, en todos los aspectos de la vida y del desempeño del hombre, tanto el resentimiento como el prejuicio. Este maléfico efecto produce trastornos tanto en la vida personal de los individuos, como en sus relaciones en la vida de la comunidad. Ambos aspectos o elementos, por su parte, ponen leña en un fuego que todo lo destruye, que todo lo derrumba y que todo lo carcome: el voraz incendio de la intolerancia.

Los efectos de estas dos fuerzas latentes (como son recelos o prejuicios y odios o resentimientos), están presentes, de algún modo, en todas las manifestaciones del trato en la comunidad. Y aquí es donde producen sus mayores estragos, porque minan y destruyen el principal valor que debe tener una sociedad: el sentido de comunidad y de pertenencia. Por lástima, quienes están llamados a concertar acuerdos y a inspirar a los demás para integrar a la sociedad -los dirigentes comunitarios-, más bien acuden a las más bajas pasiones e instintos de aquellos a quienes pretenden liderar para obtener su respaldo político.

Si no, mírese y evalúese el mensaje y las estrategias de partidos y de dirigentes políticos. Todo lo que se ve y escucha apunta a este abyecto panorama donde lo que se intenta y pretende, a cualquier precio, es explotar el subjetivismo de la gente, aprovechar el prejuicio del ignorante y el resentimiento del irredento. ¿No es así como se planifica y ejecuta toda estrategia electoral? ¿No es así como se utilizan los miedos y deseos de revanchismo de que puede estar cautiva una medrosa mayoría? No es así como se explotan los más sórdidos sentimientos, aprovechándose de la intolerancia de la gente y la ignorancia de la masa?

Si esto sucede en la dirección política de la sociedad, lo más preocupante es que esta grave aberración afecta también a la actitud cotidiana -la del día a día-, la del individuo que participa en el desarrollo de la sociedad, en sus relaciones con la comunidad, en su ejercicio compartido en la vida de la calle. Esto preocupa pues el hombre en general, el ciudadano de a pié, se vuelve cada vez más irrespetuoso, carente de responsabilidad, pugnaz y agresivo. Contrario a lo que debe ser un individuo en la comunidad: colaborador con la gente, solidario con sus vecinos, respetuoso con la aplicación de las normas establecidas.

Ayer nomás sucedió un lamentable accidente de tránsito en la Metrovía en Guayaquil. Todo se reduciría, en apariencia, a la acción poco prolija de un peatón que cruzó la calzada mientras un "alimentador" (vehículo que realiza tareas de tipo operativo, necesarias para este servicio) transitaba por la vía asignada, a una velocidad supuestamente reglamentaria y mientras el semáforo se encontraba en verde. Pero... ¿es así como estos frecuentes accidentes ocurren en la realidad? ¿Es así como en verdad suceden? Aun en el no consentido caso de que el peatón hubiese ingerido licor, como probablemente se establece.

Hago esta reflexión porque hace un par de días crucé la calzada en un sector donde no existían pasos peatonales, los llamados “pasos cebras”. Cometí esta probable infracción y tamaña imprudencia porque simplemente no existen cruces destinados a los peatones en aquel lugar. La gente debe movilizarse hasta dos cuadras, en esa parte de la calzada, para poder utilizar la zona de seguridad en referencia; pero todo su esfuerzo es en vano, pues de todos modos los vehículos tampoco darían paso al caminante, nadie reduce su velocidad, nadie aprecia la vida y seguridad del peatón. Simplemente, nadie transige, nadie cede el paso!

Y esto fue lo que justamente me sucedió. Que lejos de aminorar la marcha, el conductor de un bus de transporte urbano, se permitió acelerar el vehículo, en el ánimo de amedrentarme, y nunca reparó en que con su temerario avance pudo haber ocasionado un trágico desenlace si es que por casualidad yo tropezaba o resbalaba al intentar el cruce. Pregunto: ¿si el accidente llegaba a ocurrir, era culpa de mi falta de cuidado o de la aventurada acción del conductor, con su deseo de embromar, con su maniobra insensata, absurda y desconsiderada?

Así es como suceden los accidentes. Siempre parecen ser "culpa de los demás"!

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