01 octubre 2016

Qué mismo quiso decir Negrete?

Con el título de "Baratillo legislativo", el columnista Alfredo Negrete ha escrito un artículo de opinión en el diario El Comercio. Es probable que el autor haya querido hacer un análisis de lo que ha sido la presencia legislativa en nuestros anteriores períodos democráticos; presencia que pudiera calificarse como positiva o como negativa; sin embargo, hay algo en la redacción del artículo, probablemente su defectuosa puntuación o quizá la ausencia de un coherente sustento, que hace que no se sepa a ciencia cierta qué mismo quiso decir el articulista. Resulta comprensible que la valoración del artículo sume un monto considerable de lectores "indignados".

Parece haber, en su exposición, tres ideas centrales: una primera, señala que han existido períodos de contradictoria valoración; una segunda que sugiere que luego de largos períodos de desgobierno también "han existido períodos de estabilidad y honorabilidad" (o viceversa); y, finalmente, que el largo desempeño de la actual asamblea, en manos de la Revolución Ciudadana (toda una década), ha constituido algo comparable con la "Pax Romana" (?), lapso que tuvo una duración de casi doscientos años en tiempos del Imperio Romano.

Como entiendo, la voz parlamento viene de parlar o, mejor aún, de "parlamentar". De acuerdo con el DRAE, parlamentar quiere decir "entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia"... La palabra parlar implica "hablar con desembarazo o expedición"... Por lo mismo, y como consta a toda la ciudadanía, ¿de qué parlamento o acción de parlamentar (o de parlar) estamos hablando? Si, como es conocido, las iniciativas legislativas que han sido propiciadas por el gobierno siempre aplicaron la dictadura del voto, de la que siempre echó mano la mayoría de Alianza País.

Pero hay algo más importante: hablar de una renovada "Pax Romana" implicaría la existencia de un período de tranquilidad y prosperidad que supuestamente habría vivido nuestro país gracias a la ausencia de confrontaciones políticas. Lo único que demostraría esta supuesta, y nunca consentida, "paz republicana" sería la ausencia de disidencia; en otras palabras, la existencia de un criterio único y la preponderancia de una posición mayoritaria sin respeto al criterio de cualquier otra posición que en algo pudiera sonar a distinta o diferente.

De acuerdo con la enciclopedia, esa "Pax Romana" fue no sólo un hecho inédito, sino que constituyó una especie de milagro. Dice, en este sentido, que se debe tomar en cuenta que "el concepto de paz para los romanos tenía un significado diferente. Los romanos consideraban la paz no como una ausencia de guerras, sino como una situación que se presentaba cuando los enemigos habían sido derrotados y, además, habían perdido su capacidad de resistencia". Sería solo en este sentido que se pudiera hablar en el Ecuador de un supuesto advenimiento de una suerte de Paz Romana: porque se vivió una etapa cuando se confrontó toda opinión diferente, se debilitó a los partidos políticos y estos perdieron su capacidad de resistencia.

El segundo párrafo insinúa que la alternativa legislativa a la obsecuencia solo pueden ser las mayorías móviles o la pugna de poderes... Es más, Negrete menciona que esas opciones "surgen del arrabal, utilizando los recursos de la profesión más antigua" (¿se refiere a la prostitución?); materia que no tiene -en este contexto- ningún asidero y que, tampoco, está respaldada como proposición por ningún argumento convincente.

Como lo reconoce el propio columnista, el actual período legislativo ha estado en manos de un parlamento "no deliberante" (y en la percepción general, sumiso a más no poder). En lo personal, puedo aceptar que el largo interregno que ha estado en manos de la Revolución Ciudadana es consecuencia de los conflictivos años que vivió el país luego de 1996; pero de ahí a sostener que la década que la RC obstruyó la confrontación de ideas, y que renunció a su ineludible tarea y obligación de fiscalizar, deba considerarse como una etapa de beneficioso progreso, es no entender el objetivo esencial de la democracia. Peor aún, ello sería rendir homenaje a un estilo de gestión que se caracterizó por una irreflexiva disciplina partidista y que estuvo signado por la impunidad.

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