14 octubre 2016

Flotando en el viento

Hacia finales de 2006 (advierto que ya han pasado casi seis años) escribí en este blog una pequeña crónica relativa a un viaje realizado entre un grupo de amigos; allí, y hacia el final de esa entrada, hacía referencia a un artículo de Iván Sandoval el mismo que, a su vez, se refería a la letra de una canción de Bob Dylan titulada "Blowing in the wind". Llamé a esa crónica con un título que pretendía ser sugestivo: "Soplando en el viento".

No es improbable que haya existido algo de intencional en esa casi literal traducción, ajena a lo que procura por lo general ser mi estilo. Quizá, pienso hoy, sucumbí a la idea de jugar con el doble sentido de flotar en el ambiente y de nadar contra corriente. Haya sido lo que haya sido, no comprendo ahora por qué no le di a esa traducción un significado que hoy me resulta más sencillo y natural: flotar en lugar de soplar. Cuando el cantautor hace ciertos cuestionamientos a manera de pregunta, él mismo se contesta: "la respuesta mi amigo está flotando en el aire, la respuesta está flotando en el aire".

En estos mismos días la Academia Sueca ha decidido conceder el premio Nobel de literatura al cantautor norteamericano Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan. La resolución ha despertado un nunca inopinado furor en el mundo de la literatura. ¿Cómo así la designación?, la gente se pregunta. ¿Con qué criterio la Academia ha concedido ese premio o reconocimiento? No hay que olvidar que el mismo fue escatimado a genios de la talla de Borges o a escritores formidables como los españoles Unamuno, Machado o Valle-Inclán. Para empezar, ¿podemos catalogar la letra de aquellas tonadillas populares como "literatura"? ¿Podemos comparar esos potenciales "poemas" de Dylan con los trabajos de un Pablo Neruda, o con la obra general de un Camilo José Cela o de José de Sousa Saramago?

Por lo mismo, y para ponernos de acuerdo, es necesario definir primero qué debemos entender por "literatura". Hemos de coincidir que por literatura entendemos una forma de escritura que posee un mérito literario (perdón por la repetición); es decir, algo que privilegia la solemnidad del más hermoso recurso del que podemos echar mano los humanos: el don de la palabra. Es una forma de escritura que, en este sentido, se opone al lenguaje ordinario. Hablamos entonces de literatura y nos referimos al "arte de la palabra". Solo así concebida la literatura se constituye en una de las "bellas artes".

En la actualidad se considera como literatura a toda forma de expresión que se destaca por su calidad estética; hablaríamos aquí no sólo de unos escritos con carácter creativo o que se sustentan en la imaginación (el así llamado mundo de la ficción o de la fantasía). Partiendo de este significado, y sin entrar a discutir si las canciones de Dylan tienen o no calidad estética, bien se pudiera involucrar a dichas iniciativas en el amplio concepto de la “nueva” literatura. Mas, frente a esto, no puedo estar enteramente de acuerdo.

Hace tan solo un par de siglos hubo una corriente en Europa que ponía reparos a considerar como literatura a la novela. Tampoco se quería considerar como literatura a las expresiones populares de escritura, ni siquiera a las obras dramáticas... La misma prosa no había alcanzado el prestigio que se asignaba a la poesía, por considerarse que aquella carecía de la forma de inspiración que siempre se le había asignado a esta última. La prosa seguía considerada por un sector como una expresión rústica o vulgar.

Existe otra consideración en esta línea: la de si la literatura debería tener un mensaje literario (no hablamos aquí de "misión"; dejemos aquello para quienes quieren hablar de literatura "comprometida"), nos referimos a una forma de lenguaje que tendría que ver con un cierto estilo. Al hablar de la "finalidad" de la literatura no puede soslayarse la necesidad de propiciar y proporcionar un placer estético. Aunque haya quienes quieran denostar ciertos esfuerzos con aquello de ridiculizar el "arte por el arte", la buena literatura ha de caracterizarse por un valor que apunte a su perdurabilidad.

Pero no sólo podemos considerar como literatura a aquello que contenga tal valor estético, el propósito de la literatura debe ser también (no únicamente) el de entretener, motivar e inspirar. En otras palabras, no toda escritura puede ser considerada como literaria; la literatura debe tratarse ciertamente de algo hermoso que, además, tenga una capacidad mágica, aquella que tiene el taumaturgo, que es justamente la de asombrarnos o hacernos maravillar. Aquí, de nuevo y como hace seis años, tendríamos que preguntarnos cuál fue la intención de la Academia Sueca; y la respuesta, mi amigo, ha quedado… flotando en el viento, sí flotando en el viento!

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