23 octubre 2016

Es-peculando...

¡Qué curioso, hoy que se habla tanto de latrocinios y peculados, descubro que no existe en el diccionario un verbo necesario (y, como están las cosas, un verbo indispensable). No existe para nada el verbo "pecular" (yo peculo, tú peculas, él pecula, nosotros peculamos, etc.), ahora que, como todo el mundo especula, parecen ser muy pocos los que no "peculan"... Lo más próximo en el diccionario, a este verbo inexistente, son las voces peculio y peculiar que, como se podrá adivinar, están íntimamente emparentadas, pues tienen que ver con lo que le es propio a una persona.

Pero de ahí a que exista un verbo destinado a quienes cometen esta forma de fraude, o que hacen mal uso de los fondos públicos, pues nada, nadita de nada. Como que la acción y efecto de malversar el erario público fuese una condición desconocida, como que no existiera. ¿Será por eso, me pregunto, que los funcionarios -una gran parte de ellos- andan por ahí persuadidos que, como no existe ese verbo que, justo es decirlo, suena tan impúdico, es como que si ello no sería delito ni pecado y, por lo mismo, como que no sería sujeto de pesquisa.

Hoy mismo, cuando en el país parece haberse destapado una espeluznante red de corrupción que involucra al sector petrolero (por lo demás, asunto nada inesperado ni que produzca sorpresa), tal parecería que se puede hablar de actos de cohecho o de sobornos, de groseras indelicadezas o de acciones que implican enriquecimiento ilícito, pero no se tipifican tales crímenes como lo que realmente son: como "delitos que consisten en el hurto de caudales del erario público, que han sido cometidos -precisamente- por aquel o aquellos (todos y todas) a quien o a quienes se ha confiado su cuidado y administración". Esto se llama peculado, pe-cu-la-do!

En este punto se hace conveniente una necesaria digresión: ¿por qué no es sorprendente ni causa extrañeza que en la actualidad parezca "peculiar"  a ciertos funcionarios públicos que echen mano de lo que no es suyo, que no es de su "peculio" y cometan este nefando acto de andar "peculando"?; pues simplemente porque no existen sistemas de control, es desconocida la fiscalización, no existe transparencia en la contratación pública y se han desarrollado hábiles métodos en las normas de dicha contratación para que con cínicos subterfugios se contrate “a dedo”, sin que se cumplan requisitos y con el propósito de favorecer al mejor postor, al que más ofrece...

En otras palabras, este sistema corrupto, impúdico y desvergonzado se ha convertido en la forma natural de hacer negocios en la administración pública, es el proceso normal (hoy le llaman "giro del negocio"), es como si se aceptase que si no se distribuye dinero, si no se aceptan sobornos, si alguien no se lleva la plata del Estado, nada se puede construir, no hay obra que se pueda contratar, nada se puede planificar ni desarrollar... Sí, como usted escucha (o lo lee, amigo lector), sin el lleve no hay contratación, así de simple. Como en la serie de televisión: Sin tetas no hay paraíso. Pobre país!

En estos días la triquiñuela y engañifa es considerar a estos delitos como actos de simple soborno o, lo que es peor, como manifestaciones de algo más inocuo: enriquecerse súbita e inmoralmente, lo que se denomina "enriquecimiento ilícito". Pero, lastimosamente se quiere ignorar mañosamente que estos sobornos o formas veloces de hacerse rico, se ejercen en detrimento de los sectores más marginales y desfavorecidos de la sociedad, justamente en perjuicio de quienes las obras a contratarse se supone que debían favorecer. Es por ello que estos atracos tienen un carácter tan lesivo: perjudican al pueblo necesitado, entorpecen y anulan el progreso de quienes esperan techo, caminos, salubridad.

Para algunos, estos últimos diez años han constituido la "década ganada", para muchos han constituido, en cambio, la "década perdida"; sin embargo, visto el alto grado de derroche y de corrupción que se ha percibido en la mayoría de obras relacionadas con la administración pública, no es temerario hablar por lo menos de la "década desperdiciada o del derroche". Es hora de retomar los procesos y protocolos de contratación, de insistir en los mecanismos de control, de restablecer las necesarias auditorías y la fiscalización. Que se deje de contratar "a dedo" y con desparpajo, a pretexto de atender situaciones de emergencia o estados de excepción.

Cuando se trate de dineros públicos, y especialmente de contratos y licitaciones, debe existir total claridad y transparencia. En casos como éstos, todo funcionario público no sólo ha de ser honrado, sino también parecerlo. Su actuación debería sujetarse al escrutinio público en forma tal que pueda ser considerarlo como sospechoso mientras no se demuestre lo contrario...

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1 comentario:

  1. Capitán Vizcaino: Creo que solo Usted podría comentar algo sobre el accidente de Ecuavía en el Cayambe que no se menciona en ninguna parte como si nunca ocurrió. Saludos

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