21 octubre 2016

Tierra de sangre

Van como quinientos años que llaman a estas tierras con un nombre equívoco e injusto. Las conocen como América en honor a un navegante de dudoso prestigio, cartógrafo él, que proporcionó inicial información respecto a ciertas tierras que habían sido descubiertas hacia finales del siglo XV. Eso fue una impostura, porque quien había "descubierto" lo que al principio se conoció como "Nuevo Mundo" fue un esquivo marino genovés que siempre dio la impresión que se empeñaba en esconder sus verdaderos ancestros: el enigmático e inescrutable Cristóbal Colón. Los datos proporcionados por Amérigo Vespucci fueron utilizados en un mapa publicado en 1507 por Martín Waldseemüller. En él se usaba por primera vez el nombre de América para apellidar a la parte meridional de nuestro continente.

Lo justo hubiera sido que ese enorme territorio, nunca antes imaginado y recién descubierto, llevase el nombre de Colón; pero el Almirante, muy a pesar de sus cuatro procelosos viajes, habría de morir persuadido que había llegado al Asia... Colón siempre creyó que las tierras descubiertas eran parte de Cipango (Japón) o de Catay (China). Su cosmovisión no se ajustaba a la realidad, a la verdadera dimensión de la esfera terrestre.

El cálculo que había hecho Colón de la distancia que existía entre Europa y Asia (por vía de occidente), resultó tres veces más corto de lo que representaba la realidad. Lejos estuvo el genovés de considerar que la distancia que había entre la isla de Guanahaní (San Salvador) y la costa oriental de Asia era todavía el doble de lo que hasta ahí había navegado. Y, aunque hoy parece estar ya fuera de toda duda que, antes de Colón, otros europeos habían llegado a otras partes del Nuevo Continente; fue él quien descubrió, o destapó ese descubrimiento, para conocimiento del mundo.

Pero la gesta de 1492 no sólo fue un acontecimiento geográfico. Ese año y los posteriores habrían de marcar para el Nuevo Mundo una etapa de conquista y colonización que habría de despojar a los pueblos originarios de su cultura e identidad, de sus territorios y propiedad. Bien se puede ponderar la transmisión, hacia los indígenas, de una nueva y más avanzada cultura y de unos nuevos conocimientos; incluso de una nueva lengua y de una insospechada religión (la única verdadera en la creencia de los invasores), pero no se puede ocultar el sistema de abusos y de discriminación que implantaron los europeos, todo en nombre de sus soberanos y de su dios.

Estas premisas dan pábulo para referirnos a una postura que se ha venido fortaleciendo en los últimos años. Se refiere a la propuesta de la etnia Kuna, asentada en el norte de la actual Colombia, y avecinada al golfo de Darién, que sostiene que nuestro continente debería llamarse con el distintivo de Abya-Yala, por considerar que estos territorios tenían ya unos pobladores, una identidad cultural y un valor como civilización mucho antes del descubrimiento. Abya-Yala querría decir “territorio o tierra de sangre" con el sentido de identidad geográfica e independiente heredad cultural.

Pero sucede que ninguna de las culturas o civilizaciones que existieron en el continente antes de la llegada de los europeos, tuvo una amplia cosmovisión que incorporase a los demás o a la mayoría de territorios de lo que hoy conocemos como América. Tanto los aztecas como los incas, las culturas más avanzadas y mejor organizadas que encontraron los españoles, tenían una visión muy limitada de sus propios territorios. Ni siquiera las continuas luchas que tuvieron que emprender para consolidar sus respectivos dominios, les permitieron alcanzar algún tipo de comprensión de la verdadera realidad geográfica de este rico como enorme continente.

Con la llegada de los europeos, las distintas confederaciones aborígenes (y más tribus independientes) que había en estos territorios, jamás pudieron imaginar que su tierra era parte de una geografía que quedaba alejada de otros lugares que existían en el mundo. Que sus territorios quedaban lejos, en la distancia y en el tiempo, de todo lo demás que podían imaginarse. La tierra que consideraban propia ni siquiera tenía un nombre, quizá solo imaginaban que el suyo era un territorio recóndito y aislado: una tierra “alejada-de-todas-partes”.

Hoy he preguntado por ahí si alguien sabe qué es, qué quiere decir Abya-Yala. Que es el nombre de una librería, me han dicho… una que vende libros religiosos y de autoayuda, una librería salesiana que queda en el sector de El Girón, cerca de La Floresta, sobre la avenida 12 de Octubre...

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