30 octubre 2016

Cuestión de diagnóstico

Hoy me he puesto a meditar en que muchas cosas que nos suceden son a veces cuestión de perspectiva, de simple diagnóstico, igual que nos ocurre con las enfermedades que nos aquejan. Y, claro, ese diagnóstico empieza por nuestro reconocimiento de qué es lo que nos afecta, de qué es lo que sentimos. Uno no puede ir a donde el médico y sólo comentar que se siente enfermo, tiene que participarle al facultativo de los síntomas de los que cree que está sufriendo.

Sospecho que en esto de los diagnósticos, como en todo en la vida, pueden presentarse diferencias o discrepancias. En base a su experiencia, e incluso en base a sus prejuicios, los médicos pueden sospechar de más de una causa para el mismo síntoma, o pueden asociar distintos síntomas con una misma causa. A la final, la salud es otra de esas condiciones o circunstancias que los humanos parece que no las apreciamos hasta que algo empieza a molestarnos, hasta que algo empieza a afectar nuestro gratuito sentido de bienestar.

Y ese es uno de los problemas que nos afectan: que "lo damos por sentado", que no somos proactivos ni hacemos un tratamiento preventivo. Abusamos de nuestro organismo y solo nos preocupamos por él cuando es un poco tarde y cuando ciertos síntomas nos empiezan a incordiar. Esto del "darlo por hecho" parece estar inscrito en el DNA del ser humano, nos acostumbramos a la bondad, paciencia y generosidad de los otros, lo damos por hecho; o abusamos de ello y no caemos en cuenta que, de vez en cuando, hay que devolver una parte y, siquiera de repente, debemos saber reconocer y reciprocar...

Esto percibo que sucede en todo tipo de relaciones, no sólo en las privadas sino también en las que son públicas, las que nos relacionan con la sociedad. Este es mi diagnóstico, mi humilde observación, a pesar de esa inveterada inhabilidad que creo que me afecta para diferenciar lo importante de las cosas pequeñas, lo verdaderamente trascendente de lo prosaico y singular. En la política nos pasa lo mismo: creemos que eso de preocuparnos por las cosas que afectan a los otros no tiene importancia. Que es algo de lo que deben preocuparse los demás.

Es probable que a eso se deba el fracaso y la crisis de la democracia formal, a creer que no hace falta nuestra participación, ni siquiera para consignar el voto. De hecho, aquella apatía, reflejada en el ausentismo, se debe en gran parte a nuestro convencimiento de que nuestro voto no va a afectar, ni en bien ni en mal, al estado de cosas; que de todos modos no vamos a estar en condición de influenciar la situación en que se encuentra la sociedad. Nada queremos hacer para recuperar la confianza que hemos perdido en las instituciones. Otros lo han de hacer a su tiempo; y las cosas, también a su tiempo, por sí solas un día se han de arreglar. Aquí también lo damos por hecho, no nos queremos molestar.

Por lástima, al igual que con las enfermedades, las cosas no se arreglan por sí solas, tenemos que propender a buscar un diagnóstico, a apoyarnos en otras personas que, con mejores conocimientos y con buenas intenciones, tengan el deseo de mejorar esas cosas y de buscar formas y métodos para poderlas corregir o cambiar. Solo así lo estropeado se ha de poder un día arreglar.

Pienso en esta temática mientras leo un libro de Murakami, "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo"; y pienso que mucho me apenaría que aquel "darlo por hecho", ese darnos por bien servidos, sea la verdadera cuerda que haga que el mundo de las vueltas; que sea la que determine el rumbo de nuestras vidas y el derrotero que hubiésemos preferido que tenga nuestro destino. Mientras leo, escucho el "alegreto" de una no muy conocida composición sinfónica; al principio la confundo con otra de un autor más contemporáneo, pero luego caigo en cuenta que pertenece a un renovado Beethoven (quienes saben me han dicho que se dejó influenciar por Haydn)... Es la séptima sinfonía en A menor.

Sí, todo es cuestión de diagnóstico, pero incluso para conseguir un diagnóstico hay que poner de parte, hay que dejarse ver y analizar, hay que dejarse ayudar. Lástima que esto de "darlo por hecho" sea una de nuestras características, una cómoda manera de escamotear el reconocimiento, quizás una forma mezquina de agradecimiento, una avariciosa manera de mostrar aprecio a los demás...

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