20 septiembre 2024

Contra la calumnia

Fui al centro de Quito la otra noche. Era recién la hora del crepúsculo (aunque, equinoccial como soy, todavía me resisto a decir “las siete de la tarde” como dicen en otras latitudes); es esa una imprecisa cláusula, cuando el tránsito se congestiona y los escasos transeúntes, cual si hubiesen escuchado un decreto perentorio, presurosos se disponen a abandonar las mal iluminadas calles. Solo dos horas más tarde, los rezagados rehúyen ya caminar por las veredas y, medrosos, resuelven transitar por la calzada, obligando a los conductores a repentinas manobras para evitarlos.

Asistía a la presentación de un interesante libro en La casa del higo, una bien conservada residencia colonial ubicada en la Calle de las 7 cruces (García Moreno entre Olmedo y Manabí). Ahí, en medio de un pintoresco patio español, se yergue un árbol centenario que, siguiendo la deriva de sus pasados ocupantes, ha ido también barloventeando hacia el septentrión… Ahí mismo, en los altos de esa antigua casona, funciona una venerable institución; la llaman con el insólito e infrecuente remoquete de Colonia de quiteños residentes en Quito, lo que hace inevitable escudriñar en la intención de tan curioso propósito bautismal. ¿Querrá insinuar, acaso, el inusitado designio de la urbe; una ciudad desordenada, y hoy habitada y “colonizada” por advenedizos y afuereños?…

 

El texto en referencia (primer tomo, según la exégesis presentada por el autor) analiza la trayectoria política de Leonidas Plaza Gutiérrez, presidente del Ecuador por dos períodos, a principios del pasado siglo. La intención de Rafael “Popoyo” Arroyo, habría sido desvirtuar la adversa reputación que se le habría endilgado al mandatario, cuya imagen habría sido desdibujada por injustas críticas y dicterios, y cuya memoria se habría sepultado en el cofre de una agraviante y parcializada controversia. Arroyo llama a ese primer tomo La verdad, pues –como lo explicó en forma documentada– el suyo pretende ser un estudio que dé respuesta a lo que llama las “cinco calumnias”: supuestas infamias, expresadas y propaladas por los más obstinados detractores del polémico gobernante.

 

Popoyo admite, a la hora de las preguntas, que su indagación estuvo motivada por la opuesta imagen (como soldado y estadista) que en su hogar se conservaba del ex presidente. A pesar de la acrimonia y virulencia con que lo han tratado sus opositores, el autor habría crecido en un ambiente que reconocía sus méritos y virtudes. Plaza, en su memoria, era un hombre que había logrado importantes aciertos en su gestión pública. Por ello, siguiendo una rigurosa cronología, se refirió a los denuestos que se propuso desvirtuar. Estos se referían a temas referentes a su nacimiento; la relación con su mentor, el general Alfaro; sus actividades políticas y militares mientras residió en Centroamérica; la real dimensión de su obra; y el verdadero carácter del afamado “bombardeo” de Esmeraldas.

 

Arroyo procuró ubicar los gobiernos de Plaza en su justa tesitura histórica, sin descuidar los acontecimientos que ocurrían en el mundo, y especialmente en Europa, antes y durante los convulsionados años de la Primera Guerra. Del mismo modo, subrayó la eclosión del liberalismo en el Ecuador, con sus vicisitudes y enfrentamientos internos; así como su consolidación como fuerza ideológica. Reconoció la incipiente integración del país y recordó la inédita separación entre Iglesia y Estado. Juzgó meritorio que, a pesar de las reiteradas controversias de Plaza con el Viejo Luchador, se destacara como una joven figura que tuvo la sagacidad para estructurar un vigoroso apoyo nacional, ganándose la confianza de los sectores más influyentes que en esos días pugnaban por disputarse el poder.

 

Hacia el final de la velada, y luego de concluida la entretenida presentación, procuré aclarar aquello del supuesto bombardeo mencionado, episodio liderado por un general de apellido Concha (oriundo del lugar), sin que ello respondiera a expresas disposiciones impartidas por el presidente. Se me antojaba anacrónico hablar de bombardeos en un momento todavía incipiente en la historia de la aeronáutica… Pues el malhadado episodio debió interpretarse, más bien, como una serie de eventos incendiarios, efectuados con cañones desde naves militares.

 

Recordé, de pronto, los textos de Historia de Isaac Asimov, referentes a las primeras civilizaciones y a las  batallas navales ocurridas en la antigüedad, respecto a las armas que se utilizaron en aquellos tiempos... Cuando, a más de arietes, catapultas, onagros y otros artefactos de asedio, se empleaba el llamado “fuego griego” –una forma de lanzallamas–, prodigio que expulsaba un raro aceite combustible que incendiaba los barcos enemigos…


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