06 septiembre 2024

Unos botines con historia

El mozo era grueso. Quizá sería más exacto decir que era un pelín orondo. Asomaba de tarde en tarde por el barrio; ya era un adolescente cuando yo era todavía un niño. Vestía de negro, privilegiaba una casaca de cuero, ahíta de cremalleras y bolsillos. Tenía un hermano que estudiaba para aviador de quien había heredado el apodo: a él también le decían “Pachuco”. Pero fue su calzado el que llamó mi atención: portaba unos botines provistos de un elástico lateral que cubría sus tobillos. No sé por qué se me ocurrió que esos botines tenían algún ortopédico designio… 

Mi memoria es frágil, no recuerdo que se los utilizara en lugar de las botas que fueron parte del clásico uniforme en las academias militares. Pero, de pronto los empecé a ver por todas partes, usados cada vez con más frecuencia. Ya finalizado el colegio, fui a estudiar en la Florida; entonces, aquello de poder adquirir un par de “penny loafers”, se convirtió en mi perentoria novelería. Pronto encontré en Florsheim unos mocasines de ese mismo color que en casa llamaban burdeos. Ese “rich shade of burgundy”, era lo que allí los vendedores llamaban “cordobán”. Ahora sabía, cuando entraba a la tienda, que para identificar ese color solo debía pronunciar aquel mágico nombre.

Veinticinco años más tarde fui a volar con Korean Air. Ahí conocí a un piloto australiano que lucía idénticos botines a los del Pachuco: eran parte de su uniforme. Era algo callado y le decían “el Independiente”. Era que gozaba de una dudosa reputación: se rumoreaba que cuando llegó a volar en KAL, no había sido antes comandante ni cumplía con los requisitos exigidos… Un buen día llegó otro piloto, era africano y sabía de su exacta condición: “Nunca fue comandante”, me confesó, “pero no lo culpo, porque yo también tuve que hacer lo mismo”… Los jefes lo sabían pero optaron por callarse; era que no querían “perder rostro”. Era ya demasiado tarde, habían sido sorprendidos…

 

Gracias al “Independiente” supe que esos botines habían sido ideados en Inglaterra, en plena época victoriana. Allí los conocían como “Chelsea boots” (en Australia eran “working boots” o botines de trabajo); eran unisex, tenían un anillo de cinta para ponérselos o sacárselos, se los usaba para montar a caballo o para vestir con ropa formal. Supe que en Australia existía una empresa dedicada exclusivamente a fabricar esos botines: se llamaba RM Williams. Quienes los calzaban decían que ellos también “tenían sus RMs”. Los Chelsea dejaron de fabricarse durante la primera mitad del siglo XX (una consecuencia de las guerras). No obstante, hacia mediados de los sesenta volvieron a fabricarse y a hacerse otra vez muy populares: los dotaron de tacones altos para uso de los Beattles y los Rolling Stones.

 

Ya en Singapur comprobé que los pilotos “ozzies” les tenían mucho afecto. No eran baratos, pero valía la pena si eran los auténticos RM’s. Siempre me ponderaron de su inigualable suavidad. Sabía que estaban hechos de una sola pieza; y me sugerían que si decidía comprarlos, debía escoger los hechos con la piel de la parte de la grupa (el anca) del potro, única reconocida como verdadero “cordobán”. Ellos escribían el nombre con uve, acentuando la segunda ‘o’.

 

Ese nombre, el de cordobán, viene de Córdoba, la ciudad andaluza que se haría famosa en el mundo por producir pieles de tan alta calidad. Inicialmente, el cordobán solo se fabricaba con piel de cabra o de macho cabrío. No hay que confundirlo con el ‘guadamecil’ que tiene distinta procedencia y es utilizado para otros menesteres (es más delicado y solo utiliza piel de carnero). Más tarde se emplearía también la piel de potro (que es la que hoy se prefiere para fabricar los renombrados botines). La técnica de curtiembre ya había sido conocida por los visigodos, pero sería con los árabes que se perfeccionaría el tratamiento y cuando la industria alcanzaría su máximo esplendor.

 

Decir cordobán es sinónimo de zapatería fina; el fabricante trata de convertir la piel en un material incorruptible y elástico, a la par que resistente. El método no ha cambiado desde la Edad Media; y es que se lo fabrica con tal esmero, que nunca han logrado imitarlo fuera de España; hoy el cordobán es el cuero preferido en el resto del Mundo. De él tomaron el nombre los exclusivos zapateros que adoptaron el oficio: en Francia, por ejemplo, se llamaron cordonnier; lo propio ocurrió en otros países europeos. Pero habrían sido los árabes los que enseñaron a preparar, curtir, teñir y dorar los cueros, volviéndolos tan brillantes que uno “se podía mirar en ellos como si fueran un espejo”…

 

Córdoba, fue fundada por los romanos en el siglo II a.C. Fue capital del emirato y del califato del mismo nombre. Fue cuna de los dos Séneca (el retórico y el gran filósofo); y también de Averroes. En su punto cenital, habría sido la segunda ciudad más poblada que hubo en el mundo occidental (tenía cerca de 350.000 habitantes).


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