*** Artículo publicado en el periódico La Nación el miércoles 6 de noviembre de 2024
Bien sé que es una verdad de Perogrullo, pero siento que en nuestro país tenemos muchos, demasiados, accidentes de tránsito. En efecto, los datos que suministra el Anuario Nacional de la Agencia Nacional de Tránsito –y que son parte de sus estadísticas– reflejan que Ecuador es uno de los tres países que más accidentes registró el año pasado en Latinoamérica, solo por detrás de República Dominicana y Haití. Esas aparentemente frías, pero espeluznantes, estadísticas demuestran algo insólito y aterrador: hubo 21.000 siniestros en el año 2023, que dejaron 2.400 fallecidos, lo que quiere decir una fatalidad cada tres horas y media…
Bien merece la pena, por lo mismo, que se haga un serio y pormenorizado estudio de por qué siguen sucediendo estas horribles y continuas desgracias; pues, lejos de analizar los tipos de colisión o siniestros que se producen, haría falta averiguar las causas subyacentes para que se haya establecido en nuestro medio una cultura de manejo tan temeraria e irresponsable, caracterizada por la imprudencia, la complacencia y la impunidad. En teoría, todo accidente pudiera ser evitado; pero, para que esa circunstancia casi ideal pudiera concretarse haría falta efectuar un concienzudo análisis de lo que pudiera mejorarse y, sobre todo, de las políticas equivocadas que pudiéramos estar implementando, de lo que estaríamos haciendo mal.
En ese necesario análisis sería ineludible empezar por el actor de esas infracciones (y quién sabe si violaciones) que terminan convirtiéndose en desgracias: el elemento humano. Aquí, lo más palpable es que existe, en nuestros caminos y carreteras, demasiada gente inepta e irresponsable que no sabe conducir. No hablo de la real capacidad para manejar, sino de algo que resulta más importante: saber apreciar el valor y trascendencia de la propia vida y, por lo mismo, de la de los demás. Hace falta en nuestras vías gente que actúe con respeto hacia los peatones y demás conductores, con espíritu solidario y sentido de comunidad. Aquello de conducir requiere de madurez social: saber respetar una normas y ¡pensar en los demás!
Resultaría, por tanto, irrisorio e insulso el actual sistema de comprobación del nivel de pericia de nuestros conductores, el mismo que permite que haya conductores que no sepan estacionar en reversa o para qué sirve el borde de una acera pintada en color amarillo… Si a esto sumamos la precaria, y casi siempre ausente, gestión de eficiente control vial por parte de las autoridades respectivas, entonces encontraremos la convergencia de todos los factores necesarios para que los accidentes puedan producirse. Todo ello para no hablar de una mala o inapropiada señalización, de los semáforos inoperativos o defectuosos, de la carencia de refugios para las respectivas paradas de buses; amén de un exceso de conductores díscolos y temerarios que convierten cada maniobra en una competencia demente y criminal.
Otro asunto que merece perentoria atención es la conclusión de un sistema de vías principales en todo el país que obedezca a un verdadero y coordinado plan de implementación. No es aceptable –por absurdo e incoherente– que exista una vía de seis carriles, como la Lasso-Ambato, por ejemplo, que esté seguida por la continuación de una “Troncal de la Sierra”, que va desde Ambato hasta Azogues, y que consiste en una vía de tan solo dos carriles. ¿Cómo es posible, además, que este tipo de adjudicaciones dependa de propósitos electoreros o del interesado “direccionamiento” de contratos para la construcción de las obras públicas (los acostumbrados sobornos y más corruptelas); o que esté, simplemente, en manos de la improvisación.
Estos accidentes siegan muchas vidas con un costo socio-económico imposible de calcular, enlutan los hogares y dejan a muchas personas en la indefensión. El Estado y los gobiernos seccionales deberían implementar campañas que sirvan para fortalecer una cultura de respeto, en conductores y usuarios, que permita rebajar en forma efectiva los índices de mortandad.
Nota: este artículo iniciará una serie de colaboraciones para el periódico La Nación de Guayaquil.

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