Pocos días
después de la despedida de Mario Vargas Llosa, ganador del premio Nobel de
literatura, encontré extractos de una entrevista que alguna vez le habían efectuado.
Decía el escritor que: “La lectura inocula rebeldía en el espíritu humano; por
eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo. Ella es la más eficaz
manera de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del
tiempo y convertir en posible lo imposible”.
Era la primera vez que encontraba esa palabra: “carcoma”. Si bien deduje del sentido general de la frase, que ella implicaba una incrustación invasiva o un proceso corrosivo –o quizá un tipo de afectación exterior, pertinaz y recurrente, hasta que lograba debilitar y destruir un determinado material–, se me ocurrió, antes de acudir al diccionario, que pudiera tratarse de un vocablo relacionado con el verbo “carcomer”; es decir, picar o dañar algún material en forma insistente hasta lograr debilitar, desmenuzar y destruir un determinado objeto.
Luego de una breve consulta descubrí que así, con esa voz, se conocía en otros países de habla hispana a la destructiva polilla; palabra esta que, sí bien se refiere a una pequeña mariposa de color dorado que gusta de devorar muebles de madera y otros elementos de construcción, es en algunos países vocablo de no muy recomendada utilización, pues es una forma coloquial para referirse a las meretrices... Sin embargo, y aunque lo dicho aclara el sentido de la frase de Vargas Llosa, es preciso advertir que tanto carcoma como polilla son insectos, aunque diferentes...
Lo que sigue, encontré en el internet, en un blog llamado Bolboreta: “Aunque hay quienes les encuentran semejanzas, ya que ambos causan daños importantes en la madera del hogar, la carcoma y la polilla son dos tipos diferentes de insecto. La carcoma es un insecto xilófago de color marrón oscuro que se alimenta de la madera en su interior, dejando a su paso pequeños agujeros y galerías. La polilla, por su parte, es un insecto lepidóptero de color marrón o blanco que se alimenta de las fibras de la madera, dejando orificios en su superficie.”
“Hay cierta confusión al identificar la carcoma y la polilla, ya que son insectos difíciles de distinguir. La primera se alimenta de madera, mientras que la segunda lo hace además con varios tejidos. La polilla tiene apariencia de mariposa; en cambio, la carcoma es muy pequeña y de un color y un aspecto más oscuro. La carcoma se reproduce dentro de la madera y se alimenta de ella, pero cuando crece busca salir; la polilla, vive dentro de la madera, por lo que es más invasiva. La carcoma hace un discreto ruido en su alimentación, al roer la madera.”
En resumen: la carcoma adulta mide de 2 a 7 mm de largo y, aunque algunas especies tienen alas, no vuelan. La carcoma hace agujeros para depositar los huevos y deja un polvo fino que es una mezcla de excremento y serrín; esta pasa por varias etapas hasta convertirse en insecto adulto. La polilla, mientras tanto, es un insecto delgado y aplanado de 7 a 8 mm de longitud; tiene alas grandes y coloridas, algunas con patrones de manchas o rayas; tiene tres pares de patas, pero débiles y no las usa para caminar: se desplaza con las alas; y pasa la mayor parte de su vida en forma de larva o gusano; se convierte en insecto adulto solo por corto tiempo.
Al oír de las carcomas, me ha sido inevitable no meditar en un tipo de crustáceo hermafrodita (el percebe) que vive adherido a los acantilados y rocas costaneras; este no tiene extremidades ni tampoco corazón, y tiende a incrustarse en la superficie inferior de los barcos. Por ello, estos deben someterse a complicadas tareas para limpiar esas adherencias. Tales labores se conocen como “carenaduras” (acción y efecto de carenar). Pero existe otro molusco conocido como “broma” que, dado lo dificultoso de extirparlo, no resulta ningún chiste conseguir una efectiva y total limpieza. Es una larva (en forma de gusano) que llega a medir de 20 a 30 cm.
La carenadura es determinante no solo para que el barco navegue con mayor velocidad y eficiencia, sino también para prolongar la vida útil de las embarcaciones. El carenado incluye tareas de limpieza, calafateo (reducir fugas), reparación y protección del casco contra la corrosión o las incrustaciones de organismos marinos, y otros daños. Es importante también efectuar trabajos de prevención, utilizando pinturas especiales para retardar el efecto de esas molestosas incrustaciones. La broma, o ‘taredo’, es en una especie de termita marina; muchos astilleros utilizan planchas de cobre para evitar que ella afecte la integridad de las naves.

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